El pinochetismo retorna al poder
El Viejo Topo
19 diciembre, 2025
El rotundo
triunfo de José Antonio
Kast en el balotaje está destinado a ejercer una profunda
influencia en Chile. Se consolida una sólida fuerza de extrema derecha,
neofascista, como producto de la convergencia de dos variantes radicales del
pinochetismo -una liderada por Kast y la otra, aún más extrema, por Johannes
Kaiser- a las cuales se plegó la abanderada de una ficción llamada “derecha
democrática” encarnada por la ex alcaldesa de Providencia, Evelyn Matthei,
supuesta heredera del legado de Sebastián Piñera.
Según el
analista político chileno Jaime Lorca, la
obligatoriedad del sufragio -antes optativo en Chile- canalizó hacia el
pinochetismo y sus aliados el descontento social imperante en
relación al gobierno de Gabriel Boric, cuyas tasas de aprobación en la segunda
parte de su mandato oscilaron en torno a un magro 30 por ciento. Temas como la
inseguridad, el odio hacia los inmigrantes (especialmente venezolanos) y la
inflación –cercana al 4 % anual– fueron agitados demagógicamente por el
candidato del pinochetismo, un hombre con un manejo tan descuidado de las
cifras y las estadísticas como Javier Milei.
Procurando
convencer al electorado de las dimensiones catastróficas de la inseguridad
llegó a decir en su debate con la candidata del oficialismo Jeannete Jara que
en Chile “1.200.000 personas son asesinadas al año”. Cuando cayó en la cuenta
de su error habló de ¡1.200 millones de personas asesinadas en Chile!, cuya
población total es de 19 millones. La cifra real correspondiente al año 2024
fue de 1.207 homicidios, o un 6.0 por cada 100.000 habitantes, una tasa
comparable a la de Estados Unidos y un poco más alta que la de Argentina.
Pese a ello, la
prensa hegemónica a ambos lados de los Andes magnifica la inseguridad para,
desde el temor, acercar votos a la derecha fascistoide de ambos países. En todo
caso, yerros de este tipo fueron comunes en la campaña de Kast pero, al igual
que en el caso argentino, hay un amplio sector del electorado que hoy concurre
a votar porque es una obligación, no le interesa la política y no se inmuta
ante los disparates que pueda proferir un candidato. Temas como los que estamos
analizando dan cuenta del inesperado caudal de votos que en la primera vuelta
obtuvo el Partido de la Gente, liderado por Franco Parisi, arañando el 20 por
ciento de los votos y quedando a escasos cuatro puntos porcentuales de Kast.
Buena parte de este caudal electoral conformado mayoritariamente por los nuevos
votantes que acuden a las urnas por el carácter obligatorio del voto están muy
penetrados por la ideología de la antipolítica, el hiperindividualismo y el
desprecio a todo lo que huela a acción colectiva, y en el balotaje se
inclinaron a favor de Kast. Una parte, tal vez, arrojó por la borda el
arraigado anticomunismo imperante en Chile y respaldó la candidatura de Jara,
pero no en la medida suficiente como para impedir una derrota muy categórica.
¿Qué se puede
esperar del gobierno de un personaje como Kast? Recortes brutales en el gasto
social, redefinición de los avances registrados en relación a los derechos de
la mujer y una redefinición de las alianzas internacionales de Chile.
Seguramente intentará profundizar el modelo económico gestado durante la
dictadura de Pinochet y cuyos fundamentos permanecieron intocados por la larga
e inconclusa transición democrática chilena. Inconclusa porque las relaciones
de poder y la concentración de la riqueza gestadas a partir del aciago 11 de
septiembre de 1973 lejos de ser revertidas por el ejercicio democrático fueron
consolidadas y reforzadas por las sucesivas coaliciones gobernantes. Pero en el
contexto de la nueva doctrina de la seguridad nacional de Estados Unidos Kast
será presionado por Washington para la ardua tarea de enfriar las relaciones de
su país con China, siendo este país el primer socio comercial de Chile y aquél
con el cual se firmó, en 2005, un medular Tratado de Libre Comercio.
Por otra parte
la conformación del parlamento chileno será un obstáculo muy significativo para
frenar los previsibles excesos de Kast. El Senado está dividido por mitades y
en la Cámara resultaría extremadamente difícil que obtenga el 4/7 de los votos
(un 57 %) necesarios para reformar la Constitución. En todo caso, la
instauración de un gobierno de este tipo representa un enorme desafío para el
hasta hoy oficialista Frente Amplio y el campo progresista en general. Al igual
que en la Argentina, estas fuerzas se enfrentan a un desafío refundacional:
redefinir un proyecto, idear una nueva narrativa, diseñar una propuesta
concreta de gobierno, revitalizar las organizaciones de base, movilizar a sus
integrantes y resolver la siempre espinosa cuestión de la conducción política y
el liderazgo.
Son tareas
urgentes e impostergables, porque toda dilación tendrá como consecuencia la
creación de las condiciones histórico-estructurales para el relanzamiento de un
ciclo neofascista de larga duración que ocasionará graves perjuicios para
nuestros pueblos. Grave error sería ceder ante el pesimismo y creer que una
derrota es definitiva. Pero un revés tan contundente exige un esfuerzo de
autocrítica que, entre otras cosas, tenga presente que las fórmulas del
progresismo light que invitan a avanzar por una inexistente “ancha avenida del
medio” lo único que hacen es abrir de par en par las puertas de la democracia
para el advenimiento de la extrema derecha o el neofascismo colonial. En
tiempos tan inmoderados como éstos, de crisis capitalista y ofensiva imperialista
con el Corolario Trump pendiente sobre las cabezas de nuestros pueblos, la
moderación lejos de ser una virtud se convierte en un vicio imperdonable.
Fuente: Página 12

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