Vivimos tiempos de confusión. Tiempos oscuros. Perplejos,
intuimos el retroceso de unas izquierdas divididas y desnortadas que se
hostigan entre sí. La situación exige a gritos un plan de emergencia, y aquí
Manolo Monereo sugiere cómo empezar a construirlo.
Contra la resignación
El Viejo Topo
23 septiembre, 2022
El dato más
relevante es la profunda distancia entre el momento histórico -sus dramáticos
dilemas y problemas- y los análisis, propuestas y estrategias de las izquierdas
realmente existentes en nuestro país. No se asume la gravedad y la novedad
radical de los desafíos. Se dan viejas respuestas (en realidad formas renovadas
de liberalismo social, trufadas de keynesianismo para andar por casa) a
situaciones que definen una ruptura, una discontinuidad radical y que exigen
cambios sustanciales en lo que se hace, cómo se hace y, sobre todo, a dónde se
va y con quién. Estamos en un periodo de excepción, de crisis de toda una época
histórica y, es la gran novedad, civilizatoria. Mientras, Yolanda Díaz nos dice
que no llega a las elecciones municipales y autonómicas y que la operación
Sumar se concretará en las elecciones generales. De UP se reciben noticias
inquietantes sobre conflictos y rupturas, en lo que parece ser una segunda
edición ampliada de la triste experiencia andaluza. Esta desconexión de los
grandes problemas se da, no es casualidad, formando parte de un gobierno que es
elemento decisivo del problema y que difícilmente lo será de las soluciones.
Mientras, los
afiliados de base y los activistas sociales ven con enorme preocupación los
escenarios que se dibujan en este comienzo del curso; toman nota de cómo las
derechas extremas son las que van progresivamente llegando a los gobiernos en
media Europa y cómo en España se va instalando el marco de que el PP más Vox
ganarán las próximas elecciones. Sumar parece que se va a ir construyendo en
paralelo a la elaboración de las listas municipales y autonómicas y a las
previsibles movilizaciones sociales contra las consecuencias de una crisis
energética/económica que está a las puertas. Todo ello, insisto, con Unidas
Podemos en el Gobierno intentando paliar los efectos de un conjunto de
políticas decididas por la OTAN y ejecutadas por la Unión Europea. Hay una
contradicción difícil de superar: las movilizaciones sociales mayores o menores
se harán contra las decisiones económicas, energéticas, sociales y
político-militares impulsadas, consensuadas y legitimadas por el gobierno de
España.
Lo mínimo que
se puede decir es que hay una evidente escisión entre el proceso de formación
de Sumar y el ciclo político-social y electoral. Centrarse en escuchar y
debatir en medio del conflicto social y al margen de unas elecciones
municipales y autonómicas, significa renunciar a una intervención política
efectiva, esperar que la realidad se acerque y converja con los planes y
cálculos de un aparato político-electoral. Pensar que sobre el posible fracaso
de unas elecciones municipales y autonómicas se pueda construir una nueva
formación política con voluntad de mayoría es apostar en el vacío y jugársela
en la dura lotería de la historia.
¿Qué hacemos
los que tenemos que llegar -sí o sí- a las elecciones autonómicas y
municipales? Un duro tránsito de 8 meses que, en tiempos de excepción, es un
mundo. El viejo Santiago Carrillo citaba mucho una frase de Lenin que venía a
decir, más o menos, que interpretar y actuar bien en las coyunturas históricas
era una de las claves de la política revolucionaria: se puede perder en poco
tiempo todo lo construido durante años o bien dar un salto de calidad y avanzar
política y orgánicamente. La experiencia posterior del que fuera Secretario
General del PCE le vino a dar, duramente, la razón. El escenario es, como
mínimo, dramático: Yolanda escuchando y los que harán posible su proyecto,
compitiendo por las listas o recluyéndose en sus casas a la espera de otro
fracaso. La paradoja es que se favorecerá en voto útil al PSOE, pero no será
suficiente para impedir el triunfo de las derechas.
De este bucle
negativo hay que salir y pronto. No soy ingenuo. Si la izquierda organizada no
se une, no habrá proyecto alternativo y puede desaparecer. Miremos a Italia.
Muy pronto habrá elecciones en el país transalpino. Aparecen dos grandes
bloques: las derechas unificadas en torno a un partido de origen neofascista
que se enfrenta a otro, mal articulado, liderado por el Partido Democrático que
hay que calificar claramente de neoliberal y atlantista. La izquierda intenta,
después de muchos años, tener representación parlamentaria; hay una
contradicción entre una izquierda social y cultural todavía muy viva que no
acierta a traducirse en fuerza política alternativa. Las encuestas dicen que
ganará el bloque que dirige Giorgia Meloni. Miremos a Francia: un viejo
político, mil veces desahuciado, Mélenchon, que sale a la palestra defendiendo
los valores de la izquierda republicana y socialista y que no tiene miedo a
oponerse a las políticas dominantes, a la Europa del euro y a la OTAN. En
Francia, por primera vez en años, ya no hay que elegir entre lo malo y lo peor
sino entre los poderes oligárquicos y el pueblo organizado.
La izquierda
española necesita un plan de emergencia que yo llamaría existencial. Lo que
está en juego es si en nuestro país habrá o no una izquierda capaz de oponerse
resueltamente a las derechas unificadas y cuestionar la hegemonía a un PSOE
claramente neoliberal y férreamente atlantista. Ya no tenemos el 15M impulsando
nuestros votos; ahora la realidad hay que cambiarla organizando la subjetividad
social, creando imaginarios, convirtiendo la rabia y la protesta en programa.
Hay que disputar en la calle el predominio a unas derechas extremas que ven el
momento y la ocasión para una deriva autoritaria del actual régimen político.
La democracia se defiende ejerciendo los derechos y libertades, impulsando la
movilización social y denunciando a los que mandan y no se presentan a las
elecciones; es decir, a la oligarquía financiera y corporativa que nos controla
y nos dirige. Atacamos al bipartidismo porque es el modo que tienen los poderes
económicos para mandar sobre una clase política sin proyecto de país.
Lo que hace
falta no es demasiado complejo. En primer lugar, voluntad unitaria; yendo cada
fuerza en solitario, ganarán las derechas y triunfará el bipartidismo. En
segundo lugar, construir coordinadoras de unidad democrática y popular,
empezando por las fuerzas que están en Unidas Podemos. Estas coordinadoras
establecerían un reglamento y unas bases para un programa alternativo. En
tercer lugar, se convocaría una conferencia en la que se aprobaría un programa
y una política de alianzas determinada. En cuarto lugar, se crearían comités
unitarios en cada una de las nacionalidades, comunidades, regiones y
provincias. Quinto, construir un (contra)poder en los barrios, en los pueblos,
en las comarcas con un objetivo central, aprovechar las elecciones municipales
y autonómicas para crear organización, motivar el compromiso y dar la cara
frente a unas derechas revanchistas y caciquiles.
Fuente: Público.
*++
No hay comentarios:
Publicar un comentario