viernes, 19 de junio de 2015

EE.UU, ESTÁ LLEGANDO EL DÍA DE SAN MARTÍN


Washington versus China en el siglo XXI

La geopolítica del declive mundial de Estados Unidos

4/4

Rebelión
TomDispatch
13.06.2015

Traducido del inglés para Rebelión por Sara Plaza

La estrategia de China
En otras palabras, los movimientos de Washington no son algo nuevo, aunque lo sean a una escala previamente inimaginable. Pero el ascenso de China para convertirse en la primera economía mundial, inconcebible hace un siglo, sí representa algo nuevo y por eso amenaza con dar la vuelta a la geopolítica marítima que ha configurado el poder mundial durante los últimos 400 años. En lugar de centrarse básicamente en construir una flota de alta mar como hicieron los británicos o una armada aeroespacial global semejante a la estadounidense, China está adentrándose en la isla mundial en un intento de rediseñar minuciosamente los fundamentos geopolíticos del poder mundial. Y para ello está utilizando una estrategia sutil que hasta ahora ha conseguido eludir a la cúpula del poder en Washington.
Después de décadas de silenciosa preparación, Beijing ha empezado recientemente a revelar su ambiciosa estrategia para hacerse con el poder mundial, con pasos cautelosos. Su plan en dos etapas está diseñado para construir una infraestructura transcontinental para la integración económica de la isla mundial desde dentro, mientras moviliza fuerzas militares para ir rompiendo, con cortes quirúrgicos, el cerco de contención estadounidense.
El paso inicial ha sido un impresionante proyecto para crear la infraestructura para la integración económica del continente. Al establecer una elaborada y costosísima red de líneas de alta velocidad para el transporte de grandes volúmenes de mercancías y oleoductos y gasoductos a través de la amplia extensión de Eurasia, China puede materializar la visión de Mackinder de un modo nuevo. Por primera vez en la historia, el transporte transcontinental rápido de carga crítica –petróleo, minerales y productos manufacturados– será posible a escala masiva, y podría integrar ese vasto territorio en una única zona económica que se extendería a lo largo de 10.000 km desde Shangai a Madrid. De esta manera, las autoridades de Beijing esperan trasladar el centro neurálgico del poder geopolítico desde la periferia marítima al interior del continente, el heartland.
"Los ferrocarriles transcontinentales están ahora modificando las condiciones del poder terrestre", escribió Mackinder en 1904, cuando el "precario" ferrocarril transiberiano de vía única, el más largo del mundo, cubría los 9.173 km de distancia entre Moscú y Vladivostok. "[P]ero no habrá transcurrido una gran parte del siglo antes de que Asia esté cubierta de ferrocarriles. Los espacios comprendidos por el Imperio ruso y Mongolia son tan extensos, y son hasta tal punto incalculables sus potenciales en cuanto a [...] combustibles y metales, que es inevitable que allí se desarrolle un gran mundo económico, más o menos aislado, que será inaccesible al comercio oceánico".
Mackinder se adelantó un poco con su predicción. La revolución rusa de 1917, la revolución china de 1949 y los siguientes 40 años de la Guerra Fría frenaron cualquier avance real durante décadas. De este modo, el "heartland" euro-asiático no conoció el crecimiento económico y la integración, en parte debido a las barreras ideológicas artificiales –el Telón de Acero y luego la partición sino-soviética– que paralizaron la construcción de cualquier infraestructura a través del extenso territorio de Eurasia. Ya no.
Solo unos pocos años después del final de la Guerra Fría, el antiguo asesor de Seguridad Nacional, Brzezinski, que por entonces se había vuelto muy crítico con los puntos de vista globales que mantenían las elites políticas tanto republicanas como demócratas, empezó a lanzar advertencias sobre la ineptitud geopolítica de Washington. "Desde que los continentes comenzaron a interactuar políticamente, hace aproximadamente cinco siglos", escribió en 1988, básicamente parafraseando a Mackinder, "Eurasia ha sido el centro del poder mundial. La potencia que domine 'Eurasia' controlará dos terceras partes de las regiones más desarrolladas y económicamente más productivas del mundo [...] volviendo al hemisferio occidental y Oceanía geopolíticamente periféricos con respecto al continente central del mundo".
Esta lógica geopolítica ha pasado desapercibida en Washington, pero ha sido bien entendida por Beijing. De hecho, durante la última década China ha realizado la mayor inversión en infraestructura del mundo, un billón de dólares hasta ahora y sigue sumando, desde que Washington inauguró su sistema de autopistas interestales en la década de los 50 del siglo pasado. Las cifras de las líneas ferroviarias y los oleoductos que se están construyendo son mareantes. Entre 2007 y 2014, China cuadriculó su territorio con casi 15.000 km de nuevas líneas de alta velocidad, más que el resto del mundo en conjunto. El sistema transporta actualmente a 2,5 millones de pasajeros al día, a una velocidad máxima de 380 km/h. Para cuando esté completado en 2030 tendrá más de 25.000 km de vías de alta velocidad, con un coste de 300 mil millones de dólares, y unirá las principales ciudades de China.
Simultáneamente, las autoridades chinas empezaron a colaborar con los Estados vecinos en un gigantesco proyecto para integrar la red nacional de ferrocarriles en una red transcontinental. Desde 2008 los alemanes y los rusos se unieron a los chinos para construir el "Puente Terrestre Euroasiático". Dos rutas este-oeste, el viejo transiberiano al norte y una nueva ruta por el sur, a lo largo de la antigua Ruta de la Seda a través de Kazajistán, deberían conectar toda Eurasia. Por la ruta sur, más rápida, viajarán contenedores con productos manufacturados de alto valor añadido, ordenadores y piezas de automóviles, que recorrerán 10.782 km desde Liepzig, Alemania, hasta Chongqing, China, en tan solo 20 días, casi la mitad de los 35 días que se tarda en transportar esas mercancías en barco.
En 2013 la Deutsche Bahn AG (empresa de ferrocarril alemana) empezó a preparar una tercera ruta entre Hamburgo y Zhengzhou que ha reducido el tiempo de viaje a 15 días, mientras que la Kazakh Rail abrió una conexión Chongqing-Duisburg con tiempos parecidos. En octubre de 2014 China anunció planes para la construcción de la línea de alta velocidad más larga del mundo con un coste de 230 mil millones de dólares. Según lo planeado, los trenes recorrerán los 6.920 km entre Beijing y Moscú en solo dos días.
Además, China está construyendo dos ramales en dirección suroeste y sur hacia el "marginal" marítimo de la isla mundial. En abril, el presidente Xi Jinping firmó un acuerdo con Pakistán para invertir 46 mil millones de dólares en el Corredor Económico China-Pakistán. Autopistas, conexiones ferroviarias, oleoductos y gasoductos sumarán casi 3.248 km desde Kashgar, en Xinjiang, la provincia más occidental de China, hasta las instalaciones portuarias conjuntas en Gwadar, Pakistán, inauguradas en 2007. China ha invertido más de 200 millones de dólares en la construcción de este puerto estratégico de Gwadar, en el mar Arábigo, a unos 600 km del golfo Pérsico. En 2011 China también comenzó a ampliar sus líneas ferroviarias a través de Laos hacia el Sudeste Asiático, con un coste inicial de 6,2 mil millones de dólares. Cuando esté terminada, una línea de alta velocidad trasladará viajeros y mercancías desde Kunming a Singapur en 10 horas.
Por otro lado, en esta última década tan dinámica, China ha construido una red integrada de gasoductos y oleoductos transcontinentales para importar combustibles de toda Eurasia para sus centros de población localizados en el norte, el centro y el sureste. En 2009, tras una década de trabajo, la Corporación Nacional de Petróleo de China (CNPC, por sus siglas en inglés), propiedad del Estado, abrió el último tramo del oleoducto Kazajistán-China, con una extensión de 2.253 km entre el mar Caspio y Xinjiang.
Simultáneamente, la CNPC colaboró con Turkmenistán para inaugurar el gasoducto Asia Central-China. Con una longitud de 1.931 km, que en gran medida corren paralelos al oleoducto Kazajistán-China, se trata del primero que lleva el gas natural de la región hasta China. Para sortear el Estrecho de Malaca, controlado por la Armada estadounidense, la CNPC abrió el gasoducto Sino-Myanmar en 2013 para trasladar el petróleo de Oriente Medio y el gas natural birmano a lo largo de 2.414 km desde la Bahía de Bengala hasta la remota región suroccidental de China. En mayo de 2014 la compañía firmó un acuerdo para los próximos 30 años, por valor de 400 mil millones de dólares, con el gigante ruso privatizado, Gazprom, para entregar 38 mil millones de metros cúbicos de gas natural cada año a partir de 2018, a través de una red de gasoductos todavía por completar, que cruzará Siberia hasta Manchuria.
A pesar de su envergadura, estos proyectos solo son un parte del auge de la construcción que, en los últimos cinco años, ha tejido una maraña de gasoductos y oleoductos a través de Asia Central y hacia el sur, llegando hasta Irán y Pakistán. El resultado será pronto una infraestructura energética integrada terrestre, incluyendo la enorme red de oleoductos y gasoductos de la propia Rusia, que se extenderá por toda Eurasia, desde el Atlántico hasta el mar del Sur de China.
Para capitalizar unos planes de crecimiento regional tan asombrosos, en octubre de 2014 Beijing anunció la creación del Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras. Las autoridades chinas ven esta institución como una futura alternativa regional y, a la larga, euroasiática al Banco Mundial controlado por Estados Unidos. Hasta ahora, a pesar de la presión de Washington para que no se unieran, 14 países clave, incluyendo aliados cercanos de Estados Unidos como Alemania, Gran Bretaña, Australia y Corea del Sur, han firmado como socios fundadores. Simultáneamente, China ha empezado a establecer relaciones comerciales a largo plazo con zonas de África ricas en recursos, con Australia y con el Sudeste Asiático, como parte de su plan para integrar económicamente la isla mundial.
Por último, Beijing acaba de revelar una estrategia hábilmente diseñada para neutralizar las fuerzas militares que Washington ha desplegado a lo largo del perímetro del continente. En abril el presidente Xi Jinping anunció la construcción de un gigantesco corredor de carreteras, ferrocarriles y oleo-gasoductos que irá directamente desde el oeste de China hasta su nuevo puerto en Gwadar, Pakistán, creando la logística para los futurosdespliegues navales en el mar Arábigo, rico en energía.
En mayo Beijing intensificó su reclamación de control exclusivo sobre el mar del Sur de China, ampliando la Base Naval Longpo en la isla de Hainan para construir la primera instalación para submarinos nucleares de la región, acelerando los trabajos de dragado para crear tres nuevos atolones que podrían convertirse en aeródromos militares en las disputadas islas Spratley, y desaconsejando formalmente los sobrevuelos de los aviones de la Armada estadounidense. Al construir la infraestructura para las bases militares en el mar del Sur de China y el mar Arábigo, Beijing está poniendo los medios que le permitirán socavar, quirúrgica y estratégicamente, la política estadounidense de contención militar.
Al mismo tiempo, Beijing está diseñando planes para desafiar el dominio espacial y ciberespacial de Estados Unidos. En este sentido, esperacompletar su propio sistema global de satélites para 2020, que representaría el primer desafío para el dominio espacial de Washington desde que en 1967 Estados Unidos desplegara su sistema de 26 satélites de comunicación de defensa. Simultáneamente, Beijing está desarrollando una impresionante capacidad para la guerra cibernética.
Dentro de una o dos décadas, si fuera necesario, China estará preparada para realizar cortes quirúrgicos en unos pocos puntos estratégicos del cerco que mantiene Washington alrededor del continente, sin tener que hacer frente al poder militar global estadounidense, y podría hacer inútil su gigantesca armada de portaviones, cruceros de guerra, drones, cazas y submarinos
Al carecer de la visión geopolítica de Mackinder y su generación de imperialistas británicos, las actuales autoridades estadounidenses no han sabido entender la importancia y el sentido del cambio global radical que está teniendo lugar en la gran masa de tierra euroasiática. Si China logra vincular sus emergentes industrias con los enormes recursos naturales del heartland euroasiático entonces, posiblemente, como Sir Halford Mackinder predijo aquella fría tarde londinense de 1904, "un imperio de alcance mundial estaría a la vista".
Notas de la traductora:
[1] Para las citas de esta conferencia que aparecen en el ensayo se ha tomado como referencia la traducción de Marina Díaz Sanz con base en la realizada para la compilación por A. B. Rattenbach (1975). Antología geopolítica. Buenos Aires: Pleamar, disponible en línea aquí.
[2] Rimland no es un término acuñado por Halford Mackinder, sino por Nicholas John Spykman. Este último desarrolla su teoría del margen continental en contraposición con la teoría del corazón continental de Mackinder. Lo que señala Mackinder en el texto de su conferencia es lo siguiente: "En el este, sur y oeste de este 'corazón continental' (heart-land) se hallan las regiones marginales, que se alinean en un amplio 'cinturón' (crescent) accesible a los navegantes [...] Fuera de la región pivote, en un gran 'cinturón interior' (inner crescent), se hallan Alemania, Austria, Turquía, India y China, y en un 'cinturón exterior' (outer crescent), Inglaterra, Sudáfrica, Australia, los Estados Unidos, Canadá y el Japón". El margen continental (rimland) de Spykman se correspondería grosso modo con el "cinturón interior" de Mackinder (vid. algunos trabajos en línea aquíaquí).
[3] Esta cita no es de la conferencia "El pivote geográfico de la historia", sino del libro: Mackinder, Halford J. (1996) Democratic Ideals and Reality: A Study in the Politics of Reconstruction. Washington, D.C.: National Defense University Press. Edición original en Londres: Constable, y Nueva York: Holt, 1919.
[4] Ibíd.
Alfred W. McCoy es colaborador habitual de TomDispatch, ocupa la cátedra Harrington de Historia en la Universidad de Wisconsin-Madison. Es el editor de Endless Empire: Spain’s Retreat, Europe’s Eclipse, America’s Decline y el autor de Policing America’s Empire: The United States, the Philippines, and the Rise of the Surveillance State, entre otras obras.

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