La España de Bolaños no es la que soñaron los
perdedores de la guerra
La poesía que
oculta la realidad no es poesía, es simplemente una manera de retorcer esa
realidad y convertirla en una invención. Y a veces esa invención hace daño.
Mucho daño. Sobre todo a la verdad.
La España de Bolaños no es la que soñaron
los perdedores de la guerra
Casi
siempre lo hago. Leo la prensa. Guardo algunos textos que me interesan. Los
dejo reposar, como solemos hacer con algunos alimentos en el frigorífico. A lo
mejor, cuando los recupero, ya se les ha pasado el arroz y me suenan a chino.
Otras veces, por lo que sea, han dejado de tener el interés que tenían cuando
los guardé en la carpeta del ordenador donde pone “nevera”. Qué curioso:
algunos de esos textos están ahí desde hace meses y al releerlos es como si
hubieran sido publicados ayer mismo. Hay cosas que no cambian. ¿Han visto la
cara de José Luis Martínez-Almeida?
Es que desde que la vi por primera vez no se me va la risa. La meto en la
nevera. La dejo reposar al lado del queso y los yogures. Al poco tiempo se les
ha pasado la fecha de caducidad y la cara del alcalde de Madrid está como una
rosa. Y me sigue dando la misma risa que el primer día en que vi su cara, como
en una mala versión de The first time ever I saw your face,
la inmensa canción de Roberta Flack.
Hace
un rato he sacado del segundo estante del frigorífico un artículo publicado en infoLibre el
pasado 24 de octubre. Trata de una sesión organizada en el Círculo de Bellas
Artes de Madrid por el propio diario y el Ministerio de la Presidencia: “La
mirada hoy: una mirada intergeneracional sobre la Memoria Democrática”.
Participaban la periodista Natalia Junquera,
el director de infoLibre, Daniel Basteiro,
los profesores de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense y la
UNED Gutmaro Gómez Bravo y María
Ángeles Egido respectivamente y Jesús
Maraña, director editorial de infoLibre. Un buen elenco. Y más
todavía si añadimos a esos nombres el de Félix Bolaños,
Ministro de la Presidencia. “El Círculo de Bellas Artes se ha convertido este
martes en lugar de recuerdo y homenaje a todos aquellos que lucharon y dieron
su vida por la democracia”: es el primer párrafo de la noticia firmada por Álvaro
Sánchez Castrillo. El cuerpo de la noticia no era muy extenso.
Y destacaban, sobre todo, las palabras dichas para la ocasión por el ministro
Bolaños. Y a eso iba. Mejor dicho: a eso voy. A ver qué hay exactamente detrás
de algunas de las palabras del señor Ministro de la Presidencia.
Me
quedo con estas, que además servían de titular para la noticia: «Homenajeamos a
los perdedores para decirles que ganaron, que la España de hoy es la que
soñaron”.
Y
me acordé del 50 Aniversario del Congreso de Intelectuales Antifascistas de
1937. La conmemoración se celebró en el Palau de la Música, en València. Fue
más un Congreso contra el estalinismo que otra cosa. Allí se dieron cita un
montón de comunistas convertidos al socialismo (ya no marxista desde 1979)
imperante en esos momentos bajo la batuta de Felipe
González y Alfonso Guerra.
No me perdí ni una sola de las sesiones. Lo inauguró Octavio
Paz y en su largo discurso se hizo una pregunta sobre
quiénes ganaron de verdad la guerra de España. Según el poeta mexicano, no la
ganaron Franco y sus
aliados, ni las democracias de Occidente “que abandonaron a la República
española”, ni evidentemente el Frente Popular. Y remató la cosa con una
respuesta contundente: la guerra la ganaron “la Democracia y la Monarquía
Constitucional”. Unos días después intervino Manuel Vázquez
Montalbán y aludió a las palabras del poeta sobre quiénes
habían sido los auténticos vencedores de la guerra: «El primer día, en el
brillantísimo discurso de inauguración, Octavio Paz aportó una espléndida
licencia poética —yo temo que el destino de muchas licencias poéticas sea el de
convertirse en licencias históricas— y esa licencia poética fue que,
finalmente, el vencedor de la guerra civil o los vencedores habían sido la
Monarquía y la Democracia, hermosa licencia poética. Sin embargo, yo,
recuperando de pronto mi memoria sacudida por el impacto y la belleza de las
palabras, recordé que durante treinta y seis años tuve la sospecha de que quien
había ganado la guerra era Franco». Fantástica respuesta. La poesía que oculta
la realidad no es poesía, es simplemente una manera de retorcer esa realidad y
convertirla en una invención. Y a veces esa invención hace daño. Mucho daño.
Sobre todo a la verdad.
He
recordado las palabras de Octavio Paz y la respuesta sabia e irónica de Vázquez
Montalbán en aquel Congreso porque algo de eso he sentido al leer lo que dijo
Félix Bolaños en el encuentro celebrado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid
hace unos días para abordar una mirada intergeneracional sobre la Memoria
Democrática. Repito aquí, de nuevo, sus palabras: “Homenajeamos a los
perdedores para decirles que ganaron, que la España de hoy es la que soñaron”.
Y yo, con toda la humildad del mundo, le digo que no, que la República perdió
la guerra y la ganaron los fascistas. Que muchos hombres y mujeres que la
perdieron siguen en las cunetas y en las fosas de la vergüenza después de casi
medio siglo de democracia, con una buena parte de ese medio siglo gobernada por
el PSOE. Y sobre todo, aquí mi respuesta negando la mayor al ilustre Ministro
de la Presidencia: la España de hoy no es la que soñaron los perdedores de la
guerra. La España de hoy no es la España laica
por la que lucharon defendiendo la República, ni la que
hoy está más rendida que nunca a los dueños del dinero, ni la que en vez de
defender lo común y la igualdad es cada vez más desigual y está decididamente
volcada en un individualismo que nada tiene que ver con la necesidad de hacer
comunidad sobre la base de los derechos sociales que cada día brillan más por
sus ausencias. Y lo principal que tanto me recuerda a lo que dijo Vázquez
Montalbán ese día en València: si los hombres y mujeres que siguen en las
cunetas, en las fosas al pie de los paredones de la muerte y en los cementerios
levantaran la cabeza y vieran que España no es una República, seguro que
pensaban que no murieron asesinados precisamente para que al final de todo
hubiera en España una Monarquía que, para más sarcasmo y aunque digan que luego
la Constitución del 78 refrendó esa herencia, había sido impuesta por Franco.
Las
palabras sirven para decir la verdad o para mentir, aunque a veces esa mentira
tenga el aliento dulzón de la poesía. Si Félix Bolaños quiere ser poeta en los
ratos libres que le deja su labor ministerial es muy libre de cultivar esa
vocación como le venga en gana. Pero nunca tomando como rehén de esa poética la
dignidad de quienes lucharon por la libertad y la democracia dejándose la vida
en el intento. No sé si hay algunas derrotas que ennoblecen a quienes las
sufren. Lo que sí que sé es que esa nobleza las gana o las pierde la memoria. Y
la nuestra, la mía y la de mucha otra gente en este país tan fanático del
olvido, es la de quienes perdieron la guerra y sufrieron cárceles y asesinatos
masivos por defender la legitimidad de la Segunda República frente a los
fascismos. Y es en esa memoria donde lo invisible hasta ahora reaparece. Los
versos de José Saramago: “No, no
hay muerte. / Ni esta piedra está muerta, / ni muerto está el fruto que cayó: /
les da vida el abrazo de mis dedos, / respiran la cadencia de mi sangre, / del
aliento que los rozó”. Cómo olvidar a Saramago. Cómo.
No
sé con qué sensaciones salió la gente más joven de esa sesión acerca de una
mirada intergeneracional sobre la Memoria Democrática. En todo caso, y después
de rescatar de la “nevera” la crónica de aquella jornada memorialista, aquí
está mi versión sobre el asunto. Seguro que habrá muchas más. Si es así,
bienvenidas sean esas versiones. Y para acabar, una sugerencia a la autoridad
máxima aquella tarde madrileña en el Círculo de Bellas Artes: ojo con la
poesía, señor Bolaños, mucho ojo con la poesía…
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