Perú: Represión
y muertes en conflictos mineros
Magali
Zevallos / Adital
Sociología
Crítica
17.05.2015
Entre
el gobierno de Alan García y el de Ollanta Humala han muerto 253 personas en
conflictos sociales. ¿Son viables los proyectos mineros sin licencia social?
El
Perú viene impulsando megaproyectos mineros por 20 mil millones de dólares,
según palabras del Premier Pedro Cateriano. El país lidera la producción de oro
en Suramérica, y ocupa el sexto lugar a nivel mundial; es el tercer productor
de cobre a nivel global y ocupa el segundo lugar en la producción de plata. En
el año 2010 la consultora PriceWaterhouseCoopers denominaba a Perú como uno de
los principales centros de inversión minera del mundo. Los gobernantes de turno
hablan de cifras y de proyecciones económicas basadas en la extracción de estos
recursos, y de la importancia del crecimiento económico que generan las
industrias extractivas sin mencionar los costos sociales y ambientales que ello
implica.
Tras
dos décadas del ingreso de la minería a gran escala no ha sido posible –en su
gran mayoría- la convivencia con las poblaciones de las zonas de influencia
directa de estos proyectos, cada vez las relaciones se han tornado más
conflictivas debido a la defensa del agua y a su modelo de producción local,
como es la agricultura y la ganadería, versus un modelo que impulsa a rajatabla
las industrias extractivas bajo un crecimiento desordenado y sin una política
de ordenamiento territorial. Las concesiones mineras y la aprobación de los
proyectos se dan sin medir el impacto social ni ambiental, y el costo de ello
viene cobrando muchas vidas.
Durante
el gobierno de Alan García (2006-2011) murieron 193 personas en conflictos
sociales, 153 civiles. Mientras que en la gestión del presidente Ollanta
Humala, las cifras van en ascenso con el conflicto del proyecto Tía María de
Southern Copper. En el lapso de 17 días han fallecido tres personas (dos
civiles y un policía) en torno a este conflicto, llegando a 60 muertes durante
los casi cuatro años del actual gobierno. 253 personas perdieron la vida en los
últimos 9 años, debido a que la criminalización y la represión han sido una
alternativa para imponer este modelo de desarrollo.
¿Sin
licencia social es viable la explotación de los recursos naturales?
Actualmente, Conga (Cajamarca) y Tía María (Arequipa) no cuentan con
legitimidad social, y proyectos como Tambogrande y Majaz en Piura y Cerro
Quilish en Cajamarca no fueron viables por no tener licencia social. Todos
estos proyectos impulsados desde el poder Ejecutivo sin diálogo con las
poblaciones han dejado como saldo muertos, heridos, defensores ambientales
denunciados, secuestro y torturas, como fue el caso de la minera Majaz, donde
hubo flagrantes violaciones a los derechos humanos.
Optar
por la militarización ha generado una tensa relación y rechazo hacia las
fuerzas del orden, en estas disputas han fallecido 41 militares durante ambos
gobiernos.
Desde
el Poder Ejecutivo se ha ido tejiendo un manto de protección legal a las
fuerzas del orden, quienes intervienen mediante represiones violentas en los
conflictos. Durante los dos últimos gobiernos –García y Humala- se han aprobado
diversas normas legales, como los decretos legislativos: 982, 983, 988, 989,
991 y 1095. Este último fundamenta que las conductas ilícitas atribuibles al
personal militar son de jurisdicción y competencia del Fuero Militar Policial.
Además se aprobaron leyes como N° 29986 (26 de diciembre de 2012) y N° 30151
del año 2014, que permiten hechos como el levantamiento de cadáveres por
efectivos militares y/o policiales sin presencia del fiscal en zonas declaradas
en estado de emergencia; exoneración de responsabilidad a policías y militares
que maten o hieran en ejercicio de sus funciones.
Cajamarca:
una región minada
En
el caso concreto de la región Cajamarca, el año 2006, el campesino Isidro
Llanos perdió la vida por defender el agua en Combayo. En 2012, el conflicto
Conga se cobró la vida de 5 personas, entre ellos un niño. Todas estas muertes
se dieron en disputas entre las fuerzas armadas y las poblaciones, ninguno de
estos crímenes han sido juzgados, siguen impunes.
En
esta región existe un alto índice de criminalización de la protesta y disputas
entre los “pro mineros” y los “antimineros”. Entre los años 2004 y 2013 se han
registrado 11 muertos, 282 heridos y 303 líderes ambientales procesados, según
la sistematización realizada por Gran Angular de los Informes Defensoriales del
año 2005 a 2014; y reportes de las ONGs como Grufides y la Coordinadora
Nacional de DD.HH, y archivos periodísticos.
Los
más altos índices de los conflictos también se registran en esta región. En la
última década (2005 – 2014) se han reportado cerca a mil conflictos (977), 80%
se debieron a conflictos socioambientales (777); de este último indicador, 480
se debieron al agua (61.7%), mientras los conflictos por tierras fueron 104
(13.3%), de acuerdo a los reportes de conflictos de la Defensoría del Pueblo.
La sistematización arroja además que alrededor de la minera Yanacocha se han
dado los mayores eventos conflictivos: 241, siendo los más frecuentes alrededor
del proyecto minero Conga. La minera Coimolache registra 76 conflictos en la
última década, seguida de La Zanja (74), Gold Fields (74).
La
expansión minera sin límites es otro de los detonantes de los conflictos. El
40% del territorio de Cajamarca está concesionado a la minería, lo que
representa casi 1.5 millones de hectáreas. Según el Ministerio de Energía y
Minas en la región existen 2,331 concesiones mineras, 24 unidades en producción
y 9 unidades en exploración.
La
superficie territorial otorgada mediante concesiones a Yanacocha es de
227,153.51 ha, con 302 concesiones acumuladas. Mientras que Chaupiloma Dos
tiene 144 concesiones con 124,357.64 ha. Newmont Perú tiene 54 concesiones con
una extensión de 45,056.13 ha. Así, el Grupo tiene un acumulado total de 500
concesiones, con una extensión de 396,567.28 ha en la Región Cajamarca. Esta
elevada cifra convierte a Yanacocha S.R.L. en la empresa minera con mayor
concesión en la región, seguida de Vale explorarion SAC, S.M.R.L. Chaupiloma II
de Cajamarca, y Barrick Misquichilca S.A. (CooperAcción/Ingemmet. Oct.2014).
Minería
y pobreza
El
historiador Antonio Zapata señala que la enorme riqueza minera del Perú
contrasta vivamente con la pobreza de las regiones donde se asienta su
producción. Así por ejemplo, Cajamarca, Huancavelica y Pasco se hallan entre las
regiones más pobres del Perú, no obstante la vigencia y antigüedad de la gran
minería en estas localidades. Son pocas las regiones, como Moquegua y Tacna,
que han logrado combinar gran minería con desarrollo. En la mayoría de casos,
por el contrario, la presencia de la gran minería ha traído pobreza para las
regiones y también para para los mismos trabajadores mineros.
Cajamarca,
tras 22 años de gran minería, sigue siendo una de las regiones más pobres del
país. Esta región, que concentra la mayor producción de oro del Perú, y que
debería ser el modelo de desarrollo en el país, es la región con mayores
desigualdades, lidera las cifras de pobreza en el país (53.7%) y de
desnutrición crónica en niños menores de 5 años. 154,800 personas de 15 y más
años de edad no saben leer ni escribir, siendo la población femenina la que
presenta la tasa más elevada, alcanzando el 25,5%. Asimismo, 57 mil niños de 3
a 5 años no acceden al sistema educativo, lo que arroja un déficit de 58.6%.
Si
bien es cierto que la distribución de la riqueza en las zonas rurales es una
tarea que le compete al Estado y no a las empresas mineras que operan en la
zona, los gobiernos de turno no han buscado equidad en la distribución de las
riquezas generadas durante dos décadas. Además, no ha fomentado el orden bajo
un esquema de responsabilidad ambiental ni legitimidad social, ni han impulsado
compensaciones en cuanto a impactos ambientales, sobre las personas y las
comunidades.
¿Cuántas
décadas más debe esperar Cajamarca para que su población vea los beneficios de
la minería? “Más allá de las cifras macroeconómicas y de los millonarios
ingresos que genera esta actividad a las arcas del Estado, lo tangible es que
Cajamarca es el departamento más pobre del país y las comunidades han visto muy
pocos beneficios en estos últimos 20 años”, sostiene Keith Slack gerente de
Programa de Industrias Extractivas de Oxfam América.
“El
problema central es que no hay una mirada de desarrollo compartido, el gobierno
central no articula con los gobiernos locales ni regionales, no hay una visión
común de desarrollo. La actividad minera es importante, pero en un horizonte de
actividades la minería no debe ser lo más importante, sino también la
agricultura y la ganadería. La exclusión de otras actividades productivas de
las regiones ha arrastrado a que las poblaciones queden sumergidas en la
pobreza. La ausencia del Estado a nivel de la diversificación productiva es
fuerte. Nosotros hemos propuesto desde el Gobierno Regional diversificar la
económica con diferentes actividades, sin embargo no hay interés desde el
Ejecutivo”, señala Sergio Sánchez, gerente de Recursos Naturales del Gobierno
Regional de Cajamarca.
Al
respecto, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) señala
que históricamente la región no ha logrado traducir los períodos de bonanza
exportadora de sus recursos en procesos de desarrollo económico de largo plazo.
Pues no se trata solo de superar el paradigma extractivista para avanzar hacia
una diversificación productiva, sino también de transformar el capital derivado
de los recursos no renovables de la región en capital humano -educación y
capacitación-, infraestructura física y social, innovación y desarrollo
tecnológico con criterios de largo plazo para impulsar el cambio estructural con
igualdad.
Slack
recomienda que para llevar adelante las inversiones se debe empezar a
transparentar las actividades extractivistas, proveer información a las
comunidades, escuchar y responder a las preocupaciones que tienen. “Debe haber
procesos de consulta, no se puede avanzar en un proyecto sí o sí pensando que
las comunidades son un obstáculo para la inversión, ellos (comunidades) deben
ser tratados como socios no como objetos de obstáculos, tampoco se debe quitar
legitimidad a las opiniones de las comunidades, las mineras hablan de “pequeñas
lagunitas”, como si no fueran cosas importantes para las poblaciones, cuando
son la base fundamental de su producción agrícola”, dice.
Los
muertos y heridos en conflictos sociales no pueden seguir siendo considerados
como una consecuencia a la oposición de un proyecto extractivo, la discusión no
se debe centrar en “minería sí o no”. Es falaz presentar estas dos únicas
opciones para poder reflexionar sobre la minería o el modelo económico en el
país. Hay preocupaciones y demandas reales que deben ser atendidas.
Fuente:
Gran Angular
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