Tras meses de alimentar
un genocidio en Gaza, Oriente Próximo está al borde de la guerra precisamente
porque los políticos occidentales consintieron durante décadas todos los
excesos militares de Israel, a quien ahora Occidente le pide “moderación”.
Occidente quiere «moderación»
El Viejo Topo
22 abril, 2024
De repente, los políticos occidentales, desde el presidente estadounidense Joe Biden hasta el primer ministro británico Rishi Sunak, se han convertido en ardientes defensores de la «moderación», en una lucha de última hora por evitar una conflagración regional.
Irán lanzó una salva de drones y misiles contra Israel en lo que supuso una
demostración de fuerza en gran medida simbólica. Al parecer, muchos de ellos
fueron derribados por los sistemas de interceptación israelíes financiados por
Estados Unidos o directamente por aviones de combate estadounidenses,
británicos y jordanos. No hubo muertos.
Fue el primer ataque directo de un Estado contra Israel desde que Irak disparó
misiles Scud durante la guerra del Golfo de 1991.
El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se reunió apresuradamente el
domingo, y Washington y sus aliados pidieron que se rebajaran las tensiones,
que podrían desembocar fácilmente en el estallido de una guerra en Oriente
Próximo y más allá.
«Ni la región ni el mundo pueden permitirse más guerras», declaró en la reunión
el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres. «Ahora es el momento de
desactivar y desescalar».
Israel, por su parte, prometió «exigir el precio» a Irán en el momento que
elija. Pero la abrupta conversión de Occidente a la «moderación» necesita algunas
explicaciones.
Después de todo, los líderes occidentales no mostraron ninguna moderación
cuando Israel bombardeó el consulado de Irán en Damasco hace dos semanas,
matando a un general de alto rango y más de una docena de otros iraníes –la
causa de la represalia de Teherán.
Según la Convención de Viena, el consulado no sólo es una misión diplomática
protegida, sino que se considera territorio soberano iraní. El ataque israelí
contra él fue un acto desenfrenado de agresión, el «crimen internacional supremo»,
como dictaminó el tribunal de Nuremberg al final de la Segunda Guerra Mundial.
Por ello, Teherán invocó el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, que
le permite actuar en legítima defensa.
BLINDAR A ISRAEL
Sin embargo, en
lugar de condenar la peligrosa beligerancia de Israel –un ataque flagrante al
llamado «orden basado en normas» tan venerado por Estados Unidos–, los líderes
occidentales se alinearon detrás del Estado cliente favorito de Washington.
En una reunión del Consejo de Seguridad celebrada el 4 de abril, Estados
Unidos, Gran Bretaña y Francia despreciaron intencionadamente la moderación al
bloquear una resolución que habría condenado el ataque de Israel al consulado
iraní, una votación que, de no haber sido bloqueada, podría haber bastado para
aplacar a Teherán.
El fin de semana, el ministro británico de Asuntos Exteriores, David Cameron,
dio el visto bueno al ataque israelí contra la sede diplomática iraní,
afirmando que podía «entender perfectamente la frustración que siente Israel»,
aunque añadió, sin ningún atisbo de conciencia de su propia hipocresía, que el
Reino Unido «tomaría medidas muy enérgicas» si un país bombardeara un consulado
británico.
Al proteger a Israel de cualquier consecuencia diplomática por su acto de
guerra contra Irán, las potencias occidentales se aseguraron de que Teherán
tuviera que buscar una respuesta militar.
Pero la cosa no acabó ahí. Tras avivar el sentimiento de agravio de Irán en la
ONU, Biden prometió un apoyo «férreo» a Israel –y graves consecuencias para
Teherán– si se atrevía a responder al ataque contra su consulado.
Irán hizo caso omiso de esas amenazas. El sábado por la noche lanzó unos 300
drones y misiles, al tiempo que protestaba a gritos por la «inacción y el
silencio del Consejo de Seguridad, que no ha condenado las agresiones del
régimen israelí».
Los dirigentes occidentales no tomaron nota. Volvieron a ponerse del lado de
Israel y denunciaron a Teherán. En la reunión del Consejo de Seguridad del
domingo, los mismos tres Estados -Estados Unidos, Reino Unido y Francia- que
antes habían bloqueado una declaración de condena del ataque israelí a la
misión diplomática iraní, solicitaron una condena formal de Teherán por su
respuesta.
El embajador ruso ante la ONU, Vasili Nebenzya, ridiculizó lo que calificó de
«desfile de hipocresía y doble rasero de Occidente». Y añadió: «Saben muy bien
que un ataque a una misión diplomática es un casus belli según el derecho
internacional. Y si las misiones occidentales fueran atacadas, ustedes no
dudarían en tomar represalias y demostrar su caso en esta sala».
Tampoco se vio ningún tipo de moderación cuando Occidente celebró públicamente
su connivencia con Israel para frustrar el ataque de Irán y, de este modo,
convertirse en parte directa de esta peligrosa confrontación.
El primer ministro británico, Rishi Sunak, elogió a los pilotos de la RAF por
su «valentía y profesionalidad» al ayudar a «proteger a los civiles» en Israel.
En una declaración, Keir Starmer, líder del partido laborista, supuestamente de
la oposición, condenó a Irán por generar «miedo e inestabilidad», en lugar de
«paz y seguridad», con el riesgo de avivar una «guerra regional más amplia». Su
partido, dijo, «defenderá la seguridad de Israel».
La «moderación» que Occidente exige sólo se refiere, al parecer, a los
esfuerzos de Irán por defenderse.
MORIR DE HAMBRE
Dado el nuevo
reconocimiento por parte de Occidente de la necesidad de actuar con cautela y
de los peligros evidentes de los excesos militares, puede que haya llegado el
momento de que sus dirigentes se planteen exigir moderación de forma más
general, y no sólo para evitar una nueva escalada entre Irán e Israel.
En los últimos seis meses, Israel ha bombardeado Gaza hasta convertirla en
escombros, ha destruido sus instalaciones médicas y oficinas gubernamentales y
ha matado y mutilado a muchas, muchas decenas de miles de palestinos. En
realidad, tal es la devastación que Gaza perdió hace algún tiempo la capacidad
de contar sus muertos y heridos.
Al mismo tiempo, Israel ha intensificado su bloqueo de 17 años del minúsculo
enclave hasta el punto de que llegan tan pocos alimentos y agua que la
población está presa de la hambruna. La gente, especialmente los niños, se
muere literalmente de hambre.
El Tribunal Internacional de Justicia, el más alto tribunal del mundo,
presidido por un juez estadounidense, dictaminó en enero –cuando la situación
era mucho menos grave que ahora– que se había presentado un caso «plausible» de
que Israel estaba cometiendo genocidio, un crimen contra la humanidad estrictamente
definido en el derecho internacional.
Y, sin embargo, los líderes occidentales no han pedido «moderación» mientras
Israel bombardeaba Gaza semana tras semana hasta dejarla en ruinas, atacando
sus hospitales, arrasando sus oficinas gubernamentales, volando por los aires
sus universidades, mezquitas e iglesias y destruyendo sus panaderías.
Por el contrario, el presidente Biden se ha apresurado repetidamente a aprobar
ventas de armas de emergencia, pasando por alto al Congreso, para asegurarse de
que Israel tenga suficientes bombas para seguir destruyendo Gaza y matando a
sus niños.
Cuando los dirigentes israelíes prometieron tratar a la población de Gaza como
«animales humanos», negándoles todo tipo de alimentos, agua y energía, los
políticos occidentales dieron su visto bueno.
Sunak no estaba interesado en reclutar a sus valientes pilotos de la RAF para
«proteger a los civiles» de Gaza frente a Israel, y Starmer no mostró ninguna
preocupación por el «miedo y la inestabilidad» que sienten los palestinos por
el reino del terror de Israel.
Más bien al contrario. Starmer, famoso como abogado de derechos humanos,
incluso dio su aprobación al castigo colectivo de Israel a la población de
Gaza, su «asedio total», como parte integrante de un supuesto «derecho de legítima
defensa» israelí.
Al hacerlo, invalidó uno de los principios más fundamentales del derecho
internacional, según el cual los civiles no deben ser objeto de ataques por las
acciones de sus dirigentes. Como ahora resulta demasiado evidente, sentenció a
muerte a la población de Gaza.
¿Dónde estaba entonces la «moderación»?
DESAPARECIDA EN COMBATE
Del mismo modo,
la moderación se esfumó cuando Israel inventó un pretexto para erradicar la
agencia de ayuda de la ONU Unrwa, el último salvavidas de la hambrienta
población de Gaza.
A pesar de que Israel fue incapaz de ofrecer ninguna prueba de su afirmación de
que un puñado de empleados de Unrwa estaban implicados en un ataque contra
Israel el 7 de octubre, los líderes occidentales se apresuraron a cortar la financiación
de la agencia. Al hacerlo, se convirtieron en cómplices activos de lo que el
Tribunal Mundial ya temía que fuera un genocidio.
¿Dónde estaba la moderación cuando los funcionarios israelíes –con un largo
historial de mentiras para promover la agenda militar de su Estado– inventaron
historias sobre la decapitación de bebés por Hamás o sobre violaciones
sistemáticas el 7 de octubre? Todo esto fue desmentido por una investigación de
Al Jazeera basada en gran medida en fuentes israelíes.
Esos engaños que justificaban el genocidio fueron amplificados con demasiada
facilidad por los políticos y los medios de comunicación occidentales.
Israel no mostró ninguna moderación a la hora de destruir los hospitales de
Gaza o de tomar como rehenes y torturar a miles de palestinos que sacó de la
calle.
Los políticos occidentales hicieron caso omiso de todo ello.
¿Dónde estaba la moderación en las capitales occidentales cuando los
manifestantes salieron a las calles para pedir un alto el fuego, para detener
la sangría israelí de mujeres y niños, la mayoría de los muertos de Gaza? Los
manifestantes fueron calumniados –y siguen siendo calumniados– por los
políticos occidentales como partidarios del terrorismo y antisemitas.
¿Y dónde estaba la exigencia de moderación cuando Israel rompió el libro de
reglas sobre las leyes de la guerra, permitiendo a cualquier aspirante a hombre
fuerte citar la indulgencia de Occidente con las atrocidades israelíes como
precedente para justificar sus propios crímenes?
En cada ocasión, cuando favoreció los malévolos objetivos de Israel, el
compromiso de Occidente con la «moderación» desapareció en combate.
ESTADO CLIENTE
DE PRIMER ORDEN
Hay una razón
por la que Israel ha sido tan ostentoso en su saqueo de Gaza y su pueblo. Y es
la misma razón por la que Israel se sintió envalentonado para violar la
inviolabilidad diplomática del consulado de Irán en Damasco.
Porque durante décadas Israel ha tenido garantizada la protección y la ayuda de
Occidente, sean cuales sean los crímenes que cometa.
Los fundadores de Israel limpiaron étnicamente gran parte de Palestina en 1948,
mucho más allá de los términos de partición establecidos por la ONU un año
antes. En 1967 impusieron una ocupación militar en lo que quedaba de la
Palestina histórica, expulsando a una parte aún mayor de la población nativa.
Después impuso un régimen de apartheid en las pocas zonas donde quedaban
palestinos.
En sus reservas de Cisjordania, los palestinos han sido sistemáticamente
maltratados, sus casas demolidas y se han construido asentamientos judíos
ilegales en sus tierras. Los lugares sagrados de los palestinos han sido
rodeados y arrebatados gradualmente.
Por otra parte, Gaza lleva 17 años aislada y su población no puede circular
libremente, ni trabajar, ni disfrutar de las necesidades básicas.
El reino del terror de Israel para mantener su control absoluto ha hecho que el
encarcelamiento y la tortura sean un rito de iniciación para la mayoría de los
hombres palestinos. Cualquier protesta es aplastada sin piedad.
Ahora Israel ha añadido la matanza masiva en Gaza –genocidio– a su larga lista
de crímenes.
Los desplazamientos de palestinos a Estados vecinos provocados por las operaciones
de limpieza étnica y las matanzas de Israel han desestabilizado la región en su
conjunto. Y para asegurar su proyecto colonial militarizado de colonos en
Oriente Próximo –y su lugar como Estado cliente de Washington en la región–
Israel ha intimidado, bombardeado e invadido a sus vecinos con regularidad.
Su ataque contra el consulado iraní en Damasco fue sólo la última de las
humillaciones en serie a las que se enfrentaron los Estados árabes.
Y durante todo este tiempo, Washington y sus Estados vasallos no han hecho más
que llamamientos ocasionales y de boquilla a la moderación hacia Israel. Nunca
ha habido consecuencias, sino recompensas de Occidente en forma de ayuda
multimillonaria y un estatus comercial especial.
ALGO PRECIPITADO
Entonces, ¿por
qué, tras décadas de violencia desenfrenada por parte de Israel, de repente
Occidente se ha interesado tanto por la «moderación»? Porque en esta rara
ocasión sirve a los intereses occidentales calmar los fuegos que Israel está
tan decidido a avivar.
El ataque israelí contra el consulado de Irán se produjo justo cuando a la
administración Biden se le acababan por fin las excusas para proporcionar las
armas y la cobertura diplomática que han permitido a Israel masacrar, mutilar y
dejar huérfanos a decenas de miles de niños palestinos en Gaza durante seis
meses.
Las exigencias de un alto el fuego y un embargo de armas a Israel han llegado a
un punto álgido, y Biden está perdiendo apoyo entre parte de su base demócrata,
cundo se enfrenta a las elecciones presidenciales a finales de este año frente
a un rival resurgente, Donald Trump.
Un pequeño número de votos podría marcar la diferencia entre la victoria y la
derrota.
Israel tenía motivos de sobra para temer que su patrocinador pronto tirara la
toalla ante su campaña de matanzas masivas en Gaza.
Pero tras haber destruido toda la infraestructura necesaria para mantener la
vida en el enclave, Israel necesita tiempo para que se produzcan las
consecuencias: o hambruna masiva allí o una reubicación de la población en otro
lugar por motivos supuestamente «humanitarios».
Una guerra más amplia, centrada en Irán, distraería la atención de la
desesperada situación de Gaza y obligaría a Biden a respaldar
incondicionalmente a Israel, a cumplir su «férreo» compromiso con la protección
de Israel.
Y para colmo, si Estados Unidos se viera arrastrado directamente a una guerra
contra Irán, Washington no tendría más remedio que ayudar a Israel en su larga
campaña para destruir el programa de energía nuclear iraní.
Israel quiere eliminar cualquier posibilidad de que Irán desarrolle una bomba,
algo que nivelaría el campo de juego militar entre ambos de forma que Israel
tendría muchas menos garantías de poder seguir actuando a su antojo en toda la
región con impunidad.
Por eso, los funcionarios de Biden están expresando a los medios de
comunicación estadounidenses su preocupación por que Israel esté dispuesto a
«hacer algo precipitado» en un intento de arrastrar a la administración a una
guerra más amplia.
La verdad es, sin embargo, que Washington cultivó hace tiempo a Israel como su
monstruo Frankenstein militar. El papel de Israel consistía precisamente en
proyectar el poder de EEUU de forma implacable en Oriente Medio, rico en
petróleo. El precio que Washington estaba más que dispuesto a aceptar era la
erradicación por Israel del pueblo palestino, sustituido por un «Estado judío»
fortaleza.
Pedir ahora a Israel que ejerza la «moderación», mientras sus atrincherados
grupos de presión flexionan sus músculos inmiscuyéndose en la política occidental
y unos fascistas confesos gobiernan Israel, va más allá de la parodia.
Si Occidente realmente apreciara la moderación, debería haber insistido en ella
a Israel hace décadas.
Fuente: https://jonathancook.substack.
Artículo seleccionado por Carlos Valmaseda para la página Miscelánea de
Salvador López Arnal
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