Podur
echa aquí una mirada al sub-imperialismo y a la multipolaridad desde una
perspectiva histórica y hacia el futuro. Y lo que ve es que al gran hegemón se
le abren las costuras por todas partes. El subimperialismo rinde hoy pocos
beneficios.
Sub-imperialismo y multipolaridad: el dilema de Brasil
El Viejo Topo
15 abril, 2023
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Galeano nombra el problema
En Las venas abiertas de América Latina Eduardo Galeano
describió una guerra genocida de cambio de régimen en 1870 contra Paraguay por
una Triple Alianza de sus vecinos Argentina, Brasil y Uruguay, en nombre del
imperialismo británico. El objetivo, el presidente nacionalista Francisco
Solano López, murió en combate. El país perdió 90 mil kilómetros cuadrados de
territorio. La población paraguaya se redujo un 83.3%. Al final de la
contienda, escribió Galeano: “Brasil había cumplido con la función que el
Imperio británico le había adjudicado”. Antes de la intervención, “Paraguay
contaba con una línea de telégrafos, un ferrocarril y una buena cantidad de
fábricas de materiales de construcción, tejidos, lienzos, ponchos, papel y
tinta, loza y pólvora… la fundición de Ibycui fabricaba cañones, morteros y
balas de todos los calibres… La siderurgia nacional… estaba en manos del
Estado… El país contaba con una flota mercante nacional… El Estado virtualmente
monopolizaba el comercio exterior: la yerba y el tabaco abastecían el consumo
del sur del continente; las maderas valiosas se exportaban a Europa… Paraguay
tenía una moneda fuerte y estable, y disponía de suficiente riqueza para
realizar enormes inversiones públicas sin recurrir al capital extranjero… Las
obras de riego, represas y canales, y los nuevos puentes y caminos contribuían
en grado importante a la elevación de la productividad agrícola. Se rescató la
tradición indígena de las dos cosechas anuales, que había sido abandonada por
los conquistadores”. Tras la guerra: “no sólo desapareció la población: también
las tarifas aduaneras. Los hornos de fundición, los ríos clausurados al libre
comercio, la independencia económica v vastas zonas de su territorio. Los
vencedores implantaron, dentro de las fronteras reducidas por el despojo, el
librecambio y el latifundio… Todo fue saqueado y todo fue vendido: las tierras
y los bosques, las minas, los yerbales, los edificios de las escuelas”.
Resumiendo todo
esto, Galeano escribió: “Paraguay tiene la doble carga del imperialismo y el
subimperialismo”.
“El subimperalismo”, continuaba Galeano, “se expresa de mil maneras”.
Soldados paraguayos se unieron a la intervención de la República Dominicana en
1965, bajo el mando de Panasco Alvim, un general brasileño. Paraguay le “otorgó
a Brasil una concesión petrolera en su territorio, pero el negocio de la
distribución de combustibles y la petroquímica están, en Brasil, en manos
norteamericanas”. Los Estados Unidos también controlaron la universidad, el
ejército, así como el mercado paralelo, del que Galeano escribió: “Por la vía
abierta del contrabando, los productos industriales de Brasil invaden el
mercado paraguayo, pero muchas de las fábricas que los producen en São Paulo
son, desde la avalancha desnacionalizadora de estos últimos años, propiedad de
las corporaciones multinacionales”.
Desarrollando
la idea de la función sub-imperial de Brasil desde 1964, escribió: “Un elenco
militar de muy importante gravitación postula a su país como el gran
administrador de los intereses norteamericanos en la región, y llama a Brasil a
ejercer, en el sur, una hegemonía semejante a la que, frente a los Estados
Unidos, el propio Brasil padece”.
Rui Mauro Marini analiza el fenómeno
Tal vez no sea coincidencia que la principal autoridad académica sobre el
sub-imperialismo sea el brasileño Rui Mauro Marini. El
artículo de Mauro de 1977 fue publicado poco después del libro
de Galeano. Para comprender “la acumulación capitalista global y el
sub-imperialismo” tal vez sea necesario algo de base en la teoría desarrollada
por Lenin, además de libros más recientes como La riqueza de algunas
naciones de Zak Cope y Una teoría del imperialismo de
Patnaik y Patnaik, quienes la enseñan con elocuencia. Los conceptos claves
son intercambio desigual y transferencia del valor,
procesos mágicos mediante los cuales los países ricos intercambian pequeñas
cantidades de trabajo por un número superior de los países pobres. Son varios
los mecanismos: regímenes de patentes, control corporativo occidental de los
recursos del Sur Global, denominación del petróleo y otras materias primas en
dólares estadounidenses, préstamos en términos del FMI y bancos occidentales
junto a paquetes de rescate draconianos, ventas de armamentos occidentales y
programas de entrenamiento militar; todos respaldados por la amenaza de
sanciones, golpes de Estado, invasiones y “revoluciones de colores” que ocurren
con suficiente frecuencia como para recordarle a los Gobiernos del Sur Global
que se mantengan en el redil. En Imperialismo, fase superior del
capitalismo, Lenin describe la presión sobre los países ricos para que “se
hagan imperialistas”: los ganadores en el mercado doméstico occidental
invariablemente se consolidan y tienden hacia la monopolización; estos
ganadores permanentemente son coordinados de forma incremental a través de
bancos e intereses financieros; arrojar nuevas inversiones a un mercado
madurado trae retornos cada vez más bajos que pueden ingresar en nuevos
recientemente inaugurados, por lo que los financistas buscan colonias para
obtener retornos altos sobre sus crecientes pilas de capital; las colonias
también atienden sus intereses en trabajo y materias primas que son baratas (o,
idealmente, gratuitas, mediante el robo).
Marini
demuestra cómo esta dinámica puede conducir hacia el sub-imperialismo. El
sub-imperialismo, escribe, es “la forma asumida por una economía dependiente
cuando alcanza una fase de monopolio y capital financiero”, y tiene dos
componentes básicos.
El primero es
una política expansionista “relativamente autónoma” que funciona bajo el
paraguas general de la hegemonía de los Estados Unidos.
El segundo es
lo que Mauro llama una composición orgánica de capital “media”. Para explicar
este concepto un ejemplo comparativo será suficiente: una economía con un alto
grado de composición orgánica de capital es una donde los trabajadores usan
maquinaria avanzada y costosa que en sí misma requirió mucho trabajo para
producirla (la palabra “composición” se refiere a cuánto “trabajo muerto” se
destinó a las máquinas sobre las que el “trabajo vivo” labora). Estos son los
trabajadores en los laboratorios al vacío armando chips de computación
nano-precisos. Una economía con una composición orgánica baja es una donde los
obreros trabajan con sus manos o herramientas simples, cortando caña de azúcar
empleando machetes como jornaleros. A su trabajo también lo llaman
“no-calificado” y sus salarios son proporcionalmente más bajos.
En 1977, Marini
argumentó que, en América Latina, sólo Brasil tiene tanto la composición
orgánica media como la política expansionista relativamente autónoma. ¿Pero qué
de hoy en día? ¿Y qué en otras regiones?
Generalizando el concepto
¿Existen
sub-imperialistas en el sur de Asia? Pakistán ejerce sus ambiciones en
Afganistán bajo la hegemonía estadounidense. Imran Khan fue derrocado en un
golpe de Estado por retirar su apoyo a la ocupación de los Estados Unidos de
Afganistán; sus sucesores han trabajado duro para probar su subordinación al
hegemón. India interfiere en los asuntos de sus pequeños vecinos como Bután y lo hace también bajo la
hegemonía estadounidenses; las corporaciones occidentales sin duda tienen una
huella inmensa tanto en India como Pakistán.
En el Medio
Oriente, Arabia Saudita y Turquía pueden considerarse como sub-imperialistas
aunque ambos exhiben cómo cada sub-imperialismo es un caso particular. En
África, Suráfrica ha sido analizado como sub-imperialista y la pequeña Ruanda
pudiera perfectamente calificarse como una versión de África central.
¿Quiénes no
califican? Ninguno de los socios de los Estados Unidos de los Cinco Ojos
(Australia, Nueva Zelanda, Canadá o el Reino Unido), ni Japón, ni Israel, ya
que todos son países de altos ingresos con composiciones orgánicas de capital
más altas que “medianas”.
Ni China, Rusia
o Irán caben dentro del molde sub-imperialista. Pueden ejercer hegemonía –o
disputarla– en sus regiones, pero no lo hacen bajo el paraguas de la hegemonía
estadounidense.
Esto nos lleva
de nuevo a Brasil y los cambios en el mundo desde los escritos de Marini y
Galeano sobre el sub-imperialismo.
Sub-imperialismo y multipolaridad
Hasta hace muy
poco, la hegemonía unilateral de los Estados Unidos era el hecho básico de los
asuntos mundiales.
Nadie pudiera
disputar las invasiones estadounidenses de Granada, Panamá, Irak o Haití o las
destrucciones de Yugoslavia y Libia. Pero Rusia e Irán sí desafiaron el plan de
los Estados Unidos de desmantelar a Siria en 2015.
Cuando Yemen
votó en contra de la invasión de Irak de 1990, se les dijo que había sido “el
voto más costoso que alguna vez emitieran” y los castigaron económicamente.
Pero en 2022 muchos países se mantuvieron neutrales respecto a la guerra
ruso-ucraniana a pesar de las exigencias occidentales de que apoyasen a
Ucrania. China e India ignoraron los reclamos de que dejen de comprar energía
rusa, expandiendo una serie de opciones para comerciar commodities en
divisas que no fueran el dólar. Los países africanos no necesitan rogarle a los
bancos comerciales occidentales para el desarrollo de sus finanzas: pueden
examinar las ofertas occidentales junto a las de la Iniciativa de la Franja y
la Ruta china. En 2023, China gestionó un acuerdo de paz que restauró las
relaciones entre Irán y Arabia Saudita.
Estos eventos
revelan un cambio histórico de un orden mundial unipolar hacia uno multipolar.
El mundo ha estado bajo la hegemonía angloamericana desde 1750. Existieron
imperios mundiales antes de eso (notablemente el español y el portugués) pero
China e India tenían el 25% de la economía mundial incluso en esos tiempos;
unos cuantos siglos antes, previo a la devastación de las Américas, el mundo
era aún más multipolar, si bien menos globalizado.
Si en efecto
nos estamos alejando de un patrón histórico unipolar, los sub-imperialistas
actuales tienen que replantearse unas cuantas cosas: el paraguas estadounidense
ya no es lo que fue.
¿Sub-imperialismo o multipolaridad? ¿Cuál es el camino para Brasil?
Con Lula (Luiz
Inácio Lula da Silva) de vuelta en la presidencia de Brasil desde 2023, el país
enfrenta este preciso dilema. En sus Gobiernos anteriores, Lula actuó tanto
como un multipolarista como un sub-imperialista. Un proponente temprano de la
multipolaridad (previo incluso a que llegase el momento) a través de su apoyo a
los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica) y de la integración
latinoamericana, el Brasil de Lula también desempeñó un papel sub-imperial,
liderando la desastrosa y moralmente comprometida misión de la ONU para asumir
la ocupación estadounidense de Haití. Algunos de los oficiales militares que
dirigieron la ocupación de la isla caribeña ayudaron a derrocar al partido de
Lula en el Golpe que condujo a su encarcelamiento y, eventualmente, a la
presidencia destructiva de Bolsonaro.
Bolsonaro sin
duda era simbólicamente sub-imperialista: saludó la bandera de los Estados
Unidos y marchó bajo la israelí. Pero el mayor tiempo de su Gobierno fue
caracterizado por su desastrosa respuesta al COVID-19, sus políticas genocidas contra los
pueblos indígenas, y la incoherencia general de su política
exterior. Bolsonaro participó en la artimaña de cambio de régimen en Venezuela,
pero trató de mantenerse al margen de la guerra ruso-ucraniana.
Lula volvió al
Gobierno en un contexto de movimientos de izquierda domésticos debilitados pero
un contexto multipolar más fuerte. El Brasil de Lula votó junto a occidente en
la condena de la invasión rusa de Ucrania, pero los diplomáticos rusos le
dijeron que Rusia comprendía su voto.
Existen
consideraciones económicas más allá de la composición orgánica de capital que
puede conducir a los líderes del Sur Global de vuelta a los brazos criminales
de los Estados Unidos: la dependencia en las exportaciones de recursos
naturales y las importaciones de granos son tendencias que son difíciles de revertir,
en especial en democracias como Brasil que son vulnerables a Golpes o
regresiones cuando la derecha regrese al poder.
Tal vez Brasil
pudiera ser la vanguardia de la multipolaridad en las Américas, o el agente
sub-imperialista socavando a los BRICS desde adentro. El mundo en
transformación incluye posibilidades jamás contempladas por Galeano, Marini o
Lenin.
Fuente: Globetrotter
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