martes, 8 de octubre de 2024

Autobiografía

 

En 1938, el matemático alemán en el exilio E.J. Gumbel publicó una recopilación de breves autobi(bli)ografías de diferentes intelectuales en el exilio comprometidos en la lucha contra el nazismo. Incluía esta de Arthur Rosenberg.


Autobiografía


Arthur Rosenberg

El Viejo Topo

8 octubre, 2024 



Nacido en Berlín en 1889, profesor no numerario de Historia en la Universidad de Berlín en 1914, también allí profesor asociado en 1930, destituido en 1933, expatriado en 1937, profesor en el Brooklyn College de Nueva York en 1938.

Mis investigaciones se centraron inicialmente en la historia de la Antigüedad. Por lo general, mis publicaciones sobre historia griega y romana sólo interesaban a círculos especializados reducidos. Sin embargo, en 1921 intenté abordar otro problema en un pequeño libro, inicialmente destinado a fines educativos en las universidades populares (Volkshochschulen), sobre Democracia y lucha de clases en la Antigüedad. El concepto de democracia había sido desvirtuado y desfigurado cada vez más en el desarrollo histórico moderno posterior a 1871. Al final, no quedaba de ella más que el gobierno de la mayoría ejercido mediante la papeleta electoral que sólo permitía lentas reformas por la vía de la paz y la legalidad. En contraste, mostré la democracia ateniense como un sistema político que no conocía el socialismo, pero que buscaba realizar el autogobierno del pueblo trabajador con una energía implacable. También en 1921, intenté una breve presentación popular de la antigua República romana que se basaba en puntos de vista similares.

Mi actividad política para el movimiento obrero alemán y especialmente mi trabajo en la «Comisión de Investigación del Reichstag sobre las causas del colapso de 1918» me dejaron clara la importancia de la historiografía contemporánea. El resultado de mi trabajo en la comisión de investigación fue el libro Origen de la República alemana (1928). Le siguió el trabajo preparatorio para la Historia del bolchevismo, que se publicó en 1932. Aquí tropecé de nuevo con el problema de la democracia. La disputa alrededor de democracia o dictadura, tal como se había librado entre los bolcheviques y sus oponentes socialdemócratas desde 1918, había contribuido aún más especialmente a desacreditar la democracia, o al menos la forma de gobierno que la gente solía llamar así. Por el contrario, un análisis objetivo de Lenin me llevó a la conclusión de que el bolchevismo original no era más que la aplicación de la democracia marxista revolucionaria de 1848 al escenario de la Rusia zarista. En 1933, tras la llegada de Hitler al poder, perdí mi puesto en la Universidad de Berlín y tuve que abandonar Alemania. En el verano de 1933 empecé a escribir en Zúrich mi Historia de la República Alemana de 1918-1930. En un principio, el libro pretendía contrarrestar la leyenda de 14 años de marxismo con un relato objetivo. Al mismo tiempo, sin embargo, mi relato se convirtió en un análisis constante del problema de la democracia en nuestro propio tiempo. Me pareció que la República de Weimar fracasó sobre todo porque, si bien se declaró formalmente a favor de la democracia en Alemania de forma constante, fue incapaz de erigir una democracia real en Alemania, es decir, de sostener un autogobierno del pueblo trabajador basado en una implacable voluntad de poder y, si no quedaba otro remedio, combatiendo a sus oponentes incluso por la fuerza.

De 1934 a 1937 fui profesor visitante en la Universidad de Liverpool. Tras mi nombramiento, completé allí la Historia de la República alemana. A partir de entonces centré cada vez más mi trabajo en la comprensión histórica de la democracia moderna. Todos los acontecimientos ocurridos desde 1918 han enseñado que la socialdemocracia y también el Partido Comunista nunca podrán vencer en cuanto aparezcan sólo como un estrecho movimiento laboral de trabajadores de la industria. Más bien, para alcanzar el poder, el proletariado debe, como expresó Marx, constituirse como nación. Esta nueva configuración de la nación, sin embargo, adopta la forma de democracia revolucionaria. Allí donde los socialistas y demócratas modernos fueron incapaces de constituirse como nación, tuvieron que dejar el campo libre al fascismo. No es tarea del historiador hacer propaganda de una determinada táctica política en una obra histórica. Pero este, al esclarecer el pasado, puede despejar los malentendidos y los obstáculos que se interponen en el camino de la tarea política práctica. En el caso de la democracia, hay que mostrar cómo se paralizó la fuerza revolucionaria popular en el transcurso del siglo XIX y cómo, finalmente, lo que quedó fue la democracia capitalista formal de las papeletas electorales, por un lado, y el movimiento de los trabajadores socialistas incapaz de actuar por el otro.

En la última generación existió una historiografía de la democracia a gran escala en Francia y Estados Unidos: Mathiez renovó brillantemente la tradición de Robespierre para la investigación histórica y Beard hizo lo mismo con Jefferson. En lengua alemana, y para la historia internacional de la democracia, no había nada equivalente, aparte quizá de la importante pero parcial obra tardía de Kautsky sobre la guerra y el socialismo. Sin embargo, una historia crítica de la democracia moderna es una tarea que debe ser abordada absolutamente hoy día. Porque la victoria sobre el fascismo sólo es posible si las reivindicaciones económicas socialistas de los trabajadores se combinan de algún modo, dentro de un marco nacional, con una democracia realista capaz de ejercer el poder. El historiador debe ayudar lo mejor que pueda. Por eso he intentado escribir una historia de la democracia moderna. Soy consciente de las dificultades que entraña resolver semejante tarea y de lo imperfecto que debe resultar tal intento. Pero el historiador de la emigración tiene el deber de ayudar, en la medida de sus posibilidades, y no debe permitirse, por consideración a su propia reputación, demorar indebidamente por el momento un trabajo indispensable.

El libro Democracia y socialismo. Sobre la historia política de los últimos 150 años, comienza con Jefferson y Robespierre, luego muestra la conexión entre el movimiento popular democrático y el socialismo, la vigencia de Marx y Engels como demócratas, las crisis de la democracia revolucionaria de 1848 a 1871, y finalmente la extinción de la democracia revolucionaria, aparte de Rusia, en el período hasta 1914. Un esbozo del desarrollo desde 1914 hasta el presente apunta a los intentos de nuestra época de renovar una democracia viva del pueblo trabajador en la lucha contra el fascismo abierto o disfrazado. Si mi libro pudiera facilitar la orientación de los luchadores activos por la democracia y el socialismo y hacer así menos difíciles ciertos obstáculos, habría cumplido completamente su cometido.

 

FuenteSin Permiso

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