domingo, 9 de julio de 2023

Secuestrados por los nuestros

 


Gran parte de los votantes de izquierda se hallan sumidos en el desconcierto. Por una parte, el gobierno actual es descaradamente liberal y atlantista. Por otra, es evidente que algunas cosas se han hecho bien, y que la alternativa es mucho peor. ¿Hay que votar?


Secuestrados por los nuestros

 


En cierto modo nuestro voto está secuestrado. Votaremos izquierda, claro, porque lo otro es peor, y pobres los que no lo entiendan. Pero eso no nos impide ver la situación con claridad.

El gobierno de izquierda tiene en su haber bastantes méritos en el plano social interno. Pero su política exterior deja muchísimo que desear. Ni Sánchez ni Yolanda Díaz han mostrado duda ninguna respecto del belicismo del gobierno en la guerra de Ucrania. Desde el principio se han alineado con la política de apoyar con las armas al pueblo ucraniano, y no con la mejor política deseable: insistir inmediatamente en iniciativas de paz y ayudar a la gente de Ucrania a aliviar su sufrimiento, en vez de introducir más y más armas en la zona con el pretexto de la solidaridad. Por ese camino se va hacia la destrucción mayor de ese país, se va a la extensión de la guerra y se va también, a largo plazo, hacia la implicación en ella de España, sin que la gente haya tenido ocasión siquiera de opinar sobre el asunto.

No se discuten aquí las razones de los ucranianos, en guerra civil desde hace años. Se discute que lo mejor que se pueda hacer es ampliar la guerra contra una potencia nuclear como Rusia. Todo el mundo sabe que una potencia nuclear es una entidad peligrosísima, que si se ve atacada o perdida en su propia casa puede responder con esas armas irracionales que tienen todas las grandes potencias.

Volviendo, pues, a la cuestión interna: es difícil votar con entusiasmo a favor de los partidos que han gobernado estos últimos años. Es difícil incluso votar con gran entusiasmo a Sumar, la mejor iniciativa de la izquierda desde hace mucho tiempo, un gran paso por arriba hacia su recomposición. Es difícil por el asunto de la guerra, y también por el abandono a su suerte del pueblo saharaui, personas que tuvieron la nacionalidad española y ahora abandonadas bajo la bota de una satrapía.

Pero tenemos que votar con realismo, porque la derecha y la extrema derecha de este país son absolutamente impresentables, con escaso parecido con el conservadurismo alemán, anglosajón o francés. Esta derecha es la derecha del miedo a todo lo nuevo, la conservadora de cadáveres ideológicos que hieden. Homófoba, antifeminista, contraria a que los trabajadores tengan verdaderos derechos. E indiferente a la amenaza ecológica que nos acecha. Es la derecha que seca Doñana, para empezar, sin que los responsables del PP hayan dicho esta boca es mía ante al proceder de su hombre en Andalucía. Es la derecha que drena dineros públicos para pasarlos a la sanidad y a la educación privadas, como hace ejemplarmente la Ayuso en la comunidad de Madrid. Que durante la pandemia abandonó en las residencias públicas a quienes no tenían seguros privados, un comportamiento que en un país normal hubiera debido ser examinado por la justicia penal. Claro: la recortada sanidad pública de Ayuso no tenía capacidad para acogerles. El PP es el responsable de que haya perdurado un Consejo General del Poder Judicial caducado, pues necesita jueces amigos para los casos de grave corrupción que le afectan y que están pendientes. Esa derecha miente y asusta a la gente, “resucita” a Eta solo para ganar votos de incautos y timoratos.

Por eso nuestro voto está, de una parte, exigido, pues no votar y no votar a la izquierda tendría como resultado un país como para exiliarse, pero también secuestrado porque no podemos hacer racionalmente otra cosa.

Sin embargo, algo está claro: la política keynesiana, y en favor de los menos favorecidos, del gobierno encabezado hoy por el Psoe debe proseguir. Hay que insistir en que la gestión económica y sus resultados son los mejores de Europa. Las pensiones se han reevaluado, el salario mínimo ha subido, el paro registrado da las mejores cifras en muchísimos años… La gestión del gobierno de Sánchez ha sido en general positiva en estos ámbitos. Debe continuar: se ha de aprobar una nueva ley de vivienda y ha de ser construida la vivienda pública comprometida. Se ha de seguir apostando por políticas de cambio ecológico, que son una urgente necesidad. Sumar es una necesidad.

Hay que evitar que la derecha gane las elecciones; pero al día siguiente hemos de empezar a clamar por el fin de la guerra de Ucrania, por el fin de la aportación de armas al conflicto, por conversaciones de paz. Y hemos de buscar formas de expresar nuestra solidaridad al pueblo saharaui, a la República Árabe Saharaui Democrática, y de reconstruir las ayudas a quienes más lo necesitan, entre otros, además, nuestro malparado sistema constitucional.

Piénsalo tú, y haz que otros también lo piensen. Quedarse en casa es votar a la derecha.

Fuente: mientras tanto.

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Gran parte de los votantes de izquierda se hallan sumidos en el desconcierto. Por una parte, el gobierno actual es descaradamente liberal y atlantista. Por otra, es evidente que algunas cosas se han hecho bien, y que la alternativa es mucho peor. ¿Hay que votar?

Secuestrados por los nuestros

 

 

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En cierto modo nuestro voto está secuestrado. Votaremos izquierda, claro, porque lo otro es peor, y pobres los que no lo entiendan. Pero eso no nos impide ver la situación con claridad.

El gobierno de izquierda tiene en su haber bastantes méritos en el plano social interno. Pero su política exterior deja muchísimo que desear. Ni Sánchez ni Yolanda Díaz han mostrado duda ninguna respecto del belicismo del gobierno en la guerra de Ucrania. Desde el principio se han alineado con la política de apoyar con las armas al pueblo ucraniano, y no con la mejor política deseable: insistir inmediatamente en iniciativas de paz y ayudar a la gente de Ucrania a aliviar su sufrimiento, en vez de introducir más y más armas en la zona con el pretexto de la solidaridad. Por ese camino se va hacia la destrucción mayor de ese país, se va a la extensión de la guerra y se va también, a largo plazo, hacia la implicación en ella de España, sin que la gente haya tenido ocasión siquiera de opinar sobre el asunto.

No se discuten aquí las razones de los ucranianos, en guerra civil desde hace años. Se discute que lo mejor que se pueda hacer es ampliar la guerra contra una potencia nuclear como Rusia. Todo el mundo sabe que una potencia nuclear es una entidad peligrosísima, que si se ve atacada o perdida en su propia casa puede responder con esas armas irracionales que tienen todas las grandes potencias.

Volviendo, pues, a la cuestión interna: es difícil votar con entusiasmo a favor de los partidos que han gobernado estos últimos años. Es difícil incluso votar con gran entusiasmo a Sumar, la mejor iniciativa de la izquierda desde hace mucho tiempo, un gran paso por arriba hacia su recomposición. Es difícil por el asunto de la guerra, y también por el abandono a su suerte del pueblo saharaui, personas que tuvieron la nacionalidad española y ahora abandonadas bajo la bota de una satrapía.

Pero tenemos que votar con realismo, porque la derecha y la extrema derecha de este país son absolutamente impresentables, con escaso parecido con el conservadurismo alemán, anglosajón o francés. Esta derecha es la derecha del miedo a todo lo nuevo, la conservadora de cadáveres ideológicos que hieden. Homófoba, antifeminista, contraria a que los trabajadores tengan verdaderos derechos. E indiferente a la amenaza ecológica que nos acecha. Es la derecha que seca Doñana, para empezar, sin que los responsables del PP hayan dicho esta boca es mía ante al proceder de su hombre en Andalucía. Es la derecha que drena dineros públicos para pasarlos a la sanidad y a la educación privadas, como hace ejemplarmente la Ayuso en la comunidad de Madrid. Que durante la pandemia abandonó en las residencias públicas a quienes no tenían seguros privados, un comportamiento que en un país normal hubiera debido ser examinado por la justicia penal. Claro: la recortada sanidad pública de Ayuso no tenía capacidad para acogerles. El PP es el responsable de que haya perdurado un Consejo General del Poder Judicial caducado, pues necesita jueces amigos para los casos de grave corrupción que le afectan y que están pendientes. Esa derecha miente y asusta a la gente, “resucita” a Eta solo para ganar votos de incautos y timoratos.

Por eso nuestro voto está, de una parte, exigido, pues no votar y no votar a la izquierda tendría como resultado un país como para exiliarse, pero también secuestrado porque no podemos hacer racionalmente otra cosa.

Sin embargo, algo está claro: la política keynesiana, y en favor de los menos favorecidos, del gobierno encabezado hoy por el Psoe debe proseguir. Hay que insistir en que la gestión económica y sus resultados son los mejores de Europa. Las pensiones se han reevaluado, el salario mínimo ha subido, el paro registrado da las mejores cifras en muchísimos años… La gestión del gobierno de Sánchez ha sido en general positiva en estos ámbitos. Debe continuar: se ha de aprobar una nueva ley de vivienda y ha de ser construida la vivienda pública comprometida. Se ha de seguir apostando por políticas de cambio ecológico, que son una urgente necesidad. Sumar es una necesidad.

Hay que evitar que la derecha gane las elecciones; pero al día siguiente hemos de empezar a clamar por el fin de la guerra de Ucrania, por el fin de la aportación de armas al conflicto, por conversaciones de paz. Y hemos de buscar formas de expresar nuestra solidaridad al pueblo saharaui, a la República Árabe Saharaui Democrática, y de reconstruir las ayudas a quienes más lo necesitan, entre otros, además, nuestro malparado sistema constitucional.

Piénsalo tú, y haz que otros también lo piensen. Quedarse en casa es votar a la derecha.

Fuente: mientras tanto.

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