VIEJA Y NUEVA
POLÍTICA. CONFERENCIA DE JOSÉ ORTEGA Y GASSET, MAYO DE 1914, TEATRO DE LA
COMEDIA (MADRID)
3/8
Sociología
Crítica
30.05.2015
Ortega, aquel 24 de mayo de 1914 en el Teatro de la
Comedia
Qué significa
para nosotros política (4)
La nueva
política, todo eso que, en forma de proyecto y de aspiración, late vagamente
dentro de todos nosotros, tiene que comenzar por ampliar sumamente los
contornos del concepto politico. Y es menester que signifique muchas otras
actividades sobre la electoral, parlamentaria y gubernativa; es preciso que,
trasponiendo el recinto de las relaciones jurídicas, incluya en sí todas las
formas, principios e instintos de socialización. La nueva política es menester
que comience a diferenciarse de la vieja política en no ser para ella lo más
importante, en ser para ella casi lo menos importante la captación del gobierno
de España, y ser, en cambio, lo único importante el aumento y fomento de la
vitalidad de España. De suerte que llegará un día (¿quién lo duda?) en que, con
unos u otros hombres, la nueva política ganará sus elecciones y tendrán gentes
de su espíritu las varas de alcaldes; pero esto no pesará en su satisfacción ni
un adarme más que el haber conseguido, por ejemplo, que se publique un buen
libro de anatomía o de electricidad, o haber hecho que se forme por los
labriegos perdidos en el áspero rincón de una montaña una Sociedad agrícola de
resistencia.
Con esto está
dicho que el Estado español, es decir, el buen compás jurídico, el formalismo
oficial, el orden público, en una palabra, no es precisamente a quien nosotros
deseamos servir en última instancia. Es más: si el Estado español fuera el que
se hallara enfermo por errores de esto que se ha llamado política, entonces
probablemente no tendríamos por qué considerarnos obligados moralmente a seguir
en la vida pública. Lo malo es que no es el Estado español quien está enfermo
por externos errores de política sólo; que quien está enferma, casi moribunda,
es la raza, la sustancia nacional, y que, por tanto, la política no es la solución
suficiente del problema nacional porque es éste un problema histórico. Por
tanto, esta nueva política tiene que tener conciencia de sí misma y comprender
que no puede reducirse a unos cuantos ratos de frívola peroración ni a unos
cuantos asuntos jurídicos, sino que la nueva política tiene que ser toda una
actitud histórica. Esta es una diferencia esencial.
El Estado español y la sociedad española no pueden
valernos igualmente lo mismo, porque es posible que entren en conflicto, y
cuando entren en conflicto es menester que estemos preparados para servir a la
sociedad frente a ese Estado, que es sólo como el caparazón jurídico, como el
formalismo externo de su vida. Y si fuera, como es para el Estado español, como
para todo Estado, lo más importante el orden público, es menester que
declaremos con lealtad que no es para nosotros lo más importante el orden
público, que antes del orden público hay la vitalidad nacional.
Diferencia
radical entre la Liga y los partidos actuales (5)
Si tenéis algún
deseo de entender bien nuestras aspiraciones y queréis, desde luego, ser justos
con aquello que hay de pretensión de novedad en nuestros propósitos — no
esperando a que hasta los ciegos lo tengan que reconocer —, es necesario que
toméis completamente en serio esa ampliación del concepto «política» que yo
acabo de exigir; que la realicéis en vuestro pensamiento y advirtáis las
consecuencias a que lleva.
Todas las
labores que hasta ahora realizan todos los partidos se reducen a preparar,
conquistar y ejercer la actuación de gobierno. Política es, hasta ahora, sólo
gobierno y táctica para la captación de gobierno. Sólo en parte, y en parte
sólo, habremos de considerar como excepciones el partido socialista y el
movimiento sindical; que por esto son las únicas potencias de modernidad que
existen hoy en la vida pública española, y con las cuales nosotros nos
confundiríamos si no se limitaran, sobre todo el socialismo, a credos
dogmáticos con todos los inconvenientes para la libeftad que tiene una religión
doctrinal.
Consideramos el
Gobierno, el Estado, como uno de los órganos de la vida nacional; pero no como
el único ni siquiera el decisivo. Hay que exigir a la máquina Estado mayor,
mucho mayor rendimiento de utilidades sociales que ha dado hasta aquí; pero
aunque diera cuanto idealmente le es posible dar, queda por exigir mucho más a
los otros órganos nacionales que no son el Estado, que no es el Gobierno, que
es la libre espontaneidad de la sociedad.
De modo que
nuestra actuación política ha de tener constantemente dos dimensiones: la de
hacer eficaz la máquina Estado y la de suscitar, estructurar y aumentar la vida
nacional en lo que es independiente del Estado. Nosotros iremos a las villas y
a las aldeas, no sólo a pedir votos para obtener actas de legisladores y poder
de gobernantes, sino que nuestras propagandas serán a la vez creadoras de
órganos de socialidad, de cultura, de técnica, de mutualismo, de vida, en fin,
humana en todos sus sentidos: de energía pública que se levante sin gestos
precarios frente a la tendencia fatal en todo Estado de asumir en sí la vida
entera de una sociedad.
Por esto es, en
nuestra opinión, «política» toda una actitud histórica. La Historia, según hoy
se entiende, no es, en primer término, la historia de las batallas, ni de los
jefes de Gobierno, ni de los Parlamentos; no es la historia de los Estados, que
es el cauce o estuario, sino de las vitalidades nacionales, que son los
torrentes.
Esto de que con
tanta insistencia aparezca, no sólo en mis palabras, que es lo de menos, sino
en el fondo de las conciencias de esa España no oficial, el término y la idea
de la vitalidad nacional y su oposición a eso que se llama el orden público,
indica que deben significar cosa distinta de lo que a primera vista aparece.
Pues es natural, es evidente: nadie está dispuesto a defender que sea la Nación
para el Estado y no el Estado para la Nación, que sea la vida para el orden
público y no el orden público para la vida. Algo, pues, debe haber latente, y
es la convicción de que hay motivos para que sea de especial urgencia entender
por política el conjunto de labores cuyo fin sea el aumento del pulso vital de
España, especialmente aquellas que signifiquen el violento acoso de esta raza
valetudinaria hacia una enérgica existencia.
La lealtad
puede decirse que es el camino más corto entre dos corazones, y yo ahora no
hago sino dirigirme al fondo leal de los vuestros y preguntaros si allá, en ese
fondo insobornable que no se deja desorientar nunca por completo, al comparar
la época actual con la que queda del otro lado — por lo menos en el pleno
dominio de la conciencia española —, del otro lado del 98, si no notáis que es
característica de la actual la sospecha recia y trágica de que no ha sido sólo
este o el otro Gobierno, tal institución o tal otra, quien ha llegado por sus
errores y sus faltas a desvirtuar la energía nacional al punto a que ha
llegado; y estoy seguro de que en ese fondo leal de vosotros a que antes me
refería, si recordáis lo que os pasara siempre que hayáis pensado en un tema
político con un poco de atención, habréis sorprendido en vosotros la sospecha
previa de que las soluciones políticas no son bastantes; de que, bajo las
presentes o posibles texturas legales, la raza se halla como exánime; de que no
se puede contar, por lo menos de antemano y como han contado y cuentan otros
pueblos, con una abundancia de energías que sólo aguardan cauce; que sólo le
quedan como unos hilillos de vitalidad histórica, y que, por tanto, toda
solución meramente política es insuficiente.
Por esta
trágica convicción, señores, nos preocupa tanto afirmar la necesidad de
anteponer el salvamento de nuestra vida étnica a toda jurídica delicadeza,
porque estamos en el fondo convencidos de que tenemos muy poca vida, de que
urge acudir a salvar esos últimos restos de potencialidad española.
Y es claro que,
bajo esta trágica convicción, el orden público, la paz jurídica no perderán el
carácter de cosas respetables, pero francamente se convertirán en respetables
nimiedades. Nuestro problema es mucho más grande, mucho más hondo; no es vivir
con orden, es vivir primero.
*++
No hay comentarios:
Publicar un comentario