ASPECTOS IDEOLÓGICOS DEL FASCISMO
Eduardo Montagut
Sociología Crítica
08.06.2015
En el presente artículo intentamos
realizar un acercamiento a la ideología fascista, objetivo un tanto osado dado
el formato y tamaño de los artículos periodísticos, pero nos parece fundamental
que tengamos presente estas cuestiones en épocas de crisis.
Las ideologías de la época contemporánea,
tanto el liberalismo como el socialismo se construyeron sobre supuestos
racionales; la democracia supone el triunfo de todo este legado. La doctrina
fascista rompió con la herencia racional y adoptó un acusado irracionalismo.
Los fascistas desconfiaban de la razón y fomentaron el comportamiento
irracional de las conductas, así como los sentimientos o manifestaciones
intensas hasta la glorificación del fanatismo. Las ideas fascistas se
construyeron sobre dogmas, sobre ideas indiscutibles, como pueden ser la
superioridad del jefe o líder, del hombre sobre la mujer, el soldado sobre el
civil, o la cuestión de las razas superiores e inferiores. Es el triunfo del
tabú, de lo que hay que admitir sin discusión o análisis, del totalitarismo
frente al debate libre.
Para el fascismo los individuos están
subordinados al Estado, uno de los pilares del totalitarismo. El Estado
totalitario no está basado en la división de los poderes ni en sus contrapesos
según el modelo liberal-democrático. Además, está prohibida la disidencia y que
la oposición política se articule de la forma que sea, especialmente a través
de los partidos políticos según el mismo modelo democrático. La oposición es
considerada como una grave perturbación para el buen gobierno y para el orden.
El Estado, en fin, monopoliza la verdad. Para ello, cuenta con la propaganda y
la exclusividad de los medios de comunicación. La crítica es, pues, imposible.
“Todo en el Estado, nada fuera del Estado” es la frase de Mussolini que resume
esta concepción.
El fascismo se caracterizó por la
conculcación de las leyes preexistentes y de un Parlamento servil que abdicó de
una de las obligaciones de todo poder legislativo: el control del ejecutivo.
El fascismo italiano generó un conjunto
nuevo de leyes, denominadas “Leyes de defensa del Estado”. Este corpus legal
suprimía muchos derechos individuales. Pero, además, es el triunfo del arbitrio
sobre dicho imperio de la ley.
Solamente una minoría, una élite, puede
gobernar según las ideas fascistas, porque se partía del postulado de la
desigualdad de los hombres, frente al postulado del liberalismo y de la
democracia que establece la igualdad. Así pues, se rechaza de plano el concepto
de democracia, ya que ésta reconoce los mismos derechos a todos los ciudadanos.
Las elecciones son consideradas por Mussolini una “falacia democrática”. El
número no puede gobernar un Estado.
La desigualdad de los seres humanos no
sólo tiene consecuencias en el gobierno de los Estados, sino que presenta otras
dimensiones que debemos estudiar. En primer lugar se desvaloriza a la mujer.
Las mujeres tienen misiones en la vida pero nunca las relacionadas o vinculadas
con la política o el ejercicio profesional fuera del ámbito doméstico. Los
nazis establecieron el modelo de las denominadas tres K: Kinder, Küche, Kirche,
es decir, niños, cocina, iglesia. Las mujeres deben estar subordinadas al
hombre, al marido. Esta filosofía inspiró a la Sección Femenina en nuestro
país.
Otra de las consecuencias de la
desigualdad tiene que ver con el triunfo del racismo. Habría pueblos
superiores, como el italiano según Mussolini, o los arios frente a judíos,
gitanos, eslavos, etc. De sobra son conocidas las dramáticas consecuencias de
esta defensa de la superioridad de unos pueblos sobre otros.
En resumen, podemos recoger la siguiente
frase de Ebenstein:
“En el código fascista, los hombres son
superiores a las mujeres, los soldados a los civiles, los miembros del partido
a los que no lo son, la propia nación a las demás, los fuertes a los débiles, y
los vencedores en la guerra a los vencidos”
Por encima de todos y de las élites está
el jefe, el líder, el hombre excepcional, un superhombre. Las naciones fuertes
necesitan estos hombres fuertes. El resto debe obedecer sus decisiones sin
titubeos. La obediencia debe ser ciega. El líder nunca se equivoca, siempre
tiene razón. El duce, el führer, el caudillo, el conducator, etc se rodea de
grandes escenografías en desfiles y actos multitudinarios de exaltación y de
demostración de la unidad en torno a sus personas. El culto a la personalidad
llega al paroxismo.
El fascismo tenía un evidente componente
imperialista. El fascismo nació de un nacionalismo de vencidos, de revancha. De
ese nacionalismo herido se pasó al imperialismo con mucha facilidad. La nación
encontraría su horizonte en la formación de un imperio, de un espacio vital, ya
que un pueblo superior tiene derecho a disponer de un espacio para realizarse,
ya sea el centro y este de Europa para el nazismo, ya sea África para el
fascismo italiano. Al tener derecho a ese espacio y a conquistarlo se
vulneraría el derecho internacional.
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