Sigue la masacre del capitalismo transnacional contra el pueblo colombiano,
solo que ahora le llaman “paz”
CECILIA ZAMUDIO
EL INSURGENTE.CON / 26/03/2019
No
pasa un día sin que la herramienta paramilitar de multinacionales y Estado
colombiano asesine a un luchador o luchadora social, no pasa un día sin un
montaje judicial o una desaparición forzada. Es un Exterminio. Aah… pero hay
que repetir el mantra narcotizante de que “hay paz”. Repetirlo a saciedad como
un rezo cínico, mientras van cayendo bajo la bala o el machete las vidas de mujeres
y hombres que luchan contra el saqueo capitalista. Hay que repetir la palabra
“paz”, vaciada de todo contenido (porque no debería llamársele “paz” al
exterminio, ni “paz” al hambre).
Los
tanques de pensamiento de la USAID, sus pazólogos, expertos en guerra
sicológica y sumisión, la socialdemocracia en pleno, dictaminaron
desde sus sillones imperiales (y desde sus sillitas periféricas y seudo
progres) que la “paz” consistía en la firma de un acuerdo con la burguesía, que
la “paz” consistía en una aberrante “reconciliación interclasista” mientras se
profundiza la explotación y el saqueo; las universidades
europeas dictaminaron que hacía falta que los “salvajes colombianos
aprendieran la cultura de paz”, y se ofrecieron para enseñarla en la gran
bondad de quienes “dan clases de cultura de paz” mientras que sus
multinacionales producen armas y saquean pueblos; dictaminaron, muy doctos, que
la “paz” consistía en desmovilizar al pueblo alzado en esas montañas verdes tan
codiciadas, para dejar así vía libre al saqueo multinacional y a sus
sicarios.
Dictaminaron
los expertos, opinólogos imperiales, que es “paz” que un consorcio
multinacional saquee la mayor mina de carbón a cielo abierto del mundo y para
ello desvíe todo el río Ranchería asesinando así de sequía y hambre a una
región entera… Porque los miles de niños Wayú mueren de física hambre, pero “lo
bueno” para los cínicos malabaristas de la palabra “paz”, para los
entrampadores de pueblo, es que “ya no hay guerrilla que luche contra esa
injusticia”. “¡Que mueran los niños por miles, agonizando de sed y hambre, pero
que mueran sabiendo que ya no hay rebeldes que cometen ‘la herejía’ de luchar
armados de consciencia y balas contra la barbarie!” «Que
mueran los niños por miles mientras el carbón siga saliendo en gigantescos
barcos hacia EEUU o la UE, para satisfacer su aberrante consumo energético: que
se pueda fagocitar a América Latina, África y Asia “en paz”, sin
revolucionarios que trastoquen tal saqueo».
Varios
de los exguerrilleros hoy andan rezando la estafa de la “reconciliación
interclasista”, enredados en leguleyadas y denunciando los mil incumplimientos
de un régimen que siempre jugó sucio y con las cartas marcadas (era más que
previsible), o bien andan disgregados en campos paupérrimos, siendo asesinados
desarmados por la bala paramilitar (la “inteligencia” militar proporciona las
listas de los más conscientes, para que sean acribillados en prioridad). Así
los quería tener la burguesía colombiana y transnacional: desarmados e inertes,
fáciles de exterminar. Y por eso ya son cientos de exguerrilleras y de
exguerrilleros de las FARC asesinados desarmados. Asimismo siguen siendo
encarcelados bajo montajes judiciales, desaparecidos o asesinados a granel las
y los sindicalistas, maestros, líderes comunitarios, campesinos, ecologistas,
estudiantes, indígenas, afrodescendientes, etc… Toda persona que cuestione el
saqueo capitalista de Colombia y la injusticia social descarnada que este
provoca.
Cabría preguntarse: ¿cómo se pudo llegar a semejante aberración? ¿Cómo se llegó
a semejante descalabro histórico después de que tantas y tantos luchadores
entregaron sus vidas por un horizonte de justicia social? ¿Acaso bastaron las
presiones de la socialdemocracia mundial y regional, las presiones de la
Iglesia (siempre garante de la continuidad de la injusticia, y experta en
sumisión), las palabras mascadas como chicle de “la lucha armada está pasada de
moda” acuñadas desde el cinismo de expertólogos que ignoran todo de la realidad
de los pueblos saqueados, y repetidas hasta por un líder regional que aportó a
los pueblos pero que también erró gravemente en estas cosas hacia el final de
su vida? ¿Acaso los asesinatos selectivos y los bombardeos intensivos de EEUU y
el régimen colombiano sobre las selvas de Colombia asesinaron a las personas
más lúcidas? ¿Acaso la estrategia de “paralizar por el terror” preconizada en
los manuales militares gringos que puso en práctica el ejército colombiano,
desollando vivas a las personas en las plazas de los pueblos o perpetrando
amputaciones y violaciones colectivas, quedaron fijadas en la retina y en el
alma de manera a también anestesiar nuestras mentes?
¿Cómo aceptamos la definición de la burguesía de lo que “es paz”? Cuando
nuestra definición de paz es diametralmente opuesta, ya que incluye cese del
saqueo capitalista que depreda montañas y ríos y hambrea a la población,
cese de la represión y cese de la tortura institucionalizada, cese de la
herramienta paramilitar, cese de la ocupación gringa, cese de la explotación.
¿Cómo se impone este festival del cinismo sobre la muerte continuada de niños
por hambre y sobre el continuo desplazamiento forzado de poblaciones que son
desposeídas de sus tierras por la voracidad de multinacionales y latifundio?
Más de 7,7 millones de personas han sido desplazadas de las zonas codiciadas
por el capitalismo transnacional, desposeídas y ahuyentadas mediante las
masacres de la herramienta paramilitar y los bombardeos del ejército. El
desplazamiento forzado de poblaciones no se da por “la bala perdida” como
aducen los medios de desinformación; las masacres con motosierra que perpetra
la herramienta paramilitar mientras el ejército la ampara, no son “perdidas”
sino planificadamente dirigidas contra las carnes del campesinado colombiano,
contra las comunidades indígenas y afrodescendientes; son parte de un plan
sistemático para provocar desplazamientos masivos, obedeciendo a una doble
estrategia: vaciar de habitantes y protestas las tierras codiciadas por multinacionales,
y vaciar el campo del pequeño campesinado, en la lógica perversa de “quitarle
el agua al pez”, ya preconizada y perpetrada por Estados Unidos en Vietnam: se
trata de quitarle fuerza a la guerrilla, asesinando al campesinado que es su
apoyo natural.
¿Cómo se impuso esta disociación de la realidad, esta adoración por una paloma
de plástico mientras que a la verdadera paloma de la paz, aquella cuyo nombre
es Justicia Social, la tienen torturada en alguna de las bases gringas,
intentando sacarle a golpes los nombres de sus compañeros de lucha? ¿Cómo se
impuso este festival de banderitas blancas inquisidoras de todo pensamiento
crítico, que proscriben el análisis de la realidad e ignoran la lucha de
clases?
Fueron
años de Terrorismo de Estado asesinando a las mujeres y hombres más lúcidos e
íntegros, dejando un vacío que llenaron oportunistas de todo tipo: los
cooptables por la USAID y el dinero de la llamada “cooperación europea”, las
mil ong’s que trabajaron para el vaciamiento ideológico. Y se llegó a una
situación en la que incluso algunos de los que enarbolaban banderas comunistas
ya no explicaban lo que es la lucha de clases, ni el por qué los intereses de
la clase explotadora son antagónicos a los de la clase explotada.
Las
riquezas de Colombia siguen ahí: inmensos recursos que el capitalismo transnacional
quiere roer hasta la médula, llevándose entre los dientes las vidas de millones
de personas… La aceleración de la acumulación capitalista a nivel mundial,
intensifica sus mecanismos depredadores que incluyen tortura, herramienta
paramilitar, Terrorismo de Estado. Y en medio de esa realidad tan tangible, tan
palpable en los charcos de sangre que deja cada líder social asesinado, nos
vienen con la fábula de la “reconciliación interclasista”, nos hablan de buscar
“buenas voluntades” en las miradas codiciosas de los burgueses; nos dibujan una
supuesta dicotomía (que no es tal) entre una supuesta “burguesía buena” y una
“burguesía mala”, como si la burguesía no fuera una sola a partir del momento
en que sus intereses de clase son antagónicos a los intereses de la clase
explotada, nuestros intereses. Y la burguesía debe reír a carcajadas en los
salones de la embajada gringa, cuando cuentan cómo le dieron el premio Nóbel de
la paz a un carnicero oligarca que presentaron como un Santo, y cuando cuentan
que tienen al otro oligarca, igual de carnicero pero más traqueto, fungiendo el
papel del “oligarca malo”, para seguir con la telenovela engaña pueblo. Y se
abrazan entre ellos y brindan, y firman negocios que deciden de un plumazo
desplazamientos poblacionales masivos… desplazamientos que ya acelerará la
motosierra paramilitar sobre las carnes de quienes se resistan al despojo.
En
Colombia, la mitad de los niños y niñas que van a la escuela (cuando van) lo
hacen con el vientre vacío, las tripas gritando hambre, los ojos gritando
sueños truncados, los pies gritando zapatos, adoloridos por la marca del azote,
la hebilla del cinturón grabada en la espalda, porque el castigo corporal se
abate contra sus pequeños cuerpos en ese paraíso confiscado en el que las
mayorías son explotadas, desposeídas y alienadas por la clase explotadora,
carnicera de futuros y atesoradora de tiempo ajeno. Las niñas de las zonas más
saqueadas y empobrecidas son presas de prostíbulos y militares gringos que
gozan de total impunidad por sus crímenes en Colombia (según convenio de
inmunidad firmado con el propio Estado colombiano). La herramienta paramilitar
de multinacionales y latifundio, que aterroriza a la población de las zonas más
codiciadas de Colombia, también encuentra en las familias más empobrecidas una
“cantera de esclavizables”: niñas de 8 años en adelante terminan siendo
allanadas en los barracones de las multinacionales (en las zonas de saqueo
intensivo de la mega minería y del agro industrial), o son ofertadas en las
playas del Caribe a sebosos turistas europeos y gringos… Pero nos dicen y nos
repiten que nada de eso importa: ni el hambre, ni la injusticia, ni las
infancias rasgadas, ni las niñas violadas en tropel, ni las torturadas en bases
militares gringas… Que lo “que realmente importa” es repetir el mantra de una
supuesta “paz” que consiste en desarmar al pueblo que algún día le dijo basta a
la injusticia… mientras, por supuesto, se deja intocada y blindada la
injusticia que redunda en millonarias ganancias para un puñado de capitalistas.
Los
pazólogos imperiales dictaminaron que la “paz” consistía en un ejército
colombiano sobrearmado que a diario asesina al pueblo, que el monopolio de las
armas tiene que tenerlo el ejército que es entrenado por formadores en tortura
estadounidenses (porque lo abyecto es incuestionable según esos expertos),
dictaminaron que los campesinos no podían sublevarse, dictaminaron lo bueno y
lo malo, dictaminaron como “paz” lo que agiganta las fortunas de las
transnacionales y el latifundio mientras cuartea de hambre y desesperación la
vida de millones de desposeídos, dictaminaron y dictaminan… pero es el pueblo
colombiano el que sigue siendo asesinado, masacrado por la herramienta
paramilitar de un Estado al servicio del capitalismo transnacional.
El
conteo de muertos es desgarrador… y también nauseabundo de manipulación: los
asesinados son doblemente vulnerados al ser ocultada la responsabilidad de
los comanditarios de los crímenes. Incluso cuando son asesinados los activistas
contra el saqueo multinacional delante de las narices de la policía, y que
resulta evidente el Terrorismo de Estado, siguen los medios de la burguesía y
sus organismos intentando presentar los asesinatos como el fruto de “una mano
negra”, así, en abstracto, sin vinculación con las fuerzas represivas. Para
ocultar el plan de exterminio sistemático contra la protesta social, los medios
de la burguesía aducen incluso la teoría del “ajuste de cuentas” o del “asesinato
por celos”, como si las y los luchadores sociales que enfrentan el saqueo
multinacional fueran asesinados por miles en una especie de “epidemia de
celos”. En el reino de la Paloma-Estafa,todo malabarismo es implementado para evitar decir
las cosas como son: asesinados por la herramienta paramilitar de un Estado
criminal que viabiliza el saqueo capitalista de Colombia, mediante un plan
sistemático de exterminio contra todo aquel o aquella que eleve una
reivindicación social.
Sigue
la masacre del gran capital transnacional contra el pueblo colombiano, solo que
ahora le llaman “paz”.
Lee y
Comparte. Ayuda a que la contrainformación llegue a más personas.
*++