Los
prolegómenos de un otoño muy caliente
DIARIO OCTUBRE /septiembre 9, 2022
El sábado 70.000 personas se manifestaron en Praga para
protestar contra la subida de precios y exigir la dimisión del Primer Ministro
checo, Petr Fiala. “El objetivo de nuestra manifestación es exigir un cambio,
principalmente para solucionar el problema de los precios de la energía,
especialmente de la electricidad y el gas, que destruirán nuestra economía este
otoño”, dijo uno de los organizadores.
Varios
partidos políticos, entre ellos los comunistas, convocaron la manifestación
bajo el lema “La República Checa primero”. La jefa del movimiento Tricolor,
Zuzana Majerova Zahradnikova, denunció un gobierno que “puede ser ucraniano,
tal vez bruselense, pero ciertamente no checo” y exigió el cese de los
suministros de armas a Ucrania, diciendo: “Esta no es nuestra guerra”.
Interpelado
por los manifestantes, el Primer Ministro checo respondió diciendo a la prensa
que el Kremlin estaba detrás de la convocatoria. El guión ya estaba escrito. Es
la misma demagogia que utilizaron en Italia para explicar la caída de Mario
Draghi el pasado julio. Detrás de estas acusaciones se encuentra, en realidad,
la creciente debilidad de los gobiernos europeos, que sienten cada vez más que
el suelo tiembla bajo sus pies.
The
Guardian recogió las palabras -mucho más lúcidas- del Ministro de Justicia
checo, Pavel Blazek: “Si la crisis energética no se resuelve, el sistema
político de este país está en peligro” (*). Una declaración que debería hacer
reflexionar a muchos dirigentes europeos, antes de que pongan al ejército a
patrullar las calles, como en Alemania a partir del mes que viene.
En Alemania
la gente está preocupada por la perspectiva del “Wutwinter”, el “invierno de la
ira”, por supuesto provocado por la manipulación de extremistas sin escrúpulos,
como los negacionistas del “covid” y los antivacunas, según dijo Nancy Faeser,
Ministra Federal del Interior de Alemania, el pasado mes de julio.
Son frases
prefabricadas. Cualquier cosa antes que asumir las consecuencias desastrosas de
las propias opciones políticas. La crisis económica y social desencadenada por
las sanciones a Rusia no hace sino reforzar el descontento en el que la
población europea ya han entrado desde hace tiempo, recalificado muchas veces
por los oportunistas como “extrema derecha” para reducir su impacto.
En abril de
2020 el instituto demoscópico Ipsos constató que en Francia se ha producido una
división muy clara entre el pueblo y las élites oligárquicas. Más de ocho de
cada diez franceses consideran que las oligarquías políticas, económicas y
mediáticas tienen “intereses fundamentalmente diferentes de los de la gran
mayoría de la población”.
Después del
movimiento de los chalecos amarillos en 2019, los resultados de las últimas
elecciones en Francia han sido una auténtica llamada de atención, como pone de
manifiesto el último estudio de Fondapol. Los autores se muestran alarmados por
la abstención electoral, el aumento constante del voto de protesta y el voto en
blanco que, al convertirse en mayoritario, “socava nuestro sistema
democrático”.
Lo mismo
ocurre con la revuelta que se está gestando como consecuencia de las sanciones
a Rusia. Los europeos se han visto arrastrados a una aventura militar sin
consulta ni debate. Ahora deben, como dice Macron, “pagar el precio”, es decir,
consentir la propia ruina y asistir pasivamente a la destrucción programada de
sus conquistas sociales.
(*)
https://www.theguardian.com/world/2022/sep/04/czech-republic-prague-protest-sanctions-energy-crisis-gas-russia
FUENTE: mpr21.info
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