El invierno ha
llegado y el frente pronto permanecerá estancado. Algo que podría favorecer
unas hipotéticas conversaciones de paz. Pero Rusia desconfía: cree que el
objetivo final de la OTAN, a cuatro o cinco años vista, es la ampliación de la
guerra.
Pantano
El Viejo Topo
10 diciembre, 2023
El invierno ha
llegado pronto a Ucrania. La lluvia y la nieve ya hacen intransitables las carreteras
sin asfaltar y la movilidad de los vehículos blindados se reduce al mínimo.
Una tormenta de una potencia sin precedentes ha barrido el Mar Negro,
destruyendo las redes eléctricas en casi todas partes. 2.000 pueblos
ucranianos están sin electricidad, Crimea sin agua corriente, porque las
plantas de bombeo no reciben suministro. En algunos lugares de la costa, el mar
ha retrocedido hasta 100 metros.
Por supuesto,
todo esto se refleja inmediatamente en la línea de batalla, frenando
severamente la actividad aérea y de artillería, lo que en lo inmediato es una
ventaja para los ucranianos: las condiciones meteorológicas, de hecho,
ralentizan aún más el avance ruso alrededor de Avdeevka, así como la
contraofensiva en el Dniepr, en el sector de Jerson.
La situación
sobre el terreno está actualmente, metafórica y prácticamente, congelada.
Sin embargo, la
llegada del general Invierno puede, en el mejor de los casos,
facilitar a las fuerzas ucranianas la transición de una postura ofensiva a una
defensiva. Pero no sirve para nada más y, como vimos el invierno pasado, no
detendrá al ejército ruso.
La inevitable
ralentización de las operaciones terrestres, sin embargo, se convierte en
terreno abonado para que otros niveles del conflicto se manifiesten de forma
más incisiva. De hecho, está claro que la OTAN ha entrado ahora en el modo
Minsk, es decir, está buscando una salida temporal al
conflicto; algún tipo de acuerdo que permita, precisamente, congelar el
conflicto, lo suficiente para volver a poner en pie una apariencia de ejército
ucraniano eficiente y, sobre todo, para poner a los países europeos de la
Alianza en condiciones de un enfrentamiento directo con
Moscú. Está claro que la OTAN avanza hacia esta perspectiva, una guerra con
Rusia dentro de (relativamente) pocos años. Como ha afirmado claramente el
presidente de la República Checa, Pavel, que es, además, un antiguo general
de la OTAN.
Tanto los
esfuerzos (e inversiones) para adaptar y estandarizar las infraestructuras
varias europeas (tanto por carretera como por ferrocarril), con el fin de
hacerlas aptas para el movimiento de tropas y vehículos con los estándares de
la OTAN, como la reciente propuesta de un Schengen militar[1],
para facilitar el movimiento transfronterizo rápido y libre de los ejércitos
de la OTAN, van en esta dirección.
Una perspectiva
que, sin embargo, requiere necesariamente, por encima de todo, que los
ejércitos europeos –y sus capacidades industriales– alcancen el nivel
necesario para librar una guerra de desgaste con una gran potencia militar como
Rusia. Y para ello, básicamente, hace falta tiempo. Un tiempo de no
beligerancia activa, que requiere por tanto el cierre (temporal) del conflicto
ucraniano. Un desenlace, éste, que requiere la alineación de tres elementos:
la conversión de la narrativa propagandística, la disposición ucraniana y,
sobre todo, la disposición rusa.
Obviamente, los
dos primeros no sólo son aquellos sobre los que se puede ejercer toda la
influencia de la OTAN, sino también los necesarios (aunque no suficientes)
para iniciar el diálogo con Moscú.
Pero si
reorientar la narrativa propagandística (algo que, por otra parte, ya se está
haciendo) resulta fácil, convencer a los ucranianos para que acepten consejos
más amables parece serlo mucho menos. Zelensky, de hecho, parece decidido a
continuar la guerra a cualquier precio, entre otras cosas porque percibe que su
destino está ineluctablemente ligado a su continuación y, por tanto, cuanto
más dure el conflicto, más durará su poder.
De ello se
deduce que para la OTAN –o mejor dicho, para quienes deciden en ella, es decir,
Washington– el problema consiste en gestionar una transición en el gobierno
del país; lo ideal hubiera sido una transición democrática, pero
está claro que Zelensky no tiene ninguna intención de celebrar elecciones
presidenciales el año próximo. Por lo tanto, será necesario, con toda
probabilidad, lograr el cambio deseado de una manera algo más informal…
Por el momento,
el principal problema parece ser encontrar un sustituto que sea fiable (para
Estados Unidos) pero también creíble (para los ucranianos), es decir, que sea
capaz de mantener el control del país, sacándolo de la guerra, sin
sobresaltos ni giros.
Este último
punto, en particular, no es exactamente un hecho. Aunque, de hecho, la
población ucraniana está agotada (y diezmada), y en general vería con buenos
ojos el fin de las hostilidades, no hay que olvidar que una parte importante de
las fuerzas armadas está formada por unidades abiertamente pronazis, cuya
reacción podría ser totalmente imprevisible (o previsible, según se mire).
No olvidemos que la historia europea cuenta dos casos clamorosos en los que una
paz vista como una traición a los sacrificios de la guerra produjo en la
Alemania derrotada primero los Freikorps y luego el nazismo, y
en la Italia victoriosa el fascismo. Por lo tanto, no es un peligro que deba
subestimarse, teniendo en cuenta además que estas unidades banderistas están
muy bien armadas y entrenadas.
En resumen, se
necesita un candidato que tenga autoridad para mantener bajo
control a los sectores más inquietos de la sociedad ucraniana durante una fase
necesariamente tormentosa.
Tal y como
están las cosas, las posibles alternativas a Zelensky parecen ser dos, su
antiguo asesor Arestovich y el jefe de las fuerzas armadas Zaluzhny. El primero
está ciertamente en línea con la perspectiva de un compromiso por la paz,
pero también es un personaje no especialmente limpio y, en cualquier caso,
conocido pero no popular. El comandante en jefe, por su parte, goza de gran
estima, tanto entre los militares como entre la población, pero aunque a
menudo está en desacuerdo con el presidente, no parece muy convencido de la
opción pacifista; huelga decir que, en virtud de su función
actual, no puede ser demasiado franco a este respecto, pero algunas de sus
posturas parecen sugerir que la disensión se refiere más bien a la mejor
estrategia para oponerse a Rusia y no a la conveniencia o no de seguir
luchando. Y, por supuesto, el hecho de que sea el comandante del ejército
haría más difícil disimular el fondo de cómo se produciría el cambio en la
cúpula, es decir, un golpe de Estado.
Por supuesto,
Zelensky es muy consciente de todo esto, y se mueve para impedir los
movimientos de aquellos que le destronarían. Internacionalmente, está claro
que el único aliado de hierro con el que puede contar es Gran Bretaña (que, a
diferencia de EEUU, está a favor de continuar la guerra hasta el
último ucraniano), mientras que internamente ha comenzado una auténtica
guerra fratricida que enfrenta al grupo de poder de Zelensky
con el de Zaluzhny (casi exclusivamente militar).
Además, el
presidente ucraniano comprende bien que no se trata sólo de una batalla sobre
la elección entre la guerra y la paz, ni de una mera cuestión de poder; de
hecho, es mucho más que eso. Como escribió recientemente Politico[2] sobre él, «mientras Zelensky esté
vivo, seguirá moviendo a Europa en la dirección que él quiere». Lo cual, si
no exactamente como una amenaza, ciertamente suena como una oscura predicción.
Por tanto, está utilizando su poder para debilitar a sus oponentes.
Lo que está
ocurriendo en Ucrania es, de hecho, un auténtico ajuste de cuentas, una
especie de prolongada noche de los cuchillos largos[3]. Según el ex diputado de la Verjovna
Rada (Parlamento ucraniano) Oleg Tsarev[4],
existen dos estructuras capaces de llevar a cabo un golpe de Estado sin
necesidad de desplegar tanques en las calles: la División Especial
Alfa y las Fuerzas de Operaciones Especiales.
El comandante
adjunto de Alfa, el general de división Shaytanov, fue acusado de traición.
Viktor Khorenko, jefe de las Fuerzas Especiales, fue destituido. La
comandante de los departamentos de sanidad militar, Tatyana Ostashchenko (leal
a Zaluzhny), fue destituida. Zelensky también destituyó y sustituyó a cuatro
subcomandantes de la Guardia Nacional ucraniana.
Es más,
Zelensky lanzó recientemente un ataque directo contra Zaluzhny –aunque sin
nombrarlo– en una entrevista al diario The Sun, afirmando que «si
un militar decide dedicarse a la política y tiene todo el derecho a hacerlo,
que lo haga, pero no puede dedicarse a la guerra. Si estás en una guerra,
piensas en meterte en política o presentarte a las elecciones mañana,
entonces tanto de palabra como en el frente te comportarás como un político y
no como un militar, lo que creo que es un gran error»[5].
La situación
interna ucraniana, por tanto, está tan empantanada como las tropas en el
frente. Es probable que, a medida que empeoren las condiciones a lo largo de la
línea de batalla y con la campaña de las elecciones presidenciales
estadounidenses acercándose, la presión de Washington para llegar a un Minsk
III se haga más fuerte, utilizando la influencia de la ayuda y los
suministros militares, cuya escala y alcance estarán cada vez más dirigidos a
empujar a Kiev hacia un acuerdo.
Por supuesto,
en todo esto (como ya es habitual) la OTAN hace las cuentas sin el que cuenta.
De hecho, es difícil entender por qué Rusia debería aceptar hoy un
compromiso, del que no obtendría nada más que un reconocimiento occidental
de la realidad sobre el terreno (es decir, algo que ya ha obtenido), no sólo
renunciando a los objetivos estratégicos de la guerra –la desmilitarización y
la neutralidad de Ucrania–, sino sabiendo que, al igual que en el caso de los
anteriores acuerdos firmados en la capital bielorrusa, se trataría de meros expedientes,
utilizados por la OTAN para ganar tiempo y recuperar el aliento.
Ciertamente, en
presencia de una voluntad formal ucraniana, y de una
sustancial estadounidense, Rusia se vería presionada por muchas partes para no
rechazar al menos prejuiciosamente la posibilidad de un acuerdo. Está claro
que esta guerra es incómoda, incluso para algunos amigos importantes de Moscú,
China entre ellos. Pero también es cierto que un acuerdo de compromiso a la
baja, no sólo podría provocar malestar en el país (victoria traicionada de
nuevo…), sino que sería sobre todo un error estratégico. De hecho, está
absolutamente claro que la OTAN se está preparando para la guerra y que –salvo
acontecimientos sensacionales– dentro de cinco a siete años se sentirá
preparada para pasar de nuevo a la ofensiva; quizás incluso de una Ucrania que
ha retrocedido hasta ponerse de rodillas, reabriendo el conflicto con el
pretexto de recuperar los territorios perdidos.
Por tanto,
cualquier acuerdo que no prevea la consecución segura de los
objetivos sería, como mínimo, una maniobra temeraria. Así pues, es probable
que Moscú, aunque acepte sentarse a la mesa, no acepte ningún alto el fuego
y, sobre todo, no firme ningún tratado cuyos términos no estén garantizados
por la palabra de la OTAN, sino por resultados concretos obtenidos en el campo
de batalla.
Independientemente
de lo que ocurra en Kiev en los próximos meses, por lo tanto, la perspectiva
que se perfila a medio plazo es la de una nueva guerra con Rusia, pero una en
la que Ucrania (o los países bálticos, o quienquiera que esté dispuesto a
desempeñar el papel) actuará como detonante, pero los próximos apoderados serán
los ejércitos europeos de la OTAN. Mientras el imperio maniobra
por líneas exteriores, como corresponde a una potencia talasocrática, son los
ejércitos coloniales los que lucharán en las fronteras.
Fuente: https://giubberosse.news/2023/11/28/pantano/
Notas
[1] Véase «La OTAN insta a los Estados miembros a construir un
‘Schengen’ militar», Euractiv.it (https://euractiv.it/section/mondo/news/la-nato-
esorta-gli-stati-membri-a-costruire-una-schengen-militare/).
[2] Véase «Las personas más poderosas para 2024», Politico
Europe (https://www.politico.eu/list/politico-28-class-of-2023/volodymyr-zelenskyy/).
[3] Véase «La noche de los cuchillos largos», Rai Cultura (https://www.raicultura.it/storia/articoli/2019/06/La-notte-dei-lunghi-coltelli-124d1c92-bbd7-4e80-be38-becf43d3caec.html).
[4] Cf. «Sobre la destitución del jefe de las fuerzas especiales
ucranianas, general mayor Viktor Khorenko», Telegra.ph (https://telegra.ph/SUL-LICENZIAMENTO-DEL-RESPONSABILE-DELLE-FORZE-SPECIALI-DELLUCRAINA-GENERALE-MAGGIORE-VIKTOR-KHORENKO-11-14).
[5] Cf. «Zelensky advierte a los generales ucranianos de que
involucrarse en política pone en peligro la unidad del país», The Sun (https://www.thesun.co.uk/news/24799411/zelensky-ukraine-generals-politics-row/).
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