Rusia no puede perder, pero EEUU tampoco. De modo que la
solución puede estar en liquidar Ucrania, que quedaría repartida entre Rusia
(las provincias ya conquistadas) y Polonia. Esa salida empieza a perfilarse en
el horizonte. El gran perdedor: Alemania.
La Gran Polonia: el monstruo
geopolítico que se avecina
Piccole Note
El Viejo Topo
23 abril, 2023
Aunque el enfrentamiento en Ucrania sigue siendo incierto, lo cierto es que entre los ganadores seguros de esta guerra estará Polonia. El reciente viaje del primer ministro polaco Mateusz Morawiecki a Washington ha relanzado definitivamente esta perspectiva geopolítica de trascendencia mundial, porque el peso de la Gran Polonia será considerable en el futuro.
The Guardian escribió
al respecto: «Todos los principales partidos polacos apoyan a Ucrania, pero
también esperan que, aunque el arco de la historia sea largo, acabe
inclinándose hacia un nuevo orden geopolítico. Quieren que Ucrania emerja de
esta guerra como una estrella emergente, derroque la centenaria
orientación occidental de Europa y convierta a Polonia en la
«vencedora no declarada» del conflicto.
Las cambiantes interpretaciones de la integridad
territorial
Esta
deslumbrante perspectiva se haría realidad tras el final de la guerra con la
anexión de Ucrania –lo que quedara de ella– a Polonia.
Además,
cortesía de Zelensky, que en su visita a Varsovia a principios de abril declaró
esto en términos inequívocos, afirmando que «no habrá más fronteras»
entre las dos naciones, (acreditando así en su persona el poder de hacer lo que
quiera con el país del que sólo debería ser presidente).
Una evolución
realmente sorprendente para una guerra en la que Occidente ha salido en defensa
de la integridad territorial de Ucrania porque el respeto de
esa integridad formaría parte de las «reglas» del mundo que se pretende
preservar. Esta integridad, amenazada por Rusia, se preservará mediante la
dilución de Ucrania en la Gran Polonia. Una esquizofrenia flagrante.
Si tal
perspectiva tiene algún fundamento, no se debe tanto a los objetivos
expansionistas polacos o a las decisiones arbitrarias de Zelensky, sino a los
patrocinadores internacionales de tal proyecto, que son los mismos círculos que
están alimentando esta guerra por poderes contra Rusia, a saber, los círculos
anglosajones hiper-atlantistas.
En Foreign Policy, por
ejemplo, se elogia profusamente esta perspectiva, que vuelve a proponer la edad
de oro de la Gran Polonia en clave moderna, la del Imperio Jagellónico
establecido a finales del siglo XIV –tras la fusión con Lituania por
matrimonio– que perduró, entre alternancias de fortuna, hasta el siglo XVI,
extendiendo su dominio sobre Bielorrusia, Ucrania, Letonia, Estonia, Chequia,
así como partes de Prusia, Hungría y Rusia.
Y es
precisamente a este periodo al que debemos el acalorado conflicto entre Polonia
y Rusia, pues los rusos eran tan hostiles a la dominación polaca que el día de
la liberación de Moscú del opresor se sigue celebrando como fiesta nacional
(que, además, coincide con la festividad de Nuestra Señora de Kazán, patrona de
Rusia, en parte porque a su intercesión se atribuyó la liberación).
La nación más poderosa de Europa
El atávico
antagonismo Moscú-Varsovia convierte a la Gran Polonia en un baluarte ideal
para contener a Rusia y romper temporalmente las relaciones entre Moscú y
Europa Occidental, como desean los neoconservadores (ver vídeo).
Pero, como
explica The Guardian en el pasaje anterior, también tenía el
propósito de redimensionar el papel geopolítico de Europa Occidental. De hecho,
como explica Foreign Policy, el Imperio Jagellónico no nació
principalmente para enfrentarse a enemigos orientales, sino para hacer frente a
la «amenaza de los Caballeros Teutónicos».
Resulta
instructiva la continuación del artículo de Foreign Policy, en la
que, tras destacar las dificultades de Ucrania para entrar en la OTAN y en la
UE, explica: «Imaginemos en cambio que, al final de la guerra, Polonia y
Ucrania forman un Estado federal o confederal común, fusionando sus respectivas
políticas exterior y de defensa e incorporando a Ucrania a la UE y a la OTAN
casi instantáneamente.
«La Unión
Polaco-Ucraniana se convertiría en el segundo país más grande de la UE y
probablemente resultaría ser la mayor potencia militar del continente,
garantizando un contrapeso más que adecuado al tándem franco-alemán, algo de lo
que carece la UE tras el Brexit» [en beneficio de Londres, cabría añadir].
Baluarte antirruso
«Para Estados
Unidos y Europa Occidental, la unión sería una forma permanente de proteger el
flanco oriental de Europa de la agresión rusa. En lugar de un país alborotado y
un tanto caótico de 43 millones de habitantes que merodea en tierra de nadie,
Europa Occidental estaría protegida de Rusia por un país formidable con una
conciencia muy clara de la amenaza rusa.»
«Sin una Ucrania independiente, no puede haber una Polonia independiente», ha declarado públicamente Jozef Pilsudski, que dirigió Polonia entre las dos grandes guerras, abogando por una federación de Europa Oriental dirigida por polacos que incluiría Lituania, Bielorrusia y Ucrania, básicamente una reedición de la Commonwealth medieval» [polaco-lituana].
Joseph Goebbels y el embajador alemán von Moltke visitan al mariscal
Pilsudski el 15 de junio de 1934. A la derecha, el ministro polaco de Asuntos
Exteriores Józef Beck. El pacto Hitler-Piłsudski, un pacto de no agresión
germano-polaco, se firmó el 26 de enero de 1934 (Wikipedia)
«Esto no es una
fantasía. Al principio de la guerra, Polonia aprobó una ley que
permitía a los refugiados ucranianos obtener documentos de identidad polacos,
lo que les daba acceso a una serie de prestaciones sociales y sanitarias
reservadas a los ciudadanos polacos».
«El gobierno
ucraniano ha prometido devolver la cortesía extendiendo
a los polacos que viven en Ucrania un estatus legal negado a otros ciudadanos
extranjeros. Con más de 3 millones de ucranianos viviendo en Polonia […], los
lazos culturales, sociales y personales entre las dos naciones se estrechan
cada día.»
El monstruo geopolítico
Tal
fusión/anexión entraña muchas dificultades, pero Foreign Policy cita
la unificación alemana posterior a 1989 como ejemplo virtuoso. Se puede hacer
«cuando hay voluntad política», concluye. Y la voluntad política existe:
Estados Unidos y Gran Bretaña podrán contar con Varsovia para proteger sus
intereses en el continente europeo y frente a Moscú.
Si se tiene en
cuenta el armamento de la OTAN vertido en Ucrania y Polonia, la convergencia
del movimiento neonazi ucraniano con los impulsos nacionalistas polacos, el
acalorado antagonismo de ambos países hacia Rusia, incandescente por el
conflicto actual, y sus mal disimulados objetivos sobre Bielorrusia, todo ello convierte a esta
criatura geopolítica, nacida de la ingeniería política anglosajona, en un
monstruo geopolítico atascado en la Europa continental. La realización del
sueño neoconservador corre así el riesgo de convertirse en una pesadilla para
el resto de los países europeos (y no sólo).
Para terminar,
cabe mencionar que esta perspectiva no es de ahora. Desde hace algún tiempo, la
OTAN, en colaboración con los políticos locales, trabaja en el proyecto Intermarium, es decir, la unión de los países
de Europa Central y Oriental, desde el Báltico hasta el Mar Negro y el
Adriático, en función antirrusa; al igual que desde hace algún tiempo existen
rumores sobre la fusión ucraniano-polaca. Pero nos ha parecido útil dejar
constancia de la aceleración que se está produciendo.
Fuente: Piccole Note.
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