La izquierda fetén
desapareció. Incluso la palabra “izquierda” ha perdido su sentido. Quedan, eso
sí, los restos del naufragio. Está por ver cuánto tardará en recomponerse,
porque el vacío tiende a llenarse con aguas nuevas. Esperemos que sean aguas
vikingas.
Ya no hay vikingos
El Viejo Topo
15 diciembre, 2024
En el destrozo de la izquierda de nuestro país que ya es tema de análisis y debates públicos, aunque los que así se califican no se den por enterados, ha sido definitiva la pérdida de la ética militante que mantuvieron los luchadores antifranquistas en España durante cuatro décadas, y que impulsó a miles de obreros, campesinos, intelectuales, científicos, mujeres, profesores, maestros, a enfrentarse al fascismo, al coste de la libertad y hasta jugarse la vida, como no se hizo en ningún país europeo.
Era aquella ética vikinga que desde mi más tierna infancia me inculcaron las
mujeres de mi familia, supervivientes de la masacre que sufrieron en la guerra
y la postguerra.
Un vikingo, en los lejanos tiempos medievales, es
convertido al cristianismo por la piadosa y tenaz labor misionera de unos curas
que a ello se dedicaban. Todo está preparado para bautizar al nuevo siervo de
Cristo. Un momento antes de que el sacerdote llene la concha de agua de la pila
bautismal, el nuevo converso detiene el gesto del misionero y pregunta, “¿Qué
me pasará después de morir si ahora me bautiza?”, “Hijo”, replica el
interpelado, “irás al Cielo. Te habrás ganado la salvación eterna, al lado de
Dios y de los ángeles. Sentirás el gozo más profundo, la verdadera felicidad
que nunca podrás vivir en la Tierra.”El vikingo vuelve a preguntar“: ¿Y mis
compañeros, con los que he vivido y viajado y corrido mil peligros durante toda
la vida, que será de ellos?” El misionero adopta la expresión triste y
cariacontecida que merece su respuesta: “Ellos se quemarán en el fuego eterno
del Infierno, con terribles sufrimientos para toda la eternidad.”
El vikingo se levanta del suelo donde estaba
arrodillado y con el gesto de la mano le indica a su predicador que se aparte.
“Entonces no quiero bautizarme. Yo iré con ellos hasta el Infierno”.
En esta fábula se contienen los principios que
rigieron la lucha de los anarquistas y comunistas que mantuvieron su fidelidad
a los principios revolucionarios por los que entregaron la vida. Hoy sería
absolutamente ridículo que en las filas de los partidos políticos de izquierda
se invocara semejante lealtad a sus militantes, aún sin el riesgo de acabar en
el Infierno.
En esta democracia woke que disfrutamos ninguna
organización política o social exige a sus asociados la lealtad vikinga. Ni aún
a sus dirigentes que prometieron conquistar el Cielo. Porque ya se sabe que no
lo aceptarán ni lo cumplirán, ni siquiera imaginan que se les pueda plantear
semejante entrega a la causa.
En estos últimos años, después de la derrota de la
URSS, han surgido en España varias agrupaciones y partidos que venían a cubrir
el vacío que ha dejado la debilidad del antes único Partido Comunista de
España. Unos se han reclamado de izquierda en declaraciones banales que no han
tenido correlato en la práctica, y otros se han atrevido a afirmar que no eran
de izquierda ni de derecha, con el objetivo de pescar al mayor número de
seguidores. Pero ni unos ni otros han mantenido la unión más allá de unos pocos
años. Algunos ni a tanto han llegado.
No haría ni un quinquenio que entre Iglesias y Errejón
habían construido ese montaje woke de Podemos, cuando este segundo se separaba
agriamente del primero, compañero de estudios desde la adolescencia, y no solo
lo abandonaba sino que formaba su propio partido con el que competía en la
áspera arena política y electoral.
La historia de la prestigiosa Yolanda Díaz es la de
sus traiciones a quienes la acompañaron en los primeros tiempos: el PCE,
Beirás, después el socio socialista, más tarde Iglesias, al que abrazaba con
entusiasmo en público a los pocos días de haberle declarado amor y fidelidad a
Izquierda Unida, y yo fui testiga de ello.
Cuando Iglesias previó el hundimiento de Podemos,
abandonó el partido que él mismo había creado y hecho famoso, y dejó el encargo
a Ione Belarra de mantener el rabioso enfrentamiento que había sostenido con el
PSOE. Yolanda inventó esa perfomance de SUMAR, pretendiendo, según dijo, unir y
captar a toda la izquierda. Profetizó que “el futuro iba a ser maravilloso”. La
última información dice: “Sumar y Podemos acentúan sus diferencias un año
después de romper”.
En la tarde del 5 de diciembre, víspera de celebrar el
cumpleaños de la Constitución, el tema que entretenía el chismorreo del
hemiciclo era la ruptura de Podemos con Sumar. Solo habían transcurrido cuatro
meses de las elecciones generales que dieron a Podemos cinco diputados en un
grupo de 31, lejos –como si hubiese pasado medio siglo– de los más cuarenta que
habían tenido; sus dos ministras ya no formaban parte del nuevo gobierno y los
reproches no habían hecho más que agudizarse. Un año después las relaciones
personales siguen rotas y la estrategia política entre ambas fuerzas es la de
la diferenciación.
Sumar trata de desmarcarse del PSOE y superar la
dramática ruptura de Errejón, portavoz de la organización, que además de ser
ingrato es un acosador sexual. El relato, aún resumido, de los desapegos,
desprecios y críticas, las traiciones y abandonos de los que fueron amigos,
cómplices y camaradas en un pasado aún muy cercano me produce un amargo
malestar, por el recuerdo de todos mis familiares que dejaron la salud, la
alegría y la vida en luchar por transformar el mundo, como pedía Marx.
La primera que vivió la experiencia de la traición y
el desapego fui yo misma en la Transición que nos traía la nueva sociedad,
cuando en el Colectivo Feminista unas cuantas necias nos expulsaron a Anna
Estany, a mi hija y a mí del Colectivo que nosotras habíamos creado. Y después
otras que hoy presumen de feministas, que tras su huida del Partido Feminista
se han dedicado además de a perder el tiempo a desprestigiarme.
El nuevo mundo que estamos viviendo ha podrido a las
tres últimas generaciones, que desean únicamente vivir felizmente en paz la
vida woke que los posmodernos han organizado –y de esto no son solamente el
Capitalismo y el Patriarcado los culpables como arguye Errejón–. Es inútil hacerles
reproches a los que fingieron que asumían la lucha que yo encabezaba, para poco
después recibir de ellos desplantes, insultos y maledicencia, tras dejar herida
la organización que aseguraron defender, cumpliendo el proverbio español de
“cría cuervos y te sacarán los ojos”.
Monedero dice que el único cemento de Sumar es el odio
que tiene a Podemos, sin que se sepa cual es la causa. Pero en cuestiones de
fidelidad, gratitud y ética, hoy no se puede preguntar por las causas, porque
en la guerra política desencadenada en el seno de la izquierda, no rige ninguna
de las normas éticas que mantuvieron nuestros héroes desde los tiempos de la
Ilíada.
Ciertamente, no son sólo el Capitalismo y el Patriarcado los que han hundido a
la izquierda. La realidad es que el gran inconveniente para hacerla renacer es
que ya no quedan vikingos.
Fuente: elComún
1 comentario:
y con una guardia civil woke de marlaskones
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