UN ATENTADO EN LA FASE DE LOS IMPERIOS COMBATIENTES
Rafael Poch
Sociología Crítica
19.11.2015
La dramática serie de atentados de París tiene lugar en la fase de los
Imperios Combatientes. El concepto designa lo que ha venido después de la
guerra fría, aquél conflicto Este-Oeste que creíamos lo peor posible. Su eje
central es la tensión entre la tríada occidental, que incluye a Japón además de
los Estados Unidos y la UE, y los llamados BRICs, las potencias emergentes.
Esto de ahora es peor porque es mayor. No implica solo a dos imperios del
Norte, con sus respectivos vasallos del Sur como comparsas, sino que afecta a
más centros y geográficamente más dispersos. También es mayor el número de esos
centros en posesión de armas de destrucción masiva. Ya no son solo aquellos dos
viejos conocidos con uno de ellos, Estados Unidos, inventando nuevas
tecnologías militares (el submarino y la aviación estratégicos, los misiles
intercontinentales y sus sucesivos desarrollos con múltiples cabezas, los
misiles nucleares tácticos de crucero, la militarización del espacio) y el
otro, la URSS, poniéndose al día siempre por detrás y con la lengua afuera a
costa de la penuria de su población. Ahora la dialéctica deviene
multiplicación. Es peor, también porque el cambio de la fase bipolar a la
actual multipolar facilita disparates.
Los catorce años de la llamada “guerra contra el terror” han sido un enorme
desastre. El intento de alterar el estado de cosas en Oriente Medio comenzó en
1990, en el mismo momento en que Moscú comunicó a Washington que se retiraba
del campo de batalla y que el Pentágono creyó que podría en solitario con el
peso del mundo. El atentado neoyorkino que la inauguró y pretextó era un claro
subproducto de la guerra fría. Bin Laden era resultado de la cocina contra la
URSS en Afganistán, un producto que adquirió vida propia. Esos catorce años
produjeron más de un millón de muertos, extendieron el terrorismo y la
violencia, crearon millones de refugiados y desplazados, y desestabilizaron aún
más, o simplemente disolvieron países enteros. El Estado Islámico nace de
diversas fuentes, pero su partida de nacimiento es incomprensible sin atender
al hecho central: que Estados enteros como, Afganistán, Iraq, Libia y Siria,
han sido disueltos y que todos ellos están situados en, o alrededor de, la
primera zona energética del mundo en una época en la que el carácter limitado
de esos recursos convierte la disputa por ellos en asunto particularmente
crucial de la disputa entre imperios.
La aparición de China como potencia emergente aspirante a gran potencia, la
recuperación de un orden elemental en Rusia y la afirmación de nuevos sujetos
imposibles de ignorar, en Asia (India), África (Sudáfrica) y América Latina
(Brasil), ha cambiado esa disputa. Eso no es todo, pero si es la esencia de
esta fase de los Imperios Combatientes. Los términos y polos de esa disputa por
recursos han cambiado y de momento se está dando lugar a una situación en la
que la afirmación del caos, el Imperio del Caos, es el principal dato. Europa,
con Francia en el centro, debería evitar implicarse en esto pero la política de
la OTAN-UE, heredera inercial de la fase anterior, le arrastra a ello.
Washington, que ha contribuido sobremanera a fomentar una guerra de
religión en el mundo musulmán y ha fortalecido a Irán sin quererlo, ha
completado el desastre con una nueva aventura en Siria. Con el apoyo y el
dinero de los amigos del Golfo, que son versiones monárquicas parecidas al régimen
que propicia el Estado Islámico con sus propias agendas y objetivos regionales,
se fomentó la caída del régimen de Damasco, como se había hecho antes con Sadam
Hussein en Iraq y con el Coronel Gadafi en Libia. En este caso se trataba de
restar otro régimen laico hostil en la región, debilitar a Irán, su aliado, y
también a China de la que ese país es gran suministrador energético. Al mismo
tiempo, después de ampliar la OTAN en Europa del Este, en violación del acuerdo
de París de noviembre de 1990, se continuaba metiéndole el dedo en el ojo al
oso ruso en el Báltico, en el Cáucaso y en Ucrania, lo que acabó con un
zarpazo. La primera respuesta militar a un avance occidental en Europa. Lo
mismo ha ocurrido en Siria, con la participación militar rusa. Y algo muy
semejante a un cerco militar está ocurriendo alrededor de China. En el mundo ya
hay tres focos de tensión y contacto militar directo entre EE.UU, Rusia y
China: Ucrania, Siria y el Mar de China. Por todas partes el Imperio del Caos
prefiere optar por la presión militar hegemónica en lugar de reconocer la nueva
lógica multipolar y abrirse a un juego diplomático multilateral.
El miércoles 19 se cumple el treinta aniversario de la cumbre de Ginebra
entre Ronald Reagan y Mijail Gorbachov. Su resultado fue inaugurar un consenso
sobre la invencibilidad (e imbecilidad) de una guerra nuclear que dio sólidos
argumentos y perspectivas a importantes negociaciones de desarme posteriormente
malogradas. Recordar aquella ocasión perdida es fundamental. Porque solo la
diplomacia, y nunca la guerra entre potencias de la destrucción masiva,
resolverá en el mundo esta inquietante fase de los Imperios Combatientes que
amenaza con hacer saltar el siglo con otra gran guerra.
Fuente original: http://www.lavanguardia.com/internacional/20151117/30217035578/atentados-paris-imperios-combatientes.html
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