Estas palabras de Zhok
son de una sensatez absoluta. Lo asombroso es que no sean compartidas por todos
(aunque quizás en su fuero interno todos saben que son ciertas). La cuestión
es: ¿qué hacer ante la hipocresía de la casi totalidad de la clase política?
El robo
El Viejo Topo
3 marzo, 2025
Hoy los pueblos
de Europa son rehenes, rehenes de una oligarquía financiera que manipula las
conciencias, que miente constante y descaradamente a través de sus servidores
en la prensa escrita, que de vez en cuando llama a votar con reglas
distorsionadas y luego traiciona sistemáticamente la mayoría de las promesas
electorales, hasta el punto de que la “promesa electoral” se ha convertido en
sinónimo de “cuento de hadas publicitario”. Y todo esto se glorifica como
“democracia liberal”. La impermeabilidad y sordera a las necesidades de la
gente corresponde a la complacencia de felpudo ante diversos lobbys, que operan
con transferencias directas o beneficios indirectos.
La situación de
estos rehenes se ilustra más claramente en la actual carrera armamentista. Los
números se suceden frenéticamente, en una constante competencia ascendente. Se
habla de pagar 700.000 millones de euros en armas a la moribunda Ucrania. Se
habla de aumentar el gasto militar al menos hasta el 3% del PIB (presentado
como un descuento respecto al 5% exigido por Trump). En apoyo de estas
perspectivas, en los medios de comunicación se promueve una vigorosa batería de
mentiras (por ejemplo, que Rusia gasta más en armas que Europa o que una
invasión militar rusa representa una amenaza real para Europa). No faltan los
«soberanistas» que, después de haber sacrificado sus países durante medio siglo
a las órdenes de Estados Unidos, ahora aprovechan la temida relajación de la
presencia norteamericana en Europa para fantasear con una defensa nacional (o
europea), defensa que se establecería mediante un gasto militar explosivo (por
cierto, un gasto dirigido casi en su totalidad por las órdenes norteamericanas
o israelíes).
El mecanismo
político sobre el terreno es siempre el mismo, repetido hasta aburrir (y por
otro lado, mientras nadie reaccione con malas noticias, mientras nos lo
traguemos todo en lugar de engrasar la guillotina, realmente no hay razón para
cambiar una táctica ganadora). El sistema es el siguiente: gritamos ante un
peligro inminente, terrible, que se avecina, que no deja escapatoria ni
alternativa, y que exige –con el corazón lleno de arrepentimiento– saquear el
dinero que sobra del gasto social, de la educación, de la salud, de las
pensiones, para remediar la EMERGENCIA. Después de haber pagado a las
instituciones de crédito demasiado grandes para quebrar, después de haber
comprado por adelantado diez dosis de vacunas Covid cada uno –incluidas las de
los recién nacidos–, después de haber alimentado a pérdidas a los oligarcas
ucranianos (cuyos hijos pueblan las costas mediterráneas) mientras sus plebeyos
se convierten en carne de cañón, ahora es el momento de la carta de emergencia
por excelencia: la amenaza de guerra.
Por muy
humillante que resulte recordar estos hechos obvios, recordemos brevemente por
qué el aumento planificado y aterrador del gasto militar es un mero robo
legalizado, sin ninguna contribución a la defensa e independencia de las
naciones europeas.
A) Si realmente
se quisiera adquirir soberanía a través de la defensa militar, lo primero que
habría que hacer sería iniciar una producción autónoma, o más bien autárquica,
de todo lo necesario, cortando las dependencias de cadenas de suministro
externas y remotas, sujetas a chantajes e interrupciones.
B) Si
quisiéramos ponernos en condiciones de poder llevar a cabo una defensa militar
seria contra un peligro similar al que se vio en la guerra ruso-ucraniana, esto
no se puede hacer acumulando armas en depósitos: debemos asumir la carga de
restablecer un servicio militar obligatorio generalizado y verdaderamente
formativo. La idea de emprender una guerra como la que se vio en el Donbass con
pequeños contingentes de profesionales es claramente una tontería.
C) Desde los
albores de los tiempos, las guerras en curso han desarrollado técnicas de
guerra, por lo tanto, salvo unidades de bajo coste como armas ligeras y balas,
no tiene sentido llenar almacenes con armamentos tecnológicamente complejos,
que quedarán obsoletos en pocos años. Las inversiones de guerra –si se hacen–
se hacen en investigación y desarrollo, y se efectúan organizando la rápida
convertibilidad de la producción industrial ordinaria en producción de guerra.
D) Finalmente,
para prepararse para una guerra defensiva hay que tener una idea clara de qué
hay que defenderse. Siendo realistas, ¿de quién tendría que defenderse un país
europeo? Podrían surgir desafíos por parte de grupos terroristas comparables en
tamaño a pequeños ejércitos nacionales (modelo sirio). Podrían surgir disputas
fronterizas sobre áreas de interés común (yacimientos minerales, pasos
marítimos forzados, etc.), lo que deja espacio para una zona bastante limitada
de posibles hostilidades en el sureste de Europa. Si hablamos de grandes
potencias remotas, como Rusia (o China, o EEUU), la necesidad de defendernos de
una guerra de invasión y conquista por parte de estas entidades es risible: no
existen ni los intereses, ni las condiciones logísticas, ni las demográficas
para que algo así ocurra. Las guerras de expansión con fines de asentamiento
suelen estar causadas por el excedente demográfico y ocurren en zonas próximas
y contiguas. Desde esta perspectiva, la única amenaza realista para un país
europeo podría ser planteada por otro país europeo. Ciertamente no de Rusia,
que ya tiene serias dificultades para poblar el inmenso territorio bajo su
control y que dispone de una sobreabundancia de materias primas, de las que
Europa carece. En efecto, el prototipo de país que supone una amenaza militar
para terceros lo representan los países europeos, con una alta densidad de
población (aunque en descenso) y una extrema pobreza de recursos naturales. En
cuanto a la idea de tener que armarnos para enfrentar una posible guerra de
exterminio total –nuclear– contra una superpotencia, espero que quede claro que
esta perspectiva es a la vez altamente inverosímil y técnicamente imposible: si
superpotencias con enormes territorios y enormes armamentos nucleares
decidieran bombardear Bélgica, o, en su defecto, Francia, la única inversión
adecuada sería una inversión en rosarios.
Entonces, en
esencia, ¿en qué consiste el actual monstruoso proyecto de financiación del
gasto militar europeo?
No representa
un crecimiento de la independencia de los pueblos europeos ni un crecimiento de
la capacidad de defenderse de amenazas reales.
Se trata, en
realidad, de una sola cosa: un robo colosal y legalizado de recursos públicos,
un robo que empobrecerá aún más a los pueblos de Europa, que tendrá sobre su
conciencia hospitales colapsados, pensionistas hambrientos y una gente común
cada vez más ignorante y manipulable.
Mientras tanto,
en nombre de la soberanía, la libertad y la democracia, un puñado de oligarcas
instalará su propio buen retiro en alguna isla privada.
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