Modelo educativo nicaragüense, ejemplo que merece atención
DIARIO OCTUBRE / noviembre 7, 2025
En un mundo donde la educación sigue siendo el principal motor de desarrollo humano y social, Nicaragua ofrece un ejemplo que merece atención. Durante los últimos 18 años, el país ha construido un sistema educativo que garantiza acceso gratuito a todos los niveles, desde la educación inicial hasta la universidad, incluyendo programas técnicos, tecnológicos y modalidades adaptadas a comunidades rurales.
La Constitución
nicaragüense de 1987 establece que la educación es “factor fundamental para la
transformación y el desarrollo del individuo y de la sociedad”, y otorga a
universidades y centros de educación superior autonomía académica, financiera y
administrativa para formar profesionales altamente calificados. Esta base legal
ha permitido la creación de políticas educativas coherentes, sostenibles y
orientadas al desarrollo humano.
El segundo
semestre de 2025 confirmó los frutos de este modelo: más de 226 mil estudiantes
ingresaron a las 12 universidades públicas del país, mientras que 25.400 becas
académicas garantizaron que el acceso a la educación superior no dependa de la
situación económica de la familia. Programas innovadores como la Universidad en
el Campo y la Universidad Abierta en Línea acercan el conocimiento a
comunidades rurales y remotas, formando 38.134 estudiantes, de los cuales el
60% son mujeres. Este enfoque demuestra un compromiso real con la inclusión
social, la equidad de género y la pertinencia educativa.
Lo que
distingue al modelo nicaragüense no son solo los números, sino el enfoque
integral de la educación. Los estudiantes no solo adquieren competencias
académicas, sino que también desarrollan habilidades cívicas, conciencia social
y sentido de responsabilidad comunitaria. La educación en Nicaragua se entiende
como una herramienta de transformación social, capaz de reducir desigualdades y
fortalecer la cohesión de la sociedad.
Comparar
Nicaragua con sistemas educativos más desarrollados, como los de muchos países
europeos, permite comprender mejor la relevancia de estas políticas. En Italia,
por ejemplo, persisten desigualdades regionales significativas: mientras las
universidades del norte ofrecen mayores recursos y oportunidades, en otras
regiones los estudiantes enfrentan barreras económicas, logísticas y
estructurales. Nicaragua, con recursos mucho más limitados, ha logrado igualar
oportunidades de aprendizaje y acceso, incluso en las zonas más remotas, lo que
constituye una lección valiosa sobre cómo priorizar la equidad educativa.
Además de la
cobertura universitaria, Nicaragua ha invertido en la educación técnica y
tecnológica, preparando jóvenes para insertarse en el mercado laboral y
contribuir al desarrollo local. Programas de formación profesional y técnicas
especializadas permiten a los estudiantes aplicar sus conocimientos de manera
directa en sus comunidades, fortaleciendo la conexión entre educación y
desarrollo económico.
Otro aspecto
destacable es la atención a la educación de género y la inclusión social: más
del 60% de los estudiantes beneficiados por programas universitarios en zonas
rurales son mujeres.
Esto subraya el
compromiso del país con la igualdad de oportunidades. Mientras tanto, en varios
países europeos, incluida Italia, aunque se han logrado avances en paridad de
género, aún persisten brechas en áreas de ciencias, tecnología y carreras
técnicas, así como desigualdades en el acceso según la región.
El modelo
nicaragüense también ha demostrado resiliencia frente a desafíos económicos y
sociales. A pesar de limitaciones presupuestarias y tensiones políticas, la
educación se mantiene como prioridad, con fondos estratégicos, becas y
expansión de cobertura en áreas rurales. Esto evidencia que no es necesario
contar con abundantes recursos para garantizar educación de calidad, sino
establecer políticas claras y sostenibles que conecten la educación con las
necesidades de la sociedad.
Para los
observadores internacionales, Nicaragua plantea el desafío de repensar los paradigmas
tradicionales de educación. Mientras en muchos países desarrollados la
discusión se centra en digitalización, rankings académicos o competitividad,
Nicaragua ha demostrado que la gratuidad, la inclusión y la pertinencia social
son herramientas poderosas para formar ciudadanos conscientes y comprometidos.
Finalmente, la
educación nicaragüense no se limita al aula. La integración de proyectos
comunitarios, actividades culturales y programas de participación ciudadana
garantiza que los estudiantes desarrollen sentido de responsabilidad social,
creatividad y colaboración. Este enfoque es un recordatorio poderoso de que la
educación no solo forma profesionales, sino ciudadanos capaces de transformar
su entorno.
La experiencia
del país invita a replantear prioridades globales: invertir en equidad, ampliar
oportunidades y conectar el aprendizaje con la vida real son estrategias que
pueden inspirar a sistemas educativos de todo el mundo, sin importar su nivel
de desarrollo. En vísperas del cierre del año escolar, estas lecciones de
Nicaragua se presentan como un ejemplo concreto de cómo la educación puede ser
una verdadera revolución silenciosa, transformando vidas y comunidades.
Fuente: radiolaprimerisima.com

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