miércoles, 24 de septiembre de 2014

PUBLICADO EN CRÓNICA DE ARAGÓN



PARA UNA CONTRIBUCIÓN A LA CRITICA DE 
PODEMOS

IV

La crisis capitalista




No está el horno para bollos. No estamos en ninguna crisis como las que ha tenido el capitalismo a lo largo de su historia marcando el “cambio” de ciclo económico como muy simple e interesadamente afirman algunos, para los cuales la solución radica en el cambio de algunos políticos por otros, los de peor fotogenia por otros de más prestancia figuronera; y en la modificación formal de la ley, aunque sin introducir cambio alguno que pudiera erradicar las viejas e inservibles relaciones de producción, distribución y consumo capitalistas, con vista a sustituirlas por otras nuevas.

La OCDE1 (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) no es España, ni en dicha organización ha gobernado ningún gobierno español; sin embargo, en los casi cuarenta países que la forman, entre ellos España, también están padeciendo y sufriendo los efectos de la misma crisis.

Antes de que apareciera “la crisis” de 2008, existían 33.100.000 personas en paro en la OCDE, por lo que se podría afirmar a la vista de este dato, que el sistema capitalista aun cuando no está en “crisis” ni siquiera es capaz de ofrecer un puesto de trabajo a toda persona que esté en disposición de poder trabajar.
Seis años después de reconocida “la crisis” de 2008 esa cifra se ha elevado a la cantidad de 45.000.0002 de parados, además de bajar los salarios desde 2009 una media del 0,1% y tras haber empeorado las condiciones laborales y disminuido los derechos sociales de los trabajadores ¿Habrá algún ingenuo que todavía pueda pensar –puesto que creerlo puede creerlo– que una vez se salga de la crisis se acabará con el paro? ¿Qué podrían producir los 45.000.000 de parados solamente en la OCDE –puesto que para dejar de estar parado hay que estar trabajando– que pudiera ser vendido en los mercados según los parámetros capitalistas?

Efectivamente, en el Estado español la mayoría de las capas sociales de la población han padecido y siguen padeciendo los efectos de la “crisis” reconocida en 2008.

Si por “crisis” entendemos que el trabajador en concreto y la sociedad en general ha empeorado sus condiciones de vida presentes y futuras, se puede decir que la sociedad española está en “crisis” desde que se aprobó la Ley 26/1985 de 31 de Julio, gobernando el PSOE de Felipe González, de Medidas Urgentes para la realización de la estructura y de la acción protectora de la Seguridad Social (BOE 1-VIII-1985), con la que se inicia el retroceso en los derechos de los trabajadores en materia de prestaciones de la Seguridad Social, acentuándose ese retroceso con todos los gobiernos que le siguieron y que llega hasta 2014.

A lo anterior hay que añadir los ingresos que deja de percibir el Estado al ser privatizadas las empresas más rentables de titularidad pública por iniciativa de los gobiernos del PSOE y continuada por los gobiernos del PP hasta 2014.

Al disminuir los ingresos propios del Estado se inicia la espiral de endeudamiento público que llega a nuestros días, siendo la expresión práctica de ello, la pérdida de la independencia política del Estado español, que pasa a ser dependiente de los mismos grupos capitalistas que previamente se beneficiaron de las privatizaciones realizadas, al tener que recurrir a ellos el propio Estado para pedirles dinero prestado con el que financiar las políticas sociales y de desarrollo industrial autóctono que antes de las privatizaciones financiaba -en todo o en parte- con los ingresos propios provenientes de las empresas privatizadas.

Estas políticas de privatizaciones que representaron una importante descapitalización del Estado, junto a otras como la entrada en la OTAN llevada a cabo por el gobierno del PSOE presidido por Felipe González para financiar parte de los gastos militares de EEUU; la cesión de la política monetaria nacional al Banco Central Europeo, o la liberalización del suelo llevada a cabo por el gobierno del PP, presidido por José María Aznar, son las que originan el endeudamiento actual del Estado. Por lo tanto, la causa del mismo no reside en que el trabajador haya “vivido por encima de sus posibilidades”.

Sin embargo y a pesar de lo dicho, no hay que caer en el error (muy extendido socialmente, pero carente en absoluto de validez como instrumento de conocimiento para poder entender la realidad) de que estemos sufriendo los efectos de una crisis específicamente española que pueda ser atribuida a unos gobernantes incompetentes, manirrotos, corruptos e incapaces de preverla, y en consecuencia, incapaces de encontrarle solución. Lo cierto es que en España estamos en crisis porque España es una parte más del sistema capitalista, que es el que verdaderamente está en crisis, como lo demuestra el conjunto de países que forman la OCDE, y el resto de los mismos que tienen una economía basada en el modo de producción capitalista.

Tales políticas se deben al carácter depredador sin límites del capitalismo para obtener beneficios, de modo que cuando no puede obtener directamente del proceso de producción P la tasa de ganancia g´3 que necesitan los capitales invertidos para mantenerse en pie, recurren a tales políticas de privatizaciones para conseguir la parte de ganancia “extraeconómica” hasta completar la tasa de ganancia g´ que necesitan. Y esta y no otra, es la razón básica que justifica las políticas de privatizaciones realizadas por los distintos gobiernos (no sólo en España), las disminuciones salariales y los “recortes” (robos) sociales.

Cosa distinta es que los efectos de la crisis para la gran mayoría de la población española se hayan manifestado y se estén manifestando de forma distinta a como lo hayan podido hacer o lo estén haciendo en otros países. Pero esto tampoco forma parte de la explicación de la raíz de la crisis ni es atribuible en exclusiva a ninguno de los gobiernos habidos en España, sino al funcionamiento desigual (aunque tenga la misma naturaleza, inamovible) de las diferentes formaciones capitalistas de cada lugar específico, que están determinadas por el grado de desarrollo de las fuerzas productivas; de las fuerzas sociales, grado de organización de las clases trabajadores y el grado de concienciación de las mismas; de las condiciones históricas, culturales, etc., de cada sitio en concreto.
Las crisis que a lo largo de la historia del capitalismo han ido apareciendo no se resolvieron nunca, porque nunca se actuó allí donde tenían su origen: en el proceso de producción P, en las relaciones de producción capitalistas, a través de las cuales una mayoría crea la riqueza existente con su trabajo mediante la venta de su fuerza de trabajo (de la que depende la subsistencia propia y la de los suyos), y una minoría, la que dispone de los medios de producción, que se apropia de la mayor parte de la riqueza producida por el trabajo. Resulta de ello que la mayoría que trabaja vive cada vez peor y disfruta menos de lo que produce, en tanto que la minoría que no trabaja tiene cada vez más y disfruta más de lo que no produce.

Las crisis capitalistas no se resolvieron nunca de forma definitiva, porque de haberlo hecho habría supuesto el fin del modo de producción capitalista, y sabemos que ningún sistema tiende a destruirse voluntariamente por sí mismo.
El origen de la crisis capitalista se halla en la disminución de la tasa de ganancia g´ es decir, cuando la relación entre la plusvalía PV y la suma de capitales invertidos (capital fijo C y capital variable V) se aproxima o es igual a 1, o sea, cuando la tasa de ganancia g´ no es suficiente para recuperar los capitales invertidos y hacer que estos crezcan.

El significado práctico de la disminución de la tasa de ganancia g´ cuando ésta es o se acerca a 1, es que el capitalista no obtiene por la venta de sus productos en el mercado la cantidad suficiente de dinero D´ que le permita, por una parte, recuperar todo el dinero D invertido inicialmente, más otro tanto, para poder incrementar sus capitales, que es su único y verdadero objetivo.

Llegado este momento o próximo al mismo, como la tasa de ganancia g´ se genera fundamentalmente en el factor trabajo que se da en el proceso de producción P, al capitalista no le queda otra opción que intensificar la explotación del trabajo que se da en el proceso de producción P, con el objeto de elevar la tasa de ganancia g´, lo que no puede hacer más que reduciendo gastos (bajando salarios) y subiendo la producción (incrementando la productividad), con lo que ambas medidas, que son las únicas a las que puede acudir para “salir” de la crisis, lo que en realidad está haciendo, pero no para solucionar crisis alguna, sino para sentar las bases de la siguiente, porque el mecanismo donde se origina no ha cambiado, ni puede cambiar dentro del sistema capitalista.

La única “solución” que puede presentar el capitalismo a las crisis que crea es de tipo ideológico, lanzando al aire un juego malabar de palabras a través de la propaganda política realizada por los principales medios de comunicación a su servicio: prensa, radio y televisión, presentando a la opinión pública unos hechos que no existen (la solución de la crisis) como si existieran y además fueran verdaderos, dado que no puede hacer otra cosa porque como ya ha sido señalado anteriormente, la crisis capitalista responde al proceso de disminución paulatina de la tasa de ganancia g´, y ésta va unida de forma inseparable al proceso de desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas.

La crisis capitalista no es pues, un elemento extraño que se introduce en el seno del sistema capitalista desde el exterior para perturbar su “armónico” y “perfecto” funcionamiento, ni se presenta de una forma súbita de un momento a otro y sin que se sepa su procedencia. Tampoco aparece como consecuencia de una inmoralidad del capitalista, aunque el capitalismo está repleto de elementos inmorales, ni porque el capitalista haya sido un vivalavirgen o un mal gestor, cosa que evidentemente puede ocurrir (pero como algo concreto y particular, y nunca como categoría del sistema), ni porque los organismos e instituciones que el propio capitalismo provee para controlar el funcionamiento del sistema hayan podido cometer errores. Y ni siquiera porque los gobiernos hayan sido unos incompetentes incapaces a la hora de evitar la crisis, como más de una vez se afirma superficialmente con la única intención de descalificar a los partidos o a sus dirigentes, a modo de chispa incendiaria que provoque una fogata de palabrería política vacía de contenido que simule la adopción de políticas y económicas diferentes y opuestas.

La crisis no puede concebirse en modo alguno como un error de este o aquel otro elemento del sistema capitalista, sino como una consecuencia lógica que irremediable e invariablemente crea la propia dinámica de funcionamiento interno del propio sistema. Es un componente inherente a la propia dinámica de funcionamiento del modo de producción capitalista. Mientras existan relaciones de producción capitalistas, la “crisis” subyace latente en su interior.

Desde el punto de vista económico se manifiesta objetivamente cuando la tasa de ganancia g´ de los capitales invertidos cae por debajo de un determinado nivel, como ya ha quedado señalado anteriormente.

La crisis del modo de producción capitalista se produce cuando g´ (tasa de ganancia) se acerca a 1. Y esto se produce esencialmente:

a)     Por un excedente de producción que no puede ser vendida en el mercado, o que para poder ser vendida, se tienen que bajar tanto los precios, que el dinero D´ obtenido por su venta en el mercado, sería igual o incluso menor que D (el dinero invertido inicialmente)

b)     Porque la tendencia a que g´ vaya disminuyendo con el paso del tiempo es consustancial y va unido al desarrollo de las fuerzas productivas, que necesaria e incesantemente impulsa la competencia entre los propios capitalistas, en su disputa interminable por conquistar mercados, lo que les lleva a tener que producir cada vez más y con costes cada vez más bajos, lo que les obliga a estar renovando la capacidad productiva con inversiones cada vez más costosas que determinan que la composición orgánica del capital o´ sea cada vez mayor, que es el elemento que mayor incidencia tiene en la disminución de la tasa de ganancia g´, como veremos más adelante

No estamos ante una crisis como las habidas anteriormente a lo largo de la historia del capitalismo, en que se salía de una estableciendo las bases de la siguiente y así sucesivamente.

Estamos inmersos (y no sólo en España) en una coyuntura económica mundial que afecta a todo el modo de producción capitalista, en la que la crisis declarada y reconocida por todos en 2008, lo que hace es poner de manifiesto la inviabilidad material e histórica del capitalismo, dado que su nivel de contradicciones ha alcanzado el máximo, por lo que éstas no pueden ser resueltas dentro de los parámetros capitalistas, ni en los económicos, ni en los políticos ni en los ideológicos, sino sustituyendo las relaciones de producción capitalistas por otras nuevas.

Dicho en el más amplio y profundo sentido del término. Estamos en la crisis integral del modo de producción capitalista, como modo de producción dominante, y ello es lo que establece las condiciones objetivas para abrir las puertas a una Nueva Era de la Civilización, que si la denominamos sin ningún tipo de complejo semántico ni intelectual, será la Era de la Verdadera Civilización.

A esta coyuntura económica, política e ideológica del sistema capitalista (y no sólo en España), Podemos la ha denominado “ventana de oportunidad”.

Si el sentido que tiene esta expresión para definir o describir una situación se refiere exclusivamente a la posibilidad cierta que tiene Podemos (asociada o coaligada con otras Formaciones políticas o no) de convertirse cuando menos, en determinante de la política española después de las próximas elecciones municipales, autonómicas y generales, dadas las expectativas electorales levantadas (que se deben casi exclusivamente al descontento generalizado que la gran mayoría de la sociedad siente hacia los partidos políticos tradicionales y las políticas concretas, insolidarias, injustas y demagógicas, que en concreto ha venido realizando el PSOE, y que está intensificando y agudizando el gobierno del PP), convendría que fuera urgentemente corregida para dotarla de contenido concreto con vistas a que exprese ideas concretas capaces de mover al pensamiento. Y lo mismo podría ser dicho en relación a otras palabras utilizadas en el argot político de Podemos, como “casta” por la de “clases sociales minoritarias, dominantes y dirigentes”; la de “los de arriba y los de abajo” por la de “clases sociales y fracciones de clases sociales”; la de “golfos” por “servidores y agentes defensores de los intereses de las clases dominantes”, etc.

La naturaleza de las cosas no se puede cambiar ni variar mediante la suavización del término con que se definan o expresen. La forma del lenguaje no es cuestión baladí a la que se pueda pasar por alto sin darle ninguna importancia, porque es a través del lenguaje como se expresan las ideas o, las creencias.

Si nos referimos a situaciones nuevas, el lenguaje ha de ser nuevo. No tanto por la forma en como hayan de ser expresadas las palabras, por ejemplo, “nublao” por “nublado” o “sentao” por “sentado”, sino por el contenido: de tópicos o aproximaciones, a conceptos con contenido real, concreto, y con relación de los unos con los otros.

Si Podemos ha levantado grandes expectativas de cambio en el panorama político español (cosa que hay que reconocerle de forma absoluta, y calificarlas de absolutamente positivas y necesarias para el cambio económico, político e ideológico real que la sociedad actual necesita), se coloca por esa razón en el primer nivel de responsabilidad social, por lo que cabría exigirle responsabilidades sociales si llegara el caso sin ningún miramiento ni matiz, y es obligatoriamente necesario que explicite claramente a la sociedad entera, mediante conceptos, y no con palabras vacías de contenido (que no expresan nada), ni con aproximaciones, el papel activo que cada individuo tiene que desempeñar según su capacidad y disposición personal (pertenezca o no a Podemos), para que la transformación social sea una realidad y no quede en un artificioso jugueteo político palabrero más.

Desplazar del poder político tanto al PP como al PSOE y partidos políticos afines, para que ocupe su lugar Podemos (con otras formaciones políticas y sociales o no) es fundamental para poder realizar la transformación social. Pero teniendo en cuenta y haciendo saber, para no crear falsas expectativas ni ocultar la complejidad del problema a la sociedad, que el poder político al fin y al cabo no es más que el fiel servidor de los intereses económicos y financieros minoritarios de las clases dominantes, y que sin el dominio del poder económico todo intento de transformación social, no pasaría de ser una fantasía ideológica más, por lo que la necesidad de disponer del poder político es imprescindible, pero con la condición de convertirlo en instrumento que ayude a dominar lo económico, con el objeto de que lo económico pase efectivamente al servicio real de toda la sociedad, empezando por los más necesitados, y dada las circunstancias de pobreza galopante en muchísimos casos, de forma inmediata para cubrir las necesidades materiales elementales, sin perjuicio de tener aceptado que el auténtico cambio social requiere un proceso muy largo en el tiempo.

Hay que obtener el poder político porque ello es posible y está al alcance de la mano, pero con la condición que acabamos de mencionar.

Lo que diferencia la crisis de 2008 respecto a las anteriores crisis del capitalismo no es su naturaleza, que es idéntica (disminución de la tasa de ganancia g´), sino el alto nivel de contradicciones alcanzado en todas sus estructuras: la económica, la política y la ideológica, jamás visto antes, cuyas contradicciones no pueden ser resueltas ni siquiera a nivel teórico dentro de los parámetros del sistema capitalista, y es esto lo que determina el fin del modo de producción capitalista, como modo histórico de producción dominante, y establece la posibilidad real de dar un salto cualitativo (de mucha gente) adelante, para promover de forma real y efectiva un nuevo marco económico, político e ideológico, dentro del cual el individuo encuentre las condiciones reales (que el capitalismo por considerarlo simple objeto le niega) de poder desarrollar todas sus potencialidades, las materiales y las espirituales, y dejar de ser así un objeto, una mercancía más que se compra y que se vende, que es la verdadera consideración que tiene el individuo dentro del modo de producción capitalista, para pasar a ser un sujeto con valores y cualidades personales.

Y por estas razones históricas, y no por gusto ni invención u ocurrencia de nadie, junto a otras que veremos más adelante, es por lo que hay que sustituir las relaciones de producción capitalistas por las nuevas relaciones de producción socialistas, capaces de desarrollar y potenciar todas las capacidades que posee el individuo como sujeto.

(continuará…)
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1 La OCDE nació en 1961 con el objeto de promover políticas para mejorar el bienestar económico y social de las personas alrededor del mundo. Actualmente la forman cerca de 40 países: Australia, Bélgica, Chile, Dinamarca, Alemania, Estonia, Finlandia, Francia, Grecia, Irlanda, Islandia, Israel, Italia, Japón, Canadá, Corea del Sur, Luxemburgo, México, Nueva Zelanda, Países Bajos, Noruega, Austria, Polonia, Portugal, Suecia, Suiza, República Eslovaca, Eslovenia, España, República Checa, Turquía, Hungría, Reino Unido, Estados Unidos. Rusia es país candidato a formar parte de ella. Y Brasil, China, India, Indonesia y Sudáfrica son países en adhesión y cooperación reforzada

2 En seis años (2008 – 2014) la cifra de parados creció en 11.900.000 de personas en los países ricos y más desarrollados.

3 Explicaremos la tasa de ganancia g´ más adelante al desarrollar y demostrar la formula D – M … P … M´ – D´ de Marx que representa el ciclo del proceso de producción capitalista. 
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