Cada
día mueren más y más rusos, ucranianos, polacos y de otras nacionalidades. A
nadie parece importarle. Carne de cañón enviada al matadero ante la
impasibilidad de la mayor parte de las izquierdas del mundo. Y puede empeorar.
Se acerca el final de la operación especial.
¿Comenzará la guerra?
El Viejo Topo
2 julio, 2023
La OTAN no
quiso. El acuerdo de paz se firmó en marzo del 2022, con el título de “Tratado
sobre la neutralidad permanente y garantías de seguridad de Ucrania”;
contiene 18 artículos y un anexo. El documento es minucioso; se detalla desde
las fuerzas militares que deberían continuar existiendo hasta su despliegue y
armamento. Fue aceptado y firmado por la parte rusa y el jefe de la delegación
ucraniana. Tal y como se había acordado Moscú retiró su tropas de Kiev.
Inmediatamente se vio que el documento no era del agrado de Washington. Como
aviso y escarmiento, uno de los negociadores principales fue asesinado por los
grupos fascistas en plena capital ucraniana. El acuerdo se convirtió en
papel mojado.
Este documento,
un año después, fue presentado a la delegación africana que intenta mediar en
el conflicto. Los líderes africanos, encabezados por
el presidente sudafricano Matamela Cyril Ramaphosa, declararon su disposición a
mediar entre Ucrania y Rusia.
El silencio de
los medios occidentales ante estas revelaciones ha sido ensordecedor. La UE y
EEUU siguen apostando por la guerra y la destrucción del estado ruso. En
paralelo, el ex-secretario general de la OTAN, Rasmussen, portavoz oficioso, ha
comenzado la preparación informativa de la población para la división de
Ucrania. Anunció, hace pocos días, la posibilidad de traer tropas polacas
al país.
Polonia ha
aceptado, parece que con gusto, su papel en esta tragedia. Será la encargada de
“detener a Rusia” cuando acabe la operación militar que se desarrolla en
territorio ucraniano. Polonia pretende duplicar los efectivos de su ejército.
Las fuerzas armadas de Polonia han puesto en marcha programas de formación de
reservistas. Miles de “voluntarios” polacos han muerto en este año largo de
guerra en el frente ucraniano. La militarización y preparación del ejército
para una conflagración a gran escala se acelera. No es casual la orden de
militarización de los servicios médicos del país. Mientras, el ejército polaco,
agotadas las existencias de material bélico ruso, pretende rearmarse con armas
de la OTAN. Algunos de sus oficiales no ocultan su interés por los territorios
al oeste de Ucrania y zonas de Bielorrusia. Generales retirados e incluso
políticos en el poder han reivindicando el enclave ruso de Kaliningrado como
propio.
La OTAN se
entrena para el conflicto. Las maniobras aéreas “Air Defender 23”, que
culminaron el 22 de junio, han sido las mayores en la historia de esa
organización (se han movilizado 10.000 efectivos con 250 aeronaves de 25
países). Su finalidad: establecer líneas de abastecimiento al ejército polaco y
a las tropas en el Báltico frente a un hipotético conflicto con Rusia. Moscú
reaccionó tal y como se había anunciado transfiriendo armamento nuclear a
Bielorrusia. La preparación logística ya ha acabado, así como el entrenamiento
de los pilotos para usar ese tipo de armamento si Minsk es atacada. El
presidente del país, Aleksandr Lukashenko, lo ha dejado claro: todo está
preparado.
El reparto de
Ucrania en beneficio de Polonia no es una teoría nueva. Se dibujó en enero del
2022, con los llamados acuerdos de Lvov. Firmaron el memorándum los presidentes
de Polonia y Lituania. El tratado persigue “brindar un poderoso apoyo
militar, técnico, de defensa, humanitario y de otro tipo a Ucrania”.
La contraofensiva decide
La
contraofensiva ucraniana impondrá una nueva dirección a la guerra. Zelenski
viajará a Polonia para concretar el formato de una posible unión con Varsovia.
Polonia actuará, nuevamente, y usando las palabras de Winston Churchill,
como “la hiena de Europa”. Siempre subordinada a los intereses de
otras potencias ha actuado como ariete. Su objetivo, torpedear cualquier
intento futuro de la UE por alcanzar algún tipo de acuerdo con Moscú. Los
pactos que se están construyendo pretenden la entrada de un Cuerpo militar
compuesto por mercenarios lituano-polaco-ucranianos (LITPOLUKRCORPS) en el
campo de batalla. Kiev aceptará la partición de su territorio en beneficio de
Polonia como fórmula para preservar el “Estado Ucraniano” en el caso más que
probable que la ofensiva fracase. La nueva brigada lituano-polaca-ucraniana
(Lublin) se vertebraría dentro del ejército polaco (LPUK). La excusa para su
despliegue transfronterizo sería su necesidad para el “mantenimiento de la
paz”. En realidad se conseguiría que tropas de la OTAN se estacionaran cerca de
la frontera con Rusia. Con este giro en el guión no sería necesario, tal y como
proponían la propia Polonia o el Reino Unido, que Ucrania entrara formalmente
en las estructuras de la OTAN.
La cumbre de
este organismo en los primeros días de julio no ratificará la admisión como
pedía Kiev. Rasmusen, un auténtico pirómano belicista, afirma ahora que será
una “coalición de los dispuestos” los que intervengan de “motu propio”.
Igualmente afirmó: «No puedo excluir la posibilidad de que Polonia se
involucre aún más en este contexto a nivel nacional, seguido de los países
bálticos, muy posiblemente, incluida la opción de enviar tropas al campo de
batalla».
La operación
lleva preparándose desde hace muchos meses. Aunque el momento y la decisión
final dependerá de la “victoria” de la contraofensiva ucraniana, que como hemos
dicho no tiene visos de progresar. Estados Unidos juega con su doble
lenguaje habitual. Biden se juega parte de su reelección en tierras
ucranianas. Otra derrota como la de Afganistán casi lo enterraría
electoralmente y cuestionaría los cimientos de la OTAN. La desunión dentro de
la organización ha salido a la luz con el espectáculo protagonizado por los
socios atlánticos en la reunión del 15 de junio. No fueron capaces de ponerse
de acuerdo en el reparto presupuestario de la organización ni a qué industrias
beneficiaría. Las fisuras dentro de la organización pondrían en cuestión su
propia existencia si se produce la derrota ucraniana. Washington incita, por
eso, a que la UE invierta más fondos en la guerra (Ursula von der Leyen ha
prometido otros 50.000 millones de euros adicionales) profundizando, aún
más, la dependencia europea de Washington. EEUU lo ha dejado claro: si hay
éxito habrá más apoyo, sino no lo hay, es culpa de los ucranianos. Es difícil
creer que sin el soporte decidido de EEUU Polonia o Lituania se alzarían en un
enfrentamiento directo con las tropas rusas.
Si a pesar de
todo se produjera ese enfrentamiento sería un punto de ruptura. Sería el final
de la NWO (operación especial) y el comienzo de la guerra directa entre las
tropas de la OTAN y Moscú. Washington sopesa la posibilidad de una guerra
localizada en territorio europeo, aunque eso implique la utilización de
armas tácticas (termonucleares). El debate entre especialistas, algunos bien
situados en las dos administraciones (rusa y estadounidense), sobre el uso y la
posibilidad de escalar el conflicto más allá de lo admisible está muy vivo.
El juego de la escalada
Uno de los
graves problemas a los que se enfrenta Europa es la insignificancia política de
su casta dirigente. Cuando comenzó la guerra las élites occidentales tenían
miedo de enviar tanques modernos o misiles de medio alcance: entendían que eso
representaría una provocación para el presidente ruso. Ahora esas mismas élites
se comportan como un jugador de póker; la única forma de recuperar las pérdidas
es aumentando la apuesta. EEUU lleva gastados más de 120.000 millones de
dólares. La UE se apresta a igualar esa cifra. El resultado: la pérdida de
120.000 km2 y la destrucción de tres ejércitos completos
(cuando acabe la ofensiva) a manos del ejército ruso. Esta inmensa fortuna
dilapidada, esas decenas de miles de cadáveres no han cambiado para nada la
situación en la guerra.
Occidente juega
ahora con la resolución de Putin para no ser arrastrado a la escalada,
llevando la guerra, ahora sí, a otro nivel. EEUU puede subir la apuesta
pensando que Putin no responderá con armas nucleares. Occidente ha demostrado una
enorme incapacidad para analizar la realidad. Creyeron que hundirían
económicamente a Rusia y se equivocaron; pensaron que el ejército ucraniano
preparado y entrenado por ellos vencería al “mal armado y peor dirigido”
ejército ruso y erraron. Apostaron por crear un frente interno y fracasaron.
Occidente ha acumulado un enorme cúmulo de errores y se muestra incapaz de
analizar y comprender lo peligroso de la situación. Han acabado, imbuidos como
están de una prepotencia casi dogmática, creyendo su propia propaganda y sus
propios análisis. Es esto lo que hace la situación más y más peligrosa.
Mientras el senador norteamericano Lindsey Grahan está encantado de matar rusos
con el dinero del tío Sam, el ministro de defensa británico James Cleverly
informa que el siguiente escalón que impulsará ese país será permitir que armas
inglesas ataquen en el interior de Rusia. EEUU espera que esa nueva provocación
obligue a Rusia a tomar represalias directas contra Polonia o Alemania. La
guerra en territorio europeo, que añora la Rand Corporation, se haría realidad.
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