El verdadero objetivo
del rearme no es hacer frente a ninguna amenaza de Putin. Lo mismo que en la
Guerra Fría, el rearme es un fin en sí mismo. Europa quiere abrir una nueva
línea de negocio y lo tiene que justificar con la “amenaza rusa”…
¿Quién va a pagar el rearme?
EL VIEJO TOPO / 9 marzo, 2025
¿QUIÉN VA A
PAGAR EL REARME EUROPEO?
Por Federico
Aguilera Klink
Este texto se
podía haber titulado también “¿Cómo se va a pagar el rearme europeo”, pero con
cualquier forma de pago, al final alguien debe rebuscar en su bolsillo. También
podíamos haber empezado por obviedades, tales como que el peso del rearme lo
van a pagar los trabajadores, no sólo con reducciones de su salario real, sino
con recortes de sus derechos.
O podíamos
haber dicho que como los países europeos están arruinados, van a recurrir a
aumentar la deuda pública, por lo que las generaciones futuras quedarán
hipotecadas por los dispendios de las generaciones actuales.
En fin, para
acabar con las lamentaciones habría que recordar que los europeos se han
enfrentado por las deudas de guerra tanto como por las guerras mismas y que los
nazis agitaron la bandera del Tratado de Versalles de 1919 y las reparaciones
de guerra para hacerse con el control de Alemania.
Así que un
siglo después Europa vuelve al mismo sitio de siempre, porque no basta sólo con
que Ursula von der Layen ofrezca unas cifras astronómicas para el rearme, sino
que también debería hablar de otros desembolsos fantásticos que están
pendientes, como la transición energética o las inversiones en inteligencia
artificial.
Pues bien, no
hay dinero para nada de eso, ni siquiera eliminando todos los proyectos
europeos delirantes para apostarlo todo al rearme, ni tampoco saqueando los
fondos rusos depositados en los bancos europeos.
El 2 por ciento
del PIB que exige la OTAN es una cantidad ridícula, vista la experiencia de una
“guerra de desgaste” como la de Ucrania. Europa no se acercaría a sus
necesidades ni siquiera con el 8 por ciento que ha destinado Rusia en plena
guerra por una razón: porque va por detrás y la única manera de reducir la
distancia sería gastar mucho más que Rusia.
A todo eso hay
que sumar que Trump va a retirar al menos 20.000 soldados de Europa, y va a
entregar la base aérea de Ramstein y otras instalaciones miltares al ejército
alemán. Al mismo tiempo la Armada de Estados Unidos abandonará la nueva base
conjunta de la OTAN en Constanza, Rumanía.
La actual
presencia militar estadounidense en Europa es de 40.000 soldados, que deberían
ser sustituidos por otras tropas europeas.
El verdadero
objetivo del rearme no es hacer frente a ninguna amenaza rusa. Lo mismo que en la
Guerra Fría, el rearme es un fin en sí mismo. Europa quiere abrir
una nueva línea de negocio que hasta ahora estaba monopolizada por
terceros y el dispendio lo tiene que justificar blandiendo a todas horas la
“amenaza rusa”.
En el momento
de reducir los salarios y recortar los derechos sociales, el chivo expiatorio
será el mismo: la culpa es de Putin.
EL TRATADO DE
VERSALLES
Firmado en
1919, el Tratado de Versalles puso fin oficialmente a la Primera Guerra Mundial
declarando que Alemania y sus aliados eran responsables de la guerra y, en
consecuencia, debían pagar los daños sufridos por los demás países como
consecuencia de la guerra.
Los vencedores
imponen sus condiciones a los vencidos porque su fuerza les permite redactar la
historia. Entre ellas está el pago de indemnizaciones.
Ahora va a
ocurrir lo mismo: Europa a tener que devolver el dinero robado a Rusia en 2022
y veremos si esta trata de imponer reparaciones, porque determinados organismos
rusos ya han empezado a hablar de las víctimas civiles causadas por la guerra,
remontándose a 2014 y la Guerra del Donbas.
Hace un siglo
el Tratado de Versalles no estableció la cuantía exacta de las reparaciones,
sino que se creó una comisión para fijarla, así como las formas de pagarla.
En 1921 la
comisión determinó la cifra en una suma astronómica para la economía alemana de
posguerra: 132.000 millones de marcos de oro, que Alemania debía pagar en
cuotas anuales.
Las
indemnizaciones no solo incluían dinero, sino también algo consustancial a la
guerra, el botín de guerra en forma de entregas en especie, como carbón, acero,
maquinaria y barcos, así como la cesión de territorios y recursos. La región
del Sarre y sus minas de carbón fueron puestas bajo control internacional
durante 15 años.
Alemania no
pudo cumplir con los pagos, lo que llevó a renegociaciones como el Plan Dawes
(1924) y el Plan Young (1929).
Durante años
las reparaciones generaron un enorme resentimiento social y político,
contribuyendo al ascenso del nazismo en 1933.
Fuente: Observatorio
de la crisis
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