jueves, 8 de junio de 2023

Continúan las mentiras de Occidente sobre el uranio empobrecido

 

La posible existencia de una nube radioactiva deambulando por el Este de Europa ha sido ignorada o menospreciada por los medios de comunicación más importantes, continuando en su línea de desinformar a la población.


Continúan las mentiras de Occidente sobre el uranio empobrecido


Francesco Santoianni

El Viejo Topo

8 junio, 2023 

 



¿Uranio empobrecido? Ningún problema, según los grandes medios de comunicación, empeñados en desmentir el comunicado del Consejo de Seguridad de la Federación Rusa sobre una nube radiactiva que se había elevado sobre el arsenal ucraniano de Khmelnitsky tras la destrucción de misiles británicos, con ojivas de uranio empobrecido, almacenados allí.

Desmentidos irresponsables si se tiene en cuenta que llegan a afirmar que, al ser el uranio empobrecido un elemento pesado, «no puede provocar fenómenos radiactivos en el aire» y que «el propio nombre, empobrecido, sugiere que se trata de un material mucho menos radiactivo que el uranio. Tan poco radiactivo como para emitir únicamente (¡sic!) rayos alfa, partículas capaces de desplazarse sólo unos centímetros en el aire y detectables únicamente in situ. Además, sólo son peligrosas para la salud (¡sic!) si se ingiere o inhala su fuente«. Y a estas divagaciones hay que añadir sandeces asombrosas, como la de Lorenzo Cremonesi, del Corriere della Sera: «(las armas de uranio empobrecido) se utilizan en todas partes; son sólo algunas de las muchas armas utilizadas«.

Pero, ¿es realmente así?

Las balas de uranio empobrecido empezaron a ser utilizadas por las tropas estadounidenses y británicas en la Guerra del Golfo (1990-1991). Oficialmente porque sometido a alta presión, el uranio empobrecido es pirofórico y explota en fragmentos incandescentes (hasta 3.000 °C); es suficientemente denso y pesado para poder perforar blindajes; es más barato que el wolframio, ya que se fabrica a partir de residuos del refinado del uranio natural. Esta última afirmación, pregonada por los medios de comunicación, es sencillamente ridícula si se tiene en cuenta que el wolframio (que siempre se ha utilizado en artefactos rompebúnkeres, es decir, de alta penetración) es barato, pirofórico (aunque desarrolla temperaturas mucho más bajas) y tiene un gran poder de penetración. Entonces, ¿por qué? ¿Por qué se utiliza el tóxico uranio empobrecido en lugar del probado tungsteno?

Una respuesta la dio Maurizio Torrealta, periodista de la RAI: el calor producido por el uranio empobrecido no depende de la compresión a la que se somete en el momento del impacto sino, en algunos casos, de una fisión nuclear desencadenada por esa compresión. Así, por ejemplo, en Irak, un artefacto estadounidense de uranio empobrecido habría desarrollado cinco kilotones «fundiendo» las paredes de acero de un búnker subterráneo lleno de civiles. Un episodio que sin duda no olvidan los analistas del Kremlin, teniendo en cuenta las palabras pronunciadas por Putin sobre el posible envío de balas y misiles británicos de uranio empobrecido a Ucrania: «...si Occidente empieza a utilizar armas con COMPONENTES NUCLEARES, Rusia reaccionará en consecuencia«. Pero más allá de este posible aspecto de las armas de uranio empobrecido, su propósito más despreciable, como documenta la bien documentada Coalición Internacional para la Prohibición de las Armas de Uranio Empobrecido, es que han sido inventadas para condenar al territorio del Estado canalla de turno a seguir siendo un páramo insalubre incluso cuando la agresión militar haya terminado oficialmente. Irak ya se ha llevado la peor parte, donde, en 1991, las armas estadounidenses de uranio empobrecido produjeron un crecimiento exponencial de tumores y leucemias en la población y malformaciones en los niños no nacidos; el mismo destino corrieron Yugoslavia, Somalia y Afganistán, y que mañana, según las esperanzas de la OTAN, podrían correr también el Donbass, Crimea y Rusia.

Mientras tanto, en el silencio de los grandes medios de comunicación, prosigue la batalla para hacer justicia a los numerosos militares italianos víctimas (8.000 enfermos, 400 muertos) del uranio empobrecido utilizado, sobre todo, en Kosovo. Sobre este asunto, un artículo verdaderamente esclarecedor arroja luz sobre el papel desempeñado por el entonces ministro de Defensa para encubrirlo todo, a costa de negar la evidencia. ¿Adivinan quién fue?

Fuente: el antidiplomático.

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