La mayoría de los
eurodiputados, tanto de derecha como de izquierda (con escasas excepciones)
están reclamando el uso de misiles de largo alcance contra Rusia. No parecen
temer a una guerra -incluso nuclear– en suelo europeo. Ante nosotros, el
abismo.
El final de una época
El Viejo Topo
25 septiembre, 2024
Estamos
presenciando el colapso del mundo occidental, no en una explosión repentina,
sino en un lento y prolongado proceso que ha sido acelerado por la guerra en
Ucrania. Las élites políticas occidentales, envueltas en su propia arrogancia y
bajo la falsa creencia de la superioridad moral del «Orden occidental sometido
a reglas», observan cómo sus cuidadosos planes para Ucrania se desmoronan. Lo
que se perfilaba como una victoria rápida sobre Rusia ha evolucionado en una
pesadilla geopolítica, en la que el triunfo occidental se desvanece, y la
victoria del ejército ruso se presenta ya como una mera cuestión de tiempo.
Las élites
partieron de un supuesto erróneo: subestimaron a Rusia, un país que el
expresidente Obama llegó a describir despectivamente como una «gasolinera con
armas nucleares». La fantasía de que Rusia no cumpliría sus promesas ni
respondería a las provocaciones ha dominado la narrativa en Occidente. Esta
miopía ha llevado a muchos a creer que el conflicto podría limitarse a Europa,
permitiendo a Estados Unidos aparecer, más adelante, como el gran salvador de
Europa, como ocurrió tras la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, esta ilusión
ignora completamente las realidades del poder destructivo acumulado por las
potencias en conflicto.
La sumisión de la Unión Europea
El 19 de
septiembre de 2024 el Parlamento Europeo votó una resolución que elimina las
restricciones sobre el uso de misiles de largo alcance por parte de Ucrania.
Con 425 votos a favor, 131 en contra y 63 abstenciones, esta votación marcó un
punto de inflexión en la política europea. No solo representó una
intensificación del conflicto, sino que también evidenció la desconexión
absoluta entre los europarlamentarios y la ciudadanía europea, que
mayoritariamente rechaza la guerra. Esta resolución, que fue impulsada por los
grupos del Partido Popular Europeo (PPE) y los Socialistas y Demócratas
(S&D), no solo busca facilitar el uso de armamento contra Rusia, sino que
también pretende incrementar el gasto militar a costa de los presupuestos
públicos, poniendo en peligro áreas clave como las pensiones, la sanidad y la
educación.
Lo que resulta
irónico es que estas fuerzas políticas, que supuestamente representan visiones
opuestas, ahora convergen en su apoyo a la militarización de Europa. Incluso
los partidos verdes, que en su origen defendían el pacifismo y el ecologismo,
votaron a favor de la resolución, traicionando así sus ideales fundacionales.
Esta transformación es un reflejo de la descomposición de la «izquierda woke»,
que ha pasado de ser una fuerza movilizadora a convertirse en un engranaje más
del sistema. Una izquierda que se ha acomodado al poder, contribuyendo a
desactivar cualquier oposición real a las políticas neoliberales y belicistas
que dominan el escenario político europeo.
Oposición inesperada y alianzas irónica
Lo que resulta
sorprendente es que partidos tradicionalmente belicistas y críticos con la
integración europea, como Alternativa por Alemania (AfD), Rassemblement
National (RN) de Marine Le Pen y La Liga de Matteo Salvini, votaron en contra
de la resolución. En un giro irónico, estos partidos de extrema derecha, que
históricamente han apoyado políticas agresivas, ahora se presentan como los
defensores de la paz. ¿La razón? No es difícil adivinarla: su «pacifismo
sobrevenido» es una mina de votos. Los electores europeos, hartos de la guerra,
son presa fácil de estos partidos, que han sabido capitalizar el creciente
descontento popular hacia la política exterior intervencionista de la Unión
Europea.
Por otro lado,
partidos de la izquierda tradicional, como The Left, Podemos y Sumar, también
rechazaron la resolución, uniéndose a la Alianza Sahra Wagenknecht, el nuevo
partido en Alemania que se opone firmemente a la escalada militar. Aunque sus
razones son distintas a las de la extrema derecha, ambos grupos reflejan el
creciente malestar en Europa hacia la política bélica.
La maquinaria de guerra se pone en marcha
Aunque la
resolución no es vinculante, constituye una clara declaración de guerra a
Rusia. Los eurodiputados han tomado esta decisión sin consultar ni recibir la
aprobación de la ciudadanía europea. Aunque el Parlamento Europeo no tiene
poder legislativo en materia militar, esta votación refleja la presión
creciente de las élites políticas y militares por intensificar el conflicto.
El almirante
Rob Bauer, jefe del Comité Militar de la OTAN, ha sido uno de los defensores
más beligerantes del uso de misiles de largo alcance contra Rusia. Sus
declaraciones, junto con las del Secretario General de la OTAN Jens
Stoltenberg, forman parte de una estrategia para preparar a la opinión pública
europea para una confrontación directa con Rusia. Bauer ha dejado claro que la
OTAN no puede esperar a ser atacada; debe ser la primera en actuar, incluso si
eso significa desencadenar una guerra total.
El mayor
general Vahur Karus, jefe del Estado Mayor de Estonia, no ha sido menos
belicoso. A pesar de que Estonia cuenta con una fuerza militar de apenas 7.000
efectivos, Karus ha declarado su disposición a liderar un ataque contra Moscú,
en una clara emulación de los delirios imperiales de los líderes europeos del
pasado. Este tipo de retórica megalómana solo añade más leña al fuego,
acercándonos peligrosamente a un conflicto de escala mundial.
Un sistema en descomposición
Lo que estamos
presenciando no es solo el resultado de decisiones políticas equivocadas, sino
el colapso de un sistema geopolítico y económico que ha dominado Occidente
durante décadas. El neoliberalismo, que ha sido el motor de la expansión
económica de Europa y Estados Unidos, está en pleno colapso. La OTAN, temerosa
de una victoria rusa en Ucrania, se enfrenta a una crisis interna que amenaza
con desestabilizar toda la alianza. Mientras tanto, la Unión Europea sigue
siendo el brazo político de la OTAN, actuando bajo su mando y alimentando el
conflicto en lugar de buscar soluciones diplomáticas.
El auge de los
BRICS y el posible establecimiento de un sistema de pagos internacional fuera
del control del dólar ha puesto a Estados Unidos en una posición defensiva. El
dominio económico y militar de Occidente está siendo desafiado, y las élites
políticas y militares parecen incapaces de responder de otra forma que no sea
intensificando la guerra. Pero esta estrategia, lejos de resolver los
problemas, podría llevarnos a una catástrofe de proporciones globales.
El despertar de una pesadilla
La ciudadanía
europea, que alguna vez creyó en el sueño de una Europa unida, pacífica y
próspera, está a punto de sumergirse en una pesadilla. Los líderes políticos,
en lugar de buscar la paz y la estabilidad, han optado por la guerra, guiados
por intereses económicos y estratégicos que benefician solo a unos pocos. El 19
de septiembre de 2024 no será recordado como una fecha más en el calendario
europeo, sino como el día en que quedó claro que las instituciones de la Unión
Europea ya no sirven a sus ciudadanos, sino a las grandes corporaciones y a los
grupos de presión que financian las campañas de sus eurodiputados.
Los políticos
europeos han traicionado a sus votantes, ignorando el clamor por la paz que
resuena en todo el continente. Han tomado el camino más fácil: el de la guerra.
Y ahora, el destino de Europa está en juego. Las decisiones que se tomen en las
próximas semanas determinarán si el continente cae en el caos o encuentra una
salida para evitar el desastre inminente.
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