PARA UNA CONTRIBUCIÓN A LA CRITICA DE
PODEMOS
IV
La crisis capitalista
No
está el horno para bollos. No estamos en ninguna crisis como las que ha tenido
el capitalismo a lo largo de su historia marcando el “cambio” de ciclo
económico como muy simple e interesadamente afirman algunos, para los cuales la
solución radica en el cambio de algunos políticos por otros, los de peor
fotogenia por otros de más prestancia figuronera; y en la modificación formal
de la ley, aunque sin introducir cambio alguno que pudiera erradicar las viejas
e inservibles relaciones de producción, distribución y consumo capitalistas,
con vista a sustituirlas por otras nuevas.
La
OCDE1 (Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Económico) no es España, ni en dicha
organización ha gobernado ningún gobierno español; sin embargo, en los casi
cuarenta países que la forman, entre ellos España, también están padeciendo y
sufriendo los efectos de la misma crisis.
Antes
de que apareciera “la crisis” de 2008, existían 33.100.000 personas en paro en
la OCDE, por lo que se podría afirmar a la vista de este dato, que el sistema
capitalista aun cuando no está en “crisis” ni siquiera es capaz de ofrecer un
puesto de trabajo a toda persona que esté en disposición de poder trabajar.
Seis
años después de reconocida “la crisis” de 2008 esa cifra se ha elevado a la
cantidad de 45.000.0002 de parados, además de bajar los
salarios desde 2009 una media del 0,1% y tras haber empeorado las condiciones
laborales y disminuido los derechos sociales de los trabajadores ¿Habrá algún
ingenuo que todavía pueda pensar –puesto que creerlo puede creerlo– que una vez
se salga de la crisis se acabará con el paro? ¿Qué podrían producir los
45.000.000 de parados solamente en la OCDE –puesto que para dejar de estar
parado hay que estar trabajando– que pudiera ser vendido en los mercados según los
parámetros capitalistas?
Efectivamente,
en el Estado español la mayoría de las capas sociales de la población han
padecido y siguen padeciendo los efectos de la “crisis” reconocida en 2008.
Si
por “crisis” entendemos que el trabajador en concreto y la sociedad en general
ha empeorado sus condiciones de vida presentes y futuras, se puede decir que la
sociedad española está en “crisis” desde que se aprobó la Ley 26/1985 de 31 de
Julio, gobernando el PSOE de Felipe González, de Medidas Urgentes para la realización
de la estructura y de la acción protectora de la Seguridad Social (BOE
1-VIII-1985), con la que se inicia el retroceso en los derechos de los
trabajadores en materia de prestaciones de la Seguridad Social, acentuándose
ese retroceso con todos los gobiernos que le siguieron y que llega hasta 2014.
A
lo anterior hay que añadir los ingresos que deja de percibir el Estado al ser
privatizadas las empresas más rentables de titularidad pública por iniciativa
de los gobiernos del PSOE y continuada por los gobiernos del PP hasta 2014.
Al
disminuir los ingresos propios del Estado se inicia la espiral de endeudamiento
público que llega a nuestros días, siendo la expresión práctica de ello, la
pérdida de la independencia política del Estado español, que pasa a ser
dependiente de los mismos grupos capitalistas que previamente se beneficiaron
de las privatizaciones realizadas, al tener que recurrir a ellos el propio
Estado para pedirles dinero prestado con el que financiar las políticas
sociales y de desarrollo industrial autóctono que antes de las privatizaciones
financiaba -en todo o en parte- con los ingresos propios provenientes de las
empresas privatizadas.
Estas
políticas de privatizaciones que representaron una importante descapitalización
del Estado, junto a otras como la entrada en la OTAN llevada a cabo por el
gobierno del PSOE presidido por Felipe González para financiar parte de los
gastos militares de EEUU; la cesión de la política monetaria nacional al Banco
Central Europeo, o la liberalización del suelo llevada a cabo por el gobierno
del PP, presidido por José María Aznar, son las que originan el endeudamiento
actual del Estado. Por lo tanto, la causa del mismo no reside en que el
trabajador haya “vivido por encima de sus posibilidades”.
Sin
embargo y a pesar de lo dicho, no hay que caer en el error (muy extendido
socialmente, pero carente en absoluto de validez como instrumento de
conocimiento para poder entender la realidad) de que estemos sufriendo los
efectos de una crisis específicamente española que pueda ser atribuida a unos
gobernantes incompetentes, manirrotos, corruptos e incapaces de preverla, y en
consecuencia, incapaces de encontrarle solución. Lo cierto es que en España
estamos en crisis porque España es una parte más del sistema capitalista, que
es el que verdaderamente está en crisis, como lo demuestra el conjunto de
países que forman la OCDE, y el resto de los mismos que tienen una economía
basada en el modo de producción capitalista.
Tales
políticas se deben al carácter depredador sin límites del capitalismo para
obtener beneficios, de modo que cuando no puede obtener directamente del
proceso de producción P la tasa de ganancia g´3 que necesitan los capitales invertidos
para mantenerse en pie, recurren a tales políticas de privatizaciones para
conseguir la parte de ganancia “extraeconómica” hasta completar la tasa de
ganancia g´ que necesitan. Y esta y no otra, es la razón básica que justifica
las políticas de privatizaciones realizadas por los distintos gobiernos (no
sólo en España), las disminuciones salariales y los “recortes” (robos) sociales.
Cosa
distinta es que los efectos de la crisis para la gran mayoría de la población
española se hayan manifestado y se estén manifestando de forma distinta a como
lo hayan podido hacer o lo estén haciendo en otros países. Pero esto tampoco
forma parte de la explicación de la raíz de la crisis ni es atribuible en
exclusiva a ninguno de los gobiernos habidos en España, sino al funcionamiento
desigual (aunque tenga la misma naturaleza, inamovible) de las diferentes
formaciones capitalistas de cada lugar específico, que están determinadas por
el grado de desarrollo de las fuerzas productivas; de las fuerzas sociales,
grado de organización de las clases trabajadores y el grado de concienciación
de las mismas; de las condiciones históricas, culturales, etc., de cada sitio
en concreto.
Las
crisis que a lo largo de la historia del capitalismo han ido apareciendo no se
resolvieron nunca, porque nunca se actuó allí donde tenían su origen: en el
proceso de producción P, en las relaciones de producción capitalistas, a través
de las cuales una mayoría crea la riqueza existente con su trabajo mediante la
venta de su fuerza de trabajo (de la que depende la subsistencia propia y la de
los suyos), y una minoría, la que dispone de los medios de producción, que se
apropia de la mayor parte de la riqueza producida por el trabajo. Resulta de
ello que la mayoría que trabaja vive cada vez peor y disfruta menos de lo que
produce, en tanto que la minoría que no trabaja tiene cada vez más y disfruta
más de lo que no produce.
Las
crisis capitalistas no se resolvieron nunca de forma definitiva, porque de
haberlo hecho habría supuesto el fin del modo de producción capitalista, y
sabemos que ningún sistema tiende a destruirse voluntariamente por sí mismo.
El
origen de la crisis capitalista se halla en la disminución de la tasa de
ganancia g´ es decir, cuando la relación entre la plusvalía PV y la suma de
capitales invertidos (capital fijo C y capital variable V) se aproxima o es
igual a 1, o sea, cuando la tasa de ganancia g´ no es suficiente para recuperar
los capitales invertidos y hacer que estos crezcan.
El
significado práctico de la disminución de la tasa de ganancia g´ cuando ésta es
o se acerca a 1, es que el capitalista no obtiene por la venta de sus productos
en el mercado la cantidad suficiente de dinero D´ que le permita, por una
parte, recuperar todo el dinero D invertido inicialmente, más otro tanto, para
poder incrementar sus capitales, que es su único y verdadero objetivo.
Llegado
este momento o próximo al mismo, como la tasa de ganancia g´ se genera
fundamentalmente en el factor trabajo que se da en el proceso de producción P,
al capitalista no le queda otra opción que intensificar la explotación del
trabajo que se da en el proceso de producción P, con el objeto de elevar la
tasa de ganancia g´, lo que no puede hacer más que reduciendo gastos (bajando
salarios) y subiendo la producción (incrementando la productividad), con lo que
ambas medidas, que son las únicas a las que puede acudir para “salir” de la
crisis, lo que en realidad está haciendo, pero no para solucionar crisis
alguna, sino para sentar las bases de la siguiente, porque el mecanismo donde
se origina no ha cambiado, ni puede cambiar dentro del sistema capitalista.
La
única “solución” que puede presentar el capitalismo a las crisis que crea es de
tipo ideológico, lanzando al aire un juego malabar de palabras a través de la
propaganda política realizada por los principales medios de comunicación a su
servicio: prensa, radio y televisión, presentando a la opinión pública unos
hechos que no existen (la solución de la crisis) como si existieran y además
fueran verdaderos, dado que no puede hacer otra cosa porque como ya ha sido
señalado anteriormente, la crisis capitalista responde al proceso de
disminución paulatina de la tasa de ganancia g´, y ésta va unida de forma
inseparable al proceso de desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas.
La
crisis capitalista no es pues, un elemento extraño que se introduce en el seno
del sistema capitalista desde el exterior para perturbar su “armónico” y
“perfecto” funcionamiento, ni se presenta de una forma súbita de un momento a
otro y sin que se sepa su procedencia. Tampoco aparece como consecuencia de una
inmoralidad del capitalista, aunque el capitalismo está repleto de elementos
inmorales, ni porque el capitalista haya sido un vivalavirgen o un mal gestor,
cosa que evidentemente puede ocurrir (pero como algo concreto y particular, y
nunca como categoría del sistema), ni porque los organismos e instituciones que
el propio capitalismo provee para controlar el funcionamiento del sistema hayan
podido cometer errores. Y ni siquiera porque los gobiernos hayan sido unos
incompetentes incapaces a la hora de evitar la crisis, como más de una vez se
afirma superficialmente con la única intención de descalificar a los partidos o
a sus dirigentes, a modo de chispa incendiaria que provoque una fogata de
palabrería política vacía de contenido que simule la adopción de políticas y
económicas diferentes y opuestas.
La
crisis no puede concebirse en modo alguno como un error de este o aquel otro
elemento del sistema capitalista, sino como una consecuencia lógica que
irremediable e invariablemente crea la propia dinámica de funcionamiento
interno del propio sistema. Es un componente inherente a la propia dinámica de
funcionamiento del modo de producción capitalista. Mientras existan relaciones
de producción capitalistas, la “crisis” subyace latente en su interior.
Desde
el punto de vista económico se manifiesta objetivamente cuando la tasa de
ganancia g´ de los capitales invertidos cae por debajo de un determinado nivel,
como ya ha quedado señalado anteriormente.
La
crisis del modo de producción capitalista se produce cuando g´ (tasa de
ganancia) se acerca a 1. Y esto se produce esencialmente:
a)
Por un excedente de producción
que no puede ser vendida en el mercado, o que para poder ser vendida, se tienen
que bajar tanto los precios, que el dinero D´ obtenido por su venta en el
mercado, sería igual o incluso menor que D (el dinero invertido inicialmente)
b) Porque
la tendencia a que g´ vaya disminuyendo con el paso del tiempo es consustancial
y va unido al desarrollo de las fuerzas productivas, que necesaria e
incesantemente impulsa la competencia entre los propios capitalistas, en su
disputa interminable por conquistar mercados, lo que les lleva a tener que
producir cada vez más y con costes cada vez más bajos, lo que les obliga a
estar renovando la capacidad productiva con inversiones cada vez más costosas
que determinan que la composición orgánica del capital o´ sea cada vez mayor,
que es el elemento que mayor incidencia tiene en la disminución de la tasa de
ganancia g´, como veremos más adelante
No estamos ante una crisis como
las habidas anteriormente a lo largo de la historia del capitalismo, en que se
salía de una estableciendo las bases de la siguiente y así sucesivamente.
Estamos
inmersos (y no sólo en España) en una coyuntura económica mundial que afecta a
todo el modo de producción capitalista, en la que la crisis declarada y
reconocida por todos en 2008, lo que hace es poner de manifiesto la
inviabilidad material e histórica del capitalismo, dado que su nivel de
contradicciones ha alcanzado el máximo, por lo que éstas no pueden ser
resueltas dentro de los parámetros capitalistas, ni en los económicos, ni en
los políticos ni en los ideológicos, sino sustituyendo las relaciones de
producción capitalistas por otras nuevas.
Dicho
en el más amplio y profundo sentido del término. Estamos en la crisis integral
del modo de producción capitalista, como modo de producción dominante, y ello
es lo que establece las condiciones objetivas para abrir las puertas a una
Nueva Era de la Civilización, que si la denominamos sin ningún tipo de complejo
semántico ni intelectual, será la Era de la Verdadera Civilización.
A
esta coyuntura económica, política e ideológica del sistema capitalista (y no
sólo en España), Podemos la ha denominado “ventana de oportunidad”.
Si
el sentido que tiene esta expresión para definir o describir una situación se
refiere exclusivamente a la posibilidad cierta que tiene Podemos (asociada o
coaligada con otras Formaciones políticas o no) de convertirse cuando menos, en
determinante de la política española después de las próximas elecciones
municipales, autonómicas y generales, dadas las expectativas electorales
levantadas (que se deben casi exclusivamente al descontento generalizado que la
gran mayoría de la sociedad siente hacia los partidos políticos tradicionales y
las políticas concretas, insolidarias, injustas y demagógicas, que en concreto
ha venido realizando el PSOE, y que está intensificando y agudizando el
gobierno del PP), convendría que fuera urgentemente corregida para dotarla de
contenido concreto con vistas a que exprese ideas concretas capaces de mover al
pensamiento. Y lo mismo podría ser dicho en relación a otras palabras
utilizadas en el argot político de Podemos, como “casta” por la de “clases
sociales minoritarias, dominantes y dirigentes”; la de “los de arriba y los de
abajo” por la de “clases sociales y fracciones de clases sociales”; la de
“golfos” por “servidores y agentes defensores de los intereses de las clases
dominantes”, etc.
La
naturaleza de las cosas no se puede cambiar ni variar mediante la suavización
del término con que se definan o expresen. La forma del lenguaje no es cuestión
baladí a la que se pueda pasar por alto sin darle ninguna importancia, porque
es a través del lenguaje como se expresan las ideas o, las creencias.
Si
nos referimos a situaciones nuevas, el lenguaje ha de ser nuevo. No tanto por
la forma en como hayan de ser expresadas las palabras, por ejemplo, “nublao”
por “nublado” o “sentao” por “sentado”, sino por el contenido: de tópicos o
aproximaciones, a conceptos con contenido real, concreto, y con relación de los
unos con los otros.
Si
Podemos ha levantado grandes expectativas de cambio en el panorama político
español (cosa que hay que reconocerle de forma absoluta, y calificarlas de
absolutamente positivas y necesarias para el cambio económico, político e
ideológico real que la sociedad actual necesita), se coloca por esa razón en el
primer nivel de responsabilidad social, por lo que cabría exigirle
responsabilidades sociales si llegara el caso sin ningún miramiento ni matiz, y
es obligatoriamente necesario que explicite claramente a la sociedad entera,
mediante conceptos, y no con palabras vacías de contenido (que no expresan
nada), ni con aproximaciones, el papel activo que cada individuo tiene que
desempeñar según su capacidad y disposición personal (pertenezca o no a
Podemos), para que la transformación social sea una realidad y no quede en un
artificioso jugueteo político palabrero más.
Desplazar
del poder político tanto al PP como al PSOE y partidos políticos afines, para
que ocupe su lugar Podemos (con otras formaciones políticas y sociales o no) es
fundamental para poder realizar la transformación social. Pero teniendo en
cuenta y haciendo saber, para no crear falsas expectativas ni ocultar la
complejidad del problema a la sociedad, que el poder político al fin y al cabo
no es más que el fiel servidor de los intereses económicos y financieros
minoritarios de las clases dominantes, y que sin el dominio del poder económico
todo intento de transformación social, no pasaría de ser una fantasía
ideológica más, por lo que la necesidad de disponer del poder político es
imprescindible, pero con la condición de convertirlo en instrumento que ayude a
dominar lo económico, con el objeto de que lo económico pase efectivamente al
servicio real de toda la sociedad, empezando por los más necesitados, y dada
las circunstancias de pobreza galopante en muchísimos casos, de forma inmediata
para cubrir las necesidades materiales elementales, sin perjuicio de tener
aceptado que el auténtico cambio social requiere un proceso muy largo en el
tiempo.
Hay
que obtener el poder político porque ello es posible y está al alcance de la
mano, pero con la condición que acabamos de mencionar.
Lo
que diferencia la crisis de 2008 respecto a las anteriores crisis del
capitalismo no es su naturaleza, que es idéntica (disminución de la tasa de
ganancia g´), sino el alto nivel de contradicciones alcanzado en todas sus
estructuras: la económica, la política y la ideológica, jamás visto antes,
cuyas contradicciones no pueden ser resueltas ni siquiera a nivel teórico
dentro de los parámetros del sistema capitalista, y es esto lo que determina el
fin del modo de producción capitalista, como modo histórico de producción
dominante, y establece la posibilidad real de dar un salto cualitativo (de
mucha gente) adelante, para promover de forma real y efectiva un nuevo marco
económico, político e ideológico, dentro del cual el individuo encuentre las
condiciones reales (que el capitalismo por considerarlo simple objeto le niega)
de poder desarrollar todas sus potencialidades, las materiales y las
espirituales, y dejar de ser así un objeto, una mercancía más que se compra y
que se vende, que es la verdadera consideración que tiene el individuo dentro
del modo de producción capitalista, para pasar a ser un sujeto con valores y
cualidades personales.
Y
por estas razones históricas, y no por gusto ni invención u ocurrencia de
nadie, junto a otras que veremos más adelante, es por lo que hay que sustituir
las relaciones de producción capitalistas por las nuevas relaciones de
producción socialistas, capaces de desarrollar y potenciar todas las
capacidades que posee el individuo como sujeto.
(continuará…)
__________
1 La OCDE nació en 1961 con el objeto de promover políticas para
mejorar el bienestar económico y social de las personas alrededor del mundo.
Actualmente la forman cerca de 40 países: Australia, Bélgica, Chile, Dinamarca,
Alemania, Estonia, Finlandia, Francia, Grecia, Irlanda, Islandia, Israel,
Italia, Japón, Canadá, Corea del Sur, Luxemburgo, México, Nueva Zelanda, Países
Bajos, Noruega, Austria, Polonia, Portugal, Suecia, Suiza, República Eslovaca,
Eslovenia, España, República Checa, Turquía, Hungría, Reino Unido, Estados
Unidos. Rusia es país candidato a formar parte de ella. Y Brasil, China, India,
Indonesia y Sudáfrica son países en adhesión y cooperación reforzada
2 En seis años (2008 – 2014) la cifra de parados creció en
11.900.000 de personas en los países ricos y más desarrollados.
3 Explicaremos la tasa de ganancia g´ más adelante al desarrollar
y demostrar la formula D – M … P … M´ – D´ de Marx que representa el ciclo del
proceso de producción capitalista.
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