Saben lo que
comemos, por dónde andamos, qué cine vemos y qué libros leemos. En muchos
casos, incluso nuestra vida sexual. Ahora, intentan controlar aún más la
información que recibimos. Hay que defenderse.
Guerra Cognitiva y Control de la Información
El Viejo Topo
15 octubre, 2024
La crisis
ucraniana, el conflicto en el lejano Oriente y el genocidio palestino anuncian,
para el mundo Occidental «basado en reglas», el prólogo de una crisis social de
proporciones épicas. El capitalismo neoliberal se enfrenta a una de sus mayores
crisis existenciales. El mundo transita de un orden unipolar a otro multipolar
evidenciando la decadencia del imperio norteamericano. En este contexto, las élites
dominantes y la burguesía transnacional están implementando formas de control
social sin precedentes. Los grandes conglomerados financieros, ante la amenaza
de perder su hegemonía, han optado por restringir las libertades públicas.
Promueven, por otra parte, movimientos de carácter mesiánico, el revisionismo
histórico, pasando por falsos debates identitarios o el ecologismo
reaccionario. Para asegurar el uso del poder, financian a partidos y
movimientos de extrema derecha que se presentan en algunas ocasiones bajo la
máscara de «europeístas» y, en otras, como populistas de derechas o izquierdas,
dependiendo de las circunstancias. Estas fuerzas políticas, cuidadosamente
moldeadas, permiten a los grupos financieros mantener su influencia política
mientras neutralizan la resistencia popular. En este contexto de restricción de
libertades y manipulación política, las tecnologías de vigilancia masiva y
censura cobran un protagonismo central.
En agosto de
2024, la Oficina del Director de Inteligencia Nacional de Estados Unidos (ODNI)
presentó un documento que, camuflado como un procedimiento burocrático más, en
realidad representa un cambio profundo en la manera en que se lleva a cabo la
vigilancia a nivel mundial. Bajo el nombre de «Intelligence Community Data Co-op»
(ICDC), el proyecto propone la creación de una plataforma centralizada para
recopilar y analizar enormes cantidades de información de cualquier individuo
en todo el mundo. La imagen del gran hermano de Orwell da un enorme salto
adelante. Este sistema recopila datos de fuentes comerciales y públicas: desde
el historial de compras y geolocalización hasta la actividad en redes sociales
y registros de salud. Lo preocupante es que el proyecto permite a las agencias
de inteligencia estadounidenses «evitar las restricciones legales» mediante la
compra de datos a empresas privadas, sin necesidad de pasar por procesos
judiciales que podrían retrasar las investigaciones. Esta nueva arquitectura de
vigilancia convierte al ICDC en un pilar central de la Guerra Cognitiva, pues
ofrece una ventaja estratégica a las agencias de inteligencia, permitiendo
incluso la manipulación preventiva del comportamiento a través del control
sobre las ideas dominantes, las tendencias de voto… los descubrimientos en
psicología social sobre las identidades compartidas abren
nuevos caminos para la proyección de líderes emocionales. La llamada psicología
de las emociones aliada a las bases de datos amplia el horizonte para la
creación de líderes sociales formateados por el propio sistema.
En este
contexto, empresas tecnológicas como Apple y Microsoft han sido actores clave
en facilitar la vigilancia masiva[1] y
a partir de ella crear o recrear los futuros líderes sociales. A esto se suma
el hecho de que Microsoft recopila, desde hace años, grandes cantidades de
información de los usuarios de Windows 10, como el texto que escriben en sus
teclados, su ubicación geográfica e incluso imágenes captadas por las cámaras
web, sin que los usuarios sean conscientes de ello. Estas acciones han generado
una creciente desconfianza hacia las grandes tecnológicas occidentales.
Los atentados
terroristas del régimen israelí en el Líbano en 2024 revelaron la extrema
vulnerabilidad de las infraestructuras tecnológicas globales y cómo estas
pueden convertirse rápidamente en armas de guerra. Las bombas en los
Smartphone, «busca personas» y las instalaciones atacadas ha dejado al
descubierto que, a pesar de los avances en seguridad informática, las
infraestructuras tecnológicas globales son altamente susceptibles a ataques
cibernéticos o actos terroristas coordinados. Este clima de incertidumbre y
vulnerabilidad ha favorecido, paradójicamente, el ascenso de China como una
alternativa tecnológica más confiable, sobre todo en mercados emergentes. El
auge de empresas chinas como Huawei y Xiaomi, las grandes beneficiarias, se
debe en parte al miedo que ha generado la fragilidad de las infraestructuras
tecnológicas occidentales. Los atentados en el Líbano y los continuos problemas
de ciberseguridad en Occidente han acelerado este cambio de percepción, lo que
ha llevado a un aumento significativo en las ventas de productos chinos,
especialmente en regiones en desarrollo. Pekín aprovechará estas circunstancias
para consolidar su posición como líder en tecnología segura al margen de la
intromisión de Occidente.
Guerra Cognitiva: Definición y Estrategias
La guerra
cognitiva es un concepto desarrollado por la OTAN para describir la
manipulación de la percepción y el pensamiento colectivo con el fin de
influenciar el comportamiento humano. A diferencia de la guerra convencional,
donde los objetivos son territorios o recursos, la guerra cognitiva busca
dominar la mente, moldear opiniones y controlar las narrativas. Este tipo de
control no solo se limita a censurar puntos de vista contrarios, sino que busca
anticiparse, evitando que las ideas opuestas a la narrativa oficial se formen
en la opinión pública. Para eso es imprescindible la censura sistemática de
medios como Telegram, RT, Sputnik y muchos otros en Occidente. A raíz del
conflicto entre Rusia y Ucrania, las plataformas tecnológicas y los gobiernos
occidentales han bloqueado el acceso a estos medios para impedir la difusión de
sus narrativas a las audiencias de Europa y América. Estas medidas, en muchos
casos, no son resultado de decisiones judiciales, sino de órdenes
administrativas que buscan limitar el acceso a puntos de vista divergentes y
controlar el flujo de información. En este sentido, es esencial reconocer la
famosa frase atribuida a un asesor del ex presidente George W. Bush: «El
poder genera la realidad. Y mientras tú estudias esa realidad… nosotros creamos
otra«. Esta idea sintetiza la esencia de la guerra cognitiva: quienes
controlan la narrativa, controlan la realidad misma. El poder reside no solo en
influir sobre los hechos, sino en moldear la percepción de esos hechos antes de
que otros puedan cuestionarlos. Asimismo, Michel Foucault, en su obra «Historia
de la sexualidad: La voluntad de saber» (Foucault, 1976), afirmaba que en
definitiva quien tiene el control sobre la narrativa tiene el control sobre
cómo se percibe la realidad.
Expansión de Smartphones y uso de Algoritmos Predictivos
La expansión
del uso de smartphones, que ahora llegan incluso a manos de niños y niñas de
corta edad, ha abierto una nueva frontera en el control de la información y la
manipulación social. Mediante el uso de «algoritmos predictivos», las grandes
corporaciones tecnológicas y las oligarquías globales pueden recolectar y
analizar grandes cantidades de datos personales desde una edad temprana. Esto
permite que se definan las inclinaciones, tendencias y comportamientos de los
usuarios, ofreciendo una visión precisa del futuro inmediato, que puede ser
manipulado y controlado de acuerdo con los intereses de las transnacionales. El
acceso a datos tan sensibles como las preferencias de consumo, los patrones de
interacción social y el comportamiento online desde edades muy tempranas
proporciona a las oligarquías las herramientas necesarias para moldear las
percepciones y las decisiones de las generaciones futuras. En este contexto,
los algoritmos no solo predicen lo que una persona hará, sino que influyen
activamente en cómo verá el mundo y tomará decisiones. Este monitoreo continuo
y la manipulación sutil de los comportamientos a través de las tecnologías de
vigilancia digital convierte a los smartphones en una de las herramientas más
poderosas para asegurar que las élites puedan mantener su control sobre el
orden social y económico en las próximas generaciones.
El
comportamiento de la casta dirigente abunda en esa idea, muchos de los hijos de
las élites crecen educados en ambientes donde el acceso a dispositivos
digitales está restringido, conscientes de los peligros que estas herramientas
pueden representar en términos de control y vigilancia. Como señala Manfred
Spitzer en su libro Demencia digital, el uso intensivo de pantallas
puede tener efectos devastadores en el desarrollo cognitivo de los niños, lo
que explica por qué los «niños ricos» a menudo «no miran las pantallas», siendo
educados lejos del alcance de las mismas tecnologías que las élites promueven
para la población general.
Hacia una Sociedad Monitorizada
A medida que el
control de la información y la vigilancia masiva se expanden, figuras políticas
de alto nivel han comenzado a abogar por recortes a las libertades civiles en
nombre de la «Seguridad nacional» y el combate a la desinformación. Tanto el ex
secretario de Estado John Kerry como la ex candidata presidencial Hillary
Clinton han sido voces prominentes en esta discusión, sugiriendo que ciertos
derechos como los protegidos por la «Primera Enmienda de la Constitución
norteamericana», deberían ser revisados para adaptarse a los tiempos actuales.
En declaraciones recientes, John Kerry argumentó que la libertad de expresión
no debe ser un «cheque en blanco» que permita a los ciudadanos difundir
desinformación o desafiar las narrativas oficiales en temas de seguridad. Kerry
señaló que, en un mundo donde las fake news y la desinformación pueden
desestabilizar sociedades, es necesario «limitar ciertas formas de discurso»
para proteger la cohesión social y la estabilidad política. En su opinión, una
sociedad más «monitorizada y controlada» sería menos vulnerable a influencias
externas malintencionadas. Por su parte, Hillary Clinton ha sido una defensora
abierta de la necesidad de «combatir la desinformación», y ha sugerido que el
gobierno debería tener más poder para regular y monitorizar lo que se publica
en las redes sociales. Clinton argumenta que, aunque la Primera Enmienda es un
pilar fundamental de la democracia estadounidense, su interpretación debe
adaptarse a los desafíos del siglo XXI. Para Clinton, la «libertad de prensa» y
la «libertad de expresión» deben ser compatibles con un sistema de «vigilancia
y control» que garantice que solo se difunda información «responsable». Detrás
de este discurso, sin embargo, subyace la influencia de los «grandes grupos de
poder». La clase política, obedeciendo a los intereses de estas élites, abre
debates sociales sobre las libertades en abstracto, pero oculta su verdadero objetivo:
la «restricción progresiva de las libertades públicas» bajo el pretexto de la
seguridad y la estabilidad social. Este proceso, por ahora, se lleva a cabo
bajo el manto de una «subdemocracia», donde los ciudadanos son llamados a votar
cada cierto tiempo, mientras que la casta política toma decisiones al margen de
la voluntad popular, concentrando el poder en manos de unos pocos. Además, esta
restricción de libertades se justifica utilizando el miedo al terrorismo, las
preocupaciones por el cambio climático, que orientan el consumo social en
direcciones que favorecen ciertos intereses, y las epidemias, que alimentan la
soledad social. Este aislamiento refuerza el control, pues al romperse los
lazos entre individuos, se debilita el tejido social dificultando la
resistencia organizada.
Persecución de la Disidencia y Censura Global
La guerra
cognitiva no se libra únicamente en el ámbito digital. Aquellos que intentan
desafiar el control de la información y ofrecen narrativas alternativas, ya
sean periodistas, activistas o académicos, se enfrentan a persecución y
censura. Ejemplos recientes incluyen las redadas en las oficinas de Jurgen
Elsasser, redactor jefe de la revista Compact en Alemania, y
la persecución del ex inspector de armas de la ONU Scott Ritter en EE.UU.,
ambos acusados de tener conexiones con Rusia por sus críticas a las políticas
occidentales. Estas acciones forman parte de una estrategia más amplia para
silenciar voces críticas y asegurar que la narrativa dominante prevalezca sin
competencia. En muchos casos, las acusaciones de desinformación o «injerencia
extranjera» se utilizan como pretexto para justificar la censura, cuando en
realidad el objetivo es suprimir cualquier visión crítica que pueda desafiar el
statu quo.
Conclusión
En resumen, el
control de la información, los atentados terroristas en el Líbano y la guerra
cognitiva están profundamente interrelacionados. A través de programas de
vigilancia masiva como el ICDC y la estrecha colaboración con empresas
tecnológicas, las agencias de inteligencia buscan dominar el flujo de
información global. Sin embargo, este control no solo se limita a la
recopilación de datos; va más allá, hacia la manipulación directa del
pensamiento y las percepciones colectivas. La vulnerabilidad de los sistemas
informáticos, expuesta por los atentados en el Líbano, muestra cómo las
infraestructuras tecnológicas globales son susceptibles de ser explotadas, lo
que facilita la guerra cognitiva. Al mismo tiempo, China ha aprovechado las
debilidades de los sistemas occidentales para consolidarse como el nuevo
ganador en la competencia tecnológica global, incrementando su influencia y
poder blando. La guerra cognitiva representa un desafío sin precedentes para
las sociedades modernas. Al integrar la tecnología, el espionaje masivo y la
manipulación de la información, las élites globales buscan no solo controlar lo
que sabemos, sino también cómo pensamos. Como ciudadanos, es crucial ser
conscientes de estas estrategias y defender activamente los derechos
fundamentales que están en peligro en esta nueva era de control y vigilancia.
—
Referencias
1. Foreign Threats to the 2020 US Federal Elections, Avril Haines, 10 de
marzo de 2021.
2. Kremlin-Funded Media: RT and Sputnik’s Role in Russia’s Desinformation
and Propaganda Ecosystem, Global Engagement Center, enero de 2022.
3. «La campaña
de la OTAN contra la libertad de expresión», por Thierry Meyssan, Red Voltaire,
5 de diciembre de 2016.
4. «¿Ha
renunciado Occidente a la libertad de expresión?», por Thierry Meyssan, Red
Voltaire, 8 de noviembre de 2022.
5. Cognitive Warfare, François du Cluzel, NATO’s Allied Command
Transformation, noviembre de 2020.
6. «El poder
genera la realidad.» Atribuido a Karl Rove, asesor de George W. Bush【46†source】
7. Michel
Foucault, Historia de la sexualidad: La voluntad de saber, Madrid:
Siglo XXI, 1976.
8. Manfred
Spitzer, Demencia digital, Barcelona: Ediciones B, 2012.
Nota:
[1] En
2023, el Servicio Federal de Seguridad de Rusia (FSB) denunció que dispositivos
de Apple habían sido infiltrados por un software malicioso que permitió a la
inteligencia estadounidense espiar a diplomáticos y ciudadanos extranjeros en
Rusia