ESTADO
DE SEGURIDAD: EL COQUETEO DE OCCIDENTE CON EL TOTALITARISMO
Giorno
Agamben
Sociología
Crítica
Rebelión
09.o1.2016
Traducido
del portugués para Rebelión por Susana Merino
“Del mismo modo el tema de la seguridad no se dirige a impedir actos de terrorismo. Se dirige a establecer una nueva relación con los seres humanos, es decir de control generalizado e ilimitado, dando énfasis especial a los dispositivos que permiten el completo control de los datos informáticos y de comunicación de los ciudadanos, incluyendo el derecho a intervenir integramente en el contenido de las computadoras” destaca Giorgio Agamben, filósofo italiano y profesor, en un artículo titulado “Otras Palabras”.
El
estado de emergencia no es un escudo que protege a la democracia. Por el
contrario acompañó siempre a las dictaduras y hasta proporcionó un marco
jurídico a las atrocidades de la Alemania nazi. Francia debe resistir a la
política del miedo.
Será
imposible comprender el verdadero problema que plantea el estado de emergencia
en ese país –hasta fines de febrero- si no se analiza en el contexto de una
transformación radical del modelo de Estado que se ha vuelto familiar. Es
preciso en primer término desmentir las palabras de los irresponsables hombres
y mujeres políticos según las cuales el estado de emergencia es un escudo para
la democracia.
Los
historiadores están bien conscientes de que lo verdadero es lo opuesto. El
estado de emergencia es precisamente el dispositivo que usaron los poderes
totalitarios para instalarse en Europa. Durante los años que precedieron a la
toma del poder por Hitler, los gobernantes socialdemócratas de la República de
Weimar habían establecido tantas veces el estado de emergencia (llamado en
Alemania estado de excepción) que puede decirse que ese país había dejado de
ser, ya desde 1933, una democracia parlamentaria.
Pero
el primer acto de Hitler luego de su nombramiento fue proclamar de nuevo el
estado de emergencia, nunca luego derogado. Cuando nos sorprenden los crímenes
impunemente cometidos por los nazis en Alemania, nos olvidamos de que esos
actos eran perfectamente legales, dado que las libertades individuales habían
sido suspendidas.
No
queda claro por qué ese escenario no habría de repetirse en Francia. Es posible
imaginar que un gobierno de extrema derecha podría usar para sus propósitos un
estado de emergencia a que los ciudadanos socialistas ya acostumbrados
volverían. En un país que vive una prolongada emergencia y en el que los
operativos policiales van sustituyendo gradualmente a la Justicia, es de
esperar un rápido e irreversible deterioro de las instituciones públicas.
Esto
es especialmente cierto porque el estado de emergencia forma parte del proceso
con el que las sociedades occidentales tienden al llamado Estado de Seguridad
(Security State como lo llaman los cientistas políticos usamericanos) La
palabra “seguridad” se ha incorporado absolutamente al discurso político y
puede decirse sin temor a equivocarse que las “razones de seguridad” han
ocupado el lugar que anteriormente se denominara “razón de Estado” (razón de
ser del Estado). Aún no existe sin embargo un análisis de esta nueva forma de
gobierno. Como el estado de seguridad no es ni el estado de derecho ni aquello
que Michel Foucault llamó “sociedades disciplinadas” se requieren algunos
encuadres para intentar su posible definición.
En
el modelo del inglés Thomas Hobbes que influyó tan profundamente en nuestra
filosofía política, el contrato que otorga poderes soberanos presupone miedo a
la guerra de todos contra todos: el Estado es el que precisamente debe terminar
con el miedo. En el Estado de Seguridad ese patrón se invierte: el Estado está
permanentemente fundado en el miedo y debe mantenerse así a cualquier costo,
dado que de él deriva su función esencial y su legitimidad.
Foucault
ya había demostrado que cuando apareció por primera vez la palabra “seguridad”
en Francia , en el discurso político con los gobiernos fisiócratas de antes de
la Revolución no fue para evitar desastres y hambre – sino para dejar que
sucedieran para gobernar inmediatamente en un sentido que creían rentable.
Sin
ningún sentido jurídico
Del
mismo modo la seguridad no está destinada hoy en día a impedir actos de
terrorismo (algo ciertamente difícil, cuando no imposible dado que las medidas
de seguridad son eficaces apenas después de los hechos y el terrorismo es por
definición una serie de primeros disparos). Esta destinada a establecer una
nueva relación con la gente, la de un control generalizado e ilimitado – con
énfasis en dispositivos que permiten el completo control de datos informáticos
y de la comunicación entre ciudadanos, incluido el de la intervención en el
contenido de las computadoras. El riesgo que enfrentamos en primer término es
la tendencia a establecer una relación sistémica entre terrorismo y Seguridad
del Estado. Si el Estado necesita legitimar el miedo, es necesario producir
terror o por lo menos no impedir que se produzca. Es por eso que muchos países
adoptan una política exterior que alimenta al terrorismo – al que interiormente
dicen combatir – y mantener con él relaciones cordiales y hasta venderle armas
a Estados que se sabe financian organizaciones terroristas.
Un
segundo aspecto a destacar es el cambio de estatuto político de los ciudadanos
y del pueblo, que debería ser el titular de la soberanía. En el Estado de
Seguridad, existe una tendencia a la despolitización progresiva de los
ciudadanos cuya participación política se reduce a las urnas. Esta tendencia es
particularmente preocupante y fue formulada teóricamente por juristas nazis,
definiendo al pueblo como un elemento esencialmente apolítico, al que el Estado
debe asegurar la protección y el desarrollo.
Mientras
tanto de acuerdo con los juristas solo existe una manera de volver político a
un elemento apolítico: a través de la igualdad de ascendencia y de raza, que
llevará a distinguirlo del extranjero y del enemigo. Esto no significa
confundir al Estado nazi con el Estado de Seguridad contemporáneo; lo que es
necesario entender es que al despolitizar a los ciudadanos estos no podrán
salir de la pasividad, cuando sean movilizados por el miedo ante un enemigo
extranjero que no es necesariamente externo (como en el caso de los judíos en
Alemania o ahora con los musulmanes en Francia).
Es
en tal contexto que debemos analizar el siniestro proyecto de privar de la
nacionalidad a los ciudadanos binacionales, que recuerda la ley fascista de
1926 sobre la desnacionalización de los “ciudadanos indignos de la ciudadanía
italiana “ y las leyes nazis de desnacionalización de los judíos.
Un
tercer aspecto, cuya importancia no debemos subestimar es la radical
transformación de los criterios que establecen la verdad y la certidumbre en la
esfera pública. A un observador atento no le pasan desapercibidos los
expedientes sobre crímenes del terrorismo en que se observa una absoluta
renuncia al establecimiento de la certeza jurídica.
Lo
que corresponde a un Estado de derecho es que un crimen pueda ser comprobado
mediante la intervención judicial, cuando existe el paradigma de la seguridad
debemos conformarnos con lo que dicen la policía y los medios de comunicación
que dependen de ella – es decir dos instancias que fueron siempre consideradas
poco confiables. De allí las increíbles imprecisiones y las evidentes
contradicciones en la reconstrucción de sucesos que eluden conscientemente toda
posibilidad de verificación y de falsificación y que mas se parecen a chismes
que ha interrogatorios. Esto significa que el Estado de Seguridad tiene interés
en que los ciudadanos – cuya protección debe asegurar – se mantengan sin saber
qué los amenaza, ya que la incertidumbre y el miedo andan juntos.
La
misma incertidumbre que se encuentra en la ley del 20 de noviembre sobre el
estado de emergencia y que se refiere “a cualquier persona en que existan
razones serias para dar por cierto que su comportamiento constituye una amenaza
para el orden público y la seguridad” Es bastante obvio que la expresión
“razones serias para considerar” no tiene ningún significado jurídico y como
está referida a la arbitrariedad de quien las “expresa” puede ser aplicada en
cualquier momento y contra cualquier persona. En el Estado de Seguridad esas
formas indeterminadas que siempre fueron consideradas por los abogados como
contrarias al principio de seguridad jurídica se convierten en la norma.
Despolitización
de los ciudadanos
La
misma imprecisión y los mismos errores aparecen en las declaraciones de las
mujeres y de los hombres políticos que afirman que Francia está en guerra
contra el terrorismo. La guerra contra el terrorismo es una contradicción
terminológica, porque el estado de guerra se define precisamente por la
capacidad de identificar realmente al enemigo contra el que se debe luchar. En
la perspectiva securitaria el enemigo debe- por el contrario – mantenerse
indefinido, tanto interna como externamente de manera que cualquiera pueda ser
identificado como tal.
El
mantenimiento de un estado de miedo generalizado, la despolitización de los
ciudadanos, la renuncia a la efectividad de la ley: son tres características
del estado de seguridad suficientes para perturbar los espíritus. Porque eso
significa, en primer lugar, que el Estado de seguridad para al que nos estamos
refiriendo hace lo opuesto a lo que promete. La seguridad significa falta de
preocupación (sine cura) en lo referente al miedo y al terror. El Estado de
Seguridad es por otra parte un Estado policial, porque eclipsando al Poder
Judicial generaliza la discrecionalidad de la policía de modo que en estado de
emergencia permanente se vuelve cada vez más soberano.
Por
medio de la despolitización gradual de los ciudadanos convertidos los
transforma de algún modo en terroristas potenciales: el Estado de Seguridad ha
traspasado el conocido campo de la política para dirigirse a una zona incierta
donde lo público y lo privado se confunden y en donde se dificulta entre ellos
la definición de fronteras.
Esta
traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad
y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.
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