Asesinato de Kiríllov:
Silenciar investigaciones sobre laboratorios biológicos y el rol del MI6
DIARIO OCTUBRE / diciembre 19, 2024
Antes de su
muerte, Kiríllov lideraba una investigación que indagaba sobre instalaciones
biológicas ubicadas en Ucrania, presuntamente financiadas y operadas por la
CIA, el Pentágono y el MI6. Según las acusaciones de Kiríllov, estos
laboratorios estaban desarrollando agentes biológicos como el hantavirus,
modificados genéticamente para ser utilizados como armas. Estas instalaciones,
además, violaban tratados internacionales y representaban una amenaza directa
para la seguridad de Rusia.
El general
había señalado a figuras como Hunter Biden, George Soros, y las fundaciones
vinculadas a los Rockefeller y Clinton como posibles financiadores de estos
laboratorios. Estas entidades, según Kiríllov, habían disfrazado sus
actividades como investigaciones sanitarias, mientras avanzaban en proyectos
biológicos con fines militares. La ubicación de muchos de estos centros cerca
de la frontera rusa aumentaba su potencial de amenaza, una de las razones por
las cuales Kiríllov estaba tan comprometido en revelar estas actividades.
La labor del
general Kiríllov incluía la recopilación de pruebas que pensaba presentar en
foros internacionales, denunciando lo que él veía como una red de colaboración
entre Ucrania y Occidente que violaba las normativas sobre armas biológicas. Su
muerte detiene bruscamente esta labor y silencia una de las voces más
importantes que denunciaba estos supuestos crímenes.
La implicación
del MI6 en el conflicto ucraniano no es un fenómeno aislado. Este servicio de
inteligencia, a través de su Departamento de Operaciones Especiales y
Desinformación, ha sido señalado en numerosas ocasiones por su participación en
la planificación y ejecución de operaciones encubiertas, que incluyen
asesinatos selectivos y campañas de desinformación. Este departamento
trabajaría de cerca con el SBU ucraniano y la CIA, ofreciendo entrenamiento y
recursos para realizar actos de sabotaje y asesinatos.
El caso de
Kiríllov, se une a otros hechos que reflejan este patrón de agresión
encubierta. En 2022, el MI6 estuvo vinculado al asesinato de figuras
prominentes como Darya Dugina y Vladlen Tatarsky, eliminados mediante
explosivos diseñados para desestabilizar a Rusia y enviar mensajes políticos.
Estas operaciones son vistas como parte de un esfuerzo coordinado para
debilitar el poder ruso y obstaculizar cualquier intento de negociación
diplomática.
El asesinato de
Kiríllov, llevado a cabo mediante explosivos colocados en una motocicleta en
Moscú, fue inmediatamente atribuido a Ucrania por el SBU. Sin embargo, las
circunstancias de esta rápida admisión han generado sospechas. Antes de que se
hiciera la declaración oficial, las fuerzas de seguridad rusas habían capturado
a un mercenario uzbeko vinculado al atentado, quien poseía pruebas que
vinculaban directamente al SBU con el ataque.
La rápida
asunción de responsabilidad por parte de Ucrania parece más bien una maniobra
diseñada para desviar la atención de las posibles implicaciones occidentales,
especialmente del MI6. Documentos filtrados sugieren que esta narrativa fue
cuidadosamente construida para ocultar la conexión de los servicios de
inteligencia británicos y estadounidenses con el atentado.
Una intensa
campaña mediática se desplegó para desacreditar a Kiríllov. Medios
occidentales, como la BBC y Deutsche Welle, recibieron directrices para
presentar al general como un «criminal de guerra» y un «carnicero». Estas
etiquetas fueron difundidas rápidamente, sin pruebas sustanciales, lo que
parece ser parte de una estrategia más amplia de desinformación, coordinada
entre los servicios de inteligencia occidentales y los departamentos de
comunicación de estos medios.
El asesinato de
Kiríllov, tiene implicaciones que van más allá del conflicto en Ucrania. No
solo elimina a una figura clave que estaba a punto de exponer actividades
biológicas ilegales, sino que también dificulta las negociaciones diplomáticas
en un momento crucial del conflicto. Al mismo tiempo, este atentado refleja una
estrategia más amplia de agresión encubierta por parte de Occidente, cuyo
objetivo es debilitar a Rusia y mantener el conflicto en un estado de escalada.
La manipulación
mediática y el intento de silenciar las denuncias sobre los laboratorios
biológicos, subrayan la urgencia de una investigación independiente que revele
los intereses y actores involucrados en este crimen. De no ser abordado de
forma transparente, el asesinato del general Kiríllov podría sentar un
peligroso precedente para el uso de operaciones encubiertas como herramienta de
desestabilización geopolítica.
Este caso no
solo plantea preguntas sobre el alcance de las operaciones encubiertas en el
conflicto ucraniano, sino también sobre la capacidad de los actores internacionales
para manipular narrativas y suprimir a aquellos que intentan revelar la verdad.
El asesinato de Kiríllov, es un recordatorio de que, en la lucha por el control
geopolítico, las fronteras entre ética, derecho internacional y política se
difuminan con facilidad.
El asesinato de
Kiríllov, ejecutado con métodos terroristas, se asemeja a otros asesinatos
selectivos, como el de Darya Dugina, Maxim Fomin (Tatarsky) o los jueces
italianos Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, cuyos crímenes fueron diseñados para
crear un clima de miedo y desestabilización mediante el uso de explosivos.
Su rol como
líder de las fuerzas de Defensa radiobiológicas, químicas y biológicas genera
aún más inquietudes sobre los posibles ataques no convencionales que podrían
surgir para evitar cualquier tipo de alto el fuego desde sus inicios.
La explosión en
el Prospect Rjazanskij
La mañana del
17 de diciembre, Moscú fue sacudida por una explosión a primera hora. La prensa
rusa informó rápidamente sobre la muerte de dos personas. En un principio, el
comité de investigación declaró que el general Kiríllov y su asistente habían
muerto en el atentado.
Según las
investigaciones iniciales, los atacantes escondieron 200 gramos de explosivos
en una motocicleta estacionada cerca del edificio residencial de Kiríllov, en
el Prospect Rjazanskij, al sureste de Moscú. El artefacto fue detonado cuando
el general y su conductor salían del edificio. La explosión dañó las viviendas
cercanas y generó una respuesta inmediata de las autoridades.
El comité de
investigación abrió un caso por terrorismo y asesinato, señalando a Kiev como
responsable. No obstante, poco antes del atentado, el SBU había emitido una
orden de procesamiento en ausencia contra Kiríllov, acusándolo de utilizar
armas químicas en combates contra el ejército ruso. Este aviso, lanzado apenas
24 horas antes del atentado, se percibe como una sentencia de muerte.
El periodista
Julian Roepke escribió en X: «Solo 20 horas después de que el fiscal ucraniano
acusara a Kiríllov de usar armas químicas, la condena a muerte fue ejecutada».
El uso de
métodos terroristas por parte de los servicios ucranianos no sorprende.
Investigaciones previas han revelado la existencia de unidades dentro del SBU
dedicadas a eliminar a los llamados «enemigos de la nación» utilizando técnicas
similares a las de otros servicios de inteligencia internacionales.
¿Qué
significa el asesinato de Kiríllov?
El asesinato de
Kiríllov, uno de los generales más importantes de Rusia, se produce en un
momento crítico del conflicto. Este ataque tiene la intención de escalar la
violencia, dificultando cualquier intento de alto el fuego. El atentado,
llevado a cabo (aparentemente) por Ucrania en territorio ruso, parece indicar
un rumbo hacia una mayor escalada, en lugar de una resolución pacífica.
La respuesta
rusa al ataque podría desencadenar una escalada aún mayor, poniendo en peligro
las débiles aperturas diplomáticas previas entre el gobierno de Trump y Moscú.
La muerte de Kiríllov subraya la complejidad y el peligro de las próximas
semanas en el conflicto ucraniano, tal como lo había predicho Viktor Orbán.
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Alfonso
Ossandón Antiquera Chileno, periodista
Fuente: correodelalba.org
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