“Ojo por ojo y el mundo acabará ciego”
HOJAS DE DEBATE
La
justicia se confunde con la venganza. Bajo la lógica de esta, se responde al
mal con una acción equivalente; en cambio, la justicia, al menos idealmente,
busca responder a un mal con una acción reparadora que causa bien. El objetivo
de la venganza es hacer daño a quien lo ha ocasionado; la justicia intenta
reparar el mal. La venganza responde a la necesidad de satisfacer un deseo de
castigo, encarna la filosofía del “ojo por ojo, diente por diente”, y produce
alivio momentáneo a quien la ejerce, pero solo la justicia da paz permanente,
genera armonía y trae consuelo y verdad. [1]
Históricamente,
la Ley del Talión constituyó el primer intento de la humanidad por establecer
una proporcionalidad entre el daño recibido en un crimen y el perjuicio
producido en el castigo. Un importantísimo avance progresista en un tiempo en
el que aparecen los primeros vestigios del derecho punitivo. La Ley del Talión
es el primer límite que se impone a la venganza cruel e indiscriminada. La
humanidad dio entonces un gran paso adelante. Constituyó una norma básica que
fue desarrollándose en África y Eurasia, de manera especial en la Edad Antigua
y Edad Media.
Es en el Código
de Hammurabi, un conjunto de 282 leyes inscritas en una piedra por el rey
de Babilonia entre 1795 y 1790 a.c., donde quedó plasmado este principio
con mayor claridad recogiendo una reciprocidad rayana en la exactitud entre el
daño provocado a la víctima inocente por el delincuente y el quebranto que
debía recibir este por su comportamiento antisocial.
En la ley
mosaica, la Ley del Talión aparece en el texto del Éxodo, segundo libro de la
Biblia, así como en el Levítico y el Deuteronomio. Más tarde, en la Ley
de las XII Tablas o Ley decenviral, ya en la época romana, la número VIII nos
muestra una curiosa combinación entre normas inspiradas en la Ley del Talión y
otras tantas correspondientes a sistemas jurídicos menos primitivistas.
Fue en los prolegómenos de la Revolución Francesa cuando Cesare Beccaria,
jurista, filósofo y economista, en su obra fundamental “Tratado de los delitos y las
penas” (1764), junto con otros valientes ideólogos y juristas,
combatieron con firmeza las atrocidades del derecho punitivo y sancionador del
“ancien régime”, entre la que se encontraba la Ley del Talión, proclamando con
vehemencia el principio de legalidad, exigencia de
la seguridad jurídica ya que el destinatario de la ley penal o sancionadora
debe conocer con anterioridad lo que no debe hacer -o hacer- y la
pena o sanción que se aplicará si no cumple. Pero sobre todo defendió tratar a
los delincuentes como personas, como seres humanos, más que como objetos o
cualquier otra cosa y planteó, con enorme lucidez, que las penas deben ser
iguales para todos sin importar la clase social de la que se provenga. Las
penas deben ser, indica Beccaria, tan leves y humanas como sea posible mientras
sirvan a su propósito, que no es causar daño, sino impedir al delincuente la
comisión de nuevos delitos y disuadir a los demás ciudadanos de hacerlo.
El posterior derecho humanitario, recogido entre otros tantos textos
en los Convenios de Ginebra de 1949 y en sus tres Protocolos
Adicionales, impuso límites a la actuación de las fuerzas militares en
contiendas bélicas.
El genocidio del pueblo palestino ha
provocado a la fecha más de 18.000 asesinados, el 70% mujeres y niños, 7.000 personas
desaparecidas y más de 50.000 heridos, es decir, 15 veces más que las víctimas
causadas por el ataque de Hamas el pasado 7 de octubre. Además, ha ocasionado
el derribo completo de más de 40.000 viviendas, hospitales y escuelas y un 50%
del resto de los inmuebles ha quedado seriamente dañado. Finalmente ha
desplazado a la fuerza a cientos de miles de gazatíes lejos de sus lugares de
residencia.
El gobierno de
Benjamín Netanyahu y el ejército del estado de Israel no solo han violado
elementales normas del derecho humanitario, sino que también han trasgredido
los principios básicos del derecho punitivo alumbrado por la Revolución
Francesa, los preceptos de la sagrada legislación mosaica hasta culminar con el
absoluto desprecio a la mismísima Ley del Talión. Han restablecido la venganza
sin límites, propia de la etapa primitiva de la barbarie.
Notas
⇧1 |
Simon Wiesenthal, Justicia, no venganza |
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