¿Cómo pagará Ucrania su enorme deuda?
Rebelion
| 25/10/2022 |
Fuentes: Rebelión
Ucrania se convirtió en dos principales vertientes para Estados Unidos y
Europa Occidental: punta de lanza para tratar de destruir a la Federación Rusa
y en campo de prueba para probar todo tipo de armamentos que recibe (en parte
operados por especialistas de la OTAN) y cuyo costo Kiev deberá pagar en un
futuro.
Desde que Rusia
lanzó la operación militar especial para defender a las poblaciones de Donetsk
y Lugansk que desde el golpe de Estado en 2014 sufrió un genocidio por parte de
hordas ucranianas, Occidente ha hecho todo lo posible por extender la guerra
con la finalidad de demonizar a Moscú y provocarle grandes pérdidas militares y
económicas.
Rusia analizó
también que era mejor salvaguardar a su nación ante el inminente peligro que
representaba una Ucrania unida a la OTAN en su frontera, donde en 30
laboratorios biológicos se procesaban varios patógenos de ántrax, brucelosis,
cólera, leptospirosis y peste porcina africana, proyectos encargados y dirigidos
por el Pentágono.
Los
enfrentamientos han provocado a Ucrania miles de muertos y heridos, millones de
refugiados, destrucción de infraestructuras y un daño económico multimillonario
a la par que desde los países de la OTAN envían enormes cargamentos de armas y
millonarios préstamos que tendrá que rembolsar en el futuro con los consabidos
intereses que su pueblo deberá pagar durante varias generaciones.
El 28 de abril
Estados Unidos aprobó una legislación que disminuye los requisitos para
participar en acuerdos de préstamo y arrendamiento de equipos militares con
Ucrania y otros países de Europa del Este, lo cual allana el camino para que
más armas estadounidenses lleguen a la región. La nueva legislación prevé una
extensión del “préstamo gratuito” a más de cinco años y los plazos de pago por
las entregas se aplazan a una fecha por decidir.
Como impulsor
de esa guerra, Washington ha sido el más magnánime al aprobar presupuestos al
régimen de Volodimir Zelenski por más de 16 400 millones de dólares como préstamos
de garantía soberana.
La Unión
Europea entregó fondos para el envío de material bélico por 1 700 millones de
dólares. Recientemente su responsable deAsuntos Exteriores y Política de
Seguridad, Josep Borrell, informó que se le entregarían otros 500 millones de
euros porque a la Unión le sobre el dinero.
Entidades
financieras indican que los préstamos puestos por Occidente a disposición de
Kiev se estiman en la abultada cifra de 28 500 millones de dólares.
El Banco
Mundial (con aportes de Suecia, Reino Unido, Países Bajos, Dinamarca, Letonia,
Lituania, Polonia e Islandia) estableció en marzo un programa urgente de
financiamiento por 489 millones de dólares para “ayudar” a Ucrania. El país
deberá devolver al menos el 50 % del monto, mientras que, por lo general, la
otra mitad es a fondo perdido, aunque tendrá que demostrar hacia dónde se van
esos recursos, o sea, la fiscalización será permanente.
El Fondo
Monetario Internacional (FMI) también llegó con sus conocidas “bondades”
financieras y le proporcionó a esa nación un crédito por 1 400 millones de
dólares, unido a cláusulas que impone ese organismo en detrimento de programas
sociales, las que Kiev deberá cumplir cuando finalice el conflicto y regresar
el monto otorgado en un período determinado.
Claro que para
abonar los viejos préstamos hay que tomar otros nuevos con términos aún más
depredadores. Esto lleva a que la deuda no deje de crecer, la responsabilidad
social del Estado sea casi nula y el país acabe entregando casi gratis sus
empresas a los acreedores occidentales.
Sucede que en
estas operaciones que parecen magnánimas, los beneficiarios de estas ayudas y
préstamos son las organizaciones europeas y estadounidenses, que compran las
armas y la “benéfica” ayuda humanitaria para Kiev y luego las anotan como deuda
ucraniana.
Un solo ejemplo
basta: Suecia entregó a Ucrania algunos armamentos y 5 000 cascos viejos que
habían sido dados de baja valorados en nueve millones de euros y ahora le exige
a la Comisión Europea que le devuelva 9,2 millones por ese envío y los
recargos. Además, le recordó a Bruselas que no tenía planes de asumir en
solitario los costes de la ayuda.
El pasado mes
de abril, la viceprimera ministra ucraniana, Yulia Svyrydenko cifró en 564 900
millones de dólares el impacto directo de las destruccionesque incluyenlas
consecuencias indirectas de los combates en la economía, como el aumento del
desempleo, la reducción del consumo de los hogares o la disminución de los
ingresos del Estado.
Svyrydenko
agregó que las mayores pérdidas se hallan en la infraestructura con casi 8 000
kilómetros de carreteras dañadas o destruidas, así como estaciones de trenes y
aeropuertos. Estimó que el Producto Interno Bruto (PIB) alcanzaría una
contracción de más del 55 % en comparación con 2021.
Estos datos fueron
antes de los atentados contra el puente de Crimea, los gasoductos Nord Stream 1
y 2 y los bombardeos contra edificaciones civiles en las cuatro regiones
ucranianas que se adhirieron a Rusia el pasado 30 de septiembre tras los
referendos apoyados mayoritariamente por la población.
Después de esos
actos que Moscú catalogó de terroristas, Rusia lanzó ataques masivos contra
infraestructuras energéticas, de comunicación e instalaciones militares, por lo
cual los daños materiales siguen aumentando.
Los costos de
esta guerra, que hasta el momento no existen indicios de que termine pronto, lo
tendrán que pagar varias generaciones de ucranianos. Los dirigentes de esa
nación deberán comprender algún día que ha sido fatal seguir las órdenes de
Washington y Bruselas en contra de Moscú.
Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante
una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para
publicarlo en otras fuentes.
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