¿Es Manuel Sacristán el
filósofo español más relevante del siglo pasado? Es fácil responder a esa
pregunta: lo es. Aquí Alberto Santamaría comenta Filosofía y metodología de las
ciencias sociales (I), una recopilación efectuada por Salvador López Arnal y José
Sarrión.
Exploradores de Sacristán
El Viejo Topo
19 mayo, 2023
A veces un
libro no es un libro. Suena raro, pero sucede. Ahora bien, esto suele ocurrir
en el terreno de la literatura experimental o en las zonas limítrofes del arte
conceptual. Pienso en las maravillas de Ulises Carrión, por ejemplo. Pero no.
No me refiero a eso, por supuesto. Nadie situaría a Manuel Sacristán en la
estela formal del arte experimental, pero si existiera en un “mundo posible”
algo parecido a eso en la filosofía o en la sociología, tal vez este
trabajo, Filosofía y metodología de las ciencias sociales, estaría
ocupando un lugar interesante, al menos en nuestra tradición filosófica. De
todos modos, más allá del juego o de la ironía, no reniego del punto de
partida: este no es un libro aunque lo parezca, aunque tenga páginas impresas y
desprenda ese típico aroma denso y rugoso que poseen los libros nuevos. Ese es
el primer punto. No estamos ante un libro. A pesar de que esté catalogado como
tal o esté en las librerías. Opto más bien por entender estas páginas
como artefacto. Manuel Sacristán no pensó este conjunto de ideas
como libro sino como piezas de un puzle imposible. Sacristán tenía este puzle
en su cabeza, posiblemente, y Salvador López Arnal y José Sarrión han realizado
una labor importante y fascinante por acercarnos esas piezas. Y así nos han
regalado este artefacto. Filosofía y metodología de las
ciencias sociales es el primer volumen de lo que Sacristán dibujó
sobre el problema del método y sus fronteras, sobre el presente y la política
de la ciencia, sobre las formas en las que la educación no puede separarse de
la sociedad, que no forman dos esferas diferentes y excluyentes sino un mismo
cuerpo, etc. Es pues un artefacto que nos permite penetrar en
el corazón de un pensador que se mueve como pocos en terrenos diversos y que
desde una sensibilidad racional (sí, sensibilidad racional) es
capaz de entender los diferentes planos del conocimiento como piezas
conectadas, como elementos que es posible disponer sobre la realidad sin caer
en realismos ingenuos o materialismos débiles. Por eso es tan importante la
idea de política de la ciencia.
Pero nos
quedamos cortos si vemos este libro sólo como un artefacto. Un
artefacto puede hacernos pensar en algo muerto que sólo adquiere vida
ocasionalmente. Por eso este artefacto es también un mapa. Es
un mapa, y lo más fascinante, es un mapa de un territorio que no existe. Un
mapa tejido por Sacristán durante muchos años, donde militancia y filosofía
(esto sólo ya daría para un libro por hacer) se conectan generando un sonido
particular, una melodía propia. Sacristán gustó de jugar con los márgenes, lo
que no quiere decir con lo marginal. Decidió habitar un espacio entre las
exigencias de la militancia política bajo la dictadura y el compromiso con la
filosofía. No era fácil generar un espacio así, y quizá, desde la perspectiva
histórica, perdió la filosofía. Sin embargo, a día de hoy podemos jugar a
reconstruir ese espacio gracias a trabajos como éste.
El primer
volumen de Filosofía y metodología de las ciencias sociales es
un mapa en cuanto que la filosofía misma lo es. Lukács, a quien Sacristán
tradujo en múltiples ocasiones, entendía la filosofía en Teoría de la
novela como mapa. Allí señalaba Lukács que dado que no vivimos en
armonía con el mundo, tal y como descubre la filosofía, ésta trata de encontrar
el modo, es decir, el método para recomponer equilibrios y acercarnos a la
mayor experiencia posible de coherencia con el mundo. Un filósofo no es más,
entonces, que un hacedor de mapas. Ahora bien, en este caso, el concepto
de mapa es no tanto una metáfora como un principio
constitutivo. En la mayoría de los casos no hallamos en estas páginas textos
cerrados o dados por definitivos por Sacristán; incluso hay páginas que
contienen listados (que en algunos casos recuerdan a fórmulas literarias
experimentales a lo Perec o Borges) de proyectos o de supuestos a desarrollar
oralmente en conferencias. Es un mapa de un lugar que no existe o de un espacio
por construir. Incluso, con perdón de los sacristanistas, diré que tiene algo
de Elige tu propia aventura, aquellos cuentos de los años ochenta
donde llegado determinado momento podías elegir por donde seguir la historia.
Lo fascinante de este mapa es que no hay un solo Sacristán sino una pluralidad
de lecturas posibles, de opciones. Quiero decir, en definitiva, que es un mapa
abierto que puede permitir al investigador sacristanista ahondar en temas tal
vez no desarrollados anteriormente, al tiempo que posee la virtud, como es mi
caso, de permitirnos usar a Sacristán y llevarlo a espacios en
los que tal vez Sacristán no tenía interés o le quedaban lejos.
Pero vayamos al
contenido.
Este mapa se
divide en tres partes, como tres continentes conectados entre sí: a) Teoría
general del método y textos complementarios, b) Materiales de metodología de
las ciencias sociales y de filosofía y política de la ciencia y c) Materiales
de la metodología de las ciencias sociales. El primer bloque es el más extenso:
abarca textos dispersos y varios proyectos escritos entre 1954 y 1974. Es un
espacio completamente heterodoxo y, por ello, enriquecedor. Ahí encontramos
desde un texto presentación de su tesis doctoral hasta el programa de la
asignatura Teoría general del método. Es la parte más extensa del libro, e
incluye asimismo algo que quizá pase desapercibido, pero que resulta revelador:
la punzante ironía (en ocasiones hiriente) de Sacristán. Hallamos en esta
parte, por ejemplo, la descripción de Althusser y su grupo etiquetados bajo la
expresión “ignorante retórica”. Es sólo un ejemplo, pero nos permite comprender
las diversas intensidades retóricas de Sacristán. En cualquier caso, vaya por
delante el aviso: nada de esta sección tiene desperdicio. Aquí está incluida la
formidable conferencia impartida en 1962 en la UB titulada “Formalismo y
ciencias humanas”, donde aparece una interesante crítica a la ilusión
ideológica conservadora que ansía una cierta visión de pureza por la
que los conceptos de las ciencias sociales han de ser objetivos y operativos en
el sentido de las ciencias de la naturaleza. En esta sección hay un racimo de
proyectos, de tentativas que necesitan todavía tiempo para coagularse, pero que
conforman el pensamiento de Sacristán desde dentro. Es francamente fabuloso ver
cómo Sacristán se mueve y crece en diversos terrenos y cómo, de un modo casi
autodidacta en ocasiones, se inventa una posición filosófica que no existía en
España. Podemos seguirle dramáticamente el rastro, observarle buscando un
espacio dentro del pastoso y miasmático suelo intelectual de la España
franquista al mismo tiempo que le vemos mostrando su disidencia respecto a
dicho espacio. Sólo por eso casi vale la pena rescatar todos estos inéditos.
La segunda
sección del libro se compone de materiales escritos entre 1976 y 1977. Se trata
de programas de asignaturas, pero destacan, desde mi humilde punto de vista, el
trabajo sobre la “crisis de la universidad” así como el texto sobre la
necesaria “política de la ciencia”. En el caso de la “crisis de la universidad”
lo que hallamos es un listado de ideas, puntos en un mapa, de lo que fue una
conferencia sobre la cuestión universitaria. Este bosquejo de ideas nos invita
repensar por qué no tenemos hoy en día un debate real y profundo sobre la universidad.
No me refiero a un debate acerca de qué es la universidad,
ni cómo desarrollar un mejor o peor programa, o cómo gestionar
los recursos, sino una pregunta más básica y dolorosa: ¿para qué queremos
como sociedad la universidad? Nos da cierto pavor
enfrentarnos a ello, pero es una cuestión ineludible. Si algún día tenemos este
debate, Sacristán ha de ser una referencia. En el caso de “política de la
ciencia”, es un texto deslumbrante que nos trae al presente un debate importante,
y aquí dialoga con Javier Mosterín o con Agustín García Calvo, entre otros.
El apartado que
cierra el libro recoge fundamentalmente la atenta lectura que realizó Sacristán
de la obra de Thomas Kuhn La estructura de las revoluciones
científicas. Ahí vemos al Sacristán lector, pegado al texto,
desglosando, dialogando, desesperándose con Kuhn. Uno se siente en esta parte
como un fisgón que por una rendija observa a Sacristán, lápiz
en mano, debatiéndose dentro del libro con una obra importante y desconcertante
al mismo tiempo. En esta sección se incluye otro mapa fascinante: el guion para
una conferencia acerca de la noción de ciencia, un listado borgeano que abarca
desde Heráclito hasta las tecnologías duras y blandas, pasando por Goethe o
Feyerabend. En fin, una delicia.
No quisiera
cerrar esta breve (y necesariamente incompleta) reseña sin hacer mención de un
elemento sumamente importante. Todo mapa, todo artefacto tiene sentido si
alguien sabe y conoce tanto las particularidades de cada pieza como su sentido
global. En este caso, los hechiceros capaces de invocar a Sacristán, Salvador
López Arnal y José Sarrión, han acompañado casi cada palabra de Sacristán con
unas precisas, magníficas, documentadas y bien montadas notas que sirven para
orientar al explorador que se adentra en este territorio. Porque esta obra, se
me había olvidado mencionarlo, no pide lectores, exige exploradores.
Fuente: Nuestra Bandera, nº 258.
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