Corrupción,
política y 24-M
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24.06.2015
Critica radical
de la corrupción (04/05/2015)
Como se dice al
inicio del artículo que viene abajo, ser radical es ir a la raíz de las cosas.
Siguiendo con nuestro objetivo en El Hurón de relacionar la temática del
artículo que se ofrece con la corrupción como necesidad estructural del
capitalismo, hoy vamos a ser radicales en una de las fundamentales facetas de
la corrupción.
En el
capitalismo la lucha contra la corrupción no concluirá nunca hasta que no se
llegue a su raíz, es decir, a la producción de plusvalor que ha de
transformarse en plusvalía y en ganancia. Muchos son los frenos, obstáculos y
muros que dificultan y hasta paralizan el circuito entero que se inicia en la
producción, pasa por la circulación, se materializa en el beneficio y, tras
necesarias operaciones, vuelve a empezar a una escala superior de producción
ampliada.
Las crisis
parciales, sectoriales, de ciclo corto que estallan en el capitalismo con más
frecuencia de lo que creemos, son en realidad resultado de la interacción
confluyente de todas las contradicciones particulares insertas en el interior
de esas formas específicas del proceso de valoración del capital: crisis
industriales, de servicios, financieras, etc. Pues bien, una de las formas más
comunes de las empresas para adelantarse a esas crisis es la corrupción que
sirve de aceite que lubrica el funcionamiento integrado de las diversas
instancias que forman la esfera industrial, mercantil y comercial, de
servicios… de los capitalismos concretos.
Estudios
recientes muestran que en el capitalismo español nada menos que el 69% de los
directivos reconocen que aceptan sobornos y corrupciones, habiendo aumentado
cuatro puntos desde 2013. El capitalismo más corrupto es el portugués, con un
82% de empresarios que reconocen aceptar sobornos y corrupciones, siguiéndoles
a la par los de Grecia y el Estado español, estando la media europea en un 35%
y siendo el último Dinamarca con el 4%. La media de sobornos y corrupción en
los BRICS es del 61%. El sibaritismo de la corrupción empresarial se aprecia
sabiendo que el 34% de los sobornos son regalos personales, el 31% regalos para
el ocio, y el 16% dinero en metálico.
De cualquier
modo, hay que saber que los porcentajes son mayores en la realidad porque la
gente, y más los burgueses por su cínica doble moral, tiende a mentir en las
encuestas que estudian su comportamiento ético presentándose como mejores de lo
que son, más demócratas y tolerantes, y menos reaccionarios e intolerantes.
También exageran en las encuestas sobre sus prácticas sexuales, disminuyendo su
miseria sexual, como también ocultan su pobreza económica.
Los sobornos,
la mordida, los sobres, los regalos, los porcentajes, forman parte de la
«cultura económica» española --y también política---, como se afirmaba en un
especializado blog económico el pasado 15 de mayo, de manera que «la corrupción
es el modus operandi de los negocios en España», una «cultura» que se ejerce
con tal desvergüenza y descaro que la percepción social de las corrupciones que
se tiene en el Estado español es superior a la que existe en Italia, Egipto,
Turquía o Rusia, que deben ser dechados de virtudes calvinistas en los
negocios.
Pero la
corrupción en el Estado español está garantizada y reforzada por la altísima
tasa de «economía sumergida» que si en 2008 representaba el 16,8% del PIB
estatal ha subido al 24,6% en 2014 como respuesta a la crisis. Otras
estadísticas sugieren que con la activación estival de la industria turística,
ese porcentaje puede llegar al 30% en los meses veraniegos. Pero las grandes
empresas no pueden dar lecciones de moralidad a la «economía sumergida» porque
al amparo de la crisis las empresas del Ibex 35 han aumentado en un 44% su
presencia en los paraísos fiscales.
La corrupción
es consustancial a la «economía sumergida» como las mafias son inherentes a la
«economía criminal» que mueve miles de millones-€. Sólo en La Línea de Cádiz,
donde la tasa de desempleo llega al 40%, 30 mafias controlan el masivo trasiego
de contrabando dando «empleo» a miles de familias que mueven un «negocio»
valorado en centenares de millones-€, lo que supone un fraude de 325 millones-€
a la Hacienda española. Pero estas cifras son muy pequeñas si tenemos en cuenta
la totalidad de la llamada «economía criminal» en el Estado español.
Ahora bien,
sólo estamos tocando la superficie del problema, las ramas del árbol. Si
queremos atacar radicalmente la corrupción tenemos que saber los límites de las
propias leyes burguesas anticorrupción para no caer en el pozo reformista que
cree que el llamado «sistema democrático», además de «neutral e imparcial»
tiene instrumentos legales que acaban con la corrupción o la debilitan al
máximo. Por ejemplo, la prensa ha aplaudido con las orejas al informar que la
Reserva federal y el Departamento de Justicia de EEUU han multado con ¡nada
menos! que 5.200 millones-€ a cinco grandísimos emporios financieros por sus
trampas trileras: JP Morgan, Citigroup, Barclays, RBS y UBS; han manipulado
durante cinco años los tipos de cambio de divisas.
Sin embargo esa
multa es irrisoria por dos motivos: porque justo toca a algo más de 1000 millones-€
por banco, algo apenas ridículo para estas gigantescas corporaciones; y porque
a buen seguro que los abogados y consejeros de estos y otros bancos habrán
calculado con antelación qué ganancia neta obtienen con sus negocios ilegales
una vez pagadas las multas recibidas. En efecto, se calcula que las ganancias
ilegales obtenidas durante estos cinco años superan los 9.000 millones-€, o sea
más de 4.000 millones-€ de ganancia neta después de haber «cumplido con la
justicia».
No es nada
nuevo en la historia del capitalismo: Se trata de la «contabilidad en B» que es
tan vieja como los primeros tratados de contabilidad en el norte de la Italia
renacentista. Lo cierto es que estas multas se han impuesto varios años después
de que la alocada e incontrolable ingeniería financiera rompiera las débiles
barreras de contención haciendo estallar la crisis actual que va generando otra
vez burbujas especulativas muy parecidas a las de entonces. La diferencia es
que ahora son determinados Estados los que protegen las cuentas reales de las
grandes empresas: a finales de 2014 se supo que Luxemburgo daba un trato de
favor a más de 300 grandes transnacionales para que pagasen menos impuestos.
A finales del
siglo XIX se fundó el banco HSBC cuya principal función consistía en administrar
y hacer rentables los ingentes beneficios que el colonialismo europeo extraía
de las plantas de opio en Asia y sobre todo de la vencida China. HSBC fue
expandiéndose por el mundo especialmente a partir de 1920, siempre relacionado
con los «negocios oscuros», de modo que en 2007 sus beneficios ascendieron a
24.000 millones-$, siendo el 60% de ellos procedentes de las economías
emergentes.
Una
investigación demostró que en entre 2007 y 2008 el HSBC había «lavado»
alrededor de 9.000 millones-$ procedentes del narcotráfico y otros «negocios»
solamente en México y en las Islas Caimanes. Otras cifras sobre actuaciones
similares del banco entre 2006 y 2008 hablan de 15.000 movidos entre México y
Rusia, por citar sólo algunos datos. A finales de 2012 pagó una multita de
1.900 millones-$ por sus actuaciones ilegales.
Pero si de las
ilegalidades de las grandes corporaciones financieras pasamos a las formas de
«hacer negocio» que se mueven justo en los bordes de lo permitido, es decir, a
los llamados lobbys vemos que Microsoft está a la cabeza de los 7.500 lobbys
que funcionan en Bruselas y que Google es la firma que más dinero invierte en
sus «consejos comerciales» en Washington. Se calcula que en la UE, y sobre todo
en Bruselas, actúan unos 30.000 lobbystas mientras que el número de
funcionarios es de 60.000 que en la Eurocámara aconsejan a los políticos de
turno: un lobbysta para «aconsejar» a dos funcionarios, tarea fácil.
Por tanto, en
el capitalismo --recuérdese lo que anteriormente escribimos sobre la corrupción
en el socialismo-- la corrupción sólo irá desapareciendo en la medida en que lo
hagan el capital financiero-industrial y la producción de mercancías.
Volveremos sobre esta decisiva cuestión.
*
t-align:justify;line-height:normal'>Nada de esta
pugna a muerte puede entenderse sin otros cuatro conceptos imprescindibles:
democracia socialista y Estado obrero; comunidad internacionalista de Estados
obreros; casta burocrática y Estado corrupto; y agresión imperialista. Según
contextos y coyunturas la interrelación de estos cuatro vectores básicos puede
explicar la evolución de las corrupciones dentro del «sistema socialista». El
caso de China Popular es paradigmático: la opción oficial por el «socialismo de
mercado» de los años ’90 y comienzos del siglo XXI se ha vuelto en opción por
una especie de «capitalismo socialista» en el que el primer componente va
devorando al segundo mientras que aumentan las resistencias populares y la
corrupción específicamente burguesa --se permite la afiliación al PCCH de
grandes capitalistas, por ejemplo-- ha penetrado en el interior del partido, a
pesar de las periódicas purgas extremas que llegan a ser ejecuciones de altos
burócratas. Múltiples formas de corrupción se mantendrán y aumentarán conforme
decrezca la propiedad estatal y aumente la propiedad mixta y sobre todo privada,
en especial la de las grandes corporaciones chinas que ya explotan no sólo al
pueblo trabajador chino y a las etnias internas, sino también a otros pueblos y
naciones en el mercado mundial con su expansión subimperialista.
Concluyendo, un
reto decisivo para el socialismo presente y futuro es el de luchar contra la
corrupción en sí misma, sea en el interior de los «países socialistas» como en
el capitalismo. Para ello es imprescindible recuperar la ética marxista, la
teoría de la transición revolucionaria al comunismo y a la vez, la implacable
lucha contra la burocratización de las organizaciones políticas, sindicales,
sociales, culturales, etc., que se dicen socialistas, porque uno de los
primeros focos de corrupción es la burocracia interna.
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