El
27 de agosto de 1985 fallecía en Barcelona nuestro querido maestro y amigo
Manuel Sacristán, uno de los pensadores marxistas más fecundos del siglo XX. En
diciembre de 1984 publicó este agudo y premonitorio texto la permanencia de
España en la OTAN.
La OTAN hacia dentro
El Viejo Topo
27 agosto, 2022
Muy poca gente
cree que España tenga que mantenerse en la OTAN por la necesidad de defenderse
de una agresión de los países del Pacto de Varsovia. Probablemente no lo cree
ningún miembro del gobierno, y en todo el PSOE solo algunas personalidades de
mucho peso, pero escaso y reciente arraigo en lo que fue un partido socialista.
Por eso es característico que e1 alegato a favor de la presencia de España en
la OTAN no se limite a lo estratégico, sino que opere con una acumulación de
argumentos: a la supuesta amenaza militar o misteriosamente política de la URSS
(¿cómo va a ser políticamente amenazador un dinosaurio de pies de barro que ha
perdido casi todo prestigio ideológico?) se suma la presión de los aliados, los
Estados Unidos y los gobiernos que han de darnos permiso para que entremos en
la Comunidad Económica Europea. Esta es una constricción interna a1 ámbito de
la OTAN, a diferencia de la externa, constituida por la supuesta amenaza del
Pacto de Varsovia.
Alguna vez, los
portavoces oficiales u oficiosos del gobierno, en vena de sinceridad y siguiendo
el uso, tan instructivo, de separar radicalmente ética y política, se dejan ir
a la valerosa confesión de que, propiamente, la presión a la que hay que
responder integrándonos en la OTAN es la de las potencias occidentales, no la
de los países del Este. Los aliados mismos, más frecuente y abiertamente que
los gobernantes españoles (para los cuales ha de ser más penoso decirlo),
añaden un tercer argumento en favor de la presencia de España en la OTAN, que
consiste en un chantaje parecido al anterior: la integración en la OTAN
satisface a los militares y los ocupa en asuntos técnicos, por lo que
disminuirá su propensión a destruir la democracia mediante un golpe armado.
Todos ésos son
aspectos internos de la cuestión española de la OTAN, son OTAN desde dentro.
Quienes esgrimen tales razones internas -internas a la Alianza o
a la política española- para apoyar la integración en la OTAN son más sinceros
que los autores de los discursos oficiales acerca del peligro soviético. Pero
si sus argumentos prenden entre los españoles, es posible que su efecto
político no sea mucho menos malo que el de la simple hipocresía o e1 de la
paranoia, que realmente cree en la amenaza militar del “imperialismo soviético”
o del Imperio del Mal sobre España.
Unos y otros
están trabajando -hay que suponer que, al menos algunos, sin proponérselo- para
destruir no ya la insustancial democracia que hoy tiene e1 país, sino algo
mucho más importante, a saber, la confianza que aún le quede a una parte de los
españoles en la posibilidad de una vida política decente.
La insistente
exhortación a aceptar como buenas bases de la actuación política falsedades
manifiestas, o como fatal e ineluctable la sumisión a una o varias coacciones,
siempre con el fundamento explicito o tácito de que lo político es amoral (así
entienden los autores de esa conminaci6n e1 hecho de que su política es
inmoral), tiene que acabar por corromper políticamente a muchos y sumir a otros
tantos en la inhibición. Ya se ha andado mucho por ese camino en lo que fue la
izquierda social: tenemos poca militancia en partidos y poca sindicalización.
En cuanto a la corrupción, no amenaza solo a la base social que puede
suponérsele aun al gobierno, sino también a la derecha: ni siquiera al más
atlantista puede serle muy sano saber que está en la OTAN mediante la falsedad
y e1 chantaje.
Se ha dicho que
las decisiones norteamericana y soviética de instalar proyectiles de alcance
intermedio en Europa tienen acaso más sentido simbólico que directamente
militar. E. P. Thompson ha sostenido eso sólidamente: en ambos casos se trata
ante todo de confirmar e1 sometimiento de los vasallos respectivos, de subrayar
“la unidad de la Alianza Atlántica” o la “fortaleza monolítica del Pacto de
Varsovia”. Algo semejante puede darse en este país con el asunto de la OTAN.
Tal vez lo más importante que ocurra si el consenso de unos y otros políticos
nos integra definitivamente en la OTAN no sea la integración misma, sino la
imposición a los españoles del sentimiento de impotencia, de nulidad política,
de su necesidad de obedecer y hasta de volver su c:erebro y su corazón del
revés.
Ocurre, en
efecto, que la situación de partida presenta, con más claridad que en ningún
otro país de Occidente, un dato que e1 gobierno y sus aliados en este punto,
hasta la extrema derecha, tienen que eliminar: la mayoría de los españoles es
contraria a la permanencia de España en la OTAN, y e1 gobierno esté
comprometido a celebrar un referéndum sobre la cuestión.
Para mantener,
en esas circunstancias, la permanencia en la Alianza, no hay más que dos
caminos: o un acto despótico claro, o la violentación de unos cuantos millones
de conciencias por procedimientos tortuosos, por “lavado de cerebro”. Es muy
posible que la primera solución (la que adoptarían con gusto los franquistas)
fuera menos corrosiva de la sustancia ético-política del país que la segunda.
Pero ésta es seguramente la que los sedicentes socialistas tienen más a mano.
Con ella el gobierno empezaría si no ha empezado ya— a desintegrar moralmente a
los militantes de su propio partido (ya más predispuestos que otros de la
izquierda a1 indiferentismo, por su costumbre de estar en una misma
organización con gentes de concepciones muy distintas y hasta opuestas), y de
ahí la gangrena se extendería, a través de la potente estela de arribistas que
arrastra e1 PSOE, hasta sectores populares extensos. Hacia dentro es la OTAN
para España tan temible como hacia fuera, y más corruptora.
Publicado en el diario Liberación, 2-12-84.
Reproducido en la revista Mientras Tanto, nº 25 ½ , número de
intervención inmediata y despliegue rápido OTAN NO (Febrero 1986), pp. 123-125.
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