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Critica radical de la corrupción (04/05/2015)
Como
se dice al inicio del artículo que viene abajo, ser radical es ir a la raíz de
las cosas. Siguiendo con nuestro objetivo en El Hurón de relacionar la temática
del artículo que se ofrece con la corrupción como necesidad estructural del
capitalismo, hoy vamos a ser radicales en una de las fundamentales facetas de
la corrupción.
En
el capitalismo la lucha contra la corrupción no concluirá nunca hasta que no se
llegue a su raíz, es decir, a la producción de plusvalor que ha de
transformarse en plusvalía y en ganancia. Muchos son los frenos, obstáculos y
muros que dificultan y hasta paralizan el circuito entero que se inicia en la
producción, pasa por la circulación, se materializa en el beneficio y, tras
necesarias operaciones, vuelve a empezar a una escala superior de producción
ampliada.
Las
crisis parciales, sectoriales, de ciclo corto que estallan en el capitalismo
con más frecuencia de lo que creemos, son en realidad resultado de la
interacción confluyente de todas las contradicciones particulares insertas en
el interior de esas formas específicas del proceso de valoración del capital:
crisis industriales, de servicios, financieras, etc. Pues bien, una de las
formas más comunes de las empresas para adelantarse a esas crisis es la
corrupción que sirve de aceite que lubrica el funcionamiento integrado de las
diversas instancias que forman la esfera industrial, mercantil y comercial, de
servicios… de los capitalismos concretos.
Estudios
recientes muestran que en el capitalismo español nada menos que el 69% de los
directivos reconocen que aceptan sobornos y corrupciones, habiendo aumentado
cuatro puntos desde 2013. El capitalismo más corrupto es el portugués, con un
82% de empresarios que reconocen aceptar sobornos y corrupciones, siguiéndoles
a la par los de Grecia y el Estado español, estando la media europea en un 35%
y siendo el último Dinamarca con el 4%. La media de sobornos y corrupción en
los BRICS es del 61%. El sibaritismo de la corrupción empresarial se aprecia
sabiendo que el 34% de los sobornos son regalos personales, el 31% regalos para
el ocio, y el 16% dinero en metálico.
De
cualquier modo, hay que saber que los porcentajes son mayores en la realidad
porque la gente, y más los burgueses por su cínica doble moral, tiende a mentir
en las encuestas que estudian su comportamiento ético presentándose como
mejores de lo que son, más demócratas y tolerantes, y menos reaccionarios e
intolerantes. También exageran en las encuestas sobre sus prácticas sexuales,
disminuyendo su miseria sexual, como también ocultan su pobreza económica.
Los
sobornos, la mordida, los sobres, los regalos, los porcentajes, forman parte de
la «cultura económica» española --y también política---, como se afirmaba en un
especializado blog económico el pasado 15 de mayo, de manera que «la corrupción
es el modus operandi de los negocios en España», una «cultura» que se ejerce
con tal desvergüenza y descaro que la percepción social de las corrupciones que
se tiene en el Estado español es superior a la que existe en Italia, Egipto,
Turquía o Rusia, que deben ser dechados de virtudes calvinistas en los
negocios.
Pero
la corrupción en el Estado español está garantizada y reforzada por la altísima
tasa de «economía sumergida» que si en 2008 representaba el 16,8% del PIB
estatal ha subido al 24,6% en 2014 como respuesta a la crisis. Otras
estadísticas sugieren que con la activación estival de la industria turística,
ese porcentaje puede llegar al 30% en los meses veraniegos. Pero las grandes
empresas no pueden dar lecciones de moralidad a la «economía sumergida» porque
al amparo de la crisis las empresas del Ibex 35 han aumentado en un 44% su
presencia en los paraísos fiscales.
La
corrupción es consustancial a la «economía sumergida» como las mafias son
inherentes a la «economía criminal» que mueve miles de millones-€. Sólo en La
Línea de Cádiz, donde la tasa de desempleo llega al 40%, 30 mafias controlan el
masivo trasiego de contrabando dando «empleo» a miles de familias que mueven un
«negocio» valorado en centenares de millones-€, lo que supone un fraude de 325
millones-€ a la Hacienda española. Pero estas cifras son muy pequeñas si
tenemos en cuenta la totalidad de la llamada «economía criminal» en el Estado
español.
Ahora
bien, sólo estamos tocando la superficie del problema, las ramas del árbol. Si
queremos atacar radicalmente la corrupción tenemos que saber los límites de las
propias leyes burguesas anticorrupción para no caer en el pozo reformista que
cree que el llamado «sistema democrático», además de «neutral e imparcial»
tiene instrumentos legales que acaban con la corrupción o la debilitan al
máximo. Por ejemplo, la prensa ha aplaudido con las orejas al informar que la
Reserva federal y el Departamento de Justicia de EEUU han multado con ¡nada menos!
que 5.200 millones-€ a cinco grandísimos emporios financieros por sus trampas
trileras: JP Morgan, Citigroup, Barclays, RBS y UBS; han manipulado durante
cinco años los tipos de cambio de divisas.
Sin
embargo esa multa es irrisoria por dos motivos: porque justo toca a algo más de
1000 millones-€ por banco, algo apenas ridículo para estas gigantescas
corporaciones; y porque a buen seguro que los abogados y consejeros de estos y
otros bancos habrán calculado con antelación qué ganancia neta obtienen con sus
negocios ilegales una vez pagadas las multas recibidas. En efecto, se calcula
que las ganancias ilegales obtenidas durante estos cinco años superan los 9.000
millones-€, o sea más de 4.000 millones-€ de ganancia neta después de haber
«cumplido con la justicia».
No
es nada nuevo en la historia del capitalismo: Se trata de la «contabilidad en
B» que es tan vieja como los primeros tratados de contabilidad en el norte de
la Italia renacentista. Lo cierto es que estas multas se han impuesto varios
años después de que la alocada e incontrolable ingeniería financiera rompiera
las débiles barreras de contención haciendo estallar la crisis actual que va
generando otra vez burbujas especulativas muy parecidas a las de entonces. La
diferencia es que ahora son determinados Estados los que protegen las cuentas
reales de las grandes empresas: a finales de 2014 se supo que Luxemburgo daba
un trato de favor a más de 300 grandes transnacionales para que pagasen menos
impuestos.
A
finales del siglo XIX se fundó el banco HSBC cuya principal función consistía
en administrar y hacer rentables los ingentes beneficios que el colonialismo
europeo extraía de las plantas de opio en Asia y sobre todo de la vencida
China. HSBC fue expandiéndose por el mundo especialmente a partir de 1920,
siempre relacionado con los «negocios oscuros», de modo que en 2007 sus
beneficios ascendieron a 24.000 millones-$, siendo el 60% de ellos procedentes
de las economías emergentes.
Una
investigación demostró que en entre 2007 y 2008 el HSBC había «lavado»
alrededor de 9.000 millones-$ procedentes del narcotráfico y otros «negocios»
solamente en México y en las Islas Caimanes. Otras cifras sobre actuaciones
similares del banco entre 2006 y 2008 hablan de 15.000 movidos entre México y
Rusia, por citar sólo algunos datos. A finales de 2012 pagó una multita de
1.900 millones-$ por sus actuaciones ilegales.
Pero
si de las ilegalidades de las grandes corporaciones financieras pasamos a las
formas de «hacer negocio» que se mueven justo en los bordes de lo permitido, es
decir, a los llamados lobbys vemos que Microsoft está a la cabeza de los 7.500
lobbys que funcionan en Bruselas y que Google es la firma que más dinero
invierte en sus «consejos comerciales» en Washington. Se calcula que en la UE,
y sobre todo en Bruselas, actúan unos 30.000 lobbystas mientras que el número
de funcionarios es de 60.000 que en la Eurocámara aconsejan a los políticos de
turno: un lobbysta para «aconsejar» a dos funcionarios, tarea fácil.
Por
tanto, en el capitalismo --recuérdese lo que anteriormente escribimos sobre la
corrupción en el socialismo-- la corrupción sólo irá desapareciendo en la
medida en que lo hagan el capital financiero-industrial y la producción de
mercancías. Volveremos sobre esta decisiva cuestión.
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