Buffagni establece aquí cuatro fases en el desarrollo de la
guerra, que prevé larga y de graves consecuencias para el perdedor, sea este
EEUU (y la OTAN) o Rusia. Ucrania, obviamente, es la gran perdedora (y también
Europa).
Un año de guerra en Ucrania
El Viejo Topo
5 febrero, 2023 i
En este
documento trazo, con la mayor brevedad y claridad, el camino y la dinámica
estratégica que condujeron a la actual cuarta fase de la guerra en Ucrania, una
fase que considero transformadora. No incluyo más notas que una,
relativa a un importante estudio de RAND Corp., publicado mientras redactaba
este texto, a finales de enero de 2023. Quienes deseen saber más sobre mis
análisis anteriores, y encontrar documentación sobre los hechos e
interpretaciones a los que me refiero aquí, pueden visitar italiaeilmondo.com y
l’antidiplomatico.it, introduciendo mi nombre y la palabra «Ucrania» en la
función de búsqueda, y/o las demás palabras clave del texto.
Agradezco
sinceramente al general Marco Bertolini, al historiador Giacomo Gabellini y al
responsable de italiaeilmondo.com Giuseppe Germinario,
que tuvieron la bondad de leer este texto en borrador y aconsejarme.
Obviamente, sólo yo soy responsable de los defectos y limitaciones del
artículo.
Etiología de la guerra en Ucrania. Naturaleza y
propósito de la guerra desde los puntos de vista ruso y occidental.
Sobre la
etiología de la guerra en Ucrania, comparto la interpretación histórica del
profesor John Mearsheimer. Es la consecuencia de la expansión de la OTAN hacia
el este y del deseo de Estados Unidos de crear un bastión militar occidental en
la frontera rusa mediante la integración de Ucrania en la OTAN: una estrategia
que la Federación Rusa ha declarado absolutamente inaceptable desde la Cumbre
de la OTAN celebrada en Bucarest en 2008, en la que se anunció la intención de
integrar a Georgia y Ucrania en la Alianza Atlántica.
En los años
comprendidos entre 2008 y 2022, Estados Unidos integrará gradualmente a Ucrania
en la OTAN, aunque de facto y no de iure. En 2014, impulsan la
desestabilización del gobierno en funciones y la instauración de un gobierno ucraniano
favorable a ellos y en los años siguientes ponen a las FFAA ucranianas al nivel
de preparación y armamento de la OTAN. En 2014, la Federación Rusa se anexiona
Crimea, sin conflicto militar. El año 2021 será testigo de una importante
aceleración de la integración de facto de Ucrania en la OTAN: importantes
entregas de armas, grandes maniobras militares conjuntas y, en noviembre de
2022, la renovación del convenio bilateral entre Estados Unidos y Ucrania, que
reafirma la intención común de integrar a Ucrania en la OTAN también de iure.
Según esta
interpretación etiológica, desde el punto de vista ruso la guerra en Ucrania es
una guerra preventiva en defensa de los intereses vitales rusos y no una guerra
imperialista de anexión/conquista que, de tener éxito, puede ser el preludio de
una mayor expansión territorial rusa en Europa. Esta última es, en cambio, la
definición de la naturaleza y la finalidad de la intervención rusa adoptada por
los Estados occidentales.
Primera fase de la guerra (del 24 de febrero a la primavera de 2022).
Escalada militar rusa: invasión de Ucrania. Escalada política occidental:
rechazo de toda negociación diplomática.
En diciembre de
2022, la Federación Rusa, que en los meses anteriores había desplegado un
contingente militar en la frontera ucraniana listo para entrar en acción,
propone a Estados Unidos una solución diplomática, en la inusual forma de un
proyecto de tratado hecho público. Las principales demandas rusas son, en
esencia: una Ucrania neutral y la aplicación efectiva de los acuerdos de Minsk
para la protección de las poblaciones rusoparlantes del Donbass, donde desde
2014 se desarrolla una guerra civil apoyada extraoficialmente por los gobiernos
ucraniano y ruso. Estados Unidos no responde a la propuesta de forma satisfactoria
para los rusos (la posponen, la dilatan, recurren a la «ambigüedad
estratégica»).
El 24 de
febrero de 2022, la Federación Rusa interviene militarmente en Ucrania. No es
posible saber con certeza por qué eligió este momento. Tal vez –pero esto es
sólo mi deducción lógica– porque según sus informaciones, la Federación Rusa
cree que el ejército ucraniano está a punto de intervenir por la fuerza contra
las milicias en el Donbass, para luego desplegar el grueso de las tropas en las
posiciones defensivas fortificadas construidas allí a lo largo de los años, con
el fin de impedir una posible intervención militar rusa y hacerla mucho más
difícil, costosa e incierta.
Los rusos intervienen con un contingente militar de unos 180-200.000 hombres, superando en número al ejército ucraniano en aproximadamente 3:1, aunque los manuales tácticos prescriben una proporción inversa atacante/defensor (al menos 3:1 a favor del atacante, para compensar la ventaja de la defensa). Desarrollan ataques en cinco direcciones, tanto en el sureste como en el noroeste de Ucrania. Los ataques en el noroeste son ataques secundarios, una amplia maniobra de distracción destinada a asegurar las tropas ucranianas en defensa de Kiev y de los demás centros afectados por la maniobra, para configurar el campo de batalla en el sureste, en el Donbass, hacia donde se dirigen los ataques principales. Para interpretar la maniobra rusa, me adhiero a la articulada interpretación dada por «Marinus», probablemente el seudónimo del Teniente General (retirado) Paul Van Riper, del Cuerpo de Marines, en su estudio publicado en los números de junio y agosto de 2022 de la «Marine Corps Gazette», que traduje al italiano, comenté y publiqué en los sitios mencionados al principio.
En tres o
cuatro semanas, la maniobra de distracción rusa tuvo éxito. A finales de marzo,
las tropas rusas que habían desarrollado ataques secundarios en el noroeste se
retiraron, mientras que el grueso de las fuerzas rusas se desplegó en casi todo
el Donbass, infligiendo grandes pérdidas principalmente materiales al ejército
ucraniano gracias a su clara superioridad en artillería y potencia de fuego de
misiles. La acción militar de Rusia evita cuidadosamente implicar a civiles, no
toca infraestructuras de doble uso civil y militar (por ejemplo, la red
eléctrica) y, en definitiva, adopta la forma de «diplomacia armada»: los rusos
intentan alcanzar, con una presión militar moderada, los objetivos que no han
logrado con una presión diplomática creciente y prolongada.
Hasta finales
de marzo de 2022, parece que la «diplomacia armada» rusa puede tener éxito:
entre el 24 de febrero y finales de marzo, se celebran siete reuniones
diplomáticas entre Rusia y Ucrania, y a finales de marzo, el presidente
Zelensky declara oficialmente a los medios rusos independientes que está
dispuesto a negociar la neutralidad de Ucrania y la solución del problema de
las poblaciones rusoparlantes del Donbass.
Primera escalada política occidental
Pero el 7 de
abril de 2022, el Primer Ministro británico Boris Johnson visita al Presidente
ucraniano Zelensky, y declara oficialmente que «Ucrania ha superado los
pronósticos [«desafiado las probabilidades»] y ha hecho retroceder a las
fuerzas rusas hasta las puertas de Kiev, realizando la mayor hazaña
armamentística del siglo XXI». A partir de entonces, cesaron todas las
relaciones diplomáticas entre Ucrania y la Federación Rusa.
La
interpretación según la cual la pequeña Ucrania derrotó a la gran Rusia en el
campo de batalla se basa en una lectura de las primeras semanas de la guerra
radicalmente distinta de la que he propuesto más arriba. Según esta
interpretación, el objetivo ruso habría sido la toma de Kiev y el «cambio de
régimen», el derrocamiento del gobierno ucraniano y su sustitución por un
gobierno títere prorruso, y los ataques en el noroeste serían ataques
principales fallidos, no ataques secundarios como parte de una amplia maniobra
de distracción. Esta es una posible interpretación, que de ser cierta denuncia
una grave inadecuación militar y política de la Federación Rusa: es imposible
alcanzar objetivos tan ambiciosos con un despliegue de fuerzas tan reducido y una
intensidad de conflicto tan baja.
Las facciones
más extremistas del campo occidental y del gobierno ucraniano se basan en esta
interpretación de los hechos militares, ya sea incorrecta o correcta, de buena
fe o instrumental. En Occidente ha cristalizado la certeza oficial de que es
posible infligir una derrota militar decisiva a Rusia y que, por lo tanto, es
realista fijarse objetivos estratégicos maximalistas, como la sangría de Rusia
y su desestabilización política mediante la presión militar y las sanciones
económicas, y la activación de las fuerzas centrífugas. El objetivo final es la
expulsión de Rusia de las filas de las grandes potencias, la instalación de un
gobierno prooccidental y, posiblemente, la fragmentación política de la
Federación Rusa.
Estos objetivos
maximalistas fueron reivindicados oficialmente el 24 de abril por los
Secretarios de Defensa y de Estado estadounidenses. Los países europeos y de la
OTAN, con la excepción de Turquía y Hungría, se alinean sin vacilar y votan
con abrumadoras mayorías parlamentarias a favor de duras sanciones
económicas a Rusia y el envío de armas a Ucrania. Suecia y Finlandia,
históricamente neutrales, anuncian su intención de solicitar el ingreso en
la OTAN.
La «diplomacia
armada» rusa ha fracasado.
Segunda fase de la guerra (primavera – mediados del verano de 2022).
Conquista rusa del Donbass. La condición de posibilidad para una victoria
ucraniana.
La conquista
rusa del Donbass prosigue con éxito, con enfrentamientos urbanos muy violentos,
casa por casa, en Mariupol y otros lugares. Las tropas rusas comprometidas en
la línea de contacto con el enemigo son principalmente milicias del Donbass,
formaciones de voluntarios chechenos y el grupo Wagner. Las formaciones del
ejército regular ruso actúan principalmente (no sólo) en apoyo, con artillería,
misiles y mando
operativo. La
acción militar rusa sigue sin afectar a las infraestructuras militares y
civiles de doble uso de Ucrania.
La relación
entre las pérdidas ucranianas y las rusas es claramente desfavorable para los
ucranianos, tanto por la superioridad de la potencia de fuego rusa como porque
las operaciones militares ucranianas están fuertemente influenciadas por la
necesidad de justificar, ante los gobiernos y la opinión pública occidentales,
el colosal y casi unánime apoyo político y financiero a Ucrania, que tiene
graves repercusiones político-económicas en los países europeos, en primer
lugar Alemania, que se ve cortada del suministro de energía barata rusa en la
que ha basado su fortuna económica durante décadas.
En resumen, los
ucranianos se ven obligados a «vender» con resultados sobre el terreno, con una
resistencia inflexible y una agresión constante, la viabilidad política del
indispensable apoyo occidental: la perspectiva de una futura victoria militar
de Ucrania sobre Rusia debe ser y seguir siendo plausible.
Por supuesto,
la valerosa resistencia ucraniana no debe atribuirse únicamente a esto: para
una gran parte de la población, el conflicto con Rusia se ha convertido en una
guerra de liberación nacional, que se integra con una guerra civil y una guerra
por poderes entre Rusia y los Estados Unidos de América – la OTAN.
La condición de posibilidad de una victoria militar
ucraniana
Sin embargo, la
condición de posibilidad de una victoria militar ucraniana decisiva sobre Rusia
se basa en una suposición.
Es el supuesto
que actúa como principio ordenador de la estrategia de disuasión du
faible au fort elaborada por el general Gallois con vistas a la
creación de la fuerza nuclear de frappe francesa: hacer que la relación
coste/beneficio de la victoria sobre el faible (la potencia
más débil) sea desfavorable para el fort (la potencia más
fuerte). Desplegando plenamente sus mayores recursos, la gran potencia nuclear
que atacara Francia podría sin duda destruirla totalmente, pero la
activación de la force de frappe nuclear de la faible seguiría
infligiendo al fuerte daños políticamente inaceptables.
En términos
simples pero claros: para ganar, la potencia más débil debe asegurarse de que
para la potencia más fuerte, el juego de la victoria no vale la pena de la
guerra total. Ucrania es el faible, Rusia el fuerte. Incluso con la
ayuda occidental, los recursos estratégicos de Ucrania (población, poder
económico latente, poder militar manifiesto, tropas movilizadas y movilizables,
profundidad estratégica) siguen siendo órdenes enteros de magnitud inferiores a
los recursos estratégicos de Rusia, porque Rusia tiene 145 millones de
habitantes, puede movilizar un máximo de 25 millonea de tropas, posee enormes
recursos naturales y la capacidad de procesarlos, una gran base industrial
militar y una profundidad estratégica de 11 husos horarios. («Profundidad
estratégica» es el espacio amistoso dentro del cual un ejército atacado y
rechazado puede retroceder, reorganizarse y contraatacar, como hicieron los
soviéticos tras la devastadora serie de avances de la Wehrmacht al comienzo de
la Operación Barbarroja, cuando los soviéticos trasladaron millones de hombres
y numerosas industrias estratégicas situadas en la Rusia europea a través de
los montes Urales y precipitaron al frente las unidades militares estacionadas
en el Este, integrándolas con las unidades que habían escapado al cerco
alemán).
Para repetirlo:
una potencia claramente más débil sólo puede ganar a una potencia claramente
más fuerte si hace que la relación coste/beneficio de la victoria sea
desfavorable para la potencia enemiga. Es una victoria costosa (Guerra de
Vietnam: 58.000 bajas estadounidenses, 849.000 bajas vietnamitas + 300-500.000
desaparecidos, estimaciones del gobierno), pero es una victoria posible. Así es
como Vietnam y Afganistán ganaron contra Estados Unidos y la URSS, ambos con
recursos estratégicos muy superiores. Si las dos grandes potencias hubieran
decidido comprometer plenamente sus recursos estratégicos, Vietnam y Afganistán
no habrían podido evitar la derrota total. Estados Unidos y la URSS no lo
hicieron porque lo consideraron políticamente insostenible: pérdidas demasiado elevadas,
compromiso político, económico y militar a largo plazo inaceptable, creciente
oposición interna a la guerra, etc. En resumen, Estados Unidos y la URSS
decidieron perder porque consideraron que, para ellos, la relación
coste/beneficio de la derrota era más ventajosa que la relación coste/beneficio
de la victoria.
Lo que está en juego para Rusia
Pero los
objetivos estratégicos declarados oficialmente por el gobierno estadounidense y
relanzados por la OTAN y los países europeos son objetivos maximalistas:
debilitamiento sangrante y permanente del poder económico y militar de Rusia,
desestabilización del gobierno, activación de las fuerzas centrífugas dentro de
la Federación Rusa, expulsión de Rusia de las filas de las grandes potencias,
posible fragmentación política. Especialmente aterradora para Rusia, que se
formó históricamente como un imperio multiétnico, multinacional y
multirreligioso, es la posibilidad de que se activen fuerzas centrífugas
étnicas, religiosas y nacionales, en un escenario similar al de Yugoslavia en
los años noventa.
En resumen, los
objetivos declarados de Occidente suponen una amenaza existencial para el
gobierno, el Estado, la sociedad y las naciones rusas. Por tanto, los
dirigentes rusos están persuadidos de que en la guerra de Ucrania se juegan el
todo por el todo, están dispuestos a hacer literalmente cualquier cosa para
ganarla, y lo dicen repetidamente de forma oficial. Por tanto, están
dispuestos, de hecho obligados, a desplegar al máximo todos los recursos
estratégicos rusos para ganar la guerra: ganar Ucrania y, posiblemente, si se
llegara a un conflicto directo, también la OTAN.
De este modo se
deja caer la condición de posibilidad de una futura victoria ucraniana: que
para Rusia el juego de la victoria sobre Ucrania no vale la pena de la guerra
total. Para ganar a Rusia, Ucrania y sus aliados occidentales deben lograr una
victoria decisiva sobre una Federación Rusa dispuesta, o más bien obligada, a
comprometer al máximo todos sus recursos estratégicos durante el tiempo que sea
necesario: en resumen, hacerla capitular.
Al mismo
tiempo, Estados Unidos y sus aliados occidentales, al comprometerse
públicamente con objetivos maximalistas, se cierran un espacio de maniobra
diplomática y elevan las apuestas políticas al cielo para sus clases
dirigentes, que corren el riesgo de ser barridas por una derrota; a pesar de
que un resultado desfavorable de la guerra no perjudica, como tal, los
intereses vitales de sus naciones, ninguna de las cuales corre el riesgo de
desestabilización o algo peor como consecuencia de una derrota ucraniana. La
única nación del bando occidental que lo arriesga todo es Ucrania, que sólo
puede esperar terribles desastres de una continuación de la guerra hasta el
amargo final y una probable derrota.
Tercera fase de la guerra (finales del verano – otoño de 2022). Éxito de
la contraofensiva ucraniana. Escalada política rusa: anexión de cuatro oblasts
del Donbass. Escalada militar rusa: bombardeo de objetivos de doble uso militar
y civil. Guerra de maniobras y guerra de desgaste.
Las fuerzas
rusas se establecieron en el Donbass, ocupando casi el 20% de todo el
territorio ucraniano y desplegándose en un frente de unos 1.500 km. El ejército
ucraniano se reorganiza, amplía su movilización llamando a reservistas y
extendiendo el reclutamiento obligatorio hasta los 60 años, se abastece de
nuevo armamento occidental (en gran parte, material ex soviético) para
reemplazar el destruido en fases anteriores del conflicto, se le da una
participación más amplia e intensa de personal de mando de la OTAN y una
estructuración más extensa de las funciones ISR (Inteligencia, Vigilancia y
Reconocimiento), y en septiembre de 2022 lanza una contraofensiva con fuerza
centrada principalmente en Járkov.
La
contraofensiva ucraniana tiene éxito. Los rusos tienen que retirarse en todo el
frente, retrocediendo más o menos limpiamente. Motivo: la manta rusa es
demasiado corta. Las unidades rusas han conquistado vastos territorios que son
incapaces de mantener con el reducido número de efectivos que participan en la
«operación militar especial». Por lo tanto, tienen que resistir retirándose lo
más limpiamente posible, acortar el frente, reducir los territorios a defender
y fortificarlos, reconfigurar el aparato militar y reforzarlo.
Rusia se adapta
a la nueva realidad sobre el terreno. Se nombró a un comandante general de
operaciones en Ucrania, el general Surovikin. El gobierno propone a la Duma,
que vota por unanimidad, la movilización parcial de 300.000 reservistas.
También se movilizan industrias militares, que trabajarán en tres turnos de
ocho horas.
Escalada política rusa: anexión de las cuatro
provincias de Donbass
El Gobierno
propone a la Duma, que en octubre vota unánimemente a favor, la anexión de
cuatro oblasts del Donbass: las regiones de Donetsk, Lugansk, Zaporizhzhya y
Jersón, tras un plebiscito organizado por las autoridades rusas de ocupación.
Es la escalada política más decisiva de toda la guerra, porque con ella Rusia quema sus naves a sus espaldas y anuncia implícitamente su firme decisión de comprometer todos sus recursos estratégicos hasta el amargo final para lograr la victoria sobre Ucrania y sus aliados. Para que Rusia se retire de la anexión, devolviendo a Ucrania territorios que se han convertido formalmente en territorio nacional de la Federación Rusa, Ucrania y sus aliados tendrían que infligir una derrota decisiva a toda la Federación Rusa y hacerla capitular. Escalada militar rusa. Bombardeo de objetivos de doble uso militar y civil.
Tras haber
reconfigurado el aparato militar en torno a la unidad de mando y consolidado el
frente, mientras se produce la movilización de los reservistas en medio de diversas
dificultades (es la primera movilización desde hace ochenta años y el aparato
administrativo y logístico ruso no está preparado; cientos de miles de rusos
cruzan las fronteras para evitar ser llamados a filas) el comandante general
Surovikin decide la escalada militar. Por primera vez, objetivos de doble uso,
civil y militar, son blanco de una serie incesante de bombardeos con misiles,
en particular la red eléctrica ucraniana, pero en general son infraestructuras
como ferrocarriles, fábricas, depósitos de material militar y civil, etc. Rusia
no ataca a civiles, pero al atacar infraestructuras de doble uso causa graves
molestias a la población, interrumpe el curso normal de la vida cotidiana y,
por supuesto, provoca «daños colaterales», víctimas civiles alcanzadas
accidentalmente por sus misiles y el fuego antiaéreo ucraniano.
El Gral.
Surovikin también tomó la decisión políticamente difícil e impopular, pero
correcta, de abandonar Jérson, un importante centro que se había anexionado
formalmente al territorio nacional ruso, y retirar las tropas que lo ocupaban a
la orilla sur del río Dnepr. La decisión operativa significa que no se
malgastarán fuerzas para impedir una contraofensiva en un punto sensible, sino
que se concentrarán los esfuerzos en el Donbass. Esto se traducirá en
resultados concretos ventajosos en el campo de batalla.
Guerra de maniobras, guerra de desgaste. El ejemplo
histórico de la Operación Barbarroja
La «guerra de
maniobra», en alemán Bewegungskrieg, «guerra de movimiento», es el opuesto
simétrico de la «guerra de fricción», Stellungskrieg, «guerra de posición».
Cada guerra combina, en diferentes porcentajes, maniobra y fricción. La guerra
de fricción pretende desgastar gradualmente las capacidades de combate del
enemigo con la aplicación prolongada y constante de una fuerza superior; la
guerra de maniobra pretende destruir rápidamente las capacidades de
combate del enemigo encontrando o creando, y explotando hábilmente, el
Schwerpunkt, el punto decisivo vital y débilmente defendido en el despliegue
del enemigo, contra el que lanzar un ataque rápido y decisivo por la fuerza. La
ventaja de la maniobra sobre el desgaste parece evidente: la maniobra ofrece la
posibilidad de una victoria rápida y decisiva, pero también amenaza con la
posibilidad de una derrota igualmente rápida y decisiva, porque atacar siempre
es arriesgado y el enemigo siempre puede dar su opinión. Como señala
Clausewitz, no existe una «ciencia de la victoria», y la lógica que rige la
guerra no es lineal, sino paradójica, como ilustra el dicho romano «si vis
pacem para bellum». La guerra de maniobra se ve favorecida por ejércitos
que sufren una clara desventaja en la guerra de desgaste: ejércitos más
pequeños, con capacidades materiales o logísticas inferiores a las del enemigo.
En esta fase,
el conflicto ucraniano, que en las dos fases anteriores fue una combinación de
maniobras y fricciones, se estabiliza en forma de guerra de desgaste, el tipo
de conflicto en el que más pesa la disparidad de recursos estratégicos entre
los contendientes. De hecho, en la guerra de desgaste, lo que más importa para
la victoria es la capacidad respectiva de generar fuerzas humanas y materiales
de forma sostenible. Este es el ámbito en el que Rusia tiene mayor ventaja
relativa sobre Ucrania.
Aumenta la
ventaja rusa el hecho político esencial de que Ucrania depende totalmente del
apoyo occidental y que los líderes occidentales deben justificar ante la
opinión pública y el electorado el creciente coste político-económico de este
apoyo. Así, los ucranianos se ven obligados por razones políticas a enviar
constantemente tropas, incluso inadecuadas o no preparadas, a la línea de
contacto con los rusos, manteniendo vivo el conflicto, renovando la admiración
en Occidente por su resistencia y alimentando la persuasión de que la victoria
final ucraniana es posible.
Desde un punto
de vista militar, en realidad, los ucranianos harían mejor en tomarse un
descanso, reorganizar sus reservas, reforzarlas y entrenarlas, y ahorrar
hombres y medios para futuras contraofensivas. En efecto, una potencia con
muchos menos recursos estratégicos que el enemigo sólo puede esperar derrotarlo
con una guerra de maniobra hábil, agresiva y, sobre todo, rápida: en una guerra
de desgaste, el tiempo juega a favor de la potencia con mayores recursos
estratégicos.
Fueron estas
consideraciones fundamentales las que dictaron la forma en que se desarrolló y
ordenó el poder militar primero prusiano y luego alemán, es decir, los maestros
de la guerra agresiva y de maniobras rápidas. Tanto Prusia como Alemania, de
hecho, tuvieron que asumir su situación geopolítica: exposición en varios
frentes en el centro de Europa, fronteras desprotegidas por obstáculos
naturales, recursos naturales y humanos limitados; e intentaron resolver
la difícil ecuación desarrollando un aparato militar altamente preparado para
llevar a cabo rápidas guerras de maniobra con la mayor agresividad y destreza.
Ejemplos de los éxitos del estilo germano fueron las magistrales Blitzkrieg
contra Polonia y Francia en la IIGM. Pero también fue ejemplar el fracaso de la
Operación Barbarroja. Alemania invadió la URSS, logró victorias aplastantes
durante seis meses pero no consiguió provocar el colapso político y social del
enemigo y llegó al límite de sus capacidades logísticas. La URSS no capituló,
se reorganizó y comenzó a generar fuerzas humanas y materiales en una medida
cada vez mayor y superior a las fuerzas que Alemania era capaz de generar.
Serán necesarios cuatro años de amargo conflicto, pero el destino de Alemania
está sellado.
Cabe señalar
que, en el momento de la Operación Barbarroja, todos los grandes Estados del
mundo, deslumbrados por los espléndidos éxitos alemanes anteriores, daban por
sentada la victoria de la Wehrmacht.
Sin embargo,
sólo podría haberse producido si la URSS se hubiera derrumbado tras los
primeros meses de derrotas devastadoras. La Operación Barbarroja fue, por
tanto, una arriesgada apuesta estratégica en la que la victoria final dependía
enteramente del colapso de la cohesión política, militar y social del enemigo.
Por otra parte, el Alto Mando alemán no tuvo debidamente en cuenta tanto los
recursos estratégicos actuales de la URSS como, lo que es más importante, su
capacidad para generar nuevas fuerzas, superiores a las suyas, durante el
tiempo necesario para concluir victoriosamente la guerra.
Es el mismo
tipo de error que cometió el Alto Mando occidental en este conflicto ucraniano.
Han subestimado enormemente los recursos actuales de Rusia: de este error de la
inteligencia militar se derivan las constantes proclamas de que Rusia estaba a
punto de agotar sus reservas de misiles, proyectiles de artillería, etc, que se
han ido revelando cada vez más grotescas y alejadas de la realidad; han
subestimado gravemente su capacidad de generar nuevas fuerzas humanas y
materiales a corto y mediolargo plazo: de ahí la errónea valoración del impacto
de las sanciones económicas sobre Rusia, erróneamente consideradas como
rápidamente incapacitantes; subestimaron gravemente la cohesión política y
social de los dirigentes rusos, su voluntad de lucha y de agruparse en torno a
la bandera: de ahí los anuncios cada vez más ridículos de un inminente
derrocamiento del gobierno ruso como consecuencia de la disidencia de la
población y de sectores decisivos de la clase dirigente.
Cuarta fase transformadora de la guerra (finales de otoño de 2022 – invierno de
2022/23). Dos facciones en los centros de mando estadounidenses: ¿escalada o
desescalada del conflicto? Tres hechos significativos. Estimaciones de pérdidas
ucranianas y rusas. Previsiones. La doble trampa estratégica.
Considero que
la fase actual de la guerra es transformadora porque sólo en ella se revela
claramente su naturaleza de doble trampa estratégica. En la cuarta fase de la
guerra se producen tres acontecimientos significativos.
Sabotaje de Northstream 2
En noviembre de
2022, un sabotaje submarino inutiliza Northstream 2, el gasoducto construido
para transportar metano ruso a Alemania a través del mar Báltico, sin pasar por
Ucrania. La investigación se estancó inmediatamente, debido a la imposibilidad
política de identificar a los autores: de hecho, la lógica del cui
prodest sugiere que los responsables últimos del atentado son los
Estados Unidos. La operación fue probablemente el resultado de una colaboración
entre la Marina Real Británica y las fuerzas especiales polacas. Motivo del
sabotaje: en la clase dirigente alemana crece la preocupación por los
desastrosos efectos a largo plazo (desindustrialización progresiva de Alemania)
del cese del suministro de energía barata rusa. El sabotaje del gasoducto es un
verdadero acto de guerra contra Alemania, destinado a intimidarla para que se
alinee sin vacilaciones con la estrategia estadounidense de oposición frontal a
Rusia. La intimidación tiene éxito. Intimidada Alemania, el único Estado
europeo que no se adhiere a la línea estadounidense es la pequeña Hungría; en
la OTAN, el único Estado con un alto grado de autonomía política es Turquía.
Declaraciones públicas del General Milley, Jefe del
Estado Mayor Conjunto de EE.UU.
En noviembre y
de nuevo en diciembre de 2022, el general Mark Milley, jefe del Estado Mayor
Conjunto de Estados Unidos, hizo irritantes declaraciones públicas, en las que
pedía la apertura de conversaciones diplomáticas con Rusia y afirmaba que «no
se puede pedir más a los ucranianos». Las irritantes declaraciones de Milley
son un claro indicio de que dos grandes facciones están enfrentadas en los
centros de decisión estadounidenses: una centrada en el establishment
bipartidista que dirige la política
exterior,
partidaria de una continuación sin cuartel de la guerra en Ucrania y
posiblemente de su escalada; y otra, enclavada en el Pentágono, partidaria de
una desescalada del conflicto. El hecho de que Milley comunique públicamente
sus posiciones demuestra que en el debate interno de la administración
estadounidense la posición del Pentágono es minoritaria y teme seguir siéndolo,
y que el enfrentamiento entre ambas posturas es muy enconado.
Una prueba más
de la existencia de estos alineamientos internos en el seno de la
administración estadounidense la proporciona el muy reciente estudio publicado
por la RAND Corp, Avoiding a Long War: U.S. Policy and the Trajectory of the
Russia-Ukraine Conflict[1],
que analiza, desde el punto de vista del interés nacional estadounidense, los
costes de la prolongación de la guerra ucraniana, recomienda la desescalada y
el establecimiento cauteloso de un proceso diplomático que conduzca a una
conclusión negociada del conflicto.
La RAND
Corporation es un importante y prestigioso centro de estudios que desde su
fundación proporciona análisis y proyectos principalmente al Pentágono.
Reconfiguración de la estructura de mando rusa,
anuncio de reforma de las FFAA rusas.
En enero de
2023, el gobierno ruso reconfiguró el mando militar de las operaciones en
Ucrania y anunció una reforma estructural más general de sus Fuerzas Armadas.
El militar ruso de más alto rango, el General Gerasimov, Jefe del Estado Mayor
de las FFAA rusas, recibe el mando general de las operaciones en Ucrania,
mientras que el General Surovikin retoma su anterior función de Comandante de
las Fuerzas Aeroespaciales. El gobierno restablece los distritos militares de
Moscú y Leningrado, ordena la formación de un nuevo grupo del ejército en
Carelia, en la frontera finlandesa, y la creación de doce nuevas divisiones del
ejército. También anunció que para 2026 aumentaría el tamaño de su aparato
militar en servicio permanente efectivo hasta 1,5 millones de hombres. Al mismo
tiempo, los principales dirigentes rusos comienzan a declarar públicamente
que la guerra en curso en Ucrania es, de hecho, una guerra entre Rusia y la
OTAN.
Estas
declaraciones públicas sin precedentes también tienen –como siempre en la
guerra– un valor propagandístico interno, pero interpretadas a la luz de las
reformas militares en curso sugieren con un alto grado de verosimilitud que los
responsables rusos se están preparando para el peor de los escenarios, es
decir, para una intervención directa de las fuerzas occidentales en el
conflicto ucraniano.
La guerra de desgaste continúa. Estimación de las
pérdidas ucranianas y rusas
Mientras tanto,
en el terreno ucraniano continúa la guerra de fricción. Continúan los ataques
con misiles contra infraestructuras ucranianas de doble uso, civiles y
militares. El aparato militar ruso se consolida en las posiciones defensivas
ocupadas y reforzadas tras la retirada. El entrenamiento de los reservistas
retirados continúa y se perfecciona, y la logística se ajusta gradualmente a la
llegada de refuerzos y a la continuación de los intensos y constantes ataques
con misiles. Las unidades rusas lanzaron ataques incrementales contra las
líneas defensivas ucranianas, con un despliegue reducido de tropas y una preparación
extensa y prolongada de la artillería, para limitar al máximo sus pérdidas. Los
ucranianos, atrapados por la necesidad política de resistir en todo momento y
de atacar cuanto antes para justificar el apoyo occidental, cordón umbilical de
la continuación de la guerra, son incapaces de contraatacar con fuerza, pero
resisten incluso más allá de las ventajas militares de la resistencia y sufren
pérdidas muy cuantiosas de hombres y material.
Es imposible,
mientras dure la guerra, tener cifras fiables de bajas. Mientras escribo, a
finales de enero de 2023, fuentes occidentales como Strategic Forecasting, una
importante agencia de inteligencia privada que colabora habitualmente con la
CIA, habla de más de 300.000 muertos ucranianos, con unas pérdidas totales irrecuperables
de unos 400.000 hombres. Las evaluaciones occidentales no oficiales más
recientes de las pérdidas irrecuperables rusas hablan de 20.000 muertos y
30.000 desaparecidos y heridos graves. Incluso con toda la cautela necesaria,
es bastante probable que la proporción de pérdidas ucranianas frente a las
rusas se sitúe entre 10:1 y 5:1. En las principales batallas de la IIGM, la
proporción de pérdidas entre vencidos y vencedores fue de aproximadamente 1,3 a
1,5: 1. El ejército ucraniano no parece capaz de preparar una contraofensiva a
gran escala en un futuro próximo: debido al elevadísimo número de bajas,
especialmente de oficiales y suboficiales veteranos; debido a la escasez de
material bélico, a pesar de los renovados envíos de armamento occidental;
debido a la creciente desorganización de las estructuras de mando militar; y
debido a la creciente y progresiva degradación de las condiciones económicas y
sociales en toda Ucrania.
Opciones operativas del Alto Mando ruso. Previsiones.
En resumen, en
la cuarta fase de la guerra empieza a quedar claro que el aparato militar ruso
ha conseguido, o está a punto de conseguir, las condiciones necesarias y
suficientes para dar al conflicto la dirección deseada por su mando militar y
político.
Obviamente,
sólo el Alto Mando ruso sabe, o sabrá, cuál es esta dirección, pero de momento
parece que puede:
- Continuar la guerra de desgaste, aplicando constantemente su fuerza
superior sobre el ejército ucraniano, y sobre toda la sociedad y economía
ucranianas, laminando así su recurso más valioso, los hombres. Los hombres
son el recurso político más valioso de Rusia, por razones obvias
reforzadas por la proximidad de las elecciones presidenciales rusas de
2024. También son el recurso más valioso desde el punto de vista militar,
y lo son especialmente los veteranos, que tienen que entrenar e integrar
en las unidades a los retirados reservistas, ninguno de los cuales tiene
experiencia directa en una guerra de tan alta intensidad (nadie en el mundo
la tiene, salvo quienes han participado en ella, en uno u otro bando).
- Pasar a la ofensiva a gran escala, en una o varias direcciones.
Objetivos estratégicos previsibles, la aniquilación progresiva de la
capacidad combativa del ejército ucraniano; la reconquista de las
porciones territoriales de los cuatro oblasts anexionados por Rusia, y
recuperados por Ucrania tras la retirada rusa; la ocupación y anexión a
Rusia de Odessa y de todo el territorio de Novorossiya, para excluir a
Ucrania del acceso al mar.
Probablemente
estén presentes en las evaluaciones del Alto Mando ruso, y no en un segundo
plano, las predicciones sobre la reacción occidental a cualquiera de las
decisiones operativas rusas. La continuación de la guerra de desgaste permite a
los dirigentes occidentales aplazar las decisiones político-estratégicas sobre
la escalada o la desescalada, y probablemente beneficia a la facción favorable
a la desescalada al darle tiempo para organizarse mejor, encontrar aliados y
difundir públicamente sus argumentos. Pasar a la ofensiva les obliga a elegir
rápidamente, muy rápidamente si la ofensiva tiene pronto un éxito claro. La
facción estadounidense partidaria de la desescalada sigue siendo minoritaria:
la situación sobre el terreno la favorece, pero carece del apoyo abierto de al
menos uno de los aliados europeos más importantes.
En mi opinión,
es ventajoso para Rusia evitar una aceleración del conflicto, tanto por los
riesgos de fracaso y los costes humanos siempre asociados a las acciones
ofensivas a gran escala, como para no servir una carta decisiva al «partido de
la guerra total» estadounidense, que en la onda de la emoción podría iniciar
una implicación directa y formal de las fuerzas occidentales en la guerra; por
ejemplo, el lanzamiento de una «coalición de voluntarios» como propuso en
noviembre de 2022 el Gen. (retirado) David Petraeus, es decir, con tropas
polacas, rumanas, bálticas, etc. interviniendo bajo su propia bandera, pero no
como miembros de la OTAN, a raíz de una petición de ayuda militar del gobierno
ucraniano: una estratagema legal para evitar un conflicto directo abierto
OTAN-Rusia, que además correría el riesgo de afectar al territorio
estadounidense.
Así que, si
tengo que aventurar una predicción, creo que Rusia continuará la guerra de
desgaste durante mucho tiempo todavía.
Victoria decisiva sólo para Ucrania. Victoria decisiva
con intervención occidental directa.
Posibilidades y probabilidades
En pocas
palabras, un año después del comienzo de la guerra está claro que una victoria
militar ucraniana decisiva sobre Rusia es materialmente imposible, por mucho
que la ayuda occidental continúe, o incluso aumente, en su forma actual. La
situación sólo puede cambiar con una implicación directa de las tropas
occidentales.
Sin embargo,
empieza a surgir la duda, incluso en las direcciones político-militares
occidentales, de que una implicación directa de las tropas occidentales en la
guerra no sea suficiente para asegurar, o al menos hacer altamente probable,
una victoria decisiva sobre Rusia. Dudas tienen sobre todo los militares: por
eso la facción estadounidense partidaria de la desescalada se apoya en el
Pentágono. Razones:
- El actual aparato militar de toda la OTAN, incluido el de EEUU, no
está diseñado ni preparado para una guerra convencional de alta intensidad
contra un enemigo capaz de llevarla a cabo, como Rusia. Desde el final de
la Guerra Fría, todas las naciones de la OTAN han reducido enormemente sus
ejércitos, desmantelado la mayor parte de sus estructuras logísticas
militares y orientado la estructura y el adiestramiento de sus FFAA, así
como la producción de sus industrias militares, a conflictos de corta
duración contra enemigos muy inferiores, normalmente pertenecientes al
«Sur Global»; una decisión en conjunto razonable, hasta que la OTAN se
enfrentó a Rusia, que de hecho no la amenazaba en absoluto.
- Rusia, por su parte, ha estructurado sus FFAA y su industria militar
con vistas a una guerra defensiva contra la OTAN, como corresponde a la
tradición histórica de un país que siempre ha tenido que afrontar y
repeler grandes invasiones de su territorio. Hasta ahora, ha favorecido la
defensa de último recurso, la tríada nuclear, pero, como demuestra la
guerra de Ucrania, no ha abandonado la preparación convencional y la está
reforzando. También ha adquirido una relativa superioridad sobre Estados
Unidos en ámbitos decisivos como la defensa antimisiles y antiaérea.
Recuperar la desventaja llevará años.
- El rearme occidental es muy arduo, su resultado incierto, lleva mucho
tiempo. La financiación, incluso masiva, no es suficiente: el dinero sólo
puede comprar lo que ya existe, y lo que ya existe no es suficiente. Para
que exista lo que falta, primero es necesario determinar políticamente la
estrategia de seguridad colectiva de la OTAN, un proceso muy complicado y
difícil debido también a la fragmentación de los centros de toma de
decisiones. Si el principal enemigo de la OTAN es Rusia, resulta
indispensable, como mínimo y para empezar: construir un gran número de
cazabombarderos que se desplieguen en apoyo de la infantería, y sean
capaces de sobrevivir a las defensas antimisiles rusas; construir la
infraestructura logística necesaria para una amplia proyección de fuerzas
en caso de crisis, con la planificación pertinente; lanzar un gran
programa integrado de defensa antiaérea del territorio europeo; lanzar un
vasto programa de reclutamiento y adiestramiento de tropas, especialmente
de oficiales y suboficiales. A este respecto, hay que tener en cuenta que
la renuncia de todos los países de la OTAN al reclutamiento obligatorio ha
supuesto la pérdida de grandes reservas entrenadas a las que se puede
recurrir en caso de necesidad. Básicamente, en caso de una guerra que nos
implique, lleve mucho tiempo e incurra en pérdidas considerables,
movilizaciones como las convocadas por Moscú y Ucrania son casi imposibles
para los países de Europa Occidental. Sigue un largo etc.
- Obviamente, la implicación directa de Occidente en la guerra impediría
a EEUU concentrarse en contener a China, reforzaría la alianza de esta
última con Rusia, expondría a EEUU a una posible guerra en dos frentes
contra dos grandes potencias nucleares y aumentaría progresivamente el
riesgo de que aparecieran armas atómicas en el conflicto con Rusia. Cuanto
más directo e intenso sea el conflicto convencional entre dos grandes
potencias nucleares como Rusia y EEUU, más probable será que el
contendiente que se crea expuesto a una probable derrota decisiva
contemple seriamente la posibilidad de utilizar armas nucleares.
Igualmente
obvio es que, en un conflicto directo entre las fuerzas occidentales y Rusia,
las bajas occidentales se contarían por decenas de miles, un coste humano
difícil de justificar políticamente.
La doble trampa estratégica
Al ampliar la
OTAN hacia el Este e insistir en incluir a Ucrania en ella, Estados Unidos ha
tendido una trampa estratégica a Rusia, obligándola a elegir entre dos
alternativas, ambas muy peligrosas a medio y largo plazo: aceptar la
prohibición de una esfera de influencia y la amenazadora presencia de un
bastión militar occidental a las puertas de la Rusia europea; o intervenir
militarmente, asumiendo el grave riesgo de un conflicto con la OTAN y
comprometiendo sus relaciones políticas y económicas con Europa. Esta es la
primera trampa estratégica en la que Rusia cae, después de catorce años
intentando evitarla.
Sin embargo,
Estados Unidos ha subestimado enormemente la capacidad de resistencia y
reacción militar, económica, política y social de la Federación Rusa, e
igualmente ha sobreestimado tanto el prestigio disuasorio de su propia fuerza
como sus actuales capacidades y potencial militar y económico. Por lo tanto,
tienen que elegir entre dos alternativas, ambas muy peligrosas a medio y largo
plazo.
La primera
alternativa es la reducción de daños, una desescalada del conflicto ucraniano
que se traduzca en una clara derrota político-diplomática, una fuerte pérdida
de prestigio disuasorio, la posible apertura de fallas de crisis en el sistema
de alianzas y graves reacciones políticas internas, por ejemplo, una grave
deslegitimación general de la clase dirigente.
La segunda
alternativa es la huida hacia adelante, una escalada total del conflicto, con
la posible –de hecho probable, porque necesaria– implicación directa de tropas
occidentales; el riesgo de una guerra convencional de alta intensidad para la
que EEUU y la OTAN no están preparados; la posible implicación futura de
territorio nacional estadounidense, y en perspectiva, la creciente posibilidad
de una degeneración nuclear del enfrentamiento.
Esta es la
segunda mandíbula de la doble trampa estratégica, y ahora se está cerrando
sobre los EE.UU., que la tendieron: pero entraron en ella con los ojos cerrados
y sólo ahora están empezando a verlo.
Ate, la diosa
que ciega, «al principio seduce al hombre con apariencias amistosas, pero luego
lo arrastra a redes de las que ningún mortal espera escapar y salvarse»
(Esquilo, Los persas, 96-100).
Nota:
[1] Charap, Samuel y Miranda Priebe, Avoiding a Long
War: U.S. Policy and the Trajectory of the Russia-Ukraine Conflict. Santa
Monica, CA: RAND Corporation, 2023. https://www.rand.org/pubs/perspectives/PEA2510-1.html. Resumen:
«El debate sobre la guerra entre Rusia y Ucrania en Washington está cada vez
más dominado por la cuestión de cómo podría terminar. Para informar este
debate, esta Perspectiva identifica las formas en que podría evolucionar la
guerra y cómo afectarían las trayectorias alternativas a los intereses
estadounidenses. Los autores sostienen que, además de minimizar los riesgos de
una escalada mayor, los intereses estadounidenses se verían mejor servidos
evitando un conflicto prolongado. Los costes y riesgos de una guerra prolongada
en Ucrania son significativos y superan los posibles beneficios de esa
trayectoria para Estados Unidos. Aunque Washington no puede determinar por sí
solo la duración de la guerra, sí puede tomar medidas para hacer más probable
un final negociado del conflicto. Basándose en la literatura sobre la
terminación de la guerra, los autores identifican los principales obstáculos a
las conversaciones entre Rusia y Ucrania como el optimismo mutuo sobre el
futuro de la guerra y el pesimismo mutuo sobre las implicaciones de la paz. La
perspectiva destaca cuatro herramientas políticas que EE.UU. podría utilizar
para mitigar estos obstáculos: aclarar los planes de apoyo futuro a Ucrania,
comprometerse con la seguridad de Ucrania, dar garantías sobre la neutralidad
de Ucrania y establecer condiciones para el levantamiento de las sanciones a
Rusia.
Fuente: L’antidiplomatico.
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