Las causas reales de las políticas de austeridad
Viçcen Navarro
Sociología Crítica
Sociología Crítica
18.12.2018
En
un artículo reciente indiqué que las medidas que se están tomando para
racionalizar el sistema financiero en la Unión Europea no están teniendo
un impacto en la resolución de la Gran Recesi ón que la Unión Europea
está experimentando (“¿Qué está ocurriendo en la Eurozona?, Sistema
30.11.12). Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía
española descenderá un 1,5% del PIB, la italiana un 2,3%, la portuguesa
un 3%, la griega un 5,2%, la británica un 0,6%, la alemana un 0,9% y la
francesa un 0,1%. Para el promedio de la Unión Europea, las predicciones
de crecimiento económico son nulas, como señala la Comisión Europea. En
realidad, se calcula que el descenso de la economía europea será de un
0,4% de su PIB. Un mal presente y un futuro peor. Las reformas
financieras parecen no estar mejorando la situación. Antes al contrario,
muchas de las medidas que se están tomando para mejorar el sistema
financiero, están empeorando, en lugar de mejorando, la situación
económica. El énfasis del Banco Central Europeo (BCE) y de la Comisión
Europea en continuar las políticas de austeridad es un claro ejemplo de
ello. Se argumenta que la disciplina fiscal (reducir el déficit público
de los Estados) es clave para recuperar la confianza de los mercados
financieros. De ahí que, como consecuencia, se están realizando más y
más recortes en las transferencias y en los servicios públicos del
Estado del Bienestar.
La inmensa mayoría de trabajos científicos creíbles muestran el
profundo error de tales políticas. En realidad, tales políticas de
austeridad han sido las responsables de que se vaya cayendo más y más en
esta Gran Recesión. Y la causa de que ello sea así no es nada difícil
de entender. El gran descenso de las rentas del trabajo en la mayoría de
países del mundo occidental (y muy en especial Norteamérica y Europa
occidental) ha creado un enorme problema de escasez de demanda, que aún
cuando fue paliada, en parte, debido al enorme endeudamiento de la
población (endeudamiento que benefició a la banca), ha llegado a un
límite que ha paralizado el crecimiento económico. Pero la disminución
de las rentas del trabajo se ha hecho a costa del enorme crecimiento de
las rentas del capital y de su concentración en unos sectores de la
población enormemente minoritarios (el famoso 1% del Occupy Wall Street
Movement). Nos encontramos así con la aparente paradoja que vemos, junto
a un enorme crecimiento de la cantidad de dinero existente en manos de
unos pocos, una gran escasez de dinero para que la mayoría de la
población pueda pagar los bienes y servicios que necesita para mantener
su nivel de vida. En realidad, la pobreza está alcanzando dimensiones
epidémicas, alcanzando grupos y clases sociales que se habían siempre
considerado inmunes a tal escasez de recursos.
Lo que debería hacerse y no se hace
Parecería que lo más lógico es que se repartiera la enorme
concentración de dinero para que se transfiriera a la población en
general permitiéndoles que compren y atiendan a sus necesidades,
recuperándose así la economía. La solución a esta recesión es
extraordinariamente fácil de diseñar, si el conocimiento científico
fuera el que motivara las decisiones políticas. De nuevo, toda la
evidencia científica creíble existente señala que tal concentración de
las rentas está dificultando la resolución de la crisis. Y la manera de
corregir la concentración es la redistribución de tal dinero. Sólo en
EEUU, el dinero acumulado (por la élite económica) durante estos años de
crisis es de 2 trillones (americanos) de dólares. No hay, pues, falta
de dinero. Su redistribución hacia las clases populares resolvería
rápidamente el problema de falta de demanda en EEUU.
Que ello no se haga se debe al enorme poder que tiene este 1% de la
población en cada país y las alianzas que se establecen entre ellos en
varios países. Los argumentos que constantemente se dan, incluso por
autores de izquierda, para explicar porqué no se hace tal redistribución
y se estimule la demanda, es que los economistas que dirigen o
aconsejan estas políticas de austeridad son incompetentes o ignorantes,
argumentos que no son creíbles. Otro argumento que se ha utilizado es
que tales economistas están imbuidos de una ideología, la ideología
neoliberal que practican y promueven con una fe mancada de base empírica
que la sustente. Pero tal argumento ignora que la fe siempre se
reproduce porque beneficia a los que la promueven y sustentan. Hay
intereses muy poderosos –para los cuales tales economistas trabajan- que
apoyan la austeridad. Uno de ellos es el capital financiero, pues la
expansión económica, que resultaría de las políticas redistributivas,
afectaría la inflación. Y el enemigo número uno de la banca es siempre
la inflación. Si el lector tiene 100 euros y la inflación anual es de un
10%, al final del año, su billete de 100 euros únicamente tiene un
valor de 90 euros en comparación con los iniciales. Y la banca tiene
billones de euros. Eso significa que ligeras variaciones de la inflación
pueden tener impactos sumamente negativos para el capital financiero.
De ahí que las políticas de austeridad que se están imponiendo en la
Eurozona (y utilizo la expresión imponiendo porque en ninguno de los
países donde tales políticas se han llevado a cabo éstas estuvieron en
los programas electorales de los partidos gobernantes), y que están
dañando el bienestar de la mayoría de la población, hayan sido las
escogidas por el sistema de gobierno del euro (el Banco Central Europeo y
también la Comisión Europea), enormemente influenciado por el capital
financiero europeo (y muy en especial el alemán). Estas políticas han
sido muy exitosas para tal capital financiero. La inflación en el
promedio de la Eurozona ha sido alrededor del 2% por año, el objetivo
que se diseñó cuando se estableció el euro (en noviembre fue el 2,2%).
Otras causas de las políticas de austeridad
Pero hay otra razón por la cual se continúan las políticas de
austeridad. Y es que la enorme cantidad de dinero que se está utilizando
por parte de la banca en prácticas especulativas tiene también sus
elevados riesgos, como la banca es bien consciente. De ahí que lo que
desea es buscar nuevas áreas de inversión que no sean especulativas,
tales como la Seguridad Social y los servicios públicos del Estado del
Bienestar. Se necesitan, pues, medidas de austeridad que empobrezcan las
transferencias públicas (como las pensiones) y los servicios (como
sanidad o educación), y que estimulen su privatización. Ello ofrece
nuevas posibilidades para la banca y para las compañías de seguro de
realizar amplios beneficios en actividades menos arriesgadas que las
especulativas. Esta es la explicación de las medidas de austeridad. Y si
no se lo cree, mire quien se está beneficiando de las privatizaciones
de la sanidad en Catalunya, la Comunidad Autonómica de Madrid, donde
tales políticas de privatización han sido más acentuadas. Entre muchos
intereses financieros, existen inversiones de alto riesgo, compañías de
seguro, consultorías afines al capital financiero y un largo etcétera.
Es la “americanización de la sanidad”, es decir, la extensión del modelo
sanitario estadounidense gestionado por las compañías financieras con
afán de lucro, que han determinado el sistema sanitario más caro, más
ineficiente y más impopular de los sistemas sanitarios existentes. En
EEUU el sector sanitario es un campo de expansión del capital
financiero. Y este es el objetivo de las políticas de austeridad en
Europa (ver mi libro Medicine under Capitalism para analizar las
consecuencias de este sistema de financiación de la sanidad).
Otra causa de la persistencia de tales políticas de austeridad es que
está debilitando al mundo del trabajo y a los sindicatos. El caso
español es un caso claro. Por primera vez en época democrática, las
rentas del capital superan a las rentas del trabajo. Y la enorme
influencia del capital financiero junto con la patronal, en el estamento
político gobernante, hace y explica que, a pesar del descenso de la
demanda y del escaso crecimiento económico, las rentas del capital
continúen creciendo, ayudados por unas políticas fiscales que garantizan
sus amplios beneficios (ver mi artículo “El “expolio” social del que no
se habla”. Público. 06.12.12). La alianza del capital con el Estado
garantiza la prioridad de unas políticas que, mientras benefician a una
minoría de la población, dañan enormemente el bienestar de la mayoría.
No es sólo el 1%
Cuando escribo una minoría no me refiero sólo al 1% al cual el
movimiento Occupy Wall Street hace referencia. Este 1% (los propietarios
y controladores del gran c apital) tiene un poder decisivo y
determinante. En realidad, su porcentaje sobre la población, tanto en
EEUU como en España, es mucho menor que el 1%. Pero este grupo controla
los medios que configuran lo que uno de los analistas más agudos de las
sociedades capitalistas, Gramsci, definió como hegemonía ideológica, que
incluye desde las escuelas y las academias hasta los medios de
información y persuasión, y que determinan la sabiduría convencional del
país, que incluso hoy, tras tanto dolor y daño causado en la población,
continúa dominando: el neoliberalismo. Toda una batería de fundaciones,
centros de estudios o proyectos de investigación, están financiados por
el capital, y muy en particular por el capital financiero. Los mayores
bancos del país tienen centros de estudios, organizan conferencias,
financian diarios y revistas llamadas científicas, donde el dogma se
reproduce y se promueve a través de amplias cajas de resonancia, medios
radiofónicos o televisivos, o prensa escrita, a su vez endeudada y dócil
a tales poderes. El 1% para poder mandar necesita el aparato ideológico
que lo sustente, Y de ahí que, a pesar del daño que tales políticas
están causando, se continúen promoviendo.
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