Espejito, espejito, ¿quién es
la más progre del reino?
INSURGENTE.ORG
/ 12.O6.2023
Desde luego, a Irene y Yolanda habría que castigarlas sin recreo por tirarse de los pelos. Un escenario delirante que, sin duda, homenajea con antelación a André Breton, ahora que falta poco para que se cumplan los cien años de su Manifiesto Surrealista.
Como vimos, el último
día de las negociaciones para crear una coalición, Podemos (que, de pronto, ya
nunca dice “Unidas” delante) va y convoca una consulta a su militancia. Todavía
nadie ha sido capaz de explicarnos qué se estaba consultando. Bueno, pedían
permiso para negociar con Sumar. Pero ¿para qué, si ya llevaban dos semanas
negociando la coalición?
La pregunta concreta
reazaba así: ¿Aceptas que el Consejo de Coordinación de Podemos, siguiendo el
criterio de unidad que marcó el Consejo Ciudadano Estatal, negocie con Sumar y,
en su caso, acuerde una alianza electoral entre Podemos y Sumar?». Desde luego,
da nostalgia hasta cuando preguntaban si debían dimitir por vivir en un chalet
de lujo. (Jamás preguntaron si debían vivir, o no, en un chalet de lujo).
El caso es que, de este
modo, y de manera surrealista, no preguntaban a sus bases si había que pactar o
no con Sumar (algo que sí hicieron, por ejemplo, en su consulta de 2015). No.
Pedían permiso (el último día) para seguir haciendo lo que ya llevaban haciendo
(sin permiso de nadie) durante semanas. De hecho, como demuestra la redacción
de la pregunta, buscaban poderes plenipotenciarios para que la dirección decida
si pacta o no sin ataduras (sobre todo, después de que varios líderes
territoriales se revolvieran ante el esperpento que estamos viviendo).
Pero bueno, ¿entonces
qué han votado exactamente para dárselas de “democráticos”? ¿Que la dirección
decida en su nombre, ocultándoles además todos los términos de la negociación?
¿O quizá sencillamente han votado algo tan democrático como no volver a votar
nada? Los que llegaron pidiendo luz y taquígrafos, han acabado con maletín y
gorra a lo Villarejo.
Lo más escabroso de
todo, y lo que les hará perder manantiales de votos, es que en todo esta lucha
cainita entre Yolanda y Podemos ha habido un 0% de debate político y
programático, y un 100% de debate sobre “quién consigue meter más gente en los
puestos de salida” de las listas electorales. Todo este circo mientras la gente
sufre y en medio de algo tan grave como la recesión (que ojalá solo fuera
técnica) de la locomotora alemana y de la economía europea en su conjunto.
Los grandes temas
económicos que condicionan de manera más grave la vida de la gente trabajadora
nativa e inmigrante y, de forma más acuciante aún en muchos casos, la situación
de las mujeres obreras (la subida de los tipos de interés, los precios de los
alimentos, de la energía y de la vivienda; la precariedad y la explotación
laboral, las listas de esperas de la sanidad, entre otros) se quedan
absolutamente fuera del debate político establecido por una izquierda inundada
de discursos (solo discursos) ecofeministas que agradan a las instituciones
europeas y que no cuestionan el poder del Ibex 35.
La gente tiene
problemas que no se solucionan con apelaciones abstractas a la “ilusión”,
cuando dichos problemas se quedan cada vez más lejos de un debate asfixiante
sobre queers, terfs, identidades, diversidades, micro-opresiones,
interseccionalidades, aliados, binariedades, mansplainings, sororidades y otra
serie de conceptos universitarios que, más allá de la intención (en muchas
ocasiones buena, no nos cabe duda) de quienes los esgrimen, a esta auténtica
“casta” de la politiquería profesional solo le sirven para no hablar de aquello
que, precisamente, no agrada tanto a las instituciones europeas y que podría
comprometerlos a tomar medidas que ya no serían, claro, a coste cero.
Nadie serio puede pensar
que llegarán muy lejos en las barriadas obreras con conceptos que,
efectivamente, parecen sacados del «Manifiesto Surrealista» de Breton y que el
pueblo no entiende ni podrá entender jamás, pero que le convienen a una
izquierda plagada de arribistas que lo único que pretenden es llegar (ellos, no
el programa de ruptura que el pueblo necesitaría) al parlamento, aunque su
discurso político de 2023 no tenga nada que ver con el de 2015 (y esto lo
decimos con la legitimidad de haber advertido de ellos desde el principio,
porque nosotros sí conocíamos a estos personajes, así como su falta de
escrúpulos).
Se pueden seguir
echando balones fuera, muy escandalizados porque, naturalmente, los medios de
comunicación sean de la clase dominante; o porque los de derechas, encima, se
inventen bulos (los medios de izquierda, por su parte, solo publican bulos
sobre Cuba y Venezuela, donde el «Ibex 35» caribeño sí que se ha visto bastante
más afectado por las medidas gubernamentales, no como aquí). Como si el control
mediático fuera algo inventado en 2023 para fastidiarlos solamente a ellos.
Pero las causas de que
caigan y de que las expectativas (electorales o, mucho más, de movilización
popular) se desinflen, mientras la locura nacional-populista de ultraderecha
emerge, las tienen en una realidad trabajadora que han abandonado en pos de
teorías pijas importadas de las universidades norteamericanas. Urge retomar la
construcción de la alternativa que necesita nuestro pueblo. Alternativa ya
planteada, en buena medida, en las movilizaciones de la década pasada.
Recuerden, si no, aquel grito de “no queremos ser
mercancía en mano de políticos y banqueros”. Grito que nos recuerda que la
política puede ser algo muy noble, aunque haya sido mancillado por esa
politiquería que ha hecho de ella una vulgar mercancía. Otra de la que,
efectivamente, también tendremos que liberarnos. No perdamos, pues, mucho más
tiempo en lamentarnos de que dentro de esa politiquería se ha colado todo este
“género” de progrerío estéril que comenzó hablando de “asaltar los cielos” y
acabó desviando una legítima ira popular que, hace una década, ya apuntaba
claramente contra el Belcebú del capital financiero.
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