Los jóvenes: la carne de
cañón en el conflicto que nos dicen que se avecina. Nos lo dicen políticos
sonrientes y bien alimentados como quien lanza un aviso amistoso. Y hablan de
la posible guerra nuclear con toda naturalidad. La política está plagada de canallas.
Carta a los jóvenes
El Viejo Topo
2 julio, 2024
Carta abierta a los jóvenes sobre la Tercera Guerra Mundial
Me dirijo a los
jóvenes como alguien que, por su edad, no luchará en la próxima guerra mundial
(la Tercera Guerra Mundial) y tal vez ni siquiera la vea comenzar. Sólo quería
transmitir las siguientes ideas, que considero fundadas: estoy convencido de
que se aproxima una Tercera Guerra Mundial; a diferencia de las anteriores, el
campo de batalla será todo el planeta y, por primera vez, incluirá territorio
estadounidense; por muy sofisticada que sea la tecnología militar y la
Inteligencia Artificial que la sustenta, se necesitarán soldados sobre el
terreno que morirán por millones, junto con poblaciones civiles inocentes más
que en ninguna guerra anterior; estos soldados serán jóvenes y no los señores
de la guerra, ya sean políticos (que nunca someterán a referéndum la decisión
de hacer la guerra) o empresarios y accionistas de las empresas del complejo
militar-industrial; la única certeza que tenemos sobre la guerra es que sabemos
cuándo empieza, pero no cuándo termina; la especificidad de la Tercera Guerra
Mundial es que cuando termine (todas las guerras terminan), por primera vez
estará en riesgo no sólo la supervivencia de la especie humana, sino la vida no
humana del planeta. Es una predicción distópica, pero lo suficientemente
realista como para que hoy proliferen las religiones centradas en la idea del
apocalipsis. A diferencia de ellas, mi mensaje es espinoziano, es decir, se
basa en la dialéctica del miedo y la esperanza.
Sé que cuando
la mayoría de los jóvenes miran al futuro, tienen mucho miedo y poca esperanza.
Si quieren tener más esperanza, tienen que estar preparados para infundir miedo
a los poderosos de este mundo, que aparentemente han dejado de tener miedo de
sus enemigos y viven en una orgía de esperanza. Antes de seguir adelante,
quiero decir a los jóvenes que, aunque nací en Europa, hablo desde el Sur
global a través de la lente de las epistemologías del Sur. Y por esta razón, lo
que he dicho arriba es sólo una verdad a medias. Vista desde el Sur global, la
Tercera Guerra Mundial ya ha comenzado (basta con recordar Irak, Afganistán,
Libia y Siria). Cuando hablo de la futura Tercera Guerra Mundial, sólo quiero
decir que la escala de la guerra existente aumentará exponencialmente y que
alcanzará también a los países del Norte global, condición sine-qua-non para
que algo se convierta en global, sea una guerra o una pandemia.
El interés en promover la guerra
En todas las
guerras hay un país o imperio especialmente interesado en promover la guerra.
En la Primera Guerra Mundial, el más agresivo fue el imperio alemán; en la
Segunda, la Alemania de Hitler. Nadie en el Sur global cree que Rusia o China
estén interesadas en promover la guerra. Los imperios en ascenso prefieren las
relaciones de suma positiva a las de suma cero (como la guerra). Su ascenso y
aumento de influencia se basa en proporcionar ventajas reales a los nuevos aliados,
aunque estén sujetos a condiciones de subordinación. Por eso favorecen la
diplomacia y el multilateralismo.
Puede parecer
extraño decir que Rusia no está interesada en la guerra, cuando fue Rusia quien
invadió Ucrania en 2022. Todos los activistas por la paz, incluido yo mismo,
condenamos esa invasión, aunque desde el principio dijeron (lo que se confirmó
más tarde) que la invasión fue provocada por Estados Unidos con preparativos
que se remontan al final de la Unión Soviética en 1991. El objetivo desde el
principio era debilitar a Rusia y provocar su desmembramiento. En 1997, el
político estadounidense de origen polaco Zbigniew Brzezinski propuso dividir
Rusia en tres grandes secciones. Fue la misma lógica del debilitamiento a
través del desmembramiento la que condujo al bombardeo de Yugoslavia (o
Serbia), aliada de Rusia, en 1999, haciendo posible la instalación de una
enorme base militar de Estados Unidos y la OTAN en Kosovo. En los círculos
estratégicos se ha discutido mucho sobre la llamada trampa afgana (Afghan
trap), es decir, los medios utilizados por Estados Unidos (de nuevo, en la
época de Brzezinski) para inducir una invasión de Afganistán por parte de la
Unión Soviética en diciembre de 1979 con el objetivo de debilitarla. Los
detalles no importan para este texto, pero basándose en ellos es posible
sospechar que la invasión rusa de Ucrania fue una nueva versión de la trampa
afgana, la trampa ucraniana, con los mismos propósitos, aunque el resultado
pueda ser muy diferente.
La trampa
ucraniana comenzó a construirse poco después del fin de la Unión Soviética, con
la permanencia de la OTAN tras el fin del Pacto de Varsovia y el proyecto de
incluir a Ucrania en la OTAN, junto a otros países que servirían de escudo
contra la base naval rusa en Crimea. Además de Turquía, que era miembro de la
OTAN desde 1952, Rumanía y Bulgaria se incorporaron a la alianza (2004),
faltando solo Georgia, que primero tendrá que pasar por la estrategia de cambio
de régimen (regime change), la misma que se utilizó en Ucrania en 2014.
Quienes
promueven la guerra no quieren verdaderas negociaciones de paz, sino montar
sucesivos espectáculos de propuestas de paz sin la participación de una de las
partes beligerantes, para que el peso de continuar la guerra recaiga sobre esta
última y se alimente la guerra propagandística. Así es como Estados Unidos
impidió la única negociación de paz auténtica entre Rusia y Ucrania, que tuvo
lugar dos meses después del inicio de la guerra. El entonces primer ministro
del Reino Unido, Boris Johnson, cuyo inconsciente imperial aún debe de estar
atormentado por la guerra de Crimea contra Rusia (1853-56), se movilizó
fácilmente con este fin. En contraste con esta actitud, desde 2008 Rusia ha
presentado cinco propuestas serias de paz y seguridad para la región, todas
ellas rechazadas por Estados Unidos.
Ahora sabemos
que el gran rival de EEUU no es Rusia, sino China. Los tres principales
escenarios bélicos en los que EEUU está implicado actualmente, Ucrania,
Palestina (y Oriente Medio en general) y el Mar de China, persiguen el mismo
objetivo: aislar a China e impedir el acceso de China a Europa y a las zonas de
influencia de EEUU. La guerra es siempre el último recurso, a menudo precedido
por la desestabilización del cambio de régimen (regime change), es
decir, la interferencia activa en la vida interna de los países objetivo para
provocar cambios políticos que permitan crear distancia y hostilidad hacia
China.
Si tenemos en
cuenta que China es ahora el país dominante en las alianzas internacionales que
buscan cierto margen de independencia del imperialismo estadounidense (BRICS+,
Organización de Cooperación de Shanghai), es de esperar que las democracias que
forman parte de estas alianzas sean objetivos de desestabilización política,
especialmente Brasil. El cambio de régimen es una estrategia desarrollada desde
la Guerra Fría y bien documentada en el libro de Lindsey O’Rourke: Covert
Regime Change: America’s Secret Cold War (Cornell, 2018). De
hecho, el cambio de régimen es sólo una de las estrategias utilizadas por el
imperio para interferir en la vida interna de los Estados sometidos, como
ilustra el libro del experiodista del Financial Times Matt
Kennard The Racket, A Rogue Reporter vs The American Empire (nueva
edición, Bloombury, 2024).
Los signos de la preparación para la guerra
En 1931, poca
gente creía que habría una nueva guerra quince años después de que hubiera
terminado la anterior. Pero el fascismo y el nazismo crecían en los países y en
las conciencias de los europeos, y con ellos la lógica de la guerra como
solución radical a los conflictos. En 1936 comenzó la Guerra Civil española y
al final de esta (1939), con el triunfo del fascismo franquista, parecía
inevitable una guerra más amplia. Lo mismo puede decirse de la Segunda Guerra
Sino-Japonesa, librada entre la República de China y el Imperio de Japón de
1937 a 1945.
La preparación
para la guerra comienza en la mente de los ciudadanos. De repente, los
principales políticos de la «comunidad internacional» (es decir, Estados Unidos
y la Unión Europea) empiezan a sugerir la idea de que la guerra es inevitable
para defender los valores de la civilización occidental. No se cuestiona cuáles
son esos valores ni en qué consiste la amenaza, pero la solemnidad de los
discursos sugiere que la amenaza es seria y que es necesario actuar con
rapidez. Un ministro alemán dijo recientemente que Europa volvería a estar en
guerra en pocos años. Todo esto se dice con un tono de normalidad que
trivializa los 78 millones de muertos en las dos últimas guerras mundiales y
los muchos millones que han muerto en todas las guerras que se han sucedido en
distintas partes del mundo, y siempre con la intervención activa de EEUU y sus
aliados: Corea, Vietnam, Indonesia, Centroamérica, Argelia, Angola, Mozambique,
Irak, Afganistán, Libia, Siria, Yemen, Sudán y Palestina.
Sorprende
también que la amenaza nuclear, que durante décadas fue el gran elemento
disuasorio de la guerra por el recuerdo de Hiroshima y Nagasaki y la inmensa
catástrofe que supondría, empiece a verse ahora como una posibilidad realista
en los círculos militares. Annie Jacobsen (la misma periodista que reveló la
Operación Paperclip, el programa de los servicios secretos que llevó
científicos nazis a Estados Unidos) acaba de publicar un libro muy revelador de
lo que acabo de escribir: Nuclear War: A Scenario (Dutton,
2024).
La escalada
bélica está en pleno apogeo y eso es lo que me lleva a advertir a los jóvenes
de que la Tercera Guerra Mundial está a la vuelta de la esquina. Dos
indicadores justifican mi advertencia. Por un lado, se acaba de dar luz verde
al uso de misiles y otro armamento, en gran parte suministrado por países de la
OTAN, para atacar objetivos en territorio ruso. Esto significa convertir la
guerra en una guerra entre Rusia y la OTAN, es decir, una guerra entre
potencias nucleares. Por otra parte, el entonces Secretario General de la OTAN,
Jens Stoltenberg, dijo en junio que la OTAN tenía 500.000 soldados disponibles
en alta disponibilidad para la guerra en Ucrania[1]. Además, varios países, entre ellos
Estados Unidos, están tomando medidas para hacer obligatorio el servicio
militar o para facilitar que los jóvenes decidan alistarse en las fuerzas
armadas[2].
Retórica para promover la guerra
La retórica
para promover la guerra pasa por varias fases. Los señores de la guerra siempre
empiezan promoviendo la guerra en nombre de la preservación de la paz. Agravan
las situaciones de conflicto, justificándolas como medidas para impedir que se
extiendan. Adoptan medidas ofensivas mientras afirman que son defensivas. Esta
retórica sirve para adormecer las conciencias de los activistas por la paz.
Cuando este objetivo se consigue en gran medida, comienza una nueva fase: la
demonización y persecución de quienes se mantienen firmes en la lucha por la
paz. De repente son desacreditados como si estuvieran al servicio del enemigo,
financiados por el enemigo, traidores a la causa patriótica del noble esfuerzo
bélico para preservar la paz y la civilización occidental. Al descrédito le
sigue la persecución activa. Por otra parte, los beneficios exponenciales de
las empresas armamentísticas se saludan ahora como signos de la fortaleza de la
economía, mientras que antes se les consideraba peyorativamente «los mercaderes
de la muerte» o «los especuladores de la guerra».
En el caso de
EEUU, el país que desde la Segunda Guerra Mundial más ha insistido en hacer
residir su poder en la potencia militar, más que en la preparación para la
guerra, asistimos a una política de guerra limitada pero permanente sustentada
en cuatro pilares: las sucesivas derrotas en las guerras en las que han
intervenido (Sudeste Asiático, y Oriente Medio) se transforman en victorias
mediante una guerra de propaganda masiva; la prioridad del bienestar de las
poblaciones se sustituye progresivamente por la prioridad de la seguridad
nacional, que, por cierto, tiene tanto una dimensión exterior como interior
(EEUU tiene el 25% de los prisioneros del mundo a pesar de tener sólo el 5% de
la población mundial); los presupuestos militares crecen exponencialmente y
nunca se cuestiona su crecimiento; por último, los procesos electorales se
manipulan para que los promotores del militarismo ganen siempre las elecciones.
Los intereses detrás de la promoción de la guerra
La guerra está
al servicio del capitalismo y del colonialismo de muchas formas. Entre las
principales, podemos distinguir las empresas productoras de armas de guerra (la
industria militar estadounidense controla el 45% del comercio mundial de armas
y sus beneficios han aumentado exponencialmente con las guerras en Ucrania y en
Gaza)[3]; el capital financiero (Ucrania es
actualmente el tercer mayor deudor del FMI); el acceso a los recursos naturales
(alrededor del 30% de los 33 millones de hectáreas de la rica tierra cultivable
de Ucrania, considerada el granero de Europa, ya es propiedad de diez grandes
empresas agroindustriales extranjeras)[4].
Al tiempo que
denunciamos el genocidio de Gaza, no debemos olvidar el proyecto del Canal Ben
Gurion, propuesto en los años sesenta y de nuevo en la agenda de los señores de
la guerra, un canal alternativo al Canal de Suez y gestionado por Israel y sus
aliados. Este canal uniría el golfo de Aqaba, en el mar Rojo, con el mar
Mediterráneo. Más largo, pero con más capacidad que el Canal de Suez y también
fuera del control egipcio (que en el pasado ha bloqueado repetidamente el paso
de barcos hacia o desde Israel), este canal podría ser una alternativa a la
nueva Ruta de la Seda de China. Inicialmente previsto para desembocar en el
Mediterráneo en un puerto al norte de la Franja de Gaza, se ha especulado
recientemente con que la limpieza étnica en curso podría, entre otras
«ventajas» para Israel, despejar el terreno y acortar la longitud del canal,
atravesando lo que hoy es la Franja de Gaza[5].
Me dirijo a los
jóvenes porque ellos serán la carne de cañón de la Tercera Guerra Mundial, por
muy sofisticada que sea la alta tecnología, el uso de perros robot y la
Inteligencia Artificial. Leyendo el diario de guerra de Curzio Malaparte, Kaputt,
en el frente de Alemania Oriental y del Norte en la Segunda Guerra Mundial, una
de las cosas que más me impactó fue la descripción de los exuberantes banquetes
de los generales de Hitler y los políticos aliados, con los manjares más
exóticos, los mejores vinos y las mujeres más elegantes, mientras en el frente
los jóvenes alemanes y sus enemigos morían a millares, desertaban o
enloquecían, vagaban por los bosques sin destino ni futuro o sólo esperaban una
bala misericordiosa.
Para evitar el
estallido de la Tercera Guerra Mundial y dar esperanza a quienes tienen miedo
de ella, es necesario infundir miedo a quienes la promueven. El movimiento
pacifista, ahora renovado por la lucha contra el genocidio de los palestinos en
Gaza, es un signo de esperanza, pero no basta. La guerra es siempre el
resultado de una manipulación masiva del miedo y de la creación de condiciones
de vulnerabilidad, privación, precariedad y erosión de los derechos sociales
que afectan a poblaciones cada vez más numerosas. Sobre todo, es el resultado
de la fragmentación de las luchas que se resisten a todo esto. Cuanto mayor es
la fragmentación, más invisibles se vuelven el poder y la dominación y mayor es
el riesgo de que las víctimas se levanten contra otras víctimas aún más
victimizadas, de que los condenados de la tierra luchen contra otros grupos aún
más condenados de la tierra.
La articulación
de las luchas sociales contra las tres principales dominaciones modernas
–capitalismo, colonialismo y heteropatriarcado– es, por tanto, la condición
necesaria para la reconstrucción de alternativas de paz, paz que esta vez
exigen tanto los seres humanos como la naturaleza. La condición suficiente es que
refundemos el conocimiento y las políticas educativas para que revelen lo que
yo llamo la sociología de las ausencias, el conjunto de alternativas
anticapitalistas, anticolonialistas y antipatriarcales que proliferan en el
mundo. No necesitamos alternativas, necesitamos un pensamiento alternativo
sobre las alternativas.
Traducción de
Bryan Vargas Reyes
Notas
[1] https://news.antiwar.com/2024/06/16/nato-500000-troops-on-high-readiness-for-war-with-russia/
[2] https://www.antiwar.com/blog/2024/06/15/congress-moves-toward-stepped-up-registration-for-a-military-draft/
[3] https://responsiblestatecraft.org/military-industrial-complex-ukraine-israel/
[4] https://www.oaklandinstitute.org/sites/oaklandinstitute.org/files/takeover-ukraine-agricultural-land.pdf
[5] https://www.newarab.com/news/what-israels-ben-gurion-canal-plan-and-why-gaza-matters
Fuente: Diario 16
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