LAS NECESARIAS MARCHAS DE LA DIGNIDAD
Público.eS
Rebelión
28-03-2014
Durante este fin de semana,
más de dos millones de ciudadanos procedentes de todos los pueblos que
constituyen España confluyeron en Madrid (donde está la sede central del
Estado español) para protestar contra un Estado que no les representa y
que está imponiendo unas políticas públicas a la población que están
dañando enormemente el bienestar y calidad de vida de las clases
populares, sin que exista ningún mandato popular para que se realicen
(puesto que no estaban en el programa electoral de los partidos
gobernantes), y, por lo tanto, carentes de legitimidad democrática.
Tales políticas de austeridad y reducción, cuando no eliminación, de
derechos sociales, laborales y políticos, han respondido a las
instrucciones de la Troika (la Comisión Europea, el Banco Central
Europeo y el Fondo Monetario Internacional),
dominada por intereses financieros que configuran unas políticas que
benefician predominantemente a la banca junto a otros establishments
financieros, así como a grupos económicos, mediáticos y políticos que,
en la práctica, gobiernan el país. El Manifiesto de estas marchas
representa un documento de denuncia a este Estado, denuncia procedente
predominantemente de las clases trabajadoras de las distintas partes del
país que constituyen el eje de la España real, pluricéntrica, laica,
democrática, con una diversidad social y nacional que la enriquece,
unidas ahora frente a un Estado que domina y asfixia a los distintos
pueblos de España.
Predeciblemente, el gobierno del Partido Popular, el más reaccionario de los existentes en la Europa Occidental
y uno de los más corruptos, con una sensibilidad política que, según el
panorama político europeo, corresponde a la ultraderecha, está
desmontando el ya escasamente financiado Estado del Bienestar español,
redistribuyendo la riqueza a favor de los poderosos a costa de las
clases populares, y reduciendo incluso más la calidad del sistema
democrático español, ya en sí muy insuficiente debido a la Transición
inmodélica de la dictadura a la democracia que se hizo bajo el enorme
dominio de las fuerzas conservadoras, herederas de las que controlaban
el Estado dictatorial. El partido gobernante, continuador de estas
fuerzas, carece de sensibilidad democrática y está recentralizando y
empobreciendo (de un modo nunca visto antes durante el periodo llamado
democrático) su Estado del Bienestar, todo ello al servicio de unos
intereses financieros y económicos minoritarios y particulares, y a
costa de los intereses generales de la población.
La denuncia del Estado resultado de la Transición, punto central de las marchas
Las Marchas de la dignidad denunciaron estos hechos, exigiendo una
democracia real, con el desarrollo de instituciones representativas
junto a formas de participación directa
de la ciudadanía, incluyendo el derecho a decidir de los pueblos. Esta
es la España popular y republicana, heredera de todas las luchas que
hicieron posibles los avances políticos y sociales del país y que se
expresaban a lo largo del territorio español a través de movimientos
sociales que gozaron y gozan de gran apoyo popular. La enorme simpatía y
apoyo que las marchas tuvieron a lo largo de estos días (ignorados por
los medios), reflejan claramente el sentido popular.
El otro
partido al que el sesgado sistema electoral convierte, junto con el PP,
en partido mayoritario, es decir, el PSOE, respondió a las marchas de
manera distinta según cuál fuera la posición jerárquica de cada miembro
en el aparato de aquel partido. Sus bases populares apoyaron en su
mayoría las marchas, las denuncias que realizaron y las demandas que
exigieron. La dirección y las élites gobernantes del partido intentaron,
de forma oportunista, apoyar la marcha, olvidando, sin embargo, que las
marchas los incluían en su denuncia, pues muchas de las políticas que
denunciaban se habían iniciado durante su mandato, incluyendo el cambio
de la Constitución que exigía como primera prioridad el pago de la
deuda, una deuda escandalosamente alta como consecuencia del
comportamiento especulativo de la banca, favorecida, por cierto, por las
políticas del Banco de España, como toda la evidencia científica
existente muestra. Es extraordinario que la dirección del PSOE no haya
hecho ninguna autocrítica del gobierno socialista presidido por
Zapatero, uno de los presidentes más impopulares (en el momento de su
retirada) que haya tenido España, siendo uno de sus vicepresidentes el
que ahora es el actual secretario general del partido, una situación que
no variará con un nuevo cambio de personajes, pues la mayoría de
posibles sucesores fueron parte –a distintos niveles– de aquel aparato,
compartiendo sus políticas.
Como era de esperar, la hostilidad
por parte del gobierno PP y las declaraciones de adhesión (oportunistas)
del equipo dirigente del PSOE han sido las notas más visibles en los
medios de información y persuasión del establishment español que, además
de ignorar el contenido del manifiesto (el documento más importante que
se ha escrito en estos últimos años y que marca una pauta de cambio en
las fuerzas progresistas del país), se han centrado en los actos
violentos ocurridos, los cuales han sido sumamente minoritarios y han
favorecido que se desviara la atención mediática hacia la periferia,
dejando de lado lo esencial de las marchas.
El significado histórico de las marchas
Estas marchas, unas de las más grandes que hayan tenido lugar en
Madrid, tal como han indicado muchos medios extranjeros, son un
movimiento histórico que establece un antes y un después. Eran la España
real, la España de los distintos pueblos, hermanados en su denuncia de
un Estado que no es su Estado, que es un Estado impuesto a la población,
que ha perdido legitimidad, y que ha vendido su soberanía a los
intereses financieros y económicos que continúan optimizando sus
intereses a costa de los de las clases trabajadoras,
que están sufriendo en sus propias carnes las consecuencias de su
codicia. Estos más de dos millones, y muchos otros que les vitorearon
durante las marchas, están de acuerdo con el eslogan del 15M “no nos
representan”. Ellos son los herederos de la España republicana que luchó
por la democracia y la justicia social durante la II República, que los
golpistas fascistas interrumpieron con un golpe de Estado que triunfó
gracias a la ayuda del nazismo alemán y del fascismo italiano, sin cuyo
apoyo jamás habrían vencido. Son también los herederos de los que
lucharon en la resistencia antifascista contra la dictadura, una de las
más crueles que existió en Europa en el siglo XX (por cada asesinato
político que cometió Mussolini, Franco cometió diez mil), y son también
los herederos de los que con su continua presión han ido mejorando la
tan insuficiente democracia española. No es por casualidad que el mismo
gobierno, el mismo Estado y el mismo establishment político y mediático
del país que están imponiendo las políticas que generaron las protestas,
y que niegan a los pueblos el derecho a decidir, sean prácticamente los
mismos que diseñaron en su día un sistema electoral que es escasamente
proporcional y que permite que un partido que solo consiguió el apoyo
del 30% del voto del censo electoral tenga mayoría absoluta en las
Cortes españolas. Representan las mismas fuerzas que han sido
responsables del enorme retraso social de España, y son los mismos que
ahora quieren reprimir físicamente y psicológicamente a las voces
críticas que, con dignidad, les muestran lo que son: los herederos de
aquellos que dominaron la dictadura y la Transición.
El agotamiento final de la inmodélica Transición
Estas marchas y su composición muestran claramente el agotamiento y fin
de la inmodélica Transición, simbolizada por la muerte de uno de sus
protagonistas, Adolfo Suárez, en las mismas fechas en las que han
ocurrido las marchas, y que, veremos, será utilizada por el
establishment españolista para poder promover una idealización de la
Transición para neutralizar la popularidad que hoy tienen los críticos
de dicha Transición, incluyendo las marchas del 22M.
De ahí la
enorme importancia de unas de las mayores marchas que se han visto en la
capital del Reino (que contó, por cierto, con una gran simpatía y el
apoyo de las clases populares de la ciudad de Madrid), que mostraron las
enormes causas comunes existentes entre los distintos pueblos de España
frente a un adversario común.
El respeto y la estima por la diversidad no dificultaron, todo lo
contrario, facilitaron el espíritu de camaradería y hermandad de las
marchas. En la de Catalunya, una de las mayores marchas, se pudieron ver
los componentes más arraigados en las clases populares, que compaginan
sus luchas sociales con la defensa de la identidad catalana (tales como
los Yayoflautas, el Procés Constituent, la PAH, y otros), y que no
tienen porqué dividir y separar, sino, todo lo contrario, aunar al
pueblo catalán con los otros pueblos de España, con los cuales hay
tantos lazos de hermandad, no solo por los lazos familiares, sino
también por una lucha común frente a este Estado que, para máxima
ofensa, definió y todavía los define como la anti España. Es obsceno que
las derechas, que están haciendo tanto daño a los distintos pueblos de
España, se presenten como las que representan a España. Ellas, que han
vendido la soberanía a la Troika, como antes la vendieron a Hitler y a
Mussolini, se presentan como las defensoras de España.
Pero el
reto ya no son ellas. Su comportamiento es coherente con toda su
historia. El reto es continuar esta unidad, dentro de la diversidad,
para conseguir un nuevo sistema democrático en el que los intereses
particulares queden supeditados a los generales, con una alianza de
todos los movimientos sociales y partidos políticos para establecer una
democracia real en la que el derecho a decidir, sea al nivel que sea, se
convierta en la práctica común del sistema. Y las marchas del 22M,
continuadoras del 15M, son los inicios de este cambio.
Vicenç Navarro. Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra (www.vnavarro.org)
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