Casa Real Ciudadanos Mass Media — 04 junio 2014
Conservadores y liberales españoles se desmarcan de la Monarquía y numerosos ejemplos se suceden: Federico Jiménez Losantos (Libertaddigital), referente de las esencias conservadoras en España, no oculta que “el
Rey simboliza, sobre todo tras el caso Urdangarín, un régimen de
corrupción, desacreditado hasta extremos insospechados, pero que las
recientes elecciones europeas han ayudado a vislumbrar”. Tras
recordar que “yo pedí públicamente la abdicación del Rey en 2005”
rememoró sus consecuencias laborales: “fueron en parte la razón de mi
bendita salida de la COPE”. Y rememoró su soledad de entonces: “Yo pedía que el Príncipe asumiera la Corona porque, además de ser joven, no había sido salpicado por ningún escándalo. ¡Y faltaban años para lo de Botswana! Debería estar, pues, contento por la súbita decisión del rey, pero sólo lo estoy a medias, porque el rey se ha ido en el peor momento y sin dar explicaciones. Y eso no es de recibo”. Losantos no obstante cree que “una verdadera república nacional no puede ser la reivindicación de la sectaria y sangrienta II República”.
Para Losantos, “el desprestigio total
de la Corona encarnada por el rey” le hace desconfiar de su sucesor:
“lo decente, lo patriótico, lo paternal y responsable era acometer esas
batallas sordas de reconstrucción moral y política del Estado y de la maltrecha nación española. El legado de Juan Carlos, en ese sentido, es sencillamente catastrófico. Quitarse de en medio sin dar ninguna explicación es lo peor que le podía hacer al príncipe. Y se lo ha hecho. Para hacer lo que no ha hecho su padre, nos tendrá siempre a su lado. Para hacer lo mismo, no”.
El sociólogo Amando de Miguel, que fue uno de los fundadores de Antena 3 TV y goza de enorme predicamento en este espectro ideológico, escribe un memorable artículo: “Juan Carlos debía haber abdicado hace tiempo,
cuando el prestigio de su Casa era alto. Pero el hombre tuvo que
esperar hasta las puertas de este verano, hasta el finiquito de los negocios con nuestros amigos los árabes. Las huestes políticas que nunca han ondeado la bandera de España son ahora, juntas, la mayoría del abanico ideológico. Cierto, cada uno es de su padre y de su madre. Pero se les presenta la ocasión de oro para arracimarse en torno a la bandera republicana. Dominan la calle. Ya se sabe que los españoles, al emprender grandes gestas, las hemos hecho siempre en la plaza pública”.
Para Amando de Miguel, “los que mandan no querían la taza de la reforma de la Constitución, pues ahora tendrán taza y media. Simplemente, el heroico texto de 1978, cumplida una generación, está ya fuera de cuentas. Lo peor que nos podía ocurrir es la dialéctica Monarquía-República. Pues es lo que tenemos por delante. Ni qué decir tiene lo que va a salir si eso se dilucida, una vez más, en la Puerta del Sol”.
Y concluye: “Algunos clamarán por un Gobierno de coalición nacional. Tarde piache, que dijera Sancho Panza.
Además, los que tendrían que coaligarse simplemente se odian, se
desprecian. Otra salida de pata de banco sería pedir ahora elecciones
generales. Ya estamos como en el 31. La Historia se repite como farsa. Solo que ahora nos plantaríamos de golpe en el remedo del Frente Popular del 36. Ojalá me equivoque. Pero lo mío es acertar, aunque me esté mal el decirlo. Cabe una esperanza. Los españoles llevamos zurrándanos la badana más de mil años, y hemos sobrevivido como nación, a trancas y barrancas. Pues de esta también vamos a salir. Somos buenos vasallos y nos merecemos un buen Señor. Las dificultades nos hacen espabilar. No me refiero a la crisis económica. Es la hora de la política, estúpidos”.
Jesús Laínz, al que ha llegado a prologar el acreditado historiador conservador británico Stanley G. Payne, se pregunta en una columna titulada “El último Rey” que “si la dinastía que nació con el primer Carlos murió con el segundo; si en 1931 el reino fundado en el lejano siglo VIII por el primer Alfonso
pareció que iba a desaparecer definitivamente con el destronamiento y
exilio del decimotercer Alfonso; ¿podremos estar seguros de que la
dinastía que fundara Felipe V logrará sobrevivir a Felipe VI?”.
No es el único: el periodista Ramón Pi desde el diario conservador “La Gaceta” señala que “como era de prever, el rey no ofreció motivos verosímiles que expliquen su decisión de abdicar la corona precisamente ahora. Ni inverosímiles tampoco. Sencillamente anunció su renuncia. Creo que la idea de abdicar rondaba por la cabeza del rey desde hace ya algún tiempo: lo de Botswana, lo de Corinna, lo de Urdangarin y la infanta…, En una abdicación, como en la muerte, ninguna fecha es la adecuada; y lo que viene, por todos los síntomas, son tiempos peores“.
Desde el liberal “Vozpopuli” es el siempre brillante Juan M. Blanco (London School of Economics) quien resume la situación con un artículo titulado “Un reinado poco ejemplar”
en el que precisa que la ley no equipara inviolabilidad e impunidad,
como la “casta” de la partitocracia ha hecho creer. El palentino y
castellanista Pedro de Hoyos piensa en “Periodista Digital”, diario de Alfonso Rojo, ex marido de Ana Rosa Quintana (Antena 3 TV), que ya no se podía esperar más: “Nunca he sido republicano. Tampoco monárquico. A lo sumo juancarlista como la mayoría de la población. Sin embargo hace años que se había convertido en una rémora, era un estorbo, un mal ejemplo. Sus errores se acumulaban, no ha sabido dirigir a su propia familia, a sus yernos. Las sospechas de corrupción entre sus allegados son muy fuertes y fundadas. Osos europeos y elefantes africanos
han caído bajo su fusil cuando más población mostraba mayor
sensibilidad en estos temas. Se fue de cacería en los peores momentos, engañando a su esposa, engañándonos a todos”.
“Si ayer un magistrado del Tribunal Constitucional ha tenido que dimitir por conducir ebrio su moto y haberse salto un semáforo ¿qué tendría que haber hecho ya Don Juan Carlos? Ya, ya, ya sé… ya sé que los cuernos en España no son delito desde que se murió Franco… precisamente gracias a él. Pero hablo de moralidad, de ejemplaridad, de calidad humana suficiente para dirigir un país europeo, moderno y con futuro”. Y un ingenioso resumen de prensa a cargo de “El Fumador”, pseudónimo que usa en “Periodista digital”, sentencia: “Mal está que la izquierda se invente la historia, pero peor es que lo haga la derecha. Por ejemplo, en el ABC de hoy, entre todas las fotos que saca del Rey no hay ninguna de quien le nombró Rey: un tal Franco”.
Los monárquicos sin fisuras se han quedado en esas “reservas espirituales de Occidente” llamadas “La Razón” y Abc. El problema es que su guión es demasiado conocido y son muy previsibles, por lo que ya aburren. Alfonso Ussía ha escrito “Al Rey” y su comienzo es somnoliento y casi bíblico: “Conocí al Señor cuando era un niño y yo, un niñísimo…”. Cristina López Schlichting igual con Felipe: “un demócrata ejemplar, una hora larga de conversación privada con él y varias comidas en común me permiten decirlo”. José María Marco también se inclina con reverencia: “gracias a Don Juan Carlos, los españoles podemos ser lo que queremos ser”. Y en el Abc la estrella de la exageración es Florentino Pérez (Real Madrid): “Don Juan Carlos es el mejor Rey de la historia de España”, a lo que Raúl del Pozo (El Mundo) precisa sin rubor: “El mejor rey que ha tenido España en los últimos 200 años”.
Otros ya ven venir que el desmoronamiento alcanza a sus propias filas. El escritor democristiano Juan Manuel de Prada (ABC) recuerda como “antes de caer en esa red paralizante, Juan Carlos I rompe audazmente el nudo gordiano que, desde hacía algún tiempo, atenazaba a nuestra monarquía, en un momento
especialmente delicado en que la crisis económica, el desprestigio de
las instituciones y el desfondamiento y ofuscación moral de la nación daban alas a las pretensiones republicanas, no ya sólo entre la izquierda más rampante, sino también en ciertos sectores desnortados de la derecha,
que no entienden que la institución monárquica es -permítasenos el
empleo del término paulino- un katéjon, un obstáculo que impide la
emergencia de nuestros peores demonios atávicos”.
Pesimista se muestra también Arcadi Espada (El Mundo), aunque se agarra a los tópicos regios: “El rey se ha ido en el mal momento.
La crisis. El populismo. La secesión. Un rey solo puede ceder, si
acaso, ante el sosiego y la prosperidad. El Reino vivía una larga paz,
estos comienzos de capítulo de la Historia. ¿Qué es, en cambio, lo que el rey deja a su hijo, Felipe VI? Voy a decirlo. Una Cataluña que sea su 23-F. Y una reforma de la Constitución que sea su referéndum legitimador. Que la fuerza le acompañe. La herencia es envenenada porque sitúa a la Corona, y al joven Rey, en el centro del conflicto político. Exhibido y vulnerable. Tan exhibido y vulnerable como estuvo su padre aquella lejana medianoche de febrero”.
Elsemanaldigital, del ex dirigente de la Alianza Popular de Manuel Fraga, Martín Beaumont, tuvo que dar la noticia: “La hermana del Rey vuelve a dar el espectáculo a través de RNE”. El periodista Alfredo Menéndez (RNE), puesto por el PP, intentó entrevistar a Pilar de Borbón y le realizó una pregunta: la de saber cuándo se había enterado de la decisión. “¿Y qué le importa a usted?”, fue la cortante respuesta que obtuvo. En ese mismo medio el periodista José María Zavala
también alude a “los motivos del rey para contradecirse y dejar de
piedra hasta a la reina” y afirma que los sondeos y encuestas han puesto
de manifiesto “que España no es monárquica sino “juancarlista“.
“Y ahora, ni tan siquiera eso. Porque los españoles más jóvenes ni vivieron la Transición, ni el 23-F, ni tampoco los años 80. Ellos no son “juancarlistas”, ni mucho menos monárquicos. Eso lo saben muy bien Pablo Iglesias
y todos los radicales que le han votado; igual que el resto de la
izquierda y los nacionalistas-separatistas, exultantes por la crisis del PSOE y la creciente impopularidad, valga la redundancia, de los populares. Felipe VI
tiene así por delante con el “juancarlismo” un reto igual o superior
incluso al de su padre con el franquismo. Y diría aún más: el futuro de
la Monarquía depende ahora sólo de él, y su padre se lo ha puesto francamente difícil”.
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