Washington
versus China en el siglo XXI
La
geopolítica del declive mundial de Estados Unidos
4/4
Rebelión
TomDispatch
13.06.2015
Traducido del
inglés para Rebelión por Sara Plaza
|
La
estrategia de China
En
otras palabras, los movimientos de Washington no son algo nuevo, aunque lo sean
a una escala previamente inimaginable. Pero el ascenso de China para
convertirse en la primera economía mundial, inconcebible hace un siglo, sí
representa algo nuevo y por eso amenaza con dar la vuelta a la geopolítica
marítima que ha configurado el poder mundial durante los últimos 400 años. En
lugar de centrarse básicamente en construir una flota de alta mar como hicieron
los británicos o una armada aeroespacial global semejante a la estadounidense,
China está adentrándose en la isla mundial en un intento de rediseñar
minuciosamente los fundamentos geopolíticos del poder mundial. Y para ello está
utilizando una estrategia sutil que hasta ahora ha conseguido eludir a la
cúpula del poder en Washington.
Después
de décadas de silenciosa preparación, Beijing ha empezado recientemente a
revelar su ambiciosa estrategia para hacerse con el poder mundial, con pasos
cautelosos. Su plan en dos etapas está diseñado para construir una
infraestructura transcontinental para la integración económica de la isla
mundial desde dentro, mientras moviliza fuerzas militares para ir rompiendo,
con cortes quirúrgicos, el cerco de contención estadounidense.
El
paso inicial ha sido un impresionante proyecto para crear la infraestructura
para la integración económica del continente. Al establecer una elaborada y
costosísima red de líneas de alta velocidad para el transporte de grandes
volúmenes de mercancías y oleoductos y gasoductos a través de la amplia
extensión de Eurasia, China puede materializar la visión de Mackinder de un
modo nuevo. Por primera vez en la historia, el transporte transcontinental
rápido de carga crítica –petróleo, minerales y productos manufacturados– será
posible a escala masiva, y podría integrar ese vasto territorio en una única
zona económica que se extendería a lo largo de 10.000 km desde Shangai a
Madrid. De esta manera, las autoridades de Beijing esperan trasladar el centro
neurálgico del poder geopolítico desde la periferia marítima al interior del
continente, el heartland.
"Los
ferrocarriles transcontinentales están ahora modificando las condiciones del
poder terrestre", escribió Mackinder en 1904, cuando el
"precario" ferrocarril transiberiano de vía única, el más largo del
mundo, cubría los 9.173 km de distancia entre Moscú y Vladivostok. "[P]ero
no habrá transcurrido una gran parte del siglo antes de que Asia esté cubierta
de ferrocarriles. Los espacios comprendidos por el Imperio ruso y Mongolia son
tan extensos, y son hasta tal punto incalculables sus potenciales en cuanto a
[...] combustibles y metales, que es inevitable que allí se desarrolle un gran
mundo económico, más o menos aislado, que será inaccesible al comercio
oceánico".
Mackinder
se adelantó un poco con su predicción. La revolución rusa de 1917, la
revolución china de 1949 y los siguientes 40 años de la Guerra Fría frenaron cualquier
avance real durante décadas. De este modo, el "heartland"
euro-asiático no conoció el crecimiento económico y la integración, en parte
debido a las barreras ideológicas artificiales –el Telón de Acero y luego la
partición sino-soviética– que paralizaron la construcción de cualquier
infraestructura a través del extenso territorio de Eurasia. Ya no.
Solo
unos pocos años después del final de la Guerra Fría, el antiguo asesor de
Seguridad Nacional, Brzezinski, que por entonces se había vuelto muy crítico
con los puntos de vista globales que mantenían las elites políticas tanto
republicanas como demócratas, empezó a lanzar advertencias
sobre la ineptitud geopolítica de Washington. "Desde que los continentes
comenzaron a interactuar políticamente, hace aproximadamente cinco
siglos", escribió en 1988, básicamente parafraseando a Mackinder,
"Eurasia ha sido el centro del poder mundial. La potencia que domine
'Eurasia' controlará dos terceras partes de las regiones más desarrolladas y
económicamente más productivas del mundo [...] volviendo al hemisferio
occidental y Oceanía geopolíticamente periféricos con respecto al continente
central del mundo".
Esta
lógica geopolítica ha pasado desapercibida en Washington, pero ha sido bien
entendida por Beijing. De hecho, durante la última década China ha realizado la
mayor inversión en infraestructura del mundo, un billón de dólares hasta ahora
y sigue sumando, desde que Washington inauguró su sistema de autopistas
interestales en la década de los 50 del siglo pasado. Las cifras de las líneas
ferroviarias y los oleoductos que se están construyendo son mareantes. Entre
2007 y 2014, China cuadriculó su territorio con casi 15.000 km de nuevas
líneas de alta velocidad, más que el resto del mundo en conjunto. El sistema transporta actualmente
a 2,5 millones de pasajeros al día, a una velocidad máxima de 380 km/h. Para cuando esté completado en 2030 tendrá más de 25.000 km de vías de
alta velocidad, con un coste de 300 mil millones de dólares, y unirá las
principales ciudades de China.
Simultáneamente,
las autoridades chinas empezaron a colaborar con los Estados vecinos en un
gigantesco proyecto para integrar la red nacional de ferrocarriles en una red
transcontinental. Desde 2008 los alemanes y los rusos se unieron a los chinos
para construir el "Puente Terrestre Euroasiático". Dos rutas
este-oeste, el viejo transiberiano al norte y una nueva ruta por el sur, a lo
largo de la antigua Ruta de la Seda a través de Kazajistán, deberían conectar
toda Eurasia. Por la ruta sur, más rápida, viajarán contenedores con productos manufacturados de
alto valor añadido, ordenadores y piezas de automóviles, que recorrerán 10.782
km desde Liepzig, Alemania, hasta Chongqing, China, en tan solo 20 días, casi la mitad de los 35 días que se tarda en
transportar esas mercancías en barco.
En
2013 la Deutsche Bahn AG (empresa de ferrocarril alemana) empezó a preparar una tercera ruta entre Hamburgo y Zhengzhou
que ha reducido el tiempo de viaje a 15 días, mientras que la Kazakh Rail abrió una conexión Chongqing-Duisburg con tiempos
parecidos. En octubre de 2014 China anunció planes para la construcción de la línea de alta
velocidad más larga del mundo con un coste de 230 mil millones de dólares.
Según lo planeado, los trenes recorrerán los 6.920 km entre Beijing y Moscú en
solo dos días.
Además,
China está construyendo dos ramales en dirección suroeste y sur hacia el
"marginal" marítimo de la isla mundial. En abril, el presidente Xi
Jinping firmó un acuerdo con Pakistán para invertir 46 mil
millones de dólares en el Corredor Económico China-Pakistán. Autopistas,
conexiones ferroviarias, oleoductos y gasoductos sumarán casi 3.248 km desde
Kashgar, en Xinjiang, la provincia más occidental de China, hasta las
instalaciones portuarias conjuntas en Gwadar, Pakistán, inauguradas en 2007.
China ha invertido más de 200 millones de dólares en la
construcción de este puerto estratégico de Gwadar, en el mar Arábigo, a unos
600 km del golfo Pérsico. En 2011 China también comenzó a ampliar sus
líneas ferroviarias a través de Laos hacia el Sudeste Asiático, con un coste
inicial de 6,2 mil millones de dólares. Cuando esté terminada, una línea de
alta velocidad trasladará viajeros y mercancías desde Kunming a Singapur en 10
horas.
Por
otro lado, en esta última década tan dinámica, China ha construido una red
integrada de gasoductos y oleoductos transcontinentales para importar
combustibles de toda Eurasia para sus centros de población localizados en el
norte, el centro y el sureste. En 2009, tras una década de trabajo, la
Corporación Nacional de Petróleo de China (CNPC, por sus siglas en inglés),
propiedad del Estado, abrió el último tramo del oleoducto Kazajistán-China,
con una extensión de 2.253 km entre el mar Caspio y Xinjiang.
Simultáneamente,
la CNPC colaboró con Turkmenistán para inaugurar el gasoducto Asia Central-China. Con una
longitud de 1.931 km, que en gran medida corren paralelos al oleoducto
Kazajistán-China, se trata del primero que lleva el gas natural de la región
hasta China. Para sortear el Estrecho de Malaca, controlado por la Armada
estadounidense, la CNPC abrió el gasoducto Sino-Myanmar en 2013 para
trasladar el petróleo de Oriente Medio y el gas natural birmano a lo largo de
2.414 km desde la Bahía de Bengala hasta la remota región suroccidental de
China. En mayo de 2014 la compañía firmó un
acuerdo para los próximos 30 años, por valor de 400 mil millones de dólares,
con el gigante ruso privatizado, Gazprom, para entregar 38 mil millones de
metros cúbicos de gas natural cada año a partir de 2018, a través de una red de
gasoductos todavía por completar, que cruzará Siberia hasta Manchuria.
A
pesar de su envergadura, estos proyectos solo son un parte del auge de la
construcción que, en los últimos cinco años, ha tejido una maraña de gasoductos
y oleoductos a través de Asia Central y hacia el sur, llegando hasta Irán y
Pakistán. El resultado será pronto una infraestructura energética integrada
terrestre, incluyendo la enorme red de oleoductos y gasoductos de la propia
Rusia, que se extenderá por toda Eurasia, desde el Atlántico hasta el mar del
Sur de China.
Para
capitalizar unos planes de crecimiento regional tan asombrosos, en octubre de
2014 Beijing anunció la creación del Banco Asiático de Inversión en
Infraestructuras. Las autoridades chinas ven esta institución como una futura
alternativa regional y, a la larga, euroasiática al Banco Mundial controlado
por Estados Unidos. Hasta ahora, a pesar de la presión de Washington para que
no se unieran, 14 países clave, incluyendo aliados cercanos de Estados Unidos
como Alemania, Gran Bretaña, Australia y Corea del Sur, han firmado como socios fundadores. Simultáneamente,
China ha empezado a establecer relaciones comerciales a largo plazo con zonas
de África ricas en recursos, con Australia y con el Sudeste Asiático, como
parte de su plan para integrar económicamente la isla mundial.
Por
último, Beijing acaba de revelar una estrategia hábilmente diseñada para
neutralizar las fuerzas militares que Washington ha desplegado a lo largo del
perímetro del continente. En abril el presidente Xi Jinping anunció la
construcción de un gigantesco corredor de carreteras, ferrocarriles y
oleo-gasoductos que irá directamente desde el oeste de China hasta su nuevo
puerto en Gwadar, Pakistán, creando la logística para los futurosdespliegues navales en el mar Arábigo, rico en
energía.
En
mayo Beijing intensificó su reclamación de control exclusivo sobre el mar del
Sur de China, ampliando la
Base Naval Longpo en la isla de Hainan para construir la primera instalación
para submarinos nucleares de la región, acelerando los trabajos de dragado para crear tres nuevos atolones que podrían
convertirse en aeródromos militares en las disputadas islas Spratley, y desaconsejando formalmente los sobrevuelos de los
aviones de la Armada estadounidense. Al construir la infraestructura para las
bases militares en el mar del Sur de China y el mar Arábigo, Beijing está
poniendo los medios que le permitirán socavar, quirúrgica y estratégicamente,
la política estadounidense de contención militar.
Al
mismo tiempo, Beijing está diseñando planes para desafiar el dominio espacial y
ciberespacial de Estados Unidos. En este sentido, esperacompletar su propio sistema global de satélites para
2020, que representaría el primer desafío para el dominio espacial de
Washington desde que en 1967 Estados Unidos desplegara su
sistema de 26 satélites de comunicación de defensa. Simultáneamente, Beijing
está desarrollando una impresionante capacidad para la
guerra cibernética.
Dentro
de una o dos décadas, si fuera necesario, China estará preparada para realizar
cortes quirúrgicos en unos pocos puntos estratégicos del cerco que mantiene
Washington alrededor del continente, sin tener que hacer frente al poder
militar global estadounidense, y podría hacer inútil su gigantesca armada de
portaviones, cruceros de guerra, drones, cazas y submarinos
Al
carecer de la visión geopolítica de Mackinder y su generación de imperialistas
británicos, las actuales autoridades estadounidenses no han sabido entender la
importancia y el sentido del cambio global radical que está teniendo lugar en
la gran masa de tierra euroasiática. Si China logra vincular sus emergentes industrias
con los enormes recursos naturales del heartland euroasiático
entonces, posiblemente, como Sir Halford Mackinder predijo aquella fría tarde
londinense de 1904, "un imperio de alcance mundial estaría a la
vista".
Notas
de la traductora:
[1]
Para las citas de esta conferencia que aparecen en el ensayo se ha tomado como
referencia la traducción de Marina Díaz Sanz con base en la realizada para la
compilación por A. B. Rattenbach (1975). Antología geopolítica.
Buenos Aires: Pleamar, disponible en línea aquí.
[2] Rimland no
es un término acuñado por Halford Mackinder, sino por Nicholas John Spykman.
Este último desarrolla su teoría del margen continental en contraposición con
la teoría del corazón continental de Mackinder. Lo que señala Mackinder en el
texto de su conferencia es lo siguiente: "En el este, sur y oeste de este
'corazón continental' (heart-land) se hallan las regiones marginales,
que se alinean en un amplio 'cinturón' (crescent) accesible a los
navegantes [...] Fuera de la región pivote, en un gran 'cinturón interior' (inner
crescent), se hallan Alemania, Austria, Turquía, India y China, y en un
'cinturón exterior' (outer crescent), Inglaterra, Sudáfrica, Australia,
los Estados Unidos, Canadá y el Japón". El margen continental (rimland)
de Spykman se correspondería grosso modo con el "cinturón
interior" de Mackinder (vid. algunos trabajos en línea aquíy aquí).
[3]
Esta cita no es de la conferencia "El pivote geográfico de la
historia", sino del libro: Mackinder, Halford J. (1996) Democratic
Ideals and Reality: A Study in the Politics of Reconstruction. Washington,
D.C.: National Defense University Press. Edición original en Londres:
Constable, y Nueva York: Holt, 1919.
[4]
Ibíd.
Alfred
W. McCoy es colaborador habitual de TomDispatch, ocupa la cátedra Harrington de Historia en la
Universidad de Wisconsin-Madison. Es el editor de Endless
Empire: Spain’s Retreat, Europe’s Eclipse, America’s Decline y el autor de Policing America’s Empire: The United
States, the Philippines, and the Rise of the Surveillance State, entre otras obras.
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