Este documento, fragmentado en diez partes irán apareciendo en este Blog en días sucesivos a partir de hoy.
Sin duda es un documento que debería inducirnos a la reflexión, y que viene a demostrar que los déspotas que nos dirigen no solo nos explotan y se quedan con el producto de nuestro trabajo, sino que además nos envenenan poco a poco. Muy completitos que nos han salido estos déspotas.
2/10
Los llamados Contaminantes Orgánicos Persistentes (COP en castellano, POP en inglés), están presentes en nuestros cuerpos, se almacenan en los alimentos, circulan por la sangre, se acumulan en los tejidos grasos, tienen una vida media muy larga en el organismo y son difíciles de eliminar.
La mayoría de nuestros cuerpos contienen niveles apreciables de COP que afectan a la salud, a la vez que es un hecho que este tipo de contaminantes se ha dispersado y sigue contaminando amplias zonas del Planeta. Los principales COP son el DDT (plaguicida), el DDE (principal producto de degradación del DDT), los bifenilos policlorados (más conocidos por sus siglas en inglés PCB), las dioxinas, el hexaclorobenceno, los hexaclorociclohexanos y otros residuos de compuestos organoclorados.
Por su parte, los PCB se han utilizado como aislantes en equipos eléctricos (transformadores, lámparas) y como lubricantes, así como en plásticos, tintas y otras múltiples aplicaciones.
En España existe un preocupante desconocimiento sobre la cantidad de PCB almacenados, su localización y las condiciones en que se encuentran las instalaciones que los contienen.
Circulando por la sangre e impregnando órganos y tejidos, los contaminantes orgánicos persistentes forman parte de nuestras vidas y con un poco de suerte nunca lo notaremos. Pero un número creciente de estudios sugiere que estas sustancias afectan a nuestra capacidad reproductora (aumentando el riesgo de endometriosis, infertilidad, malformaciones congénitas), al equilibrio de los sistemas inmunológico y hormonal (son disruptores endocrinos), y tienen un papel en el desarrollo de varios tipos
de cáncer y trastornos neurológicos, y quizá también en la etiología de otras enfermedades de causas poco conocidas como las demencias, el Parkinson, la diabetes o las nuevas enfermedades autoinmunes.
¿Debemos resignarnos a esos efectos adversos o podemos hacer algo localmente útil?
Pero ¿qué sociedad sería la que hiciese aceptable esa resignación?. “Prefiero no saberlo” -dicen algunos agarrando el tenedor... ¿No saber qué comemos, bebemos y respiramos?
Una democracia que favorece esa actitud está seriamente contaminada.
Los COP llegan hasta nuestro organismo primordialmente mediante una exposición ambiental de fondo, continua, a dosis muy bajas.
Fundamentalmente, a través de las partes más grasas de los alimentos y derivados. Muchos COP mezclan bien con las grasas y el organismo los absorbe desde el tracto digestivo cuando están disueltos en ellas. Estudios efectuados por equipos españoles han demostrado que muchas muestras de huevos, pescado y carne (tocino, pollo, cordero, salchichas) contienen residuos de COP. No es infrecuente, por ejemplo, detectar DDE, PCB, hexaclorobenceno o residuos relacionados con el lindano en un 60% o incluso un 85% de las muestras.
El hígado animal, la leche y la mantequilla son asimismo alimentos que habitualmente contienen residuos de varios COP. El problema atañe también a la grasa animal que se reutiliza para producir un sinfín de productos para consumo humano y animal. Más de un 90% de las dioxinas entran en el cuerpo humano a través de los alimentos. Por lo tanto, estamos también ante un importante tema de seguridad alimentaria.
En particular porque -aunque no siempre se sobrepasan los niveles establecidos por la legislación comunitaria- la capacidad que el sistema español de salud pública tiene de detectar contaminaciones accidentales, es débil.
De la magnitud de la contaminación de los alimentos en España apenas tenemos una idea cabal, pues la mayoría de los trabajos científicos se han hecho sin exhaustividad, a menudo gracias al voluntarismo de grupos que trabajan en condiciones precarias. Y los estudios oficiales, cuando existen, son poco difundidos, o adolecen de importantes limitaciones metodológicas.
*+
Los llamados Contaminantes Orgánicos Persistentes (COP en castellano, POP en inglés), están presentes en nuestros cuerpos, se almacenan en los alimentos, circulan por la sangre, se acumulan en los tejidos grasos, tienen una vida media muy larga en el organismo y son difíciles de eliminar.
La mayoría de nuestros cuerpos contienen niveles apreciables de COP que afectan a la salud, a la vez que es un hecho que este tipo de contaminantes se ha dispersado y sigue contaminando amplias zonas del Planeta. Los principales COP son el DDT (plaguicida), el DDE (principal producto de degradación del DDT), los bifenilos policlorados (más conocidos por sus siglas en inglés PCB), las dioxinas, el hexaclorobenceno, los hexaclorociclohexanos y otros residuos de compuestos organoclorados.
Por su parte, los PCB se han utilizado como aislantes en equipos eléctricos (transformadores, lámparas) y como lubricantes, así como en plásticos, tintas y otras múltiples aplicaciones.
En España existe un preocupante desconocimiento sobre la cantidad de PCB almacenados, su localización y las condiciones en que se encuentran las instalaciones que los contienen.
Circulando por la sangre e impregnando órganos y tejidos, los contaminantes orgánicos persistentes forman parte de nuestras vidas y con un poco de suerte nunca lo notaremos. Pero un número creciente de estudios sugiere que estas sustancias afectan a nuestra capacidad reproductora (aumentando el riesgo de endometriosis, infertilidad, malformaciones congénitas), al equilibrio de los sistemas inmunológico y hormonal (son disruptores endocrinos), y tienen un papel en el desarrollo de varios tipos
de cáncer y trastornos neurológicos, y quizá también en la etiología de otras enfermedades de causas poco conocidas como las demencias, el Parkinson, la diabetes o las nuevas enfermedades autoinmunes.
¿Debemos resignarnos a esos efectos adversos o podemos hacer algo localmente útil?
Pero ¿qué sociedad sería la que hiciese aceptable esa resignación?. “Prefiero no saberlo” -dicen algunos agarrando el tenedor... ¿No saber qué comemos, bebemos y respiramos?
Una democracia que favorece esa actitud está seriamente contaminada.
Los COP llegan hasta nuestro organismo primordialmente mediante una exposición ambiental de fondo, continua, a dosis muy bajas.
Fundamentalmente, a través de las partes más grasas de los alimentos y derivados. Muchos COP mezclan bien con las grasas y el organismo los absorbe desde el tracto digestivo cuando están disueltos en ellas. Estudios efectuados por equipos españoles han demostrado que muchas muestras de huevos, pescado y carne (tocino, pollo, cordero, salchichas) contienen residuos de COP. No es infrecuente, por ejemplo, detectar DDE, PCB, hexaclorobenceno o residuos relacionados con el lindano en un 60% o incluso un 85% de las muestras.
El hígado animal, la leche y la mantequilla son asimismo alimentos que habitualmente contienen residuos de varios COP. El problema atañe también a la grasa animal que se reutiliza para producir un sinfín de productos para consumo humano y animal. Más de un 90% de las dioxinas entran en el cuerpo humano a través de los alimentos. Por lo tanto, estamos también ante un importante tema de seguridad alimentaria.
En particular porque -aunque no siempre se sobrepasan los niveles establecidos por la legislación comunitaria- la capacidad que el sistema español de salud pública tiene de detectar contaminaciones accidentales, es débil.
De la magnitud de la contaminación de los alimentos en España apenas tenemos una idea cabal, pues la mayoría de los trabajos científicos se han hecho sin exhaustividad, a menudo gracias al voluntarismo de grupos que trabajan en condiciones precarias. Y los estudios oficiales, cuando existen, son poco difundidos, o adolecen de importantes limitaciones metodológicas.
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