Los
jueces acabaron por exonerar a Lula de las imputaciones de un juez con delirio
persecutorio. El triunfo de la derecha reaccionaria ha sido así algo
circunstancial: casi con toda seguridad, Lula volverá. Algo que Brasil necesita
imperiosamente
Brasil: las elecciones más importantes de la región
El Viejo Topo
13 septiembre, 2022
El ex
presidente brasileño Luíz Inácio Lula da Silva (conocido como Lula) camina de
aquí para allá sobre el escenario del Memorial de Latinoamérica en São Paulo.
Ahí estuvo el 22 de agosto de 2022, hablando en el lanzamiento de un libro de fotografías
de Ricardo Stuckert sobre los viajes que el ahora candidato hizo alrededor del
mundo durante su presidencia (2003 a 2010). Lula es un hombre bastante
enérgico. Evoca cuando estuvo en Irán en 2010 con su canciller, Celso Amorim,
tratando de mediar y cerrar el conflicto sobre la política de energía nuclear
de Irán impuesto por los Estados Unidos. Lula logró asegurar un
acuerdo que hubiese evitado la actual campaña de presión que Washington conduce
contra Teherán. Un aire de alivio poblaba el ambiente. Luego, dijo Lula, “Obama
orinó fuera del recipiente”. Según su versión, el para entonces presidente de
los Estados Unidos, Barack Obama, no lo aceptó,
pulverizando todo el esfuerzo de llevar a todas las partes a un acuerdo
emprendido por la dirigencia brasileña.
El relato de
Lula pone dos puntos de importancia sobre la mesa: fue capaz de construir el
papel de Brasil en América Latina al ofrecer liderazgo en la lejana Irán en sus
anteriores períodos como presidente, y no teme expresar su antipatía por la
forma en que los Estados Unidos está hundiendo voluntariamente la posibilidad
de paz y progreso en todo el mundo en función de sus intereses miopes.
El lanzamiento
del libro se dio durante su campaña presidencial contra el actual gobernante
– profundamente impopular –
Jair Bolsonaro. Lula actualmente está al frente de
las encuestas para la primera ronda electoral que se dará el 2 de octubre.
Fernando
Haddad, que lanzó su candidatura contra Bolsonaro en 2018 y perdió tras
recibir menos del 45% de
los votos, me dijo que estas elecciones siguen siendo “riesgosas”. Puede que
las encuestas arrojen que Lula está al frente, pero Bolsonaro es conocido por
jugar sucio para asegurar su victoria. La extrema derecha en Brasil, como en
muchos otros países, es feroz en sus formas de disputar el poder estatal.
Bolsonaro, dijo Haddad, está dispuesto a mentir abiertamente, diciendo cosas
ofensivas en los medios de la extrema derecha y luego cuando es confrontado
sobre eso en los medios mainstream, tiende a fingir ignorancia. “Fake
news” parece ser su mejor defensa cada
vez que lo atacan. En su discurso político, la izquierda es mucho más sincera:
los izquierdistas se niegan a mentir y están ansiosos por traer al centro del
debate político los temas del hambre y el desempleo, la desesperación y los
avances sociales. Pero hay menos interés en estos asuntos y menos ruido sobre
ellos en el paisaje mediático que prosperan con las acciones teatrales de
Bolsonaro y sus seguidores. La vieja derecha tradicional está tan rebasada como
la ultraderecha, que ahora es un espacio comandado por Bolsonaro (la vieja
derecha tradicional, los hombres en trajes oscuros que toman las decisiones
fumando puros y tomando cachaça son incapaces de suplantar al
actual presidente).
Tanto Bolsonaro
como Lula enfrentan un electorado que o bien los aman o los odian. En esta
carrera queda muy poco espacio para la ambigüedad. Bolsonaro no solo representa
a la extrema derecha, cuyas opiniones aboga abiertamente, sino que también lo
hace con grandes secciones de la clase media, cuyas
aspiraciones de riqueza permanecen en gran medida intactas a pesar de que la
realidad de su situación económica se ha deteriorado en
la última década. El contraste entre el comportamiento de Bolsonaro con el de
Lula durante sus respectivas campañas es total: Bolsonaro ha sido tosco y
vulgar, mientras que Lula es refinado y presidencial. Si Lula gana las
elecciones, es probable que tenga más votos de aquellos que odian a Bolsonaro,
que de aquellos que lo aman a él.
La ex
presidenta Dilma Rousseff es reflexiva respecto a la vía para avanzar. Me dijo
que probablemente Lula gane porque el país está harto de Bolsonaro. Su horroroso manejo de
la pandemia de COVID-19 y el deterioro de
la situación económica en el país dejan retratado a Bolsonaro como un
administrador ineficiente del Estado brasileño. Sin embargo, Rousseff señaló
que a casi un mes antes de las elecciones, el Gobierno de Bolsonaro – y las
gobernaciones regionales – han estado lanzando políticas que comenzaron a
aligerarle la carga a la clase media, como el levantamiento de
los impuestos sobre la gasolina. Estas medidas pudieran llevar a algunas
personas a votar por Bolsonaro, pero incluso así es poco probable. La situación
política en Brasil sigue siendo frágil para la izquierda, con los principales
bloques en la derecha (el agronegocio, la religión y el ejército) dispuestos a
emplear todos los medios para mantener su control sobre el poder; fue esta
coalición la que condujo un “golpe legislativo”
contra Rousseff en 2016 y se valió del “lawfare”, el uso de la ley con motivos
políticos, contra Lula en 2018 para evitar que lanzara su candidatura contra
Bolsonaro. Estas frases (golpe legislativo y lawfare) ahora forman
parte del vocabulario de la izquierda, que claramente comprende que el bloque
de derecha (lo que llaman centrão) no se detendrá en la prosecución
sus intereses de sentirse amenazados.
João Paulo
Rodrigues, dirigente del Movimiento de Trabajadores Sin
Tierra (MST) es un asesor cercano a la campaña de Lula. Me dijo
que en la elección presidencial de 2002, Lula ganó contra quien era el gobernante
del momento, Fernando Henrique Cardoso, por el inmenso odio a las políticas
liberales que Cardozo había promovido. La izquierda estaba fragmentada y desmoralizada
al momento de la elección. El tiempo de Lula en el Gobierno, sin embargo, ayudó
a que la izquierda se movilizara y organizara, aunque incluso en este período
el foco de la atención popular estaba más sobre el propio Lula que en los
bloques que componían a la izquierda. Durante el tiempo en el que Lula estuvo encarcelado acusado
de corrupción, algo que la izquierda dice que fue fraudulento, se convirtió en
la figura que la unificó: Lula Livre fue el eslogan unificador,
y la letra L se convirtió en el símbolo (uno que continúa siendo usado en esta
campaña electoral). Mientras que hay otros candidatos de izquierda en la
contienda electoral, para Rodrigues no quedan dudas de que el portaestandarte y
la única esperanza de Brasil para salir del divisivo y altamente peligroso
liderazgo del presidente Bolsonaro. Uno de los mecanismos para construir la
unidad de las fuerzas populares alrededor de la campaña de Lula ha sido la
creación de los Comités Populares,
que han estado trabajando tanto en la unidad de la izquierda como en la
creación de una agenda para su Gobierno (que incluirá la reforma agraria y
políticas más robustas para las comunidades indígena y afrobrasileña).
Las condiciones
internacionales para una tercera presidencia de Lula tienen la suerte a favor,
me dijo Rousseff. En América Latina, un rango amplio de Gobiernos de
centro-izquierda han llegado al poder (incluyendo en Chile y Colombia). Pese a que
no son Gobiernos socialistas, no obstante, están comprometidos en construir la
soberanía de sus países y crear una vida dignificada para sus ciudadanos.
Brasil, el tercer país más grande de América (detrás de Canadá y los Estados
Unidos), puede jugar un papel de liderazgo en la conducción de esta nueva ola
de Gobiernos de izquierda en el hemisferio, dijo Rousseff. Haddad me dijo que
su país pudiera liderar un nuevo proyecto regional, que incluiría la creación
de una divisa regional (el sur) que no sólo
sería empleada para el comercio transfronterizo sino también para crear fondos
de reserva. En este momento Haddad está lanzando su candidatura para ser gobernador de
São Paulo, cuya ciudad más importante es la capital financiera del país. Una
moneda regional de este tipo, cree Haddad, resolvería los conflictos en el
hemisferio y construirá nuevos nexos comerciales que necesitan ser
independientes de las grandes cadenas de suministros que fueron
desestabilizadas por la pandemia. “Dios mediante, crearemos una moneda común en
América Latina porque no tenemos que depender del dólar”, dijo Lula en
mayo de este año.
Rousseff está
ansiosa por que Brasil regrese a la escena mundial a través del bloque de los
BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica), y ofrezca el tipo de liderazgo
de izquierda que ella y Lula le dieron a esa plataforma hace una década. El
mundo, dijo Rousseff, necesita de una tribuna así para ofrecer una dirección
que no se base en amenazas, sanciones y guerra. La anécdota de Lula sobre el
acuerdo con Irán es descriptiva ya que demuestra que un país como Brasil bajo
un mandato de izquierda está más que dispuesto a resolver los conflictos en
lugar de exacerbarlos, como lo han hecho los Estados Unidos. Hay esperanza,
señaló Rousseff, de que una presidencia Lula ofrezca ese liderazgo robusto para
un mundo que parece desmoronarse debido al sinnúmero de desafíos como la
catástrofe climática, la guerra y la toxicidad social.
Fuente: Globetrotter.
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