Se nos anuncian probables restricciones en el suministro
eléctrico, y esa perspectiva nos inquieta –y con razón. Pero otros lo tienen
peor. Por ejemplo Sudáfrica, el país con la mayor desigualdad del mundo, y que
todavía hoy sufre apagones frecuentes.
En Sudáfrica, la crisis de
electricidad sigue madurando
El Viejo Topo
17 octubre, 2022
Tras el fin del
apartheid en 1994, en Sudáfrica, apenas el 36% de las
viviendas tenían electricidad. Casi todos los hogares blancos contaban con
ella. La mayor parte de los hogares negros, no tenían acceso. Diez años
después, más del 80% contaban con
redes eléctricas. Este fue un logro importante, sin embargo, dejó por fuera a la
mayoría de los residentes de las chabolas, que van rápidamente en aumento a lo
largo de todo el país.
Sin embargo, el
progreso de estas redes eléctricas se detuvo en 2007, cuando Sudáfrica por primera vez comenzó
a soportar las “caídas de carga”, lo que significa el corte del suministro de
energía en distintas áreas sobre una base racional. La administración de
cargas, implementada por Eskom, la compañía eléctrica estatal, cuando no es
capaz de proveer de energía a todo el país y el tendido eléctrico necesita
mantenerse estable, parece haber alcanzado su nuevo punto más bajo en días
recientes, cuando la mayor parte de las zonas quedaron sin luz hasta por
doce horas en un día. Se ha advertido que tal vez sean necesarios apagones totales.
Debido a la
falta de inversión en actualización y mantenimiento de la infraestructura,
Eskom ha sido incapaz de suplir
un suministro estable de energía eléctrica los últimos 15 años, un período de
saqueo bajo el régimen cleptocrático del ex presidente Jacob Zuma, un programa
de prolongado Estado de austeridad que ha resultado en la desinversión general
de las empresas estatales.
La crisis
energética ha sido bastante dañina para una economía que ya
viene tambaleándose por la desindustrialización –socialmente devastadora – la
austeridad de Estado, y el aumento del control de las
mafias políticas sobre la vida económica. Se ha estimado que, desde 2018, la
caída de cargas ha llevado a pérdidas de la economía de alrededor de 500 mil
millones de rands (un poco más de 28 millardos de dólares), calculándose en
alrededor de mil millones de rands por fase, por
día.
Comparado con
el resto de África subsahariana, donde alrededor del 90% de los niños
que pueden costearse la educación primaria asisten a escuelas que no tienen
electricidad, Sudáfrica tiene los índices más altos de conexión de
electricidad. Pero con las caídas de cargas, provocando que no haya luz la
mayor parte del día, muchas personas en Sudáfrica a veces pueden encontrarse
enfrentando condiciones similares a aquellas del resto de las personas en
África subsahariana. Dado que Sudáfrica es en la actualidad el país más desigual del mundo,
la profundización de la crisis energética amplía la brecha entre ricos y
pobres, los segundos siendo abrumadoramente negros y comprendiendo en gran
medida a una población femenina.
Según los informes más recientes,
de la actual población de 60,6 millones más de 30,4 millones de personas en
Sudáfrica viven por debajo de la línea de pobreza. Aproximadamente el 50% de la
población vive con un sueldo de mil 335 rands mensuales, o alrededor de 75
dólares al mes. El costo básico de un hogar de bajos ingresos está entre mil 100 y mil 500 rands,
lo que de por sí es más de lo que la mitad de la población tiene para
subsistir. Junto a la extendida inseguridad alimentaria, es probable que esa
misma población de más de 30 millones de sudafricanos al mismo tiempo también
padezcan “pobreza energética”, un término empleado para describir una situación
en la cual las facturas de electricidad, gas y otras fuentes de energía llegan
a constituir un porcentaje mayor del gasto de un hogar, haciendo para los sudafricanos
difícil el cubrir otros como comida, alquiler o vestido. También, el uso
reducido de energía en los hogares y lugares de trabajo tiene un impacto
negativo en la salud física y mental. En los asentamientos periféricos, la
falta de electricidad por mucho tiempo ha significado que las personas cocinen
usando velas o gas para alumbrar sus casas, mientras viven en condiciones
apretadas que pueden resultar en incendios recurrentes,
que por lo general son devastadores. Con una caída de carga frecuente, es
probable que los incendios se conviertan en algo más común también en otro tipo
de viviendas.
Aún más, en
2020 Sudáfrica tenía el octavo índice de asesinatos más
alto del mundo, y el cuarto de
violencia de género, según cifras de 2016. El aumento de horas de caída de
carga y el descenso radical del acceso a la electrificación hará que esta
violencia generalizada empeore. Un estudio sobre el impacto socioeconómico de
la electrificación realizado en Brasil en 2017 encontró
que debido a la mejora de la iluminación de los espacios públicos se produce
una disminución significativa de la violencia de género.
La carga de la
reproducción social en gran medida siempre ha recaído sobre los hombros de las
mujeres. El acceso a la electricidad pudiera reducirlo. Un importante estudio de 2021 titulado
“Dándole luz a los hogares y empoderando a las mujeres” descubrió que al
liberar el tiempo de las mujeres se reduce la pobreza al crear oportunidades
para mujeres y niñas para desarrollar sustento, incorporarse a la fuerza de
trabajo o enfocarse en la escuela. También puede reducir la exposición a
contaminantes dañinos en espacios cerrados, mejorar la salud maternal, y
reducir la violencia de género.
Las demandas
por una resolución de la crisis eléctrica han sido uno de los pocos asuntos que
están ayudando a unir a los pobres, la clase trabajadora y la clase media.
Pero, hasta ahora, esas exigencias no están bien organizadas y se han encontrado
con un poco más que lugares comunes por
parte de las élites gobernantes, incluyendo al presidente, Cyril Ramaphosa.
El compromiso
con la austeridad neoliberal del Congreso Nacional Africano (ANC, por sus
siglas en inglés) ha significado que no hay suficiente inversión en la compañía
eléctrica estatal. Su única propuesta es la de migrar de estaciones de carbón, que
son altamente contaminantes, a formas de energía renovable en manos privadas.
Actualmente, una de las personas mejor ubicadas para beneficiarse de
esto es el cuñado del presidente, el multimillonario Patrice Motsepe, dadas sus
inversiones en esa área.
Los sindicatos
sudafricanos han insistido en que mientras una migración a renovables es algo
bienvenido, llevarla a cabo vía privatización aumentará los costos de la
electricidad para los pobres y la clase obrera, además de resultar en un sesgo
a favor de servirle a las necesidades de los capitalistas y los ricos. Las
organizaciones sindicales han propuesto que las
renovables sean de administración y propiedad social.
Las propuestas
de los sindicatos han sido ignoradas, la austeridad continúa, y ha habido muy
poco movimiento hacia la producción de electricidad privada. Es una situación
de parálisis.
Los expertos
creen que continuarán las administraciones de carga, muy dañinas económica y
socialmente, por al menos los próximos tres o cuatro años. Muchos analistas
argumentan que es probable que esto golpeará muy duro en las próximas
elecciones presidenciales al gobernante ANC, programadas para 2024. Una crisis
en términos de energía eléctrica pudiera conducir a una pérdida del
poder político. Con partidos xenofóbicos y de derecha avanzando rápidamente,
parece imposible sentirse optimista.
Sudáfrica no
irá hacia la luz hasta que sea afirmado el valor social del acceso a la
electricidad. La propuesta realizada por los sindicatos de un viraje hacia energía
renovable administrada por el pueblo y de propiedad social es la mejor opción sobre
la mesa. Necesitamos una solución que sea para la mayoría y no para los pocos.
Fuente: Globetrotter.
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