¿Por qué pensamos lo que
pensamos? ¿Qué es eso de la hegemonía cultural?
Rebelio
| 10/12/2022 |
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Fuentes: Rebelión
Podriamos decir
que el modo de ver y acercarse al mundo no es algo estrictamente individual y
peculiar de cada persona, surge como resultado del proceso dialéctico entre la
individualidad en desarrollo y de la socialización con la naturaleza y otros
individuos. Es decir, es fruto de la historia, de lo que acontece. Las formas
previamente construidas de entendimiento del mundo se instauran por medio de la
cultura reinante, estas formas establecidas son premeditadas y funcionales al
orden político-social vigente y llenas como no en la actualidad, de ideología
capitalista. La hegemonía cultural actual reside en la cultura burguesa. Los
cambios que afloran son fruto del enfrentamiento de clases, de proceso
histórico y no surgen por si solos. Independientemente de los cambios que se
produzcan, el objetivo final del capital sigue siendo la reproducción de valor.
Hay una de
estas visiones socialmente establecidas que vamos a intentar exponer
brevemente: pensar que la realidad social está mediada por una suma de individuos
que se desarrollan de manera libre y que por lo tanto parten y viven de una
manera igualitaria. Por lo tanto significaría que los individuos se deben a si
mismos, y se construyen de una manera casi independiente de los condicionantes
políticos, económicos, valores, culturales y procesos históricos que viven. Que
cada persona tiene algo innato que le hace desarrollarse de una manera y no de
otra. Hay es donde residiría el concepto de idealismo que es una de las bases
del sistema capitalista para negar la conflictividad y el desarrollo histórico.
No hay mayor trampa que responsabilizar y propiamente individualizar las
conflictividades y la realidad en el conjunto social, abstracto y amorfo de “la
gente” o de los ciudadanos. No hay mayor trampa que ocultar el origen sistémico
de todo lo que acontece. Nada es casual, ni ajeno a los condicionantes
materiales, culturales y políticos. Y por supuesto nada de lo que ocurre es
natural; así la pobreza y desigualdad no es ni una casualidad, ni un mal menor,
no se deben a la naturaleza de las personas que hace que algunas se sacrifiquen
o trabajen duro para alcanzar una mejor posición o tampoco son una lacra eterna
que siempre existirán y a la cual habrá que poner parches. Sino que es
consecuencia de determinado sistema productivo que se basa en el reparto
desigual de la riqueza social generada, en la acumulación en solo unas manos de
capital y medios de producción y en otras dependientes y desposeidas de todo lo
que tienen, quedándoles exclusivamente su capacidad de trabajar para las
propietarias.
Por otro lado,
esto tiene una vuelta bastante implantada en parte de los voceros del
liberalismo y de la socialdemocracia, es pensar que los problemas y la realidad
se transformaría desde voluntades o grados de consciencia concretos,
desligándose del sistema en el que se desarrollan los individuos, que todo el
mundo tendriamos una parte de responsabilidad. Un ejemplo es lo que vemos a
diario en la propaganda de todo tipo para evitar la catástrofe medioambiental
en la que nos encontramos y caminar hacia una supuesta transición ecológica.
Según ese esquema solo bastaría con la toma de consciencia y responsabilidad
individual del problema, una serie de pequeños retoques como reciclar, bajar el
consumo de algunos productos y una serie de pequeñas medidas técnicas y
reajustes en los procesos productivos por parte de empresas e instituciones. Si
nos adentramos en el problema, podremos llegar a entender que es justo las
bases del sistema capitalista y su desarrollo histórico el que produce
semejante crisis y no una serie de malos hábitos, prácticas concretas o la idea
exagerada, algo misántropa de decir que “el ser humano somos así” y que no hay
remedio posible. Es la propia estructura, el funcionamiento del capitalismo y
el modelo social que necesita para su incansable expansión y ganancia la que
produce la crítica situación en la que nos encontramos. El capital bebe de dos
fuentes de riqueza: la humana y la natural. Y no pondrá freno, porque su única
garantía de supervivencia es la explotación constante sin una perspectiva de
sostenibilidad y visión a medio plazo. Es un caballo debocado hacia el
precipicio.
Así se expande
esa idea como plaga de que los problemas de este mundo se resolverían por medio
exclusivamente de la educación, sin entender que justo la educación es una
estructura dominada por los valores y cosmovisión capitalista, aquella que
perpetua el ideario afín de la estructura originaria. Viéndolo con otro ejemplo
simple y cercano; el último anuncio del gobierno de España para luchar contra
la adicción al juego. Ya que está subiendo enormemente entre los jóvenes y la
población migrante. En el anuncio se llevan acabo una serie de acusaciones de
que la culpa es del que se engancha, como del que bebe y coge el coche, que
tiene que concienciarse de cuales son las nefastas consecuencias que tiene el
juego, de saber decir que no. Lo curioso es que el anuncio o ninguna campaña de
este tipo se adentra en ningún momento o pone encima de la mesa que procedencia
de clase tienen los jóvenes adictos/as al juego, que motivos les llevan a la
población migrante a apostar, bajo que condiciones económicas o educativas se
desarrollan, que alternativas de ocio tienen a su alrededor, o cuales son los
orígenes y beneficiarios de tal lacra para la clase trabajadora. Lo que se
suele hacer es una abstracción demagógica, decir que cada joven puede o no
engancharse, que cada joven tiene la capacidad de elección, que los orígenes de
clase no importan, ni la precariedad existencial que sufren, ni esa falta de
alternativas de ocio, ni el nihilismo reinante, ni que el bombardeo de
propaganda aspiracional mediante youtubers y redes sociales en internet influye
en el desenlace y desarrollo de la juventud. Ni siquiera se pone el foco, (a
veces tan solo timidamente) en aplicar medidas concretas y drásticas que
paralicen todos las aperturas de salas de juego, difusión de publicidad o
existencia de portales de internet de este tipo. Es evidente porque las
reformas son tenues e inoperantes, estas empresas forman parte de todo un
entramado de capitales con grandes intereses e influencias para poder hacer
valer su poder y los poderes políticos institucionales o no quieren o son
incapaces de hacerles frente de manera real.
Es sobre estos
valores de individualización del escenario social sobre los que se asienta uno
de los pilares de la sociedad burguesa. Y es que el capitalismo no solo es una
relación económica o sistema productivo, sino que se expande por todos los
aspectos y esferas de la realidad, incluida la cultural. El nuevo poder que se
implantó con el capital y su desarrollo en el siglo XX basado en el consumo, la
uniformidad-individualización de los individuos y la coerción sigue
expandiéndose para legitimar todos los cambios culturales necesarios para su
desarrollo, y ello lo hace por medios económicos como por ejemplo: el control
directo o indirecto de casi todo tipo de producción cultural, con el control
por medio de subvenciones del arte revolucionario y transformador, del lenguaje
con la apropiación de palabras e ideas liberadoras como libertad o solidaridad,
con la mercantilización de la producción audiovisual y la difusión de valores
capitalistas y reaccionarios, de potentes inversiones para el control y
privatización de la educación con las actuales materias y herramientas de
enseñanza implantadas en todo el sistema educativo y también con el dominio del
campo del conocimiento e investigación.
Así la
filosofía marxista, para explicar esta producción de valores en masa, habla de
hegemonía cultural; como la dominación de la sociedad culturalmente diversa por
la clase dominante, cuya cosmovisión, creencias, moral, percepciones,
instituciones, valores o costumbres se convierten en la norma culturalmente
aceptada, con prestigio y propiamente en la ideología dominante, valida y
universal. Esta hegemonía cultural es la que justifica y legitima el orden
político, social y económico como algo inevitable y natural. Y esto pasa igual
en el capitalismo actual en Europa, en el mundo arabe, como en el siglo XV con
la hegemonía cultural de la iglesia y la nobleza. Es decir en cada fase
histórica la hegemonía cultural existe y se expande o no en base a la
conflictividad entre clases sociales. Por ello, en la actualidad, con la
derrota de los movimientos revolucionarios del siglo XX y en un momento de
reconfiguración como el actual, el capitalismo gana y domina implacablemente.
Se cuela en nuestros valores, pensamientos, juicios de valor y un largo
etcétera. Se encuentra tanto en la esfera de la vida pública como en la privada
y utiliza toda una serie de medios y herramientas sin precedentes. Una
vertebración perfecta que no permite la ajenidad (el estar afuera de la misma).
Podríamos decir que no es que formemos parte, sino que nosotras mismas somos el
capitalismo. Somos cultura capitalista. De esta manera interpretarlo,
analizarlo y estudiarlo no es una tarea cualquiera, sino la base para toda
transformación social. La base para comprender su funcionamiento, poder
disputar el campo social y poder iniciar profundos cambios que logren
derribarlo. Comenzar ya mismo; conocer las experiencias revolucionarias del
pasado y sus errores, ahondando en las raices socialistas de instituciones como
el concejo abierto y su sistema comunal, renovar las formas de organización
históricas del proletariado como redes de solidaridad y sindicatos, repensar
los ateneos, medios de expresión, literatura y arte socialista. Todo ello, para
formar hoy una nueva cultura revolucionaria adaptada a las circustancias,
problemáticas y desarrollo histórico, que nos permita adentrarnos en las
conflictividades para hacer crecer la visión de que el análisis de todo lo que
acontece está mediado por los intereses particulares del capital. Trabajar en
los espacios sociales oportunos para la construcción de una cultura revolucionaria
socialista; colectiva, internacionalista, basada en la solidaridad, y
comunalista de todos los aspectos de la vida para alcanzar el desarrollo libre
de cada individuo. Una cultura que derribe el viejo mundo, un nuevo paradigma y
cosmovisión en el que sostener la necesaria idea de que el mundo hay que
transformarlo.
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