El Gran Israel, esa es la meta. Y para alcanzarla, hay que
expulsar –o matar– a todos los palestinos. Israel no ignora que los niños
palestinos de hoy serán combatientes mañana, así que se ha puesto manos a la
obra. Y piensa matarlos o expulsarlos a todos.
La violencia cotidiana de vivir en Palestina
El Viejo Topo
6 noviembre, 2023
Conducir por el valle del río Jordán en el Territorio Palestino Ocupado (TPO) de Cisjordania es una experiencia impresionante. La carretera se llama oficialmente Autopista 90. Las tierras cultivables y de regadío a lo largo de esta carretera están en manos militares –e ilegales– de colonos israelíes, muchos de los cuales no son en realidad ciudadanos israelíes, sino residentes de la diáspora judía. Un informe de la Comisión de las Naciones Unidas publicado en 2022 demostró que esta actividad de asentamiento es un delito contra la legislación internacional de derechos humanos (traslado de población a un territorio ocupado). Los colonos y militares israelíes que los defienden llaman a la autopista 90 Derekh Gandhi o carretera de Gandhi. Esto me extrañó la primera vez que conduje por esa carretera, hace más de una década. Mahatma Gandhi fue uno de los líderes de la lucha por la libertad en la India y en muchas ocasiones –como en su artículo de 1938 “Los judíos”– ofreció su simpatía y solidaridad al pueblo palestino. De hecho, la carretera que atraviesa Cisjordania –una parte crucial de la propuesta de Estado palestino– en realidad lleva el nombre de Rehavam Ze’evi, a quien irónicamente se le puso el apodo de Gandhi.
Ze’evi dirigía
el partido Unión Nacional, que aglutinaba todas las corrientes más peligrosas
de la política israelí de extrema derecha. Como líder de este partido y, antes,
de Moledet, Ze’evi abogaba por la expulsión del pueblo
palestino de lo que consideraba tierra de Israel (Jerusalén Este, Gaza y
Cisjordania). Apoyaba la creación de Eretz Yisrael, que se extendería desde el
río Jordán hasta el mar Mediterráneo. En marzo de 2001, Ze’evi –que más tarde
sería acusado de acoso sexual y de estar
implicado en el crimen organizado– declaró a The Guardian que
“no es asesinato deshacerse de terroristas potenciales, o de los que tienen las
manos manchadas de sangre. Cada uno eliminado es un terrorista menos contra el
que luchar”. Unos meses después, Ze’evi demostró que no hacía distinciones
entre palestinos, clasificándolos a todos de “cáncer” y diciendo: “Creo que no
hay lugar para dos pueblos en nuestro país. Los palestinos son como piojos. Hay
que eliminarlos como a piojos”. Murió tiroteado por combatientes del Frente
Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) en octubre de 2001. El nombre de
la carretera que atraviesa Cisjordania –prometida a un Estado palestino en los
Acuerdos de Oslo de 1993– aún lleva el nombre de Ze’evi.
Ze’evi fue
asesinado por combatientes del FPLP porque el ejército israelí había matado a
su líder Mustafa Ali Zibri disparando dos misiles de crucero contra su casa en
Al-Bireh (Palestina). El asesinato de Zibri no fue un incidente aislado.
Formaba parte del plan del Primer Ministro israelí Ariel
Sharon para “provocar el colapso” de la Autoridad Palestina –creada para
gestionar los Acuerdos de Oslo– y “enviarlos a todos al infierno”. Aparte del
asesinato de civiles de forma puntual, a partir de julio de 2001 el Gobierno
israelí asesinó a cuatro dirigentes políticos (el dirigente de la Yihad
Islámica Salah Darwazeh y el dirigente de Hamás Jamal Mansour en julio, y
posteriormente al dirigente de Hamás Amer Mansour Habiri y el dirigente de
Fatah Emad Abu Sneineh en agosto). Tras el asesinato de Zibri, los israelíes
asesinaron en noviembre a Mahmoud Abu Hanoud, de Hamás. “Quienquiera que diera
luz verde a este acto de liquidación”, escribió el corresponsal militar Alex
Fishman en Yediot Ahronot, “sabía perfectamente que con ello hacía añicos de un
solo golpe el pacto de caballeros entre Hamás y la Autoridad Palestina; en
virtud de dicho pacto, Hamás debía evitar en un futuro próximo los atentados
suicidas dentro de la Línea Verde [las fronteras de Israel anteriores a 1967]”.
Violencia caliente, violencia fría
Durante siglos,
cristianos, musulmanes y judíos palestinos convivieron en las tierras que con
el tiempo serían Israel y los TPO, incluso a lo largo del valle del río Jordán.
Desde la expulsión de los cristianos y musulmanes palestinos y la llegada de los
judíos europeos, el aparato legal –o la “violencia fría”, como la llama el escritor Teju Cole–
trabajó junto con la violencia paramilitar y militar contra el pueblo palestino
para crear la fantasía de un proyecto de Estado etnonacionalista (el Estado
judío, como se llamaba entonces). El borrado de los y las palestinas no judías
fue clave para este proyecto, ya fuera mediante masacres (Deir Yassin en 1948) o el traslado
masivo de la población palestina de sus tierras (la Nakba de 1948). Las
masacres y los traslados de población vinieron acompañados de la negación de
la realidad de Palestina y del pueblo palestino. El heredero
de Ze’evi, el actual ministro de Finanzas Bezalel Smotrich dijo este marzo: “No existen los
palestinos porque no existe el pueblo palestino”. No se trata de una opinión
que pueda descartarse como un desvarío de extrema derecha. El miembro del Likud
Ofir Akunis, ministro de Ciencia y Tecnología, dijo hace
tres años: “No hay lugar para ninguna fórmula que establezca un Estado
palestino en el oeste de Israel”. La frase “Israel occidental” es una
declaración escalofriante sobre el consenso israelí en torno a la anexión total
de Cisjordania haciendo caso omiso del derecho internacional.
Es esencial
centrarse en Gaza. La “violencia caliente” israelí es extrema, con un balance
de más de 5.000 personas palestinas muertas, casi la mitad de ellos niños y
niñas en Gaza. La invasión terrestre israelí ha sido bloqueada, por ahora, por
el reconocimiento de la alta moral entre la resistencia palestina. Ésta luchará
contra cada soldado israelí que se adentre en las ruinas de Gaza. Antes de esta
incursión israelí, 450 camiones cruzaron a Gaza con suministros para
los 2,3 millones de residentes; se tomó como una victoria cuando nueve camiones
de las Naciones Unidas y 11 camiones de la Media Luna Roja egipcia cruzaron a
Gaza el 21 de octubre. Amnistía Internacional examinó sólo cinco de los
bombardeos israelíes y encontró pruebas de crímenes de
guerra, lo que debería alertar a la Corte Penal Internacional para que reabra su expediente sobre las
atrocidades israelíes. Esto debería incluir el crimen de castigo colectivo al
cortar el suministro de agua y electricidad a Gaza y bombardear las carreteras
de acceso al paso fronterizo de Rafah con Egipto, y al bombardear el propio
paso fronterizo de Rafah.
Grandes
manifestaciones en todo el mundo exigen un alto el fuego (como mínimo) y el fin
de la ocupación. A Israel no le interesa. Su ministro de Defensa, Yoav
Gallant, declaró ante el Parlamento que sus
fuerzas tienen un plan de tres puntos: destruir a Hamás, destruir a las demás
facciones palestinas y crear un nuevo “régimen de seguridad” en Gaza. El pueblo
palestino –no sólo las facciones armadas– está resuelto en su resistencia a la ocupación
israelí. La única manera de que el nuevo “régimen de seguridad” de Gallant
funcione sería borrar esta resistencia, lo que significa expulsar a todos los
palestinos de Gaza, ya sea mediante masacres o mediante la desposesión. Los
Estados Unidos están siguiendo este plan de exterminio: un memorando del
Departamento de Estado estadounidense dice que sus diplomáticos no deben
utilizar frases como “desescalada”, “alto el fuego”, “fin de la violencia”,
“fin del derramamiento de sangre” y “restablecimiento de la calma”.
Fuente: Globetrotter
No hay comentarios:
Publicar un comentario