sábado, 26 de octubre de 2024

La laicidad, por desgracia, no es importante para los partidos políticos

 

La laicidad, por desgracia, no es importante para los partidos políticos

 

Por Ximo Estal Lizondo

Rebelion / España

23/10/2024 



Fuentes: Nueva Tribuna


Todos los partidos políticos, de todos los espectros ideológicos en sus estatus y en sus actuaciones, el tema de la laicidad, como indica en parte, nuestra constitución, intentan evitarlo, es como si fuera su tema tabú, aunque algunos lo mencionan someramente, de vez en cuando, no lo tratan como un tema importante pese a ser un derecho constitucional: la libertad de conciencia y también la propia laicidad del Estado. Hecho, por tanto, necesario para que existiese en todos sus programas unas propuestas mínimas reivindicativas en defensa de este derecho, cuando llegan elecciones o cuando lanzan propuestas de leyes.

Pero unos porque no creen en ello, otros por “cobardía” y otros por considerar que, aunque creen en ella, les va a quitar votos, la hipocresía de unos y otros hace que este tema de la laicidad, como he dicho anteriormente, sea tabú para todos los partidos políticos y sus programas. Es más, son capaces de ser hipócritas y declarándose laicos, asistir a eventos religiosos, proponen condecoraciones a entidades y dirigentes religiosos. Olvidándose así del artículo 16 de CE: “Ninguna confesión tendrá carácter estatal” y el Artículo 9 CE: “Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones… y remover los obstáculos para que la libertad y la igualdad de hombres y mujeres y de los grupos sean reales y efectivas…” De todos es sabido que la laicidad del Estado es un principio de convivencia democrática que garantiza el derecho a la libertad de conciencia de las personas para todo tipo de convicciones, religiosas o de cualquier otra naturaleza, con su consecuente derecho a la libertad de pensamiento, expresión, opinión, reunión e información, así como la igualdad de derechos ante la Ley, sin que quepa discriminación ni privilegios por razón de conciencia. Por lo que en los programas electorales aparezca el tema de laicidad, y por consecuencia, el laicismo, lo que implicaría es que las administraciones públicas, en todos los niveles del Estado respetara la separación entre el ámbito de lo público: “el de las instituciones” y el ámbito de lo privado: «el de las convicciones particulares”, entre las religiones y el Estado, sin que pueda existir confusión o interferencia entre los fines y prácticas civiles y los fines religiosos propios de cualquier persona o grupo. A la vez se conseguiría con ello la estricta neutralidad de trato del Estado respecto a cualquier creencia o convicción de carácter particular, administrando valores universales válidos para el conjunto y no solo para una parte por mayoritaria que sea en lo sociológico, histórico o cultural. Pero para esto se necesita valentía, menos hipocresía y, sobre todo, creer y aceptar la Constitución; no hablar de ella y aceptarla solo cuando va con sus intereses. Ante todo, aceptar que los privilegios eclesiásticos deben ser un tabú y empezar a poder a hablar de ellos sin miedos y sin temor a perder votos. Creo que después de casi 46 años de democracia, pese a la situación actual en nuestro país, existen muestras claras de discordancias, incumplimientos y carencias en la legislación, normas y comportamientos por parte de las instituciones, funcionarios y cargos públicos respecto a la laicidad. Resolver y luchar contra este tabú demostraría que vamos en camino hacia una democracia plena y real.

Para ello, Europa Laica, las asociaciones laicas, todos aquellos que creemos en la laicidad y en el cumplimiento de los artículos constitucionales que antes he mencionado, creemos que los partidos políticos deben asumir en sus programas y actuaciones políticas, unos puntos mínimos reivindicativos por la libertad de conciencia y la laicidad. Ya sé que pedir esto a los partidos de derecha es pedir peras a los olmos, pero pedírselo a los de izquierda no debería serlo, pues no sólo demostrarían valentía, sino que también eliminarían tabús, y ante todo demostrarían respeto por toda aquella ciudadanía que sí cree en la Constitución y en sus valores y en los artículos aprobados 16 y 9. Por ello y para ello. Para evitar que la laicidad sea un tabú, una propuesta sería que los partidos en sus programas electorales llevasen en el aspecto de laicidad, por una parte: Modificar los artículos 16 y 27 de la Constitución, para construir un Estado verdaderamente laico y una enseñanza laica. Las confesiones religiosas se deben regir por el derecho común, como cualquier otra asociación privada, suprimiendo la excepción legal actualmente existente.

Denunciar y derogar los Acuerdos de 1976 y 1979 con la Santa Sede, así como los existentes de 1992 con las confesiones minoritarias. Suprimir la financiación a la Iglesia Católica que recibe a través de la Asignación Tributaria del IRPF. Las confesiones religiosas deben auto financiarse.

Fiscalizar la financiación pública a las confesiones religiosas realizada por cualquiera de las administraciones del Estado, y su control parlamentario. Suprimir los privilegios fiscales de la Iglesia católica; caso particular con la exención del IBI y aquellas incompatibles con el derecho europeo. Promulgar una Ley Orgánica de Libertad de Conciencia, derogando la actual Ley de Libertad Religiosa de 1980, que garantice la libertad de pensamiento y convicciones de todo tipo. Promulgar un Reglamento de Laicidad que regule y haga efectiva la a confesionalidad y neutralidad del Estado en relación con los actos y simbología institucional, la participación de cargos públicos en actos religiosos, la no donación de suelo público para entidades religiosas, así como cualquier aspecto relacionado con esta materia. La escuela y la universidad deben ser públicas y laicas, suprimiendo del ámbito educativo la religión confesional y cualquier tipo de adoctrinamiento, así como suprimir de forma progresiva la financiación pública de los centros con ideario propio. Los servicios de Sanidad y Asistencia Social se ofrecerán de forma prioritaria por el Estado, revirtiendo en aquellos de titularidad o gestión privada que estén mantenidos con recursos públicos. Derogar del Código Penal los delitos de ofensa a los sentimientos religiosos, así como cualquier otra legislación limitativa de la libertad de expresión. Recuperar los bienes in matriculados por la Iglesia Católica, afectando al Patrimonio del Estado los bienes muebles o inmuebles de interés histórico, artístico o cultural, incluidos los de raíz religiosa. Impulsar una Carta Europea por la Laicidad y la Libertad de Conciencia que garantice estos derechos en un ámbito supranacional europeo, en condiciones de libertad e igualdad, sin privilegios ni discriminación, de acuerdo con la DUDH. En resumen, trece propuestas que harían que la laicidad dejara de ser un tabú.

Tal vez estos puntos pueden ser producto de una “mente utópica”. Pero no es menos cierto que esta utopía es lo que nos llevaría a una verdadera democracia real y plena. Ante todo, a una verdadera libertad, sin adoctrinamientos ni exclusiones. Y ante todo a una separación Estado-Iglesia real y no hipócrita que hace que todavía se cree más discriminación y más odio. Que mienta y utilice tradiciones culturales como eje vertebrador para manipular pensamientos, decisiones, recortar libertades y derechos que la persona tiene como ser humano. La ciudadanía es libre para decidir y hay que ser valientes, especialmente los partidos políticos de izquierda. Sobre todo, que elimine tabús, entre ellos el de la laicidad. Pues los de la derecha lo tienen claro: proponen un nacional catolicismo, un volver a la España en blanco y negro, al adoctrinamiento religioso, e incluso a anular libertades que van contra los principios individuales: poder abortar, poder decidir como morir, e incluso a quién amar. Como he dicho, los de izquierda deberían poner estos puntos de laicidad en sus programas y sin hipocresía.

Fuente: Nueva Tribuna

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