Entrevista al politólogo Noam Chomsky
«La
guerra es entre EU-OTAN y Rusia con cadáveres ucranios»
Por
Rebelion
| 08/03/2023
Fuentes: Truthout / La
Jornada
La guerra en Ucrania llega a un año
sin que se avizore el final de los combates, el sufrimiento y la destrucción.
La próxima fase podría convertirse en
un baño de sangre, ahora que Estados Unidos y Alemania acuerdan proveer de
tanques a Kiev y que Volodymir Zelensky demanda que Occidente envíe misiles de
largo alcance y aviones caza.
Cada vez es más obvio que se trata de
una guerra de Estados Unidos y la OTAN contra Rusia, señala Noam Chomsky, al
refutar la idea de que, a la luz de la invasión rusa a Ucrania, se requiere
fortalecer a la OTAN. “Quienes quieren una Organización más fuerte tal vez
querrían pensar en lo que la OTAN hace ahora mismo y en la forma en que ésta se
ve a sí misma”, dice Chomsky, y advierte sobre “la creciente amenaza de que se
den más pasos hacia una guerra nuclear”.
–¿Cuál es su evaluación de los
sucesos más recientes en este conflicto?
–Podemos comenzar por preguntarnos
qué no está en esa agenda. La respuesta es fácil: hacer esfuerzos por poner fin
a los horrores antes de que se vuelvan algo mucho peor. “Mucho peor” empieza
con una mayor devastación de Ucrania, de por sí terrible. Por poner algunos
ejemplos menores, al 23 de febrero pasado la ONU estima en unas 7 mil las
muertes de civiles en Ucrania. Sin duda es un cálculo demasiado bajo; si lo
triplicamos, llegamos al probable saldo de la invasión israelí de Líbano, con
apoyo estadunidense, en 1982. Si lo multiplicamos por 30, llegamos al total de
la matanza perpetrada por Ronald Reagan en Centroamérica, una de las
incursiones en pequeña escala de Washington. Y así por el estilo.
Pero “mucho peor” va mucho más allá
de la cuota mortal en Ucrania. Incluye a quienes enfrentan la hambruna por la
restricción a los granos y fertilizantes de la rica región del Mar Negro; la
creciente amenaza de nuevos pasos hacia la guerra nuclear (es decir, terminal),
y, lo que puede considerarse lo peor de todo, la reversión de los esfuerzos
limitados por impedir la inminente catástrofe del calentamiento global, que no
debería ser necesario revisar.
Los medios acaban de informar que el
Pentágono convoca a un programa ultrasecreto para insertar “equipos de control”
en Ucrania que rastreen el movimiento de tropas. También ha revelado que
Estados Unidos ha estado proporcionando información para dirigir todos los
ataques con armas avanzadas, “práctica previamente oculta que revela un papel
más profundo y operativamente activo del Pentágono en la guerra”. En algún
momento podría haber represalias rusas, que serían un paso más para agravar el
conflicto.
Persistiendo en su curso actual, la
guerra llegará a confirmar la opinión de gran parte del mundo fuera de
Occidente de que se trata de una guerra entre Estados Unidos y Rusia con
cadáveres ucranios… cada vez más muertos.
Ha habido verdaderos éxitos para la
política oficial de causar daño severo a Rusia. Como han indicado muchos
comentaristas, por una fracción de su colosal presupuesto militar, Estados
Unidos, porconducto de Ucrania, está degradando de manera significativa la
capacidad militar de su único adversario en esta arena, lo cual no es un logro
menor. En el dominio geopolítico, resuelve, al menos de manera temporal, lo que
ha sido un tema importante en toda la era posterior a la Segunda Guerra
Mundial: asegurar que Europa permanezca bajo control estadunidense dentro del
sistema de la OTAN, en vez de adoptar un curso independiente e integrarse más
con su socio comercial del este, rico en recursos naturales.
¿Quedan oportunidades para la
diplomacia? Al continuar los combates, las posturas se endurecen, como es de
esperarse. Por ahora las posturas de Ucrania y Rusia parecen irreconciliables.
Un
estribillo constante
–Analistas lo citan a usted como uno
de los que son lo bastante ingenuos para creer que Occidente es responsable de
crear las condiciones que provocaron el ataque ruso a Ucrania. ¿Qué piensa de
este “análisis”?
–No tiene mucho caso perder tiempo en
esta “locura absoluta” que, en el caso que menciona, también llama a la
devastación de Ucrania y a causar grandes daños más allá de ella.
Sin embargo, no es una locura total.
Tienen razón en lo que dicen de mí, aunque podrían añadir que me acompañan casi
todos los historiadores y una amplia gama de prominentes expertos en política
desde la década de 1990. En la lista está, de hecho, cualquier persona
ilustrada que sea capaz de revisar el muy claro historial y diplomático con
mente abierta.
–El intelectual neoliberal polaco
Adam Michnik también lo cita a usted como uno de los que cometen el pecado
mortal de no hacer distinciones entre la invasión de Estados Unidos a Irak y la
de Rusia a Ucrania. ¿Qué opina?
–Fuera de la burbuja occidental, que
se protege a sí misma, el racismo se percibe en términos más crudos, por
ejemplo, en lo que dice la distinguida escritora y activista política india
Arundhati Roy: “Ucrania no se ve aquí como algo que cuente una clara historia
moral. Cuando se bombardea o se somete a personas de piel café o negra a la
táctica de convulsión y terror, no importa, pero con personas blancas se supone
que es diferente”.
Debemos reconocer, sin embargo, que
Europa oriental es un caso un tanto especial. Por razones conocidas y
evidentes, las élites de esa región tienden a ser más susceptibles de lo normal
a la propaganda estadunidense. Ésa es la base de la distinción de Donald
Rumsfeld entre la vieja y la nueva Europa. La vieja Europa son los chicos
malos, quienes se negaron a secundar la invasión estadunidense a Irak,
encumbrados por ideas anticuadas acerca del derecho internacional y la
moralidad elemental. La nueva Europa, en su mayoría los antiguos satélites
soviéticos, son los chicos buenos, por ese antecedente.
Ésa
es la OTAN…
–Por último, existen incluso ciertos
intelectuales “de izquierda” que han adoptado la postura de que el mundo
actual, a la luz de la invasión rusa a Ucrania, necesita una OTAN más fuerte y
que no debería haber soluciones negociadas al conflicto. ¿Cuál es su opinión
sobre esta extraña posición “izquierdista”?–De algún modo me perdí los llamados
de la izquierda a un renacimiento del Pacto de Varsovia cuando Estados Unidos
invadió Irak y Afganistán mientras atacaba también a Serbia y Libia, siempre
con pretextos, claro. Quienes llaman a fortalecer la OTAN tal vez quieran
pensar en lo que ésta hace en estos momentos, y también en la forma en que la
organización se presenta a sí misma. La más reciente cumbre de la OTAN extendió
el Atlántico Norte hasta el Indo-Pacífico, es decir, a todo el mundo. El papel
de la organización es participar en el proyecto estadunidense de planear una
guerra con China, lo cual ya es una guerra económica.
En un editorial de 2005, que
denunciaba el uso de fósforo blanco en Irak, el New York Times (NYT) lo
describía así: “empacado en un cartucho de artillería, explota sobre un campo
de batalla con una luz blanca que puede iluminar las posiciones enemigas.
También causa una lluvia de bolas de químicos ardientes, que se adhieren a todo
lo que tocan y arden hasta que se agota su provisión de oxígeno. Pueden llegar
a arder durante horas dentro de un organismo humano”.
A principios de noviembre de 2004,
junto con los reportes del NYT del ataque al
principal hospital de Faluya, la revista The Nation se
refirió a “informes de que las fuerzas armadas estadunidenses dieron muerte a
decenas de pacientes en un ataque a un centro de salud de Faluya y han privado
a civiles de atención médica, alimentos y agua”.
La BBC reportó el 11 de noviembre de
2004: “sin agua ni electricidad, nos sentimos aislados por completo de todas
las demás personas…. hay mujeres y niños muertos en las calles. La gente se
debilita por el hambre. Muchos mueren por sus heridas porque no se consigue
ninguna ayuda médica en la ciudad”.
Ésa es la OTAN, para quienes quieran
enterarse de lo que ocurre en el mundo.
Las órdenes de muy arriba dicen que
es escandaloso comparar el ataque del nuevo Hitler a Ucrania con la
desorientada, pero benigna misión de caridad de Estados Unidos y Gran Bretaña
para ayudar a los iraquíes a deshacerse de un malvado dictador… al que Estados
Unidos apoyó con entusiasmo cuando cometía sus peores crímenes, pero no es tema
apropiado para la clase intelectual.
Una vez más, debemos ser justos. No
todos están de acuerdo en que es inapropiado plantear dudas sobre la misión
estadunidense en Irak. En fechas recientes se ha hecho mucho ruido sobre el
rechazo de Harvard al director de Human Rights Watch, Kenneth Roth, para ocupar
una posición en la Escuela Kennedy, el cual se rescindió rápidamente ante las
protestas. Las credenciales de Roth fueron elogiadas. Incluso tomó la postura
negativa en un debate, moderada por la notable activista pro derechos humanos
Samantha Power, respecto de si la invasión de Irak califica como intervención
humanitaria. (Michael Ignatieff, director del Centro Carr Center por los
Derechos Humanos, afirmó que sí calificaba.)
Qué afortunados somos de que, en la
cúspide del mundo intelectual, nuestra cultura es tan libre y abierta que
podemos tener un debate acerca de si esa empresa fue un ejercicio de
humanitarismo.
Los indisciplinados podrían preguntar
cómo reaccionaríamos ante un acto semejante en la Universidad de Moscú.
Publicado
originalmente en Truthout
Truthout. Traducción: Jorge Anaya
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