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Crisis
en Podemos
Bifurcaciones
madrileñas: romper con la mala política
Brais Fernández
VUENTOSUR
22.01.2019
La
implosión de Podemos en la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid ha sido una
sorpresa por el momento escogido, pero para cualquier observador mínimamente
informado estaba implícita en la situación. Ahora los opinadores más ingenuos o
maliciosos pretenden escandalizarse ante la bochornosa crisis de la izquierda
madrileña, pero si hacemos un repaso rápido por algunos hechos políticos de los
últimos años, veremos que todo lo ocurrido no es una “aberración” o una
“desgracia”, sino la consecuencia lógica e inevitable de toda una trayectoria.
Tampoco es un psicodrama en el que dos amigos se pelean, ni sólo una disputa
burocrática descarnada por el poder, que obviamente también lo es. Es el fin de
un ciclo para la política transformadora de este país. Escogeremos tres causas
que, en mi opinión, han incubado esta situación y que, si somos capaces de
aprehenderlas, nos darán pistas para iniciar un nuevo camino con nuevos
horizontes y sobre nuevas bases.
En
primer lugar, la propia configuración de Podemos. Podemos no es un partido: ha
fracasado como proyecto partidario, en un sentido histórico del término.
Los
partidos, en su acepción moderna, son agrupaciones que “representan” a clases o
fracciones de clase organizadas, con raíces en la sociedad civil y agrupan a sus
bases en torno a un programa u objetivos políticos a largo plazo. Podemos
renunció a tener un proyecto de sociedad diferente, porque, presuntamente, la
gente sólo podía imaginar la sociedad tal y como es hoy. Podemos renunció a
tener bases sociales organizadas, porque, por lo visto, para asaltar los cielos
no se necesitaba tener los pies en el suelo. Podemos, más que un partido, es un
aparato a la deriva, que oscila desorientado entre lo que pudo haber sido y lo
que realmente es: un régimen despótico en donde la ausencia de pluralismo
provoca que las diferencias se resuelvan en base a intrigas, maniobras y
deslealtades. El pluralismo, esa asunción de que las tradiciones emancipadoras
no se pueden reducir a una, es una realidad irreductible: es la única forma de
articular la anhelada unidad.
En
segundo lugar, los acuerdos colectivos han sido ignorados una y otra vez en
aras de los caprichos y de las opiniones particulares de los “líderes”. El caso
de Manuela Carmena es quizás el más flagrante. Un programa colaborativo,
participado, con muchísima inteligencia detrás, fue desechado por la alcaldesa
como una lista de “sugerencias”. Lo increíble fue la aceptación sumisa por
parte de la burocracia de Podemos en cualquiera de sus versiones: la “marca
Carmena” era más importante que el impulso movilizador que permitió ganar el
Ayuntamiento. Pero hay más ejemplos: Ramón Espinar ganó las primarias en un
acuerdo con Anticapitalistas, que incluía una hoja de ruta “unitaria” y
transformadora que pocos meses después del triunfo fue abandonada sin
miramientos, operación que culminó con el “aterrizaje” de Errejón como
candidato para la Comunidad de Madrid. O Pablo Iglesias ganando Vistalegre II
con un discurso contra el PSOE, para al poco tiempo adoptar la estrategia
diseñada por su rival Errejón. “Más Madrid” es el último movimiento de una
política basada en los caprichos y chantajes de líderes, caras públicas,
secretarios generales: tal y como lo fue, por otra parte, el “dedazo” de Pablo
Iglesias imponiendo a Errejón como candidato.
En
tercer lugar, el profundo giro transformista de Podemos, inevitablemente, tenía
que generar una bifurcación. Manuela Carmena e Íñigo Errejón son el sector más
consecuente del sector de la izquierda que busca la integración en el régimen,
aceptando la división tradicional de la política de éste (restauración
progresista/reacción conservadora), y que opta por abandonar cualquier
perspectiva constituyente. Esto es, asumiendo el actual marco
político-económico como el único posible y renunciando a formular una
estrategia política en otros términos.
El
problema de fondo es que todas las maniobras y derivas burocráticas responden a
una vocación: se trata de librarse de las ataduras reales que vinculaban a la
nueva política al 15M (asambleas, consensos, programa reformista radical),
convertirlo en algo parecido a los que es el primero de Mayo para las grandes
burocracias sindicales: una efeméride con la que no mantienen ningún vínculo de
fidelidad práctica. Tanto la maniobra de Errejón como toda la linea
político-organizativa de la dirección estatal de Podemos son los últimos
coletazos por desprenderse de los restos de aquellas ataduras.
El
movimiento de Errejón tiene sin duda, un fondo político: se trata de
radicalizar ese giro hacia el centro-izquierda y de ganar plena autonomía no
sólo frente a la dirección de Podemos (con la que, por cierto, coinciden en lo
fundamental políticamente), sino frente a IU y otros sectores más a la
izquierda. Una maniobra similar a la que Manuela Carmena hizo cuando liquidó Ahora Madrid, lanzando su proyecto Más Madrid y
rompiendo con los sectores agrupados en Ganemos (IU, Anticapitalistas, o
sectores municipalistas agrupados ahora en torno a La Bancada).
Ahora
viene la pregunta fundamental: ¿qué hacer ante esta bifurcación? En mi opinión,
el debate fundamental no versa sobre el futuro de la izquierda: versa sobre si
aceptamos que el monopolio de la política institucional está en manos de un
centro-izquierda neoprogresista o si tratamos de mantener en Madrid (y a medio
plazo, en todo el Estado), una cuña con un programa constituyente, impugnador y
de lucha que nos permita afrontar en mejores circunstancias un nuevo periodo
caracterizado por una normalización de la crisis múltiple del capitalismo
hispano, la radicalización de las clases privilegiadas hacia la extrema derecha
y el fin del aliento movilizador “a la ofensiva” que hemos sentido los últimos
años.
Obviamente,
creo que hay que apostar sin complejos por esta opción, a condición de que esa
recomposición no la lideren los mismos que nos han conducido al desastre. La
dirección de Podemos ha fracasado estrepitosamente a la hora de configurar un
proyecto en Madrid, carece de base militante amplia, dinámica y articulada, y
se ha comportado con una arrogancia terrible hacia los otros sectores combinada
con oportunismo político. Su trayectoria y los resultados de su desastrosa y
errática linea política les incapacita para liderar nada y hay que acabar de
una vez por todas con esa idea de que les corresponde ese rol: esa es una
ilusión basada en su papel en la anterior etapa política. Cualquier hipótesis
liderada por esta fracción está destinada al fracaso.
El
embrión de nuevas candidaturas en la CAM, en el Ayuntamiento de Madrid y en
muchos pueblos de la Comunidad se encuentra en la experiencia de los seis
concejales “críticos” de Ahora Madrid. IU, Anticapitalistas y La Bancada
cuentan con una red activista y capacidad organizativa para impulsar
candidaturas que sean el embrión de un nuevo espacio contra la resignación, el
cinismo, el verticalismo y la normalización política combinada con miseria
social a la que parecen conducirnos estos tiempos.
Hay
acuerdos programáticos mediatos que lo permiten; también sobre cómo proceder,
sobre todo en torno a métodos de configuración pluralista y cooperativos, como
las primarias abiertas y proporcionales. También en la necesidad de incorporar
como protagonista a la gente trabajadora, fuera de las pequeñas élites
militantes, vinculada a los barrios, movimientos y a las luchas. Podemos podría
sumarse, pero no imponiendo sus reglas: los tiempos de la dominación mediante
la espada ya han pasado.
Hay
que ser sensible a las preocupaciones de mucha gente en torno a la situación
actual. Es comprensible esa preocupación por la unidad. Pero aunque las
lecciones sean dolorosas, una bifurcación en la cual seamos capaces de
optimizar las opciones de las izquierdas tampoco es necesariamente una mala
noticia: se pueden recoger más votos y a la vez, normalizar que existen
diferentes proyectos para afrontar la situación. Se trata de continuar, pero
aprendiendo las lecciones: no volver a delegar ni ceder la capacidad de mando
ni en una burocracia ni en un líder, aunque prometa asaltar los cielos. Hagamos
posible que vuelvan las asambleas, las militancias y los programas
transformadores. Es la mejor garantía para evitar la descomposición en estos
tiempos oscuros.
*Brais
Fernández es militante de Anticapitalistas y miembro de la redacción
de viento sur
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