M. CARACOL. Garzón en La casa
de papel
INSURGENTE.ORG
/ 17.03.2025
Mientras los verdes europeos nos conminan a recortar en sanidad para financiar más bombas y Alberto Garzón nos explica cómo Rusia planea invadir el mundo entero, su hermano Eduardo ha optado por un enfoque más técnico. Y, así, su última revelación ilumina el camino hacia la abundancia infinita: no hace falta recortar en educación, en sanidad ni en servicios públicos para comprar más armas, porque siempre podemos… imprimir más dinero. ¡Eureka!
Los poskeynesianos por
fin han salvado a la humanidad. Y así lo expresa Eduardo Garzón, con no poco
paternalismo de profe universitario y mofándose de quienes discrepan de él. La
verdad es que la cosa tiene sus ventajas, pues, bajo esta lógica, el gasto
público no tendría límites: hospitales de oro, chalets en la playa gratis y,
por qué no, cada ciudadano con su caza F-35 aparcado en el garaje. ¿Quién
necesita producción industrial y material real, cuando se puede girar la
manivela (hoy día virtual) de la imprenta monetaria hasta el infinito? Aunque
existan pequeños detalles como el de la inflación, mejor declarar la victoria
de la teoría monetaria moderna sobre la mezquina realidad.
Por suerte, tenemos
algo mejor que estos (pos)modernos: la ciencia. El valor de una mercancía está
determinado por el trabajo humano volcado en ella (Marx), por lo que, a medida
que avanza la maquinización, dado que hay menos trabajo humano, se genera menos
valor y plusvalor. Los beneficios del capitalista bajan y, como no van a
renunciar altruistamente a los mejores yates, lo compensan subiendo los
precios. ¿Será la solución imprimir, sin más, billetes? Es cierto que, si la
masa monetaria aumenta mucho, pero se corresponde con una producción industrial
y material real, la inflación no tiene por qué aumentar: el quid de la cuestión
es, naturalmente, la producción, la riqueza real de un país determinado, y no
el número de billetes que se impriman. Pero si se imprimen más y más billetes sin
haber un incremento de la producción real que hay detrás, entonces lógicamente
cada billete valdrá menos.
De hecho, hoy en día
los billetes ni siquiera se “imprimen”. El BCE cambia una cifra en su ordenador
y la población española se endeuda durante 20 años, ingresando un dinero
ficticio que, sin embargo, tendrá que devolverse con valor real y millones de
horas de trabajo de nuestra clase obrera. No importa que lo nieguen los Garzón,
como lo negaba la II Internacional hace un siglo. Eso, y no otra cosa, son los
presupuestos de la guerra: deuda que tendrá que devolverse con drásticos
recortes sociales… a menos que les paremos los pies y les impidamos que nos
metan en una guerra imperialista que en nada beneficia a los trabajadores.
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