: Han pasado cuarenta y
ocho años desde aquel día. Desde aquella noche. Desde aquellos días en que nos
parecía que las cosas empezaban a ser distintas a como habían sido hasta
entonces.
Enero de 1977: ¿nos acordamos?
El Viejo Topo
27 enero, 2025
Han pasado cuarenta y
ocho años desde aquel día. Desde aquella noche. Desde aquellos días en que nos
parecía que las cosas empezaban a ser distintas a como habían sido hasta
entonces. Veníamos de los tiempos oscuros. Esa dictadura que ahora dicen
algunos que era una maravilla. Enero de 1977. Ya hacía más
de un año que se había muerto el dictador. La Transición. Bueno, hay
quien dice que la Transición empezó más tarde, cuando se aprobó la Constitución
en 1978. Me da igual la fecha. Lo que no me da igual es que se cuenten cosas
que no son como en realidad sucedieron. Que se diga que fueron unos años
tranquilos. Que era el sosiego ejemplar que estábamos deseando después de la
violencia del franquismo. Fue el argumento para ensalzar ese tiempo: que nadie
quería otra guerra. Claro que nadie quería otra guerra. Pero lo que tampoco
quería mucha gente era que se olvidara tan rápido aquella violencia, las
cárceles, las torturas, tanta muerte en las tapias de los cementerios, en las
comisarías… En 1939 no llegó la paz sino la victoria fascista. En 1975
lo que llegó fue el silencio, también una especie de miedo al pasado, el
tanteo con una tranquilidad en la que poco a poco se iban abriendo demasiados
agujeros. Ese paseo por una “tierra que el silencio alfombra”, como
escribía Miguel Hernández muchos años antes de los nuevos
tiempos que no eran tan nuevos como habíamos pensado.
No digo que todo lo
que se hizo fue para mal. Claro que no. Hablo de lo que no se hizo y algo de
eso que no se hizo sí que se podía haber intentado hacerlo. Al menos
intentarlo, ¿no? De eso hablo. Cómo se te queda el cuerpo cuando el mismo Adolfo
Suárez confesó muchos años más tarde que no convocó un referéndum para
elegir entre Monarquía y República porque esa consulta la hubiera ganado la
República. El franquismo salió bien vivo de la muerte de su máximo caudillo.
Intacto. Y así ha seguido salvo en muy contadas ocasiones, siempre a su favor
el viento de la historia. La democracia avanzó mirando de reojo al
pasado, como esperando un asalto de sus fantasmas al llegar la noche,
como si las sombras siguieran siendo las mismas sombras de los años franquistas
del plomo. Entre la ruptura con la dictadura y su reforma se eligió la reforma.
Era una manera de que las luces y las sombras se juntaran en un mestizaje de
tiempos en que seguían siendo mayoría las sombras. Porque la realidad tranquila
se sabía huidiza, demasiado vulnerable ante los desmanes a que la sometían los
grupos de extrema derecha y casi toda la policía. Actuaban juntos casi siempre.
Y estaban bien organizados en esa complicidad sangrienta.
El franquismo salió
bien vivo de la muerte de su máximo caudillo. Intacto. Y así ha seguido salvo
en muy contadas ocasiones
La Ley de Amnistía de
1977 metió en el mismo saco a Martín Villa y a Marcelino
Camacho. Eso fue en octubre. Unos meses antes, en enero, estalló una oleada
de violencia conocida como la Semana Negra. Fue en Madrid. El domingo 23, en
una manifestación por la amnistía, un grupo de pistoleros de extrema derecha
asesinó al joven Arturo Ruiz. No había cumplido aún los veinte
años. El martes 24 por la mañana hubo una manifestación de protesta contra ese
crimen. Y Mari Luz Nájera, una estudiante de veintiún años, fue
alcanzada por un bote de humo disparado por la policía. Moriría en el hospital
a las pocas horas. Esa misma noche del 24 de enero, un grupo fascista irrumpió
violentamente en un despacho laboralista de la madrileña calle de Atocha,
asesinó a cinco personas y dejó malheridas a otras cuatro. Muchos de esos
asesinos nunca fueron detenidos y los que sí lo fueron pudieron huir tranquilamente
de la cárcel o cumplieron penas mínimas de encierro. El entierro de los
asesinados fue una de las más grandes manifestaciones de duelo y de rabia que
se recuerdan en la historia de este país, que ha hecho de la desmemoria una de
sus más estrictas señas de identidad. Esa misma semana, el Grapo acababa con la
vida de varios policías y las voces ultras en los funerales gritaban la
vuelta de Franco para enmendarle la plana a la frágil democracia que
no acababa de despegar.
No sé cuánta gente se
acuerda de aquellos días de enero. O de otras fechas lo mismo de violentas que
se dieron en la Transición. Sé que me dirán que la juventud seguro que no se
acuerda. Claro que no: sencillamente porque nunca le hemos contado nada. Y sé
también que mucha de la gente que entonces estaba cada día en las calles igual
ha tirado la toalla porque no se puede estar toda la vida en el campo de
batalla. Pero a pesar de todo, a pesar de que la memoria ha flojeado tanto
desde aquel noviembre de 1975, no vale entregarles la historia de
aquellos años y su memoria al silencio y el olvido. Tantos nombres que
cayeron en aquella lucha no se merecen que se callen sus nombres y se les ponga
al mismo nivel que sus asesinos. La Transición fue lo que fue. Pero han pasado
cincuenta años desde entonces y no podemos seguir con la monserga de que fue
modélica, ejemplar, exportable a otros países del mundo mundial. No sé si en
las actividades previstas en la campaña 50 años de España en libertad habrá
un sitio para esa memoria de la dignidad que el fascismo sigue queriendo negar
porque su memoria es otra: la de la iniquidad franquista que siguen defendiendo
abiertamente el PP, Vox y toda la brunete mediática que los
empuja y aplaude con esa encendida vocación de “cazar al rojo” que
nunca han abandonado.
Han pasado cuarenta y
ocho años desde aquel enero trágico de 1977. Pongamos en este aniversario
nombres y más nombres sobre la mesa del recuerdo. Y no sólo de las víctimas, sino
también de sus verdugos. Para que no sean lo mismo quienes se cargaban la libertad
a tiro limpio y quienes la defendían con su militancia antifascista jugándose
la vida en esa lucha. Cada cual tenemos cerca muchos de esos nombres. Que no se
nos olvide ninguno, ¿vale? Ninguno.
Fuente: infoLibre
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