EEUU exige a los países
de la Unión Europea un incremento en sus gastos militares. Algunos países
europeos actúan como si la guerra fuera a empezar en cualquier momento. El
futuro ejército europeo empezará con un Schengen militar. El enemigo es Rusia.
Un Schengen militar
El Viejo Topo
19 febrero, 2024
Pasos adelante para una UE armada en la OTAN
Por Gigi Sartorelli
El 31 de enero,
en Bruselas, al margen de una reunión entre ministros europeos de Defensa,
Holanda, Alemania y Polonia firmaron una declaración de intenciones para
crear un corredor militar entre los tres países. El acuerdo
está abierto a otros posibles participantes y pretende facilitar y acelerar el
movimiento de material y tropas de un lado a otro del continente.
La burocracia
en las fronteras y la insuficiencia de las infraestructuras son los principales
problemas. Por ello, los firmantes del acuerdo pretenden normalizar las
condiciones de los movimientos militares, lo que en concreto significa
simplificar los controles fronterizos, dar prioridad a los convoyes militares
y, en general, reducir la normativa burocrática sobre movimientos de armas.
Boris
Pistorius, ministro de Defensa alemán, afirmó que por ahora el interés se
centra en las conexiones de «los puertos del Mar del
Norte con el flanco oriental de la OTAN, especialmente expuesto«, en
referencia al enfrentamiento con Moscú. Pero todos señalaron que se trata sólo
de un paso en un proceso que debe conducir a un «Schengen militar«.
Władysław
Kosiniak-Kamysz, Vicepresidente polaco, llegó a pedir una «unificación de
los procedimientos para toda la UE y la OTAN» (en otras palabras, anteponer
lo militar a lo político y económico).
Después de
todo, a finales de noviembre de 2023, Alexander Sollfrank, jefe del mando
logístico de la OTAN que operará en Europa a partir de 2021, había exhortado a
los países del continente evocando precisamente un «Schengen militar«.
«Lo que no
hagamos en tiempos de paz no estará listo en caso de crisis o guerra«,
dijo, pero conviene hacer importantes precisiones sobre estas palabras. Al
igual que es bueno recordar que el Schengen militar es deseado principalmente
por nuestros imperialistas, y data de mucho antes de la operación rusa en
Ucrania.
Procedamos por
orden. Las medidas del acuerdo relativas a la racionalización de la burocracia
son importantes, pero sólo en tiempos de paz. Si estallara un conflicto en el
Báltico, ¿quién piensa realmente que las tropas euroatlánticas tendrían que
esperar a que el funcionario local comprobara sus documentos antes de ir al
frente? Los mecanismos funcionarían bajo un régimen completamente distinto del
actual.
A lo que
Sollfrank se refiere está plasmado en una parte específica del acuerdo, la
relativa al apoyo logístico material a lo largo de las rutas de viaje: zonas y
almacenes para combustible, armas, municiones, artículos de primera necesidad,
etc.
En resumen,
Ámsterdam, Berlín y Varsovia están estudiando la forma de garantizar la
circulación de vehículos y equipos pesados, que no pueden pasar por ninguna
carretera o vía férrea.
Es la logística
–la infraestructura para llevar lo que se necesita donde se necesita rápidamente–
el quid del Schengen militar, y hasta ahora también el
principal punto delicado. La UE lleva años trabajando en ello, mucho antes de
febrero de 2022 y con la idea de desarrollar su propia defensa, si no más allá,
desde luego junto al paraguas de la OTAN.
En 2017, la
Iniciativa de Movilidad Militar fue aprobada casi de inmediato por todos los
miembros de la UE como uno de los primeros proyectos de la PESCO, una primera
fórmula de cooperación europea en materia de seguridad y defensa. Ya en marzo
de 2018, la Comisión Europea presentó un plan de acción, con fondos para
adaptar puentes, túneles y otras instalaciones a tanques y otros medios.
La prioridad
decidida en Bruselas fue orientar incluso las inversiones en infraestructuras
según una lógica de doble uso: sólo se hace algo en el ámbito civil
si también es útil para la guerra.
O si sólo
es útil para la guerra, como el TAV, que, aunque
ahora se ha demostrado ampliamente que no es rentable económicamente, se espera
que sea un importante corredor estratégico-militar (¿qué
otra cosa necesita ir sin obstáculos «de Lisboa a Kiev»?).
Así pues, el
deslizamiento hacia una economía de guerra hace tiempo que ha comenzado, y no
es el resultado de conflictos específicos, sino de la tendencia del capital en
crisis a encontrar soluciones únicamente en el uso de la fuerza. En la
destrucción y la reconstrucción, en la canibalización de porciones de mercado
antes inaccesibles.
Si a esto
añadimos las aspiraciones autonomistas de la UE, tenemos el cuadro completo.
Una carrera hacia el abismo de la guerra cuyos costes corren todos a cargo de
los sectores populares.
Fuente: contrapiano.org
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